Pero hay ventas. Como la amable señora que buscaba libros para sus quince nietos. O aquella que entró para comprar un libro de bolsillo y acabó sacando del suyo ciento setenta euros (sí, soy un cabrón). Y hay preguntas. Como la del tipo que con además serie nos pregunta si tenemos alguna novela que ha escrito una mujer y de la que hablaron en la radio hace unos días. O la de la chica que buscaba libros educativos para niños de siete meses que ya iba siendo hora de que aprendiera las letras. Y hay gente amable. Como las dos abuelas que se fueron tan contentas con sus dos novelas para sus nietos. O como el señor que te considera su librero de cabecera y que disfruta con cada novela recomendada. Y hay gilipollas, claro.Como la pareja que me estuvo humillando mientras les cobraba. O como la pareja que al entrar quita la correa a sus hijos y los deja libres para que destrocen los libros. Eso sí, expresando sus sentimientos.
Es navidad y en la tienda se nota. Voy cansado, duermo mal, me cansa mi personaje de librero, me entra complejo de Grinch y de Scrooge, tengo poca paciencia, no entiendo que sea tan difícil dejar un libro de donde lo has sacado y me deprime pensar que el día fuerte es mañana. 24 de diciembre. El segundo día de más facturación del año (el primero es Sant Jordi, claro). Que quien sea me coja confesado. De momento me pondré mi uniforme de días especiales e intentaré salir vivo de las llamas para caer enterito en las brasas de una cena familiar.
Retrato que un pinto callejero ciego (y sí, palmípedo) me hizo al salir de la librería el año pasado por estas fechas. La sangre de la espada no es mía, el libro es un autoregalo y no tengo tantas canas.
2 comentarios:
Mi conciencia te acompañará todo el día de hoy en el que trataré de protegerme del hostil mundo exterior no saliendo. Me niego... ¡¡¡Nooooooo!!! Cerraré la puerta con llava y la tiraré por el váter.
Es que la gente podemos llegar hacer muy cansina pero paciencia que queda poco mientra tanto te deseo Feliz Navidad :-)
Besos
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