lunes, 10 de abril de 2017

Sobre Kubrick, Jason Voorhes y todo eso que está... mal

No recuerdo dónde leí que en el momento de planificar El resplandor, Kubrick y el director artístico decidieron que la arquitectura del hotel fuera extraña, diferente, ilógica. Puertas que se abren hacia lugares donde no debería haber una habitación, pasillos que giran hacia donde no deberían girar, etc. Esto era para que el espectador de forma inconsciente sintiera que algo en ese hotel no funcionaba (a parte de los ascensores, claro), que había algo que estaba mal sin necesidad de explicar que algo en ese hotel estaba mal. La sensación, el horror.


Éste es una de esos trucos maravillosos del cine que tanto me fascinan. Sin embargo, hay un momento en que este tipo de soluciones narrativas me gustan todavía más y las disfruto con un placer cinéfago animal y primario. Es ese momento en el que te encuentras en otra parte el mismo efecto, pero sin haberlo pretendido. Me explico.

Hace unos días vi Viernes 13 parte 8. Jason toma Manhattan (esto forma parte del proyecto de ver todo Viernes 13; proyecto del que ya hablaré otro día) y hubo un momento en que me encontré sintiendo casi lo mismo que lo que sentí cuando vi por primera vez El resplandor (pero más entretenido). Para los pocos que no hayan visto una de las partes más justamente infravaloradas de la serie, pero con sus cositas de interés y diversión, la peli va de un bolo que el bueno de Jason hace a Nueva York desde su querido lago de Crystal Lake (como se conecta Nueva York con el lago daría para otro tema).


Durante la travesía se dedica a su afición preferida, cargarse jóvenes con las más variadas armas. Seamos sinceros, los cruceros pueden ser un auténtico aburrimiento y algo hay que hacer para entretenerse.

Pues bien, la arquitectura del barco (como la arquitectura del hotel) es caótica. Está mal. Pasillos que conducen a sitios imposibles, escaleras que en teoría conducen a un nivel inferior, pero que acaban subiendo, puertas donde no debería haber puertas. Y todo esto redunda en el espectador que acaba descolocado, perdido e inquieto. Algo no funciona en ese barco y acaba contagiando al espectador.


Y esto no se debe a una obsesiva planificación por parte del director y el diseñador, si no por un director falto de gracia, un guión terrible, una mala planificación, un montaje caótico, una productora que quería quitarse la serie de encima, unas pésimas interpretaciones, una alarmante falta de presupuesto... un cúmulo de cosas que en teoría están mal, pero que acaban produciendo algo terriblemente divertido y que, por azar, acaban en el mismo punto que Kubrick.

Lo mejor de todo es que esto no solo ocurre en el barco, si no que en el alargado tercio final de la película, cuando Jason llega a Manhattan (en verdad cuatro callejones de una ciudad de Canadá) la sensación vuelve a ser la misma. Callejones sin sentido, salidas ilógicas, etc. Y de nuevo, el desconcierto del espectador y su regocijo (o por lo menos el mío).


Por segunda vez, Kubrick sin querer.

Para mí esto es maravillo.
Estos hallazgos. Conexiones involuntarias que quizá solo veo yo como espectador y que conforman mi forma de ver y entender el cine.
Para mí es lo que hace grande eso que llaman cine y que no tiene nada que ver con críticas oficiales, libros de las cien mejores películas o puntuaciones en páginas web. Es otra cosa más visceral, más radical, más íntima y mucho más divertida.

Como bien dice mi admirado Doctor Insermini, el cine nos habla.
Y a cada uno le dice unas cosas.

Postdata

Viernes 13 parte VIII. Jason toma Manhattan puede ser cualquier cosa, pero este plano es precioso.


2 comentarios:

Mara Oliver dijo...

Jejeje, esta es la que "termina" en el metro, ¿no? La recuerdo con el cariño adolescente de toda la saga, no sé yo si la vería otra vez, con amigos seguro, pero sola no y no por miedo ;)
Te echaba infinito de menos, que lo sepas :D me ha encantao el post y esa manera de unir Kubrock con Jason, jejeje :)
¡un abrazo megafuerte!

Jorge dijo...

Sí, es la de alargado final en las alcantarillas de Nueva York. La mayoría las estoy viendo por primera vez. Suele ser los jueves y en compañía de mi buen, pero insufrible amigo Jordi. Los jueves, cine. Y si puede ser de susto y sangre, mejor.

Después de ocho películas lo mío con Jason es de amor profundo.

Un abrazo enorme.