lunes, 29 de septiembre de 2014

jueves, 25 de septiembre de 2014

Cosas del texto

- Quiero los libros del colegio de mi hijo.
- ¿Qué colegio?
- El Tal y Tal.
- ¿Qué curso hace?
- No sé, tiene diez años.
- ...
- Es que no sé. Espera un momento que se lo pregunto a mi mujer. Ahora la llamo (...). No contesta.
- ¿Qué hacemos?
- Pues me das de dos cursos y luego te devuelvo los que no sean.
- ¿Por qué no averigua qué curso hace el niño y compra esos?
- Es que ya ha empezado el colegio y va sin libros. Me podrías ayudar.
- Pero es que no los tengo.
- Pues los pides.
- Solo pediré los del curso que haga.
- Joder, ya volveré entonces. ¿Y yo qué sabía que me iban a preguntar el curso?

Y así cada día.
Es lo que tiene la temporada de texto.
Es una época cruel y desagradable para todos. Familias que tienen que pagar un dineral en libros que no utilizarán, libreros que se llevan broncas por cosas de las que no tiene la culpa (precio, editoriales que se cuelgan con las entregas, los veintisiete libros que pone un colegio en primero de primaria), para algunos alumnos de cuarto de eso y bachillerato que se ven obligados a recordar qué asignaturas de modalidad hacen...

- ¿Y qué optativas haces?
- No sé.
- ¿No sabes qué optativas haces?
- No.
- ¿Qué bachillerato?
- ¿Qué?
- ¿Que qué bachillerato haces?
- Primero.
- Ya sé que primero, digo si social, humanístico, científico...
- No sé.
- ¿No lo sabes?
- No.
- A ver. ¿Haces biología?
- No sé.
- ¿Y latín?
- Creo que no.
- ¿Puedes quitarte los cascos y apagar la música?
- ¿Qué?
- Voy a arrancarte la garganta y a graparte los dedos en el escroto.
- ¿Qué?

Nervios, encargos, precios abusivos, anulaciones, problemas en la devolución, más nervios por si el libro no llega, cambios de última hora, errores en las listas de los que nadie se responsabiliza, libreros que apuntan primero cuando es segundo, libros que se olvidan, defectuosos, libros, libros, libros...

- Para encargar los libros me tiene que dejar una paga y señal. El 50% del importe total de los libros.
- No.
- ¿No?
- No. Te diré lo que vamos a hacer.
- Diga.
- Tú me traes los libros sin preguntas y luego te pago.
- No trabajamos así. Si quieres los libros tiene que dejar la paga y señal.
- En mi vida he dejado nada a cuenta. Ni he dejado ni he pedido.
- Bueno, siempre hay una primera vez.
- Que me la pidas insinúa que no vendré a buscar los libros y que no te fías de mí. Y eso es una afrenta a mi honor.
- No estoy afrentando a nada, pero son las normas de la librería.
- Pues no cuentes conmigo.

Paseos continuos entre el almacén y el mostrador. Explicar una y otra vez que significa descatalogado o en reedición. Y sortear con una sonrisa a los que te llaman ladrón, abusador, mentiroso, a los que amenazan o aquel señor que encargo los libros en tres librerías y "el primero que me los consiga se llevará el premio gordo" y se ofendió cuando se le dijo que no se le encargaba.

- El libro está descatalogado.
- ¿Qué?
- La editorial ha descatalogado el libro.
- ¿Y eso que quiere decir?
- Que ya no lo hace.
- Estas de broma, ¿verdad? Estos es una broma y te estás quedando conmigo.
- No.
- Qué fuerte. Qué fuerte me parece, joder. Es muy fuerte lo que me dices. ¿Cómo que no está el libro?
- Es lo que la editorial nos ha dicho al pedir el libro.
- Qué fuerte. Pues haced más libros, joder.
- No los hacemos nosotros.
- Ya, seguro. Lo que pasa es que no quieres hacer más. Ese es el problema.

Por suerte son minoría. La mayor parte de los días los encargos se suceden con normalidad, no hay incidencias, se comenta entre risas y resignación, se comparten los problemas y se buscan soluciones en calma. La temporada de texto es árida, aburrida y agobiante. Y larga. Desde primeros de junio hasta mediados de octubre. Una larga travesía no por temida, necesaria.

Espero volver más por estos lares ahora que las cajas repletas de libros de texto empiezan a remitir.