sábado, 31 de mayo de 2014

Otras colonias

Lo comenté el año pasado, pero este año han vuelto a hacerlo. Un grupo de padres de la clase de Niña Zombi se caen la mar de bien y hacen esa cosa tan inquietante y tan malrollera de querer hacer cosas las familias juntas. El año pasado se fueron no sé cuanta gente a una casa de colonias con los críos a hablar, hacer actividades y mucha juerga, juegos y risas. Y este año, repiten. Y como son las segundas partes en el siglo XXI, amplían. Más días, más juegos. Otra casa de colonias.


Dos días de cuentos, risas, juegos, gincanas, pruebas, historias de terror, correteos, alguna que otra pelea, lloros, reconciliaciones, dormir en el suelo, mal dormir por las noches, sobredosis de cervezas.

Cinco de las madres y dos de los padres preparados para dar inicio a una gincana inspirada en  Battle Royale. A., como no podía ser menos, hará de Takeshi Kitano.

Los niños con esa expresión de tenemos una idea y la llevaremos a cabo.

Naturalmente, como podéis imaginar, este año tampoco voy. Del año pasado a este ni mi sociabilidad se ha visto incrementada, ni mis ganas de ir a una casa de colonias a mal dormir y estar escuchando durante más de cuarenta y ocho horas los gritos entusiastas de una docena de críos corriendo asalvajados por el campo. Sí, las madres del grupo se quedan otro año con las ganas de ver mi famoso baile sensual homoerótico con pinceladas gore y referencias posmodernas y los padres se quedan sin la incomodidad de verme ejecutándolo.

Sí, lo sé mamis, dejad de fantasead.

Y no, no me quedo con las ganas ni pienso, jó, me podría decidir a última hora y aparecer para darles un buen susto.


Por mucho que A. diga que si fuera me lo pasaría bien, intuyo que quedarme en casa viendo un par de pelis de monstruos y tetas, juguetear con el ordenador portatil nuevo (el antiguo sufrió un ligero percance y este lo adquirimos con sacrificio, pero buen humor) y leer una buena novela satírica también se puede considerar un buen fin de semana. Además, cuando estoy en una casa en mitad del campo, no puedo dejar de imaginar que todo aquello se convertirá en un slasher y mi fin de semana acaba convertido en una odisea de paranoia convencido que otra vez me toca ser final girl. O psicópata invencible, según el día. Sea como sea, es agotador.

Así que fin de semana tranquilito en casa mientras en otra parte, un grupo de adultos cansados y resacosos aguantan a un grupo de acelerados críos con ganas de juerga.

jueves, 29 de mayo de 2014

Cositas que uno oye en la librería

Colocando unos albaranes en la carpeta. Una mañana tranquila y muy lluviosa que puede resumir a la perfección lo deprimente que es el mes de mayo una vez se acaban las devoluciones de Sant Jordi. Poca gente, muchas novedades que languidecen en estanterías y mesas, las miras puestas en esa época tan terrible que es el libro de texto, días donde sale lo peor del librero y los clientes. El librero entretiene la mañana imaginando que la librería es un enorme vestuario lleno de coristas nerviosas por salir a actuar haciendo los últimos ajustes a un minúsculo vestido de baile. Justo cuando las coristas le piden ayuda, se abre la puerta. El librero gira la cabeza y observa a quien entra. Un chico joven y sonriente que deja en la calle a una chica joven algo más seria.
Los saludos de rigor y el chico pregunta por una novela que le han recomendado. El librero dice que sí, claro que la tiene y va a buscarla. El chico habla y habla sobre los motivos de querer leer esa novela y que para él, si el libro tiene muchas páginas se agobia. Pero por suerte esta novela tiene pocas páginas y gran parte es una introducción. El chico paga, da las gracias y se despide del librero. Sale a la calle. Llueve y él y la chica se quedan resguardados esperando que escampe o se decidan a correr no muy tristes entre la lluvia. Eso, y que hablan muy fuerte, permite al librero escuchar lo que dicen.
- ¿Qué te has comprado? - pregunta ella.
- Un libro.
- ¿Un libro?
- Sí, un libro.
- ¿Tú? ¿Un libro? ¿En serio?
- En serio, un libro. ¿Qué pasa?
- Nada, que me sorprende que te gastes dinero en esas cosas.
- Me apetecía leer algo.
- Sí, ¿pero un libro?
- ¿Qué pasa?
- Nada, nada. Solo que ahora va a resultar que estoy liada con un intelectual y no sé si eso me gusta...

