domingo, 16 de agosto de 2015

De como empecé en esto del rol. Parte 1 de, en principio, 3 que ya sabéis que o me alargo o no llego o...

Hace unas semanas, en un lunes normal de partida, con los muñequitos en la mesa, las patatas en el bol, Alcalde y Juan abrazando la cerveza, entró en casa Nanuc, también conocido como Capitán Chistorra y responsable directo del blog de La partida del lunes, y dijo con voz poderosa y pose de esas épicas que hacen que lancemos un "ooooooh" admirado

- ¡Nenes! Que este año se cumplen cinco años de La partida del lunes.

Y, claro, nos vinimos arriba.


Pero, ¿qué es La partida del lunes se preguntará alguno?
Pues un grupito de gente maja de edades comprendidas entre "no te importa" y "lo preguntas otra vez y sabrás lo que es tener un pie dentro del culo" que se reúne cada lunes para jugar al rol.
¿Qué es el rol?
Es un juego de imaginación / cooperación / risas y cachondeiu / erotismo que tiene múltiples sistemas, pero que reduciéndolo mucho consiste en vivir aventuras interpretando a un personaje y tirando dados.
¿Pero eso del rol no es eso de pirados que matan indigentes porque se lo dice unos elfos?
Anda y vete a la mierda.

El anuncio de los cinco años provocó diferentes reacciones.

- ¡Cinco años ya!
- ¡Cómo pasa el tiempo!
- Tú pasa la cerveza que te la quedas mucho rato.
- ¿Este dado es mío?
- Que Jorge no dibuje ningún río.
- Habrá que hacer una cena, digo.
- O comida.
- Que haya cerveza.
- Y una camiseta de la partida, Ali.
- Sí, ya, si ya lo pienso.
- ¿Y a Jorge qué le pasa?
- Está muy callado.
- ¿Tú sabes qué le pasa, Ali?
- No os preocupéis, ha entrado en modo flashback y tardará un rato en volver.
- Pues aprovechamos y le vaciamos la bolsa, ¿no?
- Pues claro.
- ¡Y de dónde ha sacado éste trece pócimas sanadoras!
- ...

Sí, yo estaba en modo flashback. Si hace cinco años de La partida del lunes, hace diez de las primeras partidas con Nanuc y hace más de aquellas primeras dos partidas... Cogí un dado de veinte, lo lamí y entre en modo arrebato proustiano. Volvía a tener catorce años y alguien llamó a la puerta de casa. Abrí y era Toni, un antiguo compañero de colegio con el que había mantenido un contacto intermitente. Quería hablar conmigo de algo importante. Fuimos a mi cuarto y me enseñó el libro que llevaba bajo el brazo.


- ¿Y esto qué es?
- Es que me han regalado esto y pensando con quién jugar, nadie mejor que Jorge para dirigir una partida. ¿Qué te parece? ¿Le echas un vistazo?
Juego de rol, leí. Me sonaba de lejos aunque no lo situaba.
- Claro - dije - Déjamelo.
Me lo dejo y lo leí. O, por lo menos, lo intenté leer. Me encontré con un farragoso libro lleno de reglas que no acababa de entender, consejos para dirigir una campaña y muchas estadísticas. De daño, de ataque, de situación del daño, de carga, de pasos, de... Una ficha para crear un personaje y muchas tiradas de dado. Vamos, que no entendí mucho, pero sí lo suficiente como para que todo aquello me interesara y me imaginara dirigiendo una de esas cosas que se llamaban campañas. Así que llamé a Toni y le dije que vale, de acuerdo, pero que creía que todo aquello me venía un poco grande y que no sabía por donde empezar. Me dijo que si quería, él había quedado con un grupo para jugar y que me podía apuntar para ver cómo funcionaba todo aquello. Perfecto. El sábado por la tarde en el café del Ateneu Igualadí.

Llegó el sábado y mi primera partida de rol. ¿Cómo fue? Algo decepcionante. Me encontré con un grupo de juego ya formado y yo era un elemento extraño y aunque era primera partida y nadie tenía que retrasar para que yo me creara un personaje y todo eso, no dejaba de sentirme como "el extraño", como el negro que Los Cazafantasmas que estaba allí, pero casi nadie se acuerda que forma parte de la aventura.

