Sea como sea y por el motivo que sea, ando descuidando la bitácora porque lo único que hago es trabajar, dormir y leer (no ordenados por preferencia). Vamos, lo único tampoco, pero al pasar tanto tiempo solo y con la rutina tan cambiada, no me apetece hacer nada más que llegar a casa y leer. Llamo a A. para saber cómo está todo, me cambio, la gata me exige mimos y comida y a leer.
Y entre las cosas que he leído, una novela de zombis (bueno, no zombis, infectados, pero para el final que tienen los protagonistas viene a ser lo mismo) y en la novela de zombis explican porqué el verde es el color de la visión nocturna. Resulta que el motivo es porque el verde es el color del que el ojo humano recibe más matices. Fíjate tú la tontería y para que luego digan que entre mordisco y mordisco no se aprende nada.
También me entero que hay por estos mundos una película que es una adaptación del clásico Hundir la flota de toda la vida y me pregunto por qué no hay uno de Conecta 4 (De la oca ya hubo una llamada Titánic y de Operación, El dentista). Sale un perdido Liam Neeson haciendo de voz de la experiencia y una chica que dicen que canta de nombre Rihanna, pero no tengo el gusto. Sale más gente, pero, la verdad, a quién le importa.
Y de cine sigue porque tengo una nueva heroína. Se llama Merida, es heredera de esa rica tradición de pelirrojas indomables.
La nueva historia que nos presenta Pixar es por todos conocida, pero estos tipos explican lo de siempre muy bien.
Y vi The Artist y Hugo Cabret y ambas me gustaron.
Más Hugo. Me fascino el complejo discurso de homenaje cinematográfico al origen del cine fantástico y de efectos especiales con la última tecnología del 3D. El tren de los Lumière vuelve a salir de la pantalla para espantar a los espectadores. Pocas veces lució París tan hermosa y tan imposible. El cine sigue siendo ilusión, juego y magia. El autómata es precioso. Y emoción al ver la librería de la estación y a Christopher Lee como guardián de la sabiduría.
Y The Artist la disfruté mucho. La encuentro un pelín larga y en un tramo algo repetitiva, pero me dejo arrastrar por esas escenas donde con autonomía en su propia historia incluyen homenaje a Wells, Renoir y Oscar Wilde. Berenice Bejo es una monada. Y me entraron ganas locas de volver a ver ese genial y muy divertido díptico del agente OSS 117.
- ¿Pero tú ya sabes lo que es un millón, arabilla?
Ains, qué gran frase.
Y voy haciendo y esperando que la semana que viene la normalidad vuelva, la rutina de saber que los cuatro danzamos por aquí y por allá y las peleas por las cosas por medio, la mesa sin recoger y quién ha dejado entrar a la gata en mi laboratorio.
4 comentarios:
Pues yo te deseo toda la normalidad del mundo, ya, pronto.
(Tómese eso como un cumplido, por supuesto)
Besazo grande grande.
¡Ánimo Jorge!
La vida tiene momentos en los que se pone a dar coces a diestro y siniestro y cuesta mantener el ritmo que nos exige nuestro día a día.
Espero que poco a poco recuperéis la normalidad y que el pequeño se mejore, que es lo más importante.
Un abrazo blogueril.
Mucho ánimo! Espero que muy pronto la bendita rutina se pose en tu casa :)
Os encontramos mucho a faltar a los dos.Espero que todo vuelva a la normalida muy pronto.Un abrazo para los dos.
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