domingo, 31 de agosto de 2008

Sobre nacimientos y milagros

Bueno, pues ya soy tío.

Mi hermana Marta ha tenido hoy a la 13:00 horas a su primer hijo. Se llama Joel, ha pesado tres kilos y no sé cuantos gramos y según mi madre, y por tanto abuela y cuya información y opiniones están exentas de cualquier rasgo de objetividad, "es mu bonico".

El parto ha sido ligeramente complicado. Un retraso de quince días y al final se decidió provocarlo. Después de mentir a toda la familia diciendo que se haría mañana lunes para poder hacerlo hoy con calma y sin futuras abuelas histéricas corriendo por los pasillos, se fueron mi cuñado Jordi y mi hermana Marta para el hospital. Pero después de horas de intentarlo, mi hermana no dilataba y el niño sufría intentando salir por un lugar en el que no cabía. Cesárea. Al momento de decidirlo mi cuñado llama a su madre y a mi madre. Las abuelas presas de nervios se precipitan al hospital. Medía hora llama mi madre a casa. Joel ha nacido. Madre y niño están bien. Y para el hospital.

Mi hermana Marta, cansada. Mi cuñado contento, pero agotado. Las abuelas exultantes e iniciando la lucha por sacarle parecidos a una criatura que no lleva ni dos horas en este mundo. Mi padre en plan abuelo orgulloso y pensando en el huerto que le va a construir. Mi hermana Montse feliz de ser tía y haciendo planes para inculcarle su amor por el Espanyol. Yo estoy tranquilo, ya habrá tiempo de manipular al niño, mejor dejar a la nueva familia en paz. Eso sí, mañana pienso pasar por el hospital y regalarle un libro. El privilegio del primer libro de su vida es mío.

Y ya está. El resto de lo que ha pasado este día pertenece a las aburridas anécdotas familiares con las que torturarán a los desconocidos las abuelas. Sé que ahora tendría que poner una foto del recién nacido (por los nervios de todo el mundo he sido el único que ha llevado cámara y ha hecho unas cuántas fotos por lo que en los próximos días me convertiré en alguien muy perseguido), pero me resisto a que aparezca antes por Internet que por su propia casa.

Así que he decidido dejar aquí una canción del mago Aldebert que habla de la llegada de un recién nacido



y una foto de Rachel Weisz que, como el nacimiento de un niño, también es un milagro de la naturaleza.

sábado, 30 de agosto de 2008

Por fin he visto Johnny Guitar

Ayer por la noche vi por primera vez Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954) y quiero presentar mis disculpas por no haberla visto antes. Se que es imperdonable, pero la falta ha sido enmendada.

Se que al leer la frase anterior se pueden dar varias reacciones:
a) ¿Johnny qué?
b) Yo tampoco la he visto, ¿pasa algo?
c) No haberla visto es grave, pero tienes toda la vida por delante y ya lo has solucionado.
d) ¡No has visto Johnny Guitar! ¡Y tú dices que te gustan las películas del oeste! ¡Merecerías que te despeñaran por un monte, desgraciado!
y os puedo asegurar que no estoy orgulloso de haber vivido treinta años y no haberla visto hasta ayer noche, tumbadito en cama y ultraemocionado por lo que estaba viendo. Ésta es una de esas películas que te hacen pensar, ¿y cómo podía yo vivir antes? Para mí el cine es una de las cosas más importantes de mi vida y el western es uno de los géneros favoritos. Y no haber visto esta película era una falta. Así que ayer, al ver que la tenían en Posa'l disc, me la llevé a casa.

Una experiencia increible.

Porque digámoslo ya, Johnny Guitar pese a todos sus defectos es una puñetera obra maestra. Aunque utiliza algunos de los tópicos del género, la dueña de un salón que ofrece refugio a unos supuestos bandoleros (lo que nos remite directamente a otra pedazo joya del western y película rara donde las haya que es Encubridora de Fritz Lang), el jinete de óscuro pasado, la rivalidad entre terratenientes, el miedo a la llegada del tren, linchamientos, odios, violencia, etc, la película de Nicholas Ray trasciende el género para erigirse en un intensísimo melodrama de pasiones donde personajes perdidos y atrapados en sí mismos van a intentar darse una última oportunidad. Estamos delante de una preciosa historia de amor y redención, pero ante una historia de odio más poderosa todavía.