Primero, creación de personajes. Un par de horas entre tiradas, explicaciones, cálculos y demás. Al final, un elfo con la hostia de percepción, un arco muy majo y una aventura por delante.


A la media hora de empezar la partida estaba muerto.
Un orco.
Mi participación en la aventura consistió en caminar un buen rato, llegar a un claro, subirme a un árbol para hacer guardia, bajar del árbol cuando acabé la guardia, irme a dormir, despertarme porque atacaban unos orcos, disparar una flecha, morir bajo el hachad de un orco.
Fin.
El máster entre risas me dijo que tenía que abandonar la mesa porque al estar muerto no podía quedarme a ver cómo se desarrollaba el resto de la aventura.
Dos horas para crear un personaje, media hora de juego en la que no hice nada y fuera de la partida. Me fui para casa pensando que esto del rol era una mierda.

Dos semanas después me volvieron a invitar para otra partida. Nuevo personaje, nueva campaña. Tardé algo menos en hacerme el personaje, un guerrero humano con problemas de sobrepeso y relaciones personales. La aventura consistía en buscar un tesoro o algo así y teníamos que descubrir la entrada a una cueva y el único que podía decirnos dónde estaba era un posadero. Como personajes llegamos a la posada. El máster nos la describe agazapado detrás del manual. Tenemos que conseguir que nos digan dónde está la cueva. ¿Cómo lo hacemos?
Uno de los jugadores se va a dar un largo baño.
Dos se van a jugar a los dados a los establos. Ellos solos.
Nos quedamos dos hablando con el posadero que responde a toda nuestras preguntas con un "No".
- ¿Hay alguna cueva por los alrededores?
- No.
- Estamos de viaje, ¿nos recomienda algún lugar para visitar?
- No.
- ¿Conoce alguna leyenda sobre el lugar?
- No.
Etcétera.
Y dados. Tiradas de dados. Muchos dados. Abro una puerta. Tira dado. Pregunto. Tira dado. Miro. Tira dado. Voy al baño. Tira dado. Fallas. Te pierdes por la posada y no encuentras el baño (esto fue así). Con todo esto estuvimos una hora. La partida se estancó en ese punto y nada de lo que hiciéramos o dijéramos hacía avanzar la campaña. El máster nos decía que no hacíamos la pregunta correcta, la que salía en el manual, y, por tanto, hasta que no la hiciéramos no avanzábamos. Esto provocó una partida absurda con personajes paseando por la posada, tomando baños y sentándose a leer. Al final los jugadores nos cabreábamos (llevábamos tres horas de partida y aun no había pasado nada) y decidimos que si por las buenas no, sería por las malas. Sacamos cuchillos y a torturar al posadero, a su mujer, a sus hijas, a sus hijos para que nos dijera dónde coño estaba la cueva. ¿Su respuesta?
- No.
A la mierda.
Mi personaje volvió a morir a manos de uno de los camareros y volvieron a decirme que me fuera. Llevaba cuatro horas y media en esa casa y solo quería salir de allí. Volví a mi conclusión.
Esto del rol es una mierda.
No se volvió a quedar.

Pero algo quedó.

¿Qué pasó en aquellas dos partidas? ¿Qué sucedió para que algo que ahora me apasiona, divierte y espero con ganas durante toda la semana se me presentara como algo tedioso, aburrido y que solo servía para perder horas de mi vida que podía dedicar a escribir, ver una película o hacerme una paja?

Supongo que con la experiencia y la perspectiva de los años, la frustración de aquellas dos partidas se debió a la inexperiencia. Tanto de jugadores como de máster. Unos por ir desorientados y otro por atenerse demasiado a las reglas y a la historia que marcaba el manual. El máster anteponía su papel y su historia a las necesidades del grupo sin prever que si los jugadores se estancan hay que ayudarles por el bien de la historia. Un máster inflexible y unos jugadores perdidos en un océano de reglas que no entendían dieron como resultado horas tediosas creando personajes para pocos minutos de juego o una larga sesión donde no pasó absolutamente nada. Me frustré porque veía las posibilidades del juego, pero que no llegaron a concretarse.

