Uno de esos terribles dramas del primer mundo. Tenemos parte de la comida en casa de mis padres, parte en una ingesta descontrolada, parte en la nevera a oscuras. Estamos esperando que venga el técnico del seguro que tiene que aparecer en un intervalo de hace ocho minutos y las doce (estoy escribiendo esto a las 10:08 exactamente, no, espera, 10:09, eso).
No es nuestra nevera. La nuestra no se enciende. No hemos abandonado su cadáver en una cuneta para que sea pasto de los lobos eléctricos..
Como siempre, y más problemas del mundo occidental, la avería ha sucedido en plenos días festivos para que todo sea un poco más engorroso. Y no tengo problemas con lo engorroso, ya lo sabéis. Me encanta. Pero siempre que le suceda a otros.
Como tantas otras cosas.
Total, que la nevera no funciona y no sabemos muy bien por qué. Estamos a la espera que aparezca un señor desconocido con una caja de herramientas. Y como siempre que tiene que venir un técnico a casa, me da mal rollito.
Esto no se debe solo al hecho de haber visto de pequeño la película El visitante de Peter Weir, asfixiante historia de invasión hogareña y que me predispuso contra toda persona que hace reparaciones en casa ajena (incluso si son conocidos).
Por cierto, que si no la habéis visto, hacedlo. Una maravilla de mal rollo pisicológico.
Se debe también a que soy un completo inútil cuando alguien me da indicaciones técnicas sobre lo que ha diagnosticado / reparado. No importa si es informático, electricista, lampista, forense, afinador de pianos virtual o stripper. En el momento en que me miran a la cara y empiezan a explicarme qué ha pasado, mi cerebro se desconecta y se va de viaje a otras dimensiones más apasionantes donde nadie me explica no se qué de la resistencia de algo o de un virus o bla, bla, bla. Mi cerebro se llena de unicornios con metralletas, comunistas nazis que beben té, monos araña formando un cuerpo de baile y demás imágenes pastoriles y no ateniendo ni entiendo nada de lo que me dicen.
INTERIOR. CASA VIEJA, PERO ELEGANTE. DÍA
Un atractivo hombretón escribe su blog.
Suena un timbre.
Viene el de la nevera. Ahora vuelvo.
(Pasa un rato más o menos aburrido)
Ya está. Arreglada. Ha sido un momento. Muy simpático. Resulta que todo el tema se resume en que la placa de la resistencia de la neve... y, de repente, no estaba allí, estaba en otro lugar situando las figuritas y pensando cómo podríamos entrar en ese templo sin que los devoradores de cerebros se dieran cuentas que habíamos entrado y...
Por suerte está A. A ella le gusta todo esto de la tecnología y las maquinistas y los cables que van de un sitio a otro y hacen, no sé, ¿algo? Así que mientras me pierdo en mis mundos, ella atiende, comprende, aprende y da conversación al técnico y le ofrece un café o una crêpe de chocolate. Formamos un gran equipo, aunque todavía no tengo muy claro qué aporto yo.
Y ya está. Volvemos a tener nevera.
Fin.
Soy consciente que como historia no vale mucho la pena, pero todavía estoy pillándole el ritmo a esto de volver a un blog y tener un bebé gateando a lo loco por ahí.
1 comentario:
Jejeje, yo también desconecto y me esfuerzo en no hacerlo, pero... :P
Me encanta que escribas y como lo haces bien, hasta la nevera rota se convieret en un gran post y me saca la sonrisa :D y me ha dado hambre, voy a atacar a la mía.
Un abrazote!!!
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