Ah, sí, y la playa.
Porque este año mis padres se han alquilado un apartamento en la playa por no sé cuanto tiempo. Y nos lo dejan una semana entera. EN-TE-RA.
- Para que estéis solos y descanséis - dice mi madre.
- Pues muchas gracias - dice A. -. Sí, claro, sería genial. Y a los niños les encantaría, ¿verdad?
Niño Lobo y Niña Zombie corren entusiasmado, gritan, se alegran y saltan.
- Una semana se lo dejamos a Marta (mi hermana) y otra pues a vosotros. Os irá bien.
- Y tanto - continua A. - ¿Verdad que sí, Jorge? ¿Jorge? ¿Jorge? ¿Estás bien? ¿Jorge?
Sé que lo que voy decir ahora os va a sorprender pero...
- No te gusta la playa.
Pues sí, vaya. ¿Cómo los has adivinado?
- Intuición.
- Y que es más previsible...
No me gusta la playa. No me gusta. No me acerco. Hace años que no voy. El año pasado fuimos a pasar el día al apartamento de mis padres y ni me acerqué. Me quedé en el apartamento leyendo y espiando cómo discutían los vecinos de enfrente mientras leía una novela negra. A. y los nenes en la arena, jugando con la pelota, en el agua, saltando, riendo, siendo felices.
Lo que yo entiendo por playa es algo distinto...
Y me agobia. Mucho. Horrores. Odio la playa y odio, sí, odio el mar. El mar me parece algo tan sobrevalorado como la cultura griega, los delfines o la gravedad. No entiendo esa fascinación por algo inmenso, oscuro, profundo e inabarcable que vete a saber tú qué clase de horrores esconde. Y no entiendo ese gusto por ir un sitio sin una sola sombra, lleno de gente, de niños corriendo y chillando, del típico par que se dedican a jugar con la raquetita y la pelotita de las narices, dos tipos que en su vida tocan una raqueta salvo en la playa porque en serio creen que es un reclamo sexual infalible y que las dos chavalas que están tomando el sol cerca de donde casualmente se han puesto ellos los mirarán con deseo, lascivia y mucha humedad pensando, pero qué tipo más sexis con esa raqueta tan pequeña y esa pelotita... uuuuhh, sí... como me ponen que no den tres pases seguidos y la lancen de forma descuidada hacia mi escote y luego vengan con una sonrisa y un, disculpa y se la lleven, oh, sí, me encanta. El sol, la arena inflintrándose en lugares desconocidos, la gente rodeándote, el tipo con la radio con la música a toda hostia, la señora que chilla a su hijo que vigile con las medusas y no juegue con ellas, los ladrones de cerebros, los niñatos hormonados, los zurullos submarinos y todos esos monstruos que se esconden en las profundidades esperando una oportunidad para atacar y conquistarnos. Porque están allí abajo, están... esperando... espiando... aguardando...
Pero, bueno, tampoco tengo por qué ir a la playa. Tanto A. como los nenes se sorprenderían si me vieran con una toalla al hombro encaminándome hacia ese infierno estival. Me puedo quedar en el apartamento leyendo o buscando un bar que no huela a protección solar.
Pero ya veremos... solo es un plan... una propuesta. No es nada firme. Os mantendré informados.
4 comentarios:
Buenas Jorge,
queda ya muy lejos aquel mar que describia Patrick O'brian en sus novelas. Tambien la playa de barquita y choza de pescador de antaño. La playa o el mar como lo entendemos hoy es mucho más artificial y deshonesto. Para mi es el "soma" veraniego a la espera de que empiece la temporada de futbol.
Resumiendo, 100 por 100 de acuerdo contigo.
saludos.
Vamos... pruébalo. Por la mañana. A primera hora. Antes de todo lo demás. Un baño de agüita salada fresca y limpia...
Pruébalo.
Si no, ya tienes otro post, no?
@Anónimo, hace años que el mar perdió para mí cualquier encanto. La masificación, el calor, el ruído... eso sí, a los críos les encanta. Supongo que iré armado con unos cuantos libros y buscando un bar sin aspecto veraniego donde refugiarme.
Saludos
@Ridícula, de acuerdo, prometo hacer uno de esos baños mañaneros y probar la experiencia. Todo sea por una entrada nueva.
Tienes más razón que un santo.
El mar es un lugar hostil, sin más. Nuestra especie ha evolucionado a partir de aquellos bichos que decidieron salirse del agua y alejarse lo más posible del mar. ¿No? Pues por algo sería, digo yo.
Gracias por ser así. Leyéndote ya no me siento tan solo.
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