Y así decidí acabar el domingo. Con un poco de melancolía, con la sana tristeza de buen día de pereza que se acaba, de lectura tranquila y agradable de una novela del montón con la que aprendo un montón de trucos de escritura. Paseando con A. por la ciudad hablando de esto y aquello y de lo de más allá. Escuchando los abismos de sabiduría que emergen del bar de abajo y reprimiendo en A. las ganas de suicidar un cenicero en la cabeza del sabio. Peleando y jugando con los niños y siendo el esclavo (no soy digno, no soy digno) de las dos gatas. Y viendo como A. juega y juega y juega a pintar y dibuja y dibuja y dibuja y la adoro por (aunque no solo) ello.
El extraño amor de los vampiros
Hace 15 horas
3 comentarios:
:)
un cenicero, nooo, pero el contenido del cenicero por brasas... jejeje ;)
A. es adorable, es algo innato en ella y que va con su nombre ;)
Te dejo una cosa rarita, para cuando llegue la noche de este lunes, está tocada al ukelele y tiene su aquel, no sé qué, pero lo tiene ;)
un abrazote!!
http://www.youtube.com/watch?v=yTVE09PAWNc
Y ella, con su blancura, apareció veinte minutos antes de la hora del concierto para hacer la prueba de sonido, pidiendo disculpas por llegar tarde y porque su concierto se iba a retrasar. Casi nadie entendía nada pero la aplaudían. Ella reía... ¡Qué simpática Youn Sun Nah!
No quería irme sin saludarte, feliz domingo el de mañana ^^
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