Johnny Guitar es, además, una de las películas visualmente más hermosas que se han rodado. De colores intensos, primarios en los vestidos de Vienna, la forma de componer las secuencias, de colocar a los actores en el plano para crear belleza y equilibrio, el incendio recortado en la noche, el acoso de los hombres vestidos de negro a una belleza madura vestida de blanco, etc. Y nada es fortuito, nada es porque queda bonito, cada color, cada plano, cada mirada y sonrisa están construidos y pensados para explicar algo, añadir un detalle, dotar a la historia de más profundidad.

Y es una película donde las mujeres no son comparsa, no son las chicas atrapadas en una pelea de gallos, sino que empuñan los revolveres, lideran los linchamientos y se construyen como seres complejos, profundos y muy alejados de las damiselas en peligro.

Y los actores... el bueno de Sterling Hayden en el papel de Johnny Guitar, duro, amargado, intentado recuperar el amor de su vida, cansado de su anterior papel de pistolero, pero sin poder quitárselo de encima. Mercedes McCambridge intensísima como Emma Small tan cargada de amor y de odio, sobre todo odio, y motor del conflicto. Secundarios como Ward Bond, Ernest Borgaine, John Carradaine. Y Joan Crawford...

Joan Crawford es una de esas actrices que están más allá del bien y del mal. Definirla en términos de buena o mala actriz no es decir nada porque ella, como la Davis, la Hepburn, la Bergman o la Garbo, están por encima de estas consideraciones. Su trabajo en Johnny Guitar es fascinante, extraño, hipnótico, sutil. Las miradas que le lanza a Johnny, la frialdad al hablar con Emma sabiendo que solo vivirá una de las dos, la mirada de derrota cuando pronuncia las fatídicas "Sálvate tú" a Turkey. Nunca he considerado a Joan Crawford una de mis actrices favoritas, pero cuando la veo en su esplendor no puedo evitar sentirme fascinado por su fuerza y personalidad.

Y os dejo como postre uno de los diálogos de la película. No, no he sido original y he puesto el archífamoso diálogo entre Johnny y Viena, uno de los diálogos más famosos de la historia del cine, que más influencia han tenido y sí, uno de los más hermosos.


Johnny
: ¿A cuántos hombres has olvidado?
Vienna: A tantos como mujeres tú recuerdas.
Johnny: ¡No te vayas!
Vienna: No me he movido.
Johnny: Dime algo agradable.
Vienna: Claro, ¿qué quieres que te diga?
Johnny: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.
Vienna: Te he esperado todos estos años.
Johnny: Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.
Vienna: Habría muerto si tu no hubieses vuelto.
Johnny: Dime que aún me quieres como yo te quiero.
Vienna: Aún te quiero como tú me quieres.
Johnny: Gracias (bebe). Muchas gracias.

jueves, 28 de agosto de 2008

martes, 26 de agosto de 2008

lunes, 25 de agosto de 2008

Horóscopos

Aries: "La poesia es como el viento, / o como el fuego, o como el mar. /Hace vibrar árboles, ropas, / abrasa espigas, hojas secas, / acuna en su oleaje / los objetos que se duermen en la playa." José Hierro (1922 - 2002)

Tauro: ¡En este instante, breve y duro instante, / ¡cuántas bocas de amor están unidas, / cuántas vidas se cuelgan de otras vidas / exhaustas en su entrega palpitante!" (Ángel González, 1922 - 2008)

Géminis: "No te alejes jamás: / Los hondos movimientos / de tu naturaleza son / mi sola ley. / Retenme. / Sé tú mi limite. / Y yo la imagen / de mi feliz, que tú me has dado." Jose Ángel Valente (1929 - 2000)

Cáncer: "Todo principio / no es más que una continuación, / y el libro de los acontecimientos / se encuentra siempre abierto a la mitad." Wislawa Szymborska (1923)

Leo: "Junco en el agua o sorda piedra herida, / sólo sé que la tarde es ancha y bella, / sólo se que soy hombre y que te amo." Dámaso Alonso ( 1898 - 1990)