Así que me olvidé de que existía algo llamado juegos de rol durante muchos años. Fue una anécdota que se olvidó. Hasta que muchos años después, alguien entró en la librería donde trabajaba con una propuesta que cambiaría mi vida para siempre.


CONTINUARÁ...

- En serio, A, ¿qué le pasa a Jorge? Se ha quedado con cara de atontoliao.
- Es lo que le pasa cuando se pone en modo flashback.
- ¿Y le dura mucho?
- Unas tres entradas...
- Es que lo toca tirar.
- Ya tiramos nosotros por él, ¿no?
- Sí.
- ¿Qué hace?
- Nos entrega todo su material y entra primero en la sala esa oscura donde se oye una respiración agitada...

viernes, 14 de agosto de 2015

Unos días de vacaciones

Hemos estado tres días fuera.
De vacaciones.
No lo había anunciado en ningunas de las redes sociales a las que soy cada día menos asiduo (cosas de aburrirme mortalmente), porque me entró la paranoia de los cacos adictos a twitter e instagram que buscan a sus víctimas entre los que tienen menos de trescientos seguidores para desvalijarles la casa y llevarse los libros, las bolsas de promoción, la verdura del huerto de mi padre y poca cosa más...
Es lo que tiene leer ciertos artículos que no deberían cruzarse conmigo. Debería confiar más en las máquinas asesinas que tengo por gatos que en las medidas de prevención, pero no puedo evitarlo. Pensar que alguien puede llegar y desordenar mis libros... la tele os la podéis llevar tranquilos, pero mis libros ni los toquéis.

¿Dónde hemos estado? En el Pirineo, zona de Ribera de Cardós, Esterri d'Aneu, Escaló y otros etcéteras; escenarios de la infancia de A.






Ella ha vivido un viaje de sabor proustiano en la casa donde vivió dos años y donde todavía estaban sus libros escolares, su cama o los dibujos que había hecho de pequeña. Un viaje cargado de valor emocional y significado que quiso compartir con Niño Lobo y Niña Zombi y con un menda, aunque reconozco que un servidor estaba más preocupado por la aparición de posibles cultos satánicos y caníbales en las calles de un pueblo de montaña. Es un defecto mío, veo cultos paganas apocalípticos en todos los pueblos que visito.

Ha sido un viaje muy agradable y tranquilo. Reconozco que no he llevado muy bien, pero siempre con dignidad, el estar continuamente rodeado de montañas. A ver, me encantan las montañas, pero siempre que me dejen un sitio por donde salir. Estar paseando y mirara hacia donde mirara solo viera montañas reconozco que me agobió.

Lectura tranquila de una de esas antologías que se publicaron hace muchos años bajo el nombre de Alfred Hitchcock y donde se encuentra nombres como Bradbury, Matheson, Fredrick Brown junto a un monton de ilustres desconocidos que deparan muchas agradables sorpresas. Estoy consiguiendo todos los números de la colección gracias a los mercadillos de segunda mano... Eso sí, a veces la memoria falla y me encuentro con dos y tres ejemplares del mismo títulos.

Además, leo con bastante deleite John muere al final de David Wong, novela divertida e ingeniosa que peca de ser demasiado larga. Seiscientas páginas agotan la broma, la verdad, aunque tiene momento descacharrantes y admiro su capacidad para aunar en una misma escena el horror con el absurdo con el humor con la tragedia con lo soez y elegante. Por esas cosas, un poquito de envidia despertó y una sensación abrasadora de yo también puedo hacerlo.

Paseos, mucha conversación con A. y los nenes, risas, juegos de mesa de zombis con los que entretener a los críos y entretenerme yo, nada de tele. Pensar mucho y escribir mucho en la cabeza. Cuatro notas, algunas ideas, pero sin encontrar todavía la determinación.