En otra ocasión un grupo de chicas paseaban por la librería. Tocaban, comentaban, leían y reían. Mucho. Cada vez que pasaban por delante de los libros dedicados a un popular grupo músico vocal de cinco muchachos con peinados así como de jóvenes y que cantan cosas con letras, música y mucho sentimiento y ritmo y ah ah ah, para luego ponerse flojitos y arrulladores como ih, ih, ih y con los que el librero solo encendería una hoguera, con los que cantan, no con los libros, claro. Pues las chicas, quería decir, chillan y saltan delante de los libros y dicen qué guapo, qué guapo, le haría un hijo. Dos de ellas son algo más calmadas y hablan con muchas esdrújulas mientras las otras saltan.
- Me encantan los libros.
- Sí.
- Y que quieres que te diga. Prefiero los libros de papel a los pdfs.
- ¡¿Qué dices?!
- En serio, tía.
- Lo que yo decía, tía, a veces tienes un ramalazo hipster que dan ganas de chillar.

Y hace poco un señor se mostró indignado. Este pensó si la indignación se debía que alguien había encontrado su excusado particular, pero se sintió aliviado al comprobar que no. El señor en cuestión se indignaba contra el aire sin dirigirse a nadie en particular. Clamaba, bufaba y mascullaba entre dientes con aire impotente ante la sección de historia. Sus "como puede ser", "es indignante", "es que vamos" iban desparramándose por la librería. Tras algunos minutos de arengar al vacío, dirige por fin su indignación al librero. ¿El motivo? Su estupor al comprobar que la saga Caballo de Troya no estaba en historia si no en ficción y que si así es como en esta librería entendíamos de libros y de historia, apaga y vámonos. Y ahora, se preguntó el librero, cómo le explicó a este señor lo de los viajes en el tiempo.

Dos amigos hablando y uno le dice al otro.
- En mi tiempo libre estudio exorcismos.
Y esa sensación de que no es una broma o el final de un chiste.

Aquel señor que quería impresionar a su amiga con sus sabiduría libresca. Empieza a hablar de literatura de consumo y acaba con la sentencia.
- Leer cómics, ciencia ficción o fantasía es como leer, no sé, 50 sombra de Grey. Algo sencillo, rápido, de literatura baja, sin calidad, pero entretenido. Para leer sabiendo que no hay que ser muy listo para escribir eso.
El silencio que siguió a las declaraciones hizo evidente que cualquier esperanza de algo más murió en ese mismo instante.

- Porque si te compró el cuadernito de sumas me regalarás un bolígrafo, ¿no? ¿No? Pues el cuaderno te lo metes por donde te quepa.

miércoles, 21 de mayo de 2014

El director y la actriz

Joan Bennet y Fritz Lang en el rodaje de Perversidad.

lunes, 19 de mayo de 2014

Planes para la vacaciones

Soy consciente de que quizá es un poco pronto para hablar de las vacaciones de verano, pero nunca es demasiado pronto para ir preparando los nervios, los bufidos y mis tan simpáticas y adorables quejas. Enresulta que este año tengo dos semanas de vacaciones en agosto. Sé que no es una noticia muy interesante, pero es la primera en muchos años que hago vacaciones en pleno agosto. Habitualmente era una semana en marzo, otra en mayo y un par en octubre / noviembre, pero este año toca agosto. A. y los nenes lo agradecerán. Quince días juntos para pelearnos, pasar calor, ver películas, leer todo lo que pueda y todos los etcéteras que nos podamos imaginar.

Ah, sí, y la playa.

Porque este año mis padres se han alquilado un apartamento en la playa por no sé cuanto tiempo. Y nos lo dejan una semana entera. EN-TE-RA.
- Para que estéis solos y descanséis - dice mi madre.
- Pues muchas gracias - dice A. -. Sí, claro, sería genial. Y a los niños les encantaría, ¿verdad?
Niño Lobo y Niña Zombie corren entusiasmado, gritan, se alegran y saltan.
- Una semana se lo dejamos a Marta (mi hermana) y otra pues a vosotros. Os irá bien.
- Y tanto - continua A. - ¿Verdad que sí, Jorge? ¿Jorge? ¿Jorge? ¿Estás bien? ¿Jorge?

Sé que lo que voy decir ahora os va a sorprender pero...
- No te gusta la playa.
Pues sí, vaya. ¿Cómo los has adivinado?
- Intuición.
- Y que es más previsible...

No me gusta la playa. No me gusta. No me acerco. Hace años que no voy. El año pasado fuimos a pasar el día al apartamento de mis padres y ni me acerqué. Me quedé en el apartamento leyendo y espiando cómo discutían los vecinos de enfrente mientras leía una novela negra. A. y los nenes en la arena, jugando con la pelota, en el agua, saltando, riendo, siendo felices.


Lo que yo entiendo por playa es algo distinto...




Y me agobia. Mucho. Horrores. Odio la playa y odio, sí, odio el mar. El mar me parece algo tan sobrevalorado como la cultura griega, los delfines o la gravedad. No entiendo esa fascinación por algo inmenso, oscuro, profundo e inabarcable que vete a saber tú qué clase de horrores esconde. Y no entiendo ese gusto por ir  un sitio sin una sola sombra, lleno de gente, de niños corriendo y chillando, del típico par que se dedican a jugar con la raquetita y la pelotita de las narices, dos tipos que en su vida tocan una raqueta salvo en la playa porque en serio creen que es un reclamo sexual infalible y que las dos chavalas que están tomando el sol cerca de donde casualmente se han puesto ellos los mirarán con deseo, lascivia y mucha humedad pensando, pero qué tipo más sexis con esa raqueta tan pequeña y esa pelotita... uuuuhh, sí... como me ponen que no den tres pases seguidos y la lancen de forma descuidada hacia mi escote y luego vengan con una sonrisa y un, disculpa y se la lleven, oh, sí, me encanta. El sol, la arena inflintrándose en lugares desconocidos, la gente rodeándote, el tipo con la radio con la música a toda hostia, la señora que chilla a su hijo que vigile con las medusas y no juegue con ellas, los ladrones de cerebros, los niñatos hormonados, los zurullos submarinos y todos esos monstruos que se esconden en las profundidades esperando una oportunidad para atacar y conquistarnos. Porque están allí abajo, están... esperando... espiando... aguardando...

Pero, bueno, tampoco tengo por qué ir a la playa. Tanto A. como los nenes se sorprenderían si me vieran con una toalla al hombro encaminándome hacia ese infierno estival. Me puedo quedar en el apartamento leyendo o buscando un bar que no huela a protección solar.

Pero ya veremos... solo es un plan... una propuesta. No es nada firme. Os mantendré informados.

martes, 6 de mayo de 2014

viernes, 2 de mayo de 2014

Tarde de cine

Aprovechando que A. estaba trabajando en un cumpleaños (pintando tatoos falsos a los niños, no saliendo de tartas gigantes) y los nenes se habían ido con su abuelo materno al campo a alimentar gallinas, arreglar el césped y otras cosas campestres, me dispuse a una tarde de cine. Dos películas como si tal cosa. Una detrás de otra. Y que bien me sentó. Si queréis verme feliz, dadme una tarde de cine. Y si una de las películas es de Howard Hawks, mejor.

Distrito Apache, Donald Petrie, 1981

Interesante película policíaca de principios de los ochenta. Retrato realista de una zona muy conflictiva donde los casos no se resuelven, las pistas no aparecen, las historias no concluyen, los discursos suenan vacíos y campa a sus anchas la violencia, el escepticismo y la tristeza. Paul Newman está estupendo y cómodo en otro personaje perdedor que intenta mantener algo de dignidad.

Rio Bravo, Howard Hawks, 1959

Si queréis verme feliz, hacedme ver una película de Howard Hawks. Cualquiera. Bueno, cualquiera menos aquel autoremake que hizo de Bola de fuego. Si queréis verme bufando, ponedme una película de Danny Kaye. Pero al caso... Río Bravo. Volverla a ver después de años y de nuevo maravillarme ante la pureza narrativa, la fuerza de sus personajes y diálogos, las manos temblorosas de Dean Martin, la presencia de John Wayne, la canción de la mula y el rifle, las piernas de Angie Dickinson, sus diálogos con Wayne, la transparencia en la narración, esos retratos de amistad masculina basada en el respeto y el golpe en el hombro, Walter Brennan, claro... No me canso del cine de Hawks, ni de sus westerns ni del género en general. Su cine consigue lo que Stevenson en literatura, me hace feliz.