Virgo: "Las caras de los hombres que en mi vida he encontrado / me persiguen y viven adentro de mi espíritu. / Las caras de los hombres que he encontrado en mi vida / me miran y me abruman" Silvina Ocampo (1903 - 1994)

Libra: "Este verso es el presente" Joan Brossa (1919 - 1998)

Escorpio: "No sabré a quién amaba, a quien amo, / ahora que aquí restringido, reducido a mis miembros, / en el corrompido viento de marzo / enumero los males de los días descifrados. " Salvatore Quasimodo (1901 - 1968)

Sagitario: "Si quieres besarme... besa / -yo comparto tus antojos-. / Mas no hagas mi boca presa... bésame quedo en los ojos." Alfonsina Storni (1892 - 1938)

Capricornio: "Por ti el mar ensaya olas y espumas, / y el iris, sobre el monte, otros colores, / y el faisán de la aurora canto y plumas, / y el búho de Minerva ojos mayores." Antonio Machado (1875 - 1939)

Acuario: "...y mi cuerpo y espíritu en su cuerpo y espíritu / como leños perdidos que el mar anega o levanta / libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, / la única libertad por que muero." Luis Cernuda (1902 - 1963)

Piscis: "Son débiles corazas el amor y el orgullo. / Desconocido mío, afortunado es / que todavía te sueñe." Ana Rossetti (1950)

domingo, 24 de agosto de 2008

Impactos

Dejando a un lado los libros y la soltería, el cine ocupa gran parte de mi tiempo. No solo por el tiempo que paso dentro de una sala, sino por el tiempo que dedico a ver películas en casa y a pensar en el cine (ya sea por películas que acabo de ver, que recuerdo o que invento a partir de sucesos que me han pasado recientemente). Por una conversación un poco seria que surgió el jueves mientras cenaba con mi amigo Jordi (al que deseamos todos una pronta recuperación de su ordenador) se me ocurrió pensar cuáles eran los impactos cinematográficos más fuertes que he tenido en mi vida. Naturalmente, la primera imagen que me vino a la mente fue a Ava Gardner en Forajidos,

pero decidí centrar la lista a experiencias puramente cinematográficas dejando la lista del panteón de mis actrices míticas para otro momento.

Uno de los primeros recuerdos cinematográficos que tengo es King Kong, la horrible versión del clásico que se hizo a finales de los setenta. Supongo que vi algún reestreno que se haría en mi ciudad de la película, porque ésta se estreno en España en 1976 y yo nací al año siguiente. Sin embargo, sea como sea, sea recuerdo falso o verdadero, el impacto de Jessica Lange encima de la mano de Kong fue memorable. A los pocos días hicieron en televisión el King Kong clásico de 1933 con la maravillosa de Fay Wray. La grabé en una cinta de vídeo porque la hacían muy tarde y la vi al día siguiente. Y ese día tuve la revelación. Era lo más maravilloso que había visto en mi corta vida; lo mejor que había visto nunca.


En los días siguientes la vería una docena de veces. Podía reproducir diálogos enteros, conocía la película plano por plano y definitivamente me había convertido a la causa del cine. Siempre me enterneció el gorila y nunca entendí del todo porque lo mataban al final. Al cabo de unos días, misteriosamente la cinta se rompió. Siempre he sospechado que mis padres tuvieron algo que ver. King Kong fue importante porque me abrió el camino al cine, me hizo amarlo con todo lo que ello implica. Y me hizo un ferviente admirador de las película de monstruos, la serie B, las chicas en peligro, el cine fantástico y el cine comercial y de entretenimiento.

El segundo impacto se produjo varios años después. Fue la primera vez que vi Centauros del desierto del gran, gran, gran John Ford (The Searchers, 1956).

Posiblemente es la película más importante de mi vida. Cuando la vi por primera vez (y por segunda, tercera, cuarta, etc.) me di cuenta que estaba viendo algo más que una simple película: era una obra de arte. Algo que se podía comparar perfectamente con la Novena Sinfonía o la Capilla Sixtina. Estaba delante de una obra perfecta, infinita, redonda, donde se reconocen los ecos de Homero, donde se construye la épica y la mitología del western, donde los personajes son contradictorios, débiles, profundamente humanos. La película es compleja, llena de secretos y matices. Técnicamente es una preciosidad. Y John Wayne nunca estuvo tan odioso en su papel del tío Ethan, racista, intolerante, obsesivo, peligroso, pero a la vez tan adorable como cuando coge en sus brazos a su sobrina perdida, una jovencísima Natalie Wood, la mira a los ojos y comprende que pese a todo no puede volverla a perder. Nunca un personaje se ha redimido tanto a los ojos llorosos del espectador. Y ese plano final... Como en las grandes obras de arte, Centauros del desierto te deja en el alma la sensación de que dentro de sus fotogramas hay algo más, que siempre habrá algo más.

