miércoles, 26 de junio de 2013

domingo, 23 de junio de 2013

Cosas que quiero hacer antes de morir I

Beberme un refresco de zarzaparrilla poniendo voz de paleto del este en un pueblo del salvaje oeste que vete a saber tú cuál es.


Puede parecer una idiotez, y lo es, pero desde pequeño siento curiosidad por esa bebida. Los domingos por la tarde ponían muchos westerns en televisión y en algunos de ellos un forastero pedía en el saloon una zarzaparrilla ante la hilaridad de los rudos vaqueros. Luego se liaban a hostias y el señoritingo de ciudad demostraba que era más bruto que ellos. O le metían una paliza de aupa. Sea como sea, pedía una zarzaparrilla. Y de chiquito una bebida con ese nombre me fascinaba. ¿Qué será? ¿A qué sabrá? ¿Es obligatoria la paliza tras beberte una botella? Pero al poco me olvidaba de la bebida atrapado en la historia de huida de los indios, abusones, duelos, transporte de ganado o la melena pelirroja de Eleanor Parker (un día de estos me pongo pesado con ella).

Sea como sea, hace poco volvía a ver El gran Lewobski y en un par de momento ese misterioso vaquero que aparece interpretado por Sam Ellitot pedía en la bolera una zarzaparrilla. Y la curiosidad volvió. Y en esos mismos días había estado hablando con mi buen e irritante amigo Jordi sobre cosas qué hacer antes de morir y pensé que beber zarzaparrilla sería una buena idea. Algo fácil para inaugurar la lista y, de momento, más accesible que viajar en el tiempo o sobrevivir a un ataque zombi y decir "os lo dije" a todos aquellos que se reían de mi ligera paranoia.

Así que de esta forma queda inaugurada la lista de cosas que quiero hacer antes de morir y que comparto con mi buen, pero estúpido amigo Jordi.


martes, 18 de junio de 2013

Sobre la operación de Niña Zombi

Ayer fue un día muy cansado. Operamos a Niña Zombi. Nada importante. Extracción de carnots, también conocidos como vegetaciones. Una operación limpia que nos ocupó toda la mañana y que en principio ha conseguido que Niña Zombi no ronque tanto, no se pase horas tosiendo como un poeta romántico y respire de forma más fluída. Y...

... NO.

No os puedo mentir. Lo he intentado, pero no puedo. Me resulta fácil mentir al gobierno, a mis padres, a mi jefe y compañeros de trabajo, a la CIA, a la señora que me pregunta una dirección en la calle, a la prensa, los productores y la banda de Pete "El sudoriparo". Pero no a vosotros, oh lectores de este humilde blog. A vosotros no os puedo mentir con esos ojitos tiernos, esa mirada de unicornio repleta de piruletas y delfines.

Con estos ojitos como sus voy a mentir.

No. A vosotros no. La verdad de todo este asunto es bastante más turbia, pero sencilla de explicar.

Niña Zombi ha acabado P5 con muy buenas notas y le hemos pagado unas tetas nuevas como premio.

Felicitadme, ya no me salgo de la línea

Hace unos meses le pusieron un sol triste en una ficha donde se había salido de la línea al pintar. Era un eslabón más en una serie muy pronunciada de rebeldías que estaban conduciendo a Niña Zombi de ser un encanto a comportarse como un personaje secundario de una película de moteras salvajes que rompen la tranquilidad de un pueblecito tranquilo, creyente y muy conservador. Estábamos muy preocupados por un comportamiento que incluía no comerse parte de la verdura, decir "ahora vengo" cuando le dicen "ven" y ordenar su habitación de aquella manera que parece que haya pasado un terremoto y qué hace el plato aquí, se puede saber qué hace el plato de los huevo aquí y cuántas veces he dicho que en la habitación no se come galletas con jabalí ni se sacrifican compañeros de clase menos populares. Decía cosas como paso de estudiar y total pa qué.

Andábamos muy preocupados. También nos sentábamos muy preocupados. No sabíamos qué hacer. Ni las amenazas, ni los gritos, ni las cintas de autoayuda, ni traer un famoso a casa para que le explique que estudiar es importante. Nada parecía convencerla de la importancia de los estudios ni que aprender a unir un punto con otro punto será algo fundamental en su futuro discurrir como una estudiante parada más. Nada, hasta que un día en la librería llegó un libro de autoayuda para parejas de madres de niñas que van a P5 que no quieren estudiar y lo ojeé por encima y encontré entre dibujo y dibujo, la solución. Claro, el premio inmerecido y exagerado.

Dicho y hecho. Premio gordo al canto. Si lo apruebas todo, tetas nuevas. Y nada de timidez. Tiramos la casa por la ventana. Una 95 o una 100 en una cría de seis años. Si con estas no nos hacemos famosos y salimos en la tela, ya no sé que hacer. Tal cual. Un par de sobornos, un par de amenazas, un par de castraciones con mondadientes y tenedor y Niña Zombi con tetas nuevas (y los carnots fuera, vale) tan contenta llevándose todas las miradas y yo haciendo números que me permitirán ser un ricacho asqueroso.

Y esta es la historia. El año que viene será el culo y para navidad, botox. Si todo va bien, nos presentamos al concurso de Miss Pequeña Monstruosidad Operada que se celebrará en Igualada el año que viene y lo arrasamos. ¡A por el concurso de Miss!


PS. Queridos lectores, como habéis podido comprobar estos dos meses de descanso no han servido para que Jorge, nuestro anfitrión, aprendiera conceptos como sutilidad, elegancia o buen gusto. Si alguno había guardado esperanzas, lo sentimos.

Por cierto, Niña Zombi está la mar de bien.

viernes, 14 de junio de 2013

martes, 11 de junio de 2013

Acechando se acerca lo peor del año

Dicen por esos mundos que no conozco que abril es el mes más cruel. Por no se qué de la primavera y la muerte y la descomposición y la vida y el simbolismo de principios de siglo XX. A esto solo puedo decir una cosa: y una mierda. Sí, de acuerdo, en abril está Sant Jordi, pero dentro de todo es un mes divertido y bonito gracias a las novedades, el sol y que la gente que viene a comprar un libro lo hace porque quiere. Da igual si es para él, para regalar, para dejar olvidado con los demás libros de Sant Jordi, para calzar una mesa o cometer un asesinato. Abundan las sonrisas, el buen rollo y las ganas de que ir a la librería sea una pequeña fiesta.

No, abril no es el mes más cruel. El verdadero está ahí, en silencio. Acechando.


El mes más cruel del año en verdad es un cuatrimestre. Mediados de junio / julio / agosto / septiembre / mediados de octubre. Cuatro meses de horror, mal rollo, caras largas, reproches, quejas, abusos, algunos insultos y en un par de ocasiones, intentos de agresión. Cajas y cajas repletas de un material desagradecido y aburrido. Precios abusivos. Padres frustrado por la falta de dinero que descargan parte de su mala leche con el desgraciado que tienen delante y que no tiene culpa ninguna: el librero.

Se acerca. Sigilosa. Sin pausa. En silencio para que el librero se confíe y, entonces, sin avisar.


Igual que una calumnia que empieza siendo un rumorcillo y acaba estallando en una tempestad violenta que arranca los pezones desprevenidos. Sin dar noticias, oculta entre servicios de novedades y los primeros escotes del verano. Para que cuando más confiado y tranquilo estés, zas. Aquí estoy. Con esos listas equivocadas, con los errores y cambios de última hora, con esos colegios de donde dije Diego dije que te jodas.


Soy la puta campaña de texto de todos los años. Que es importante y necesaria, pero como jode.

Unos meses de puro infierno. Siempre que llega Sant Joan pido disculpas y pido paciencia a quienes  me rodean. Los niveles de estrés, mala leche y ganas de matar llegan a zonas de peligro extremo. Prefiero las navidades, tres Sant Jordis y la típica incursión mongola que azota Igualada con sus matanzas, violaciones y saqueos en el mes de mayo. Lo que sea, antes que otra campaña de revisar listas, hacer lotes, dar los precios, hacer pedidos y pasar todo el mes de agosto en la tienda entre el workbook de inglés y el cuadernito de catalán.

Ya sé que cada año me quejo de lo mismo, pero es que cada uno de ellos tiene una campaña.

Por suerte, este año me pilla preparado.


Más o menos.

domingo, 9 de junio de 2013

Imágenes en la retina 1


Breve encuentro
(Brief encounter, David Lean, 1945)

viernes, 7 de junio de 2013

Trastos, canciones y recuerdos

Hace un par de semanas murió mi abuelo. Era un hombre mayor, tuvo una buena vida y ha tenido una buena muerte. Han sido unos días bastante tristes, pero siguiendo todos los tópicos habidos, la vida sigue y el mejor homenaje es un buen recuerdo y una comilona. A principios de esta semana acompañé a mi madre a casa de mi abuelo para empezar la limpieza y decidir qué guardamos, qué se tira. Objetos que podrían ser el resumen de ochenta y siete años de vida. Muchos papeles, facturas de hace tropecientos años, dibujos de cuando mi hermanas y yo éramos pequeños, fotos, pilas, botes de vidrio, las capachas y cestas de esparto con las que entretuvo la vejez, libros de cuando era pequeño, viejos tebeos, poemas de mi abuela, diplomas, monedas olvidadas en el fondo de un portalápices, barajas de cartas, ropa, platos, vasos y viejas ollas, las herramientas con las que trabajaba el cuero y el esparto. Muchas de estos objetos se han salvado, claro y parte de ellas se han venido a casa.

Una caja con una minúscula parte de mis viejos tebeos (la mayor parte los tengo en casa de mis padres) y algún libro de cuando mi madre estudiaba en el colegio y decían aquello de la cruzada contra los rojos, que dios puso España en el centro del mundo porque era su país favorito y los catalanes son ahorrativo y educados. Libros de enseñanza que tanto hicieron por la deseduación de algunas generaciones.


En la caja también he encontrado viejos álbumes de los pequeños castores, aquel tebeo que creía perdido de Superlópez y los alienigenas, Popeyes y Corsarios de Hierro. Parte de esas lecturas apasionadas que me acabaron formando como persona, lector y emborronador de papeles (lo de escritor viene grande).

La radio. Según dice mi madre, cree recordar que es la misma radio que les acompañó cuando llegaron a Igualada desde Andalucía allá por los sesenta. Y si no es esa, la compramos al poco de llegar.


Todavía funciona.

La colección de casetes. Baccara, las Grecas, Raffaella Carrá, Adelfa Soto, cantantes desconocidas que prometen calenturas y algunos éxitos del verano que prometen horas de diversión.


Y dos cintas que son parte de mi infancia ya que juntos con algunos amigos del barrio las escuchábamos de escondidas.


Sí, amigos, una cinta con los chistes del mítico Arévalo repletos de frases como "Entra un mariquita en un bar y dice...". Y, sobre todo, la cinta "Chistes verdes S / Canciones cachondas S" que se abre en su cara B con aquellos famosos versos que decían 

La cabra, la cabra,
la puta de la cabra
la madre que la parió
yo tenía una cabra
que se llamaba Asunción.

y que tantas veces cantamos en el patio del colegio o en las excursiones alternando con los avisos de los profesores o algún compañero que decía "sois unos guarros". A lo que a esa provocación solo se podía responder una forma. Entornaba los ojos, engolaba mi voz y resumiendo en un mismo gesto y postura la pasión de un Lucho Gatica o un Julio Sosa, me soltaba por pachanga y trianaba

Me subía a la reja
con la polla tiesa
y le dije, niña,
me la quieres ver.

A lo que invariablemente alguien respondía con aquello tan galán de

Chúpame la minga, dominga
que vengo de Francia.

replicado por un

Fullim, fullam, fulleira.
palla, palleira, palla, palleira
soy de Orense, vengo de Lugo,
llevo la gaita metida en el culo.

Y así pasábamos las excursiones entre risas, jolgorio, canciones guarras y alguno de los compañeros enseñando los testículos a los coches que venían por detrás. Aunque a esto último nunca le acabé de pillar la gracia. 

¡Qué de recuerdos estos días! Tal cual como el muffin de Proust (hay que adaptar la literatura a los tiempos y las modas culinarias) con estricnina regreso a mis tiempos de niño que se sabía canciones puercas y con ello ganó puntos de popularidad y se ahorró unas cuantas tortas. La risa, salva.

Y entre todo lo que nos hemos traído, una curiosidad.


¿Qué hacía en casa de mi abuelo una vieja y desconocida película italiana en Super-8? 

martes, 4 de junio de 2013

Piniculas de fin de semana

Los domingos suelen ser días de cine. A. y yo nos quedamos atrapados en el sofá y alternamos películas con capítulos de la serie que en esos momentos estemos viendo. Por la mañana solemos comprar alguna en un mercadillo de segunda mano y por la tarde/noche nos lanzamos a un festival cinematográfico. Este fin de semana A. no ha estado en casa (ya habéis leído en la entrada anterior que estaba de colonias), pero películas no han faltado.

El diablo y yo (Angel on my shoulder), Archie Mayo, 1946


Una muy agradable comedia con los grandes Paul Muni y Claude Rains repartiéndose el carisma de la película. Un ganster de segunda llega a un acuerdo con el mismo diablo: venganza a cambio de arruinar la carrera de un juez honesto. Naturalmente los planes del diablo no saldrán bien cuando por medio se mete una buena mujer (Anne Baxter), un grupo de críos (siempre por medio los mocosos) y el descubrimiento de un puñado de buenos sentimientos.


Divertida y agradable. De aires caprianos. Dirigida por el muy correcto Archie Mayo en su última película. Buenas e irónicas interpretaciones de esos dos monstruos, fotografía envolvente y algunas imágenes (el diablo apareciendo detrás del árbol, el asesinato de Paul Muni, etc.) muy conseguidas. Un rato fantástico.

Por cierto, me encanta este cartel que corre por estos mundos:


Y no, la buena de Anne Baxter no sale de esta guisa. La verdad, si el cielo tentará con estos recursos, el diablo lo tendría muy difícil.

Broadway Danny Rose, Woody Allen, 1984


No es de las más conocidas ni de las mejores, pero creo que es de las que más me gustan. No es un pedazo de maravilla como Interiores, Delitos y faltas Misterioso asesinato en Manhattan entre otras, pero es una película con la misma magia de Días de radio (me encanta de esta película ese diálogo que tienen los chavales sobre su actriz favorita y uno de ellos menciona a Dana Andrews. "Pero si es un hombre", replica otro. "¿Y se llama Dana?", responde el primero). una comedia de tintes melancólicos con un punto de tristeza amarga detrás de tanto buen chiste. Mia Farrow nunca ha estado más guapa, los artistas son todos adorables y es un homenaje precioso a ese cómico o actor que nunca será famoso, nunca tendrá éxito o encontrará a alguien que le guste lo que hace, pero que sigue luchando, soñando y buscando su pequeña parcela.


Los profesionales (The professionals), Richard Brooks, 1966


No me preguntéis por qué, pero todavía no la había visto. Y hace nueve días la encontré perdida entre un montón de dvd's porno (Fiesta de rabos, Lo que cabe por detrás, Lluvia de leche y títulos igual de sugerentes y emotivos) y sin dudarlo me la llevé a casa. Y en la tarde de domingo la vi. ¿Por qué no la había visto antes? Por supuesto me encantó. ¿Por qué? Porque es un western y es quizá mi género favorito junto con la comedia y el género negro. Es una película de tipos duros con una misión y esos tipos duros son Burt Lancaster, Lee Marvin, Robert Ryan y Woody Strode. Sale Jack Palance como mexicano. Metralletas, desiertos, amistad, sudor como no había visto desde Grupo salvaje, violencia, reflexiones políticas, desencanto, melancolía, cinismo y el romanticismo del que no le queda nada salvo unos pocos ideales.

Y Claudia, claro.


Puro mito. Diosa. Uno de mis amores cinematográficos desde que de bien pequeño vi La pantera rosa. Luego la risa y el vals en El gatopardo, la idealización de La chica de la maleta, el descenso del tren de Hasta que llegó su hora, la soledad en Rocco y sus hermanos, la frivolidad de No hagan olas... sea como sea, Claudia.


Los profesionales es una apoteosis de belleza, de miradas infinitas, de sensualidad y qué bien le queda el sudor. Y sí, esta es la entrada de un admirador irredento y de un enamorado. Ni objetividad ni monsergas.


Y Río Bravo no la he visto este fin de semana, pero me apetecía colgar esta canción.

domingo, 2 de junio de 2013

De por qué no he ido este fin de semana de colonias

Este fin de semana estoy solo en casa con los gatos. Pizza, una vieja película de Paul Muni y un par de capítulos de la serie de los Monty Phyton. Levantarse demasiado temprano y a escribir un rato. Absoluto silencio solo roto por los ocasionales maullidos de Zarpa preguntando si ya es hora de comer. Todo un fin de semana con la casa desordenada para mí solo. Este mediodía me espera algo para comer (aún no me he decidido) y Claudia Cardinale en Los profesionales. ¿Qué dónde están A. y los niños? De colonias. ¿Y por qué no he ido yo? Ah, amigo, para eso estamos aquí.

¿Por dónde empiezo?

No soy una persona muy sociable. Ni muy simpática. Ya sé que esto os acaba de pillar por sorpresa  por la dicharachería que he demostrado en este blog, pero no, no soy el alma de ninguna fiesta ni la alegría de las reuniones. Tiendo a convertirme en El Vigilante, observando desde la distancia y ni de coña interaccionando. No soy rápido buscando temas de conversación y la charla banal se me escapa. Así que suelo conversar con monosílabos, inquieto, buscando la salida más cercana y rezando a quien no creo para que empiece un apocalipsis zombi y así tener un tema de conversación que sí domino.

- Entonces, ¿cómo es posible que una ameba social como tú le haya tocado la lotería de acabar teniendo en su vida a alguien como A.?

Eso, junto con el origen de la vida, el secreto del sabor del arroz que hacía mi abuela y si Wert es humano y no un demonio cibernético es uno de los grandes misterios de la vida. Suerte y no hago muchas más preguntas. Para quienes no la conozcan, A. es todo lo contrario. Le encanta la gente, salir a dar vueltas por las calles, las reuniones multitudinarias, conocer gente nueva, los niños e irse a los parques con sus pinturas y dibujar sirenas, dragones o lobos en los brazos de los críos. De gratis. Solo por el placer de conocer gente y ver la sonrisa de un niño. Y el azar ha querido que la clase de colegio de Niña Zombie (las serpientes) esté rebosante de niños simpáticos con padres sociables que se han conocido y, lo que es peor, se caigan bien entre ellos. Entonces juntas a niños felices y sociables con una madre hermosa, alegre, divertida y con don social con padres simpáticos que ocupan el parque y les encanta la calle y el ruido y son todos alegres y majos y dedican el fin de semana a hacer cosas raras como salir a dar una vuelta o ver a otra gente y, ¿qué ocurre? Lo peor.

Que deciden hacer actividades... todos juntos.

Es gente rara. Ahora les ha dado por irse al parque con instrumentos de música y pinturas y organizar una orgía de actividades para los niños: canciones, cuentos, pintura, juegos y risas. Lo explicas y la reacción general es de "qué guay... esos niños crecerán sanos y con unos recuerdos maravillosos". Pero a mí me inquietan. Son una especie de secta donde hablan, se relacionan, comparten problemas, angustias y alegrías y hacen cosas juntos.

Vamos a tomar algo.
Vamos de paseo.
Vamos a celebrar un cumpleaños.
Vamos a inventar juegos.
Vamos a la nieve.
Vamos al parque.
Vamos a comer un domingo todos juntos.
Vamos a pasar un fin de semana todos juntos en una casa de colonias dejada de la mano de dios en medio de ninguna y sin servicio de habitaciones donde tendremos que hacerlo todo y los niños tendrán espacio para jugar y nosotros para hablar y explicarnos cosas y tendremos tiempo para relajarnos e imaginar otras actividades que podemos hacer todos juntos.

Así que dicho y hecho. Una fin de semana en el campo. Un montón de adultos con ganas de que los niños se vayan a dormir para emborracharse y hablar de sexo, y un montón de críos sin ganas de ir a dormir correteando como animales rabiosos por campo, pasillos y habitaciones. ¿Quieres venir?, preguntó A. Ya imagináis la respuesta. Yo en una casa de campo con mucha gente y críos solo puede acabar de una forma.


Y, la verdad, no me apetece ponerme una estúpida máscara.

Además, cuando era pequeño ya estuve de colonias en esa casa. Y no, no guardo buenos recuerdos. No me gustaba ir de colonias y... pasaron cosas. No recuerdo con exactitud qué, pero pasaron cosas. A veces no son más que flashes, pero... algo pasó y no volví a ser el mismo.




Así que nada, Jorge se queda el fin de semana en casa disfrutando de no hacer nada y la cantidad de vídeos tontos que hay por estos mundos de internet. Para colonias, Varon Dandy. Paso de un fin de semana de niños corriendo y jugando, padres hablando de los niños, del cole, de gin tónics, de los que no han ido, de niños que lloran sin mucho entusiasmo porque se han caído y padres que sana sana culito de rana así con un poco de desgana porque prefieren seguir la conversación, de ver quién hace la carne, de dónde se ha metido, de globos gigantes (en varios sentidos), penes saltarines y lavabos comunitarios. ¿Antisocial? Sí. Además, si fuera, perdería ese aire de misterio que tengo y dejaría de ser el tío ese raro del sombrero que lleva a lo niños al cole para convertirme en alguien más normal y balbuceante.

Y no me lo puedo permitir.

Por cierto, qué gusto da volver.

sábado, 1 de junio de 2013