La tercera película es más personal. La época en que la vi fue una etapa muy extraña de mi vida. Ahorraré los detalles. Digamos que tenía mucho tiempo libre y me pasaba las horas en casa viendo películas que alquilaba del videoclub. Una de ellas fue Magnolia de Paul Thomas Anderson (1999). Fue una bofetada. Me encontré con una película que hablaba de mí, que me explicaba y que me mostraba tal como me sentía en aquellos días. Una película de tres horas que se me hicieron un suspiro, llena de personajes solitarios y abandonados que intentan comunicarse, intentan amar y hacerse amar, buscan ser dignos a los ojos de alguien, al final redimidos por un plaga biblíca. Nueve gritos de auxilio esperando que alguien, por favor, les salve de ellos mismos. Una película que me removió mucho, me golpeó y me hizo sentir triste y desesperanzado.


Pero ella sonríe al final de la película. Y eso fue lo que me salvó a mí.

sábado, 23 de agosto de 2008

viernes, 22 de agosto de 2008

Adrienne Pauly

Adrienne Pauly tiene voz de cama sin hacer, de café frío y demasiados cigarrillos para desayunar, de miércoles con resaca y de arrepentimiento a la mañana siguiente al ver con quien se comparte la cama. Sus canciones son urbanas, claras y directas, cuajadas de un humor ácido y corrosivo, de cajeras que sueñan salir del supermercado aunque sea en un ataúd, de muchachas que sólo buscan un hombre, de mujeres que no saben decir que no y acaban en la cama con un contable mirando el reloj mientras hacen el amor.

Llegué a Adrienne Pauly hará un par de años, cuando empecé a meterme en serio en la música francesa. Empieces por donde empieces, uno acaba llegando a esta cantante de treinta años, siempre vestida de negro y siempre despeinada que desgrana historias con voz irónica y con esa apariencia de mujer fatal de cine negro que, lo siento, me tiene fascinado. De extraña belleza y peligrosa elegancia, su forma de abordar las canciones me recuerda a mitos de la canción como la Piaf o la Dietrich. Actualmente es una de las cantantes que más me gustan, una de las más interesantes y con quien mejor me lo paso. Para mí, es una de las grandes.

Os dejó una de mis canciones favoritas. Je veux un mec. Después del vídeo encontraréis una traducción de la canción para que os hagáis una idea del tipo de historias que cuenta, de su particular sentido del humor y de por qué me atrae tanto.



Adrienne Pauly - Quiero un tío

Extrait de l’album “Adrienne Pauly” (2006)

No, no quiero
levantarme, vestirme...
Quiero un tío (x 2)
Sí, qué bobada:
tumbarme de por vida
me aburre.
Quiero un tío.

No, no quiero
ir al cine, reír...
Quiero un tío (x 2)
Sí, me pongo terca
pero sus aires me inquietan.
Quiero un tío.
¡Ven, tío!

Tu opinión me da lo mismo.
Tus amigos me dan lo mismo.
Tu trabajo y tu gimnasia,
Tu dolor de espalda y tu aire acondicionado

Tu alma me da lo mismo.
Tu dinero todavía más.
Tu psicólogo y tu horrores
¡Escúchame!

Sí, no voy a tranquilizarme.
Sí, voy a seguir.
Olvida las flores,
!No voy a estar a la hora!
¡Espérame!

No tengo muchas ilusiones
pero si me haces bien el amor...
Quiero un tío, no flores
¡Bésame o me muero!

No, no quiero
olvidar, trabajar...
Quiero un tío (x 2)
Sí, me quejo
Sí, qué bobada
Sí, qué lamentable
Quiero un tío.
¡Ven, tío!

Tu mamá que se fue
Tu papá que se fue
Tu ex que te atormenta
Tu moto que te deja tirado

El buen tiempo me da lo mismo
La lluvia me da lo mismo
Quiero un tío no un soplido
¡Mírame!

No, no voy a reponerme,
tranquilizarme, tomar un baño…
Sí, voy a quedarme en mi sitio
Si eres un tío, ¡ven a mi encuentro!

Sí, sí, sí, sí, sí.

Quiero un tío
no hombres que me acosen
Quiero al tío (de verdad)
Quiero un tío
no demasiado tonto.
Quiero un tío que me retenga,
que me corresponda.
¡Ven, tío! (x2)

Tú, que quieres hacerme cambiar de aires
Ya no puedes más, quieres hacerme callar
con tus labios. Si lo eres,
si eres un tío, ¡respóndeme!

Tu sombrero me da lo mismo
Tu cazadora me da lo mismo
Tu ropa puedes largarla
sobre el sofá...

No tengo muchas ilusiones
Pero para qué hacer discursos...
En el sofá o en otra parte,
¡Bésame o me muero!

Ven, ve, ven, ven, ven…

Quiero caricias como un trenecito
que me corre a lo largo de las caderas
Quiero besos que piquen, escalofríos...
¡ah, si pudiera cambiar de aires!
¡ah, si tú pudieras, pudieras hacerme callar!

¡Bésame (x 8)… o me muero!

miércoles, 20 de agosto de 2008

domingo, 17 de agosto de 2008

Esto no es una historia de amor

Se conocieron en un mercadillo, o a la salida de misa donde ella había leído con candor y frescura unos hermosos pasajes del Cantar de los cantares, que como doradas saetas se fueron a clavar en el corazón de ese joven algo descreído sentado en la última fila que hoy cree en Dios, o quizá ella canta en el coro de la parroquia, una hermosa voz de soprano que se enrosca en las columnas llenando bóvedas, arcos y corazones, o él le tiró un café sin querer en su blusa blanca favorita, regalo de una dulce monja ciega y palmípeda que estuvo treinta años tejiéndola día y noche esperando poder dársela a la muchacha apropiada y de la que secretamente estaba enamorada, o a la salida del cine después de ver una retrospectiva de cine francés coloreado, o una noche de copas él vuelve a casa caminando solo entre la llovizna que sutilmente moja su gabardina pensando qué es lo que el impide ser feliz y oye unos sollozos que provienen de un portal y la encuentra llorando su desdicha sentada en una fría escalera, la invita a tomar un café en su apartamento y se pasan la noche hablando y desnudando sus sentimientos, conociéndose, riéndose por las mismas cosas y comprobando que tienen los mismos sueños, mientras vacían botellas de vino y fuman cigarrillo tras cigarrillo; cuando han agotado todos los temas, incluido el de la vida, les sorprende el amanecer y el trino de los gorriones y se miran tímidamente y por primera vez no saben que decirse; ella baja los ojos y se sonroja, él mantiene el tipo y reuniendo valor la invita a ir al cine una noche de estas, cuando a ella le vaya bien. Ella acepta y esa misma noche van a ver una película clásica prusiana y a medianoche van a cenar a un pequeño restaurante italiano donde una maternal cocinera les trae un inmenso plato de espaguetis con dos albóndigas. Esa noche caminaron por las calles en silencio, mirándose con timidez porque notan que empieza a abrirse el amor cual perfectos capullos en primavera.

A partir de aquel día sólo hay coqueteos, palabras que se cruzan, esas miradas perdidas que se encuentran en los ojos del amado, esos suspiros regalados a la luna y que ésta, hechicera de la noche y protectora de los enamorados, transforma en mariposas nocturnas que vuelan hasta el oído del enamorado y allí tórnanse suspiros de nuevo para que éste sepa, asomado a la ventana como está, que alguien está enamorado y piensa en él haciendo detener los péndulos de los relojes. Y un día, un maravilloso día, los corazones se abren y las bocas se juntan en un maravilloso beso que resume en él toda la historia de la humanidad. Fue en el portal de la casa de ella después del ballet, el primer beso, dulce, tímido, inocente, los labios que se unen buscando un poco del alma del otro, besando más allá del beso, de la carne, de los labios, besan más allá, besan un alma, son dos almas que se encuentran y se responden en un puente haciendo dos de uno o viceversa.


Y por primera vez en mucho tiempo se saben felices, dichosos, porque ya no se saben solos. Empiezan a salir cogidos de la mano por parques bañados del color pastel del anochecer, con divertidos perros con enormes lazos correteando entre las flores, con niños de enormes orejas persiguiendo a los inocentes pajarillos, con el sol ocultándose tras la colina, ¿recuerdas aquella colina, amor, aquella colina donde nos dijimos adiós prometiendo entre sollozos que nunca nos olvidaríamos, donde tatuamos nuestros nombres en la corteza de un ciprés y prometiendo, las manos entrelazadas y los labios anhelantes, encontrarnos en Viena cuando el reloj de medianoche simbolice un nuevo giro del mundo, una nueva vuelta a la rueda a la que todos irremediablemente estamos atados?, el sol, rojo por la envidia y el esfuerzo, las manos entrelazadas, los cabellos al viento, las bocas entreabiertas sorbiendo el amor en cada una de sus demostraciones, sabiéndose especiales y diferentes a esas otras parejas que se aman. Los rayos del sol se cuelan coquetos entre los rubios rizos de esta nueva Venus de amor a los ojos de su Adonis. Comparten los batidos, los paseos en barca por el parque viendo como los patos miran a los enamorados con admiración y asombro. Van juntos a patinar sobre hielo, a bailar, a llevar comida a los abuelitos olvidados por todos y por ellos mismos de los asilos, picnics en los bosques antes de que edifiquen un nuevo centro comercial y misa los domingos. Acompañarla a casa se convierte en un ritual y en el portal, entre tímidos y pícaros, roban un beso como quien roba un lápiz de labios. Hay pequeños malentendidos porque él se siente un poco celoso de que ella sea voluntaria en el hospital en el pabellón de cirujanos amnésicos o en la encantadora ONG “Peluchines unidos”, entidad benéfica y libre de impuestos que recorre las zonas más marginales de las grandes metrópolis llevando a cada familia desestructurada una sonrisa en forma de osito de peluche, tierno, acogedor, regordete, con una larga lengua roja asomando entre sus peluditos labios. O quizá la que está celosa es ella porque él pasa algunas noches a la semana ensayando autos de fe mímicos con su compañía de teatro para invidentes La risa ciega y hay una amiga que ella encuentra demasiado amiga. Son tonterías que se resuelven entre abrazos y risas, con una bonita cena bajo la luz de la luna o inundando la sala de estar con rosas recién cortadas. Tonterías sin importancia que provoca el amor y el afán de sentir a la persona amada siempre al lado, siempre cerca, corazón con corazón.

Sin embargo, un día hay un estúpido malentendido provocado por una confusión; un número de teléfono que el viento, celoso, se lleva entre miles de papeles y sueños; una equivocación absurda, entender mal una hora o el nombre de un bar, doblar una esquina cuando tenía que seguir recto hasta la mar y allí, sentada en una terraza, bebiendo un delicioso té de frutas, con un simple chal cubriendo sus marfileños hombros, la espera ese ángel de bondad que le arrebata el sueño por las noches; por haber olvidado hablarle de su anterior matrimonio; por la injustificada intromisión de la madre de él, mujer severa, pero de buen corazón, quizá demasiado rígida en los temas tocantes a su hijo, excesivamente protectora con una niño que ante sus impotentes ojos ya es todo un hombre con pelo en partes del cuerpo que ella dejo de ver a los siete años. O todo, simplemente, lo ha provocado las artimañas de una ex novia pérfida que ha vivido todos esos años en el extranjero perfilando y poniendo a punto una cruel venganza contra la mujer que hizo que el hombre que tenía bajo su hechizo sexual descubriera la felicidad. Y esa mala mujer, ese ángel de venganza falto de amor, esa hija de Eva, con la inestimable ayuda de un grupo de secuestradores internacionales de herederos y ladrones de joyas egipcias, consigue con sus artimañas que la joven pareja se rompa después de una violenta discusión entre sollozos, reproches y lágrimas.

Ella recibe una radiante mañana un extraño sobre marrón sin remitente. Abre el sobre y comprueba para su sorpresa que son unas fotografías donde su amado aparece abrazado a su ex-novia sin percatarse por culpa de los nervios y las lágrimas que van cerrándole los ojos que no es más que un burdo montaje; una parodia cruel de un encuentro sexual en un vertedero, y esa misma noche, en un restaurante francés, cuando él, armándose de valor, está a punto de pedirla en matrimonio, ella le recrimina una mentira que cree verdad y huye del restaurante dejando tras de sí el fatal halo de su perfume, un corazón destrozado y una inmensa cuenta por pagar.

Sin embargo, él no se resiste a perder al único amor que ha conocido en su triste y aburrida vida de presidente ejecutivo de la multinacional más prospera del planeta y con la ayuda de un simpático gitano que le robó la cartera en un mercado y con el que acabó haciéndose íntimo después de mil peripecias a cada cual más graciosa, consigue desmantelar la trama internacional de tráfico de estupefacientes, joyas de arte, niños robados y órganos equinos y da su merecido a los rufianes y malvados y devuelve a los recién nacidos a sus padres, quienes agradecidos por tan noble gesto rebautizan a sus hijos con el nombre de tan afable bienhechor, mientras su exnovia llora arrepentida en manos de la policía y sólo recibe de él un lo nuestro no tiene futuro, y en un aeropuerto, en un puerto, delante de un taxi, en una puesta de sol sobre un campo de amapolas, en la plantación de algodón de ella, en un puente de Venecia, en un café de estación, en la puerta de su casa, en la fábrica de armamento donde ella trabaja, el día de su graduación, en el aniversario de sus padres, en la boda de una amiga, en un partido de fútbol, en el funeral de un amigo común, en una estación de tren, en un embarcadero, en la cocina del restaurante donde ella ha ido a cenar con un nuevo pretendiente, en un museo, en la iglesia interrumpiendo su boda, entre fuegos de artificio, en un parque de atracciones, o en el interior de un refugio antinuclear, se rompe el malentendido que aún había entre los dos, suena la música de Turandot, de La Bohème o Tristan e Isolda y llega la esperada reconciliación mientras bailan bajo la sonrisa de la luna, la música del amor.

Un día, un hermoso día, deciden irse a vivir juntos para dar forma a su amor. Los problemas desaparecen, se descubre que ella en verdad es hija de un noble polaco que tuvo que salir de Polonia durante la ocupación alemana y que había dejado a su única hija y heredera en un convento de monjas para su educación, pero un accidente de hípica provocó un ataque de amnesia focal en el conde y olvidó que tiene una hija que vivirá sola hasta que conozca el amor, porque gracias a ese amor, a ese sentimiento puro y claro que entre los dos florece, ella recuperará a su padre porque, ¡oh admírense lectores!, ella acompaña a su amado a un viaje de negocios como preludio de lo que será su viaje de bodas; y en el hotel donde se alojan, mientras él ultima los detalles del contrato que provocará el nacimiento del mayor campo de golf de todo el mundo en terrenos desaprovechados de la selva amazónica, ella baja al bar del hotel y tomarse un Shirley Temple y sonreír a los desconocidos llenándolos con la magia que le ha dado el amor. Sentada a la barra entabla una conversación con un venerable anciano que le cuenta que hace poco tuvo una fractura de pelvis y se golpeó la cabeza con el pico de una mesa de formica justo donde hace muchos años se golpeó en un accidente de hípica y recordó que tenía una hija en un convento esperándole, fue en su busca, pero nada, ella ya no estaba allí, hacia años que una familia de malabaristas callejeros la habían adoptado, su niña ya era mocita y se había olvidado de que una vez tuvo un padre que la adoraba, por la que llora cada noche agarrado a su fisioterapeuta, recordando cada detalle que compartieron y la marca de nacimiento que ella tenía en el muslo. ¿Qué marca?, pregunta ella conteniendo el aliento, porque, ¿podrá ser?, ¿puede ocurrir el milagro? La cabeza de una gacela. Ella se hecha a llorar, el anciano piensa que él ha cometido alguna impertinencia, pero no, ella llora de felicidad y se abraza al anciano diciéndole que ella era aquella niña contagiando al anciano que sólo quería morir las lágrimas y la vida que él creía acabada. Justo en este instante entra en escena él, el amado, el artífice involuntario del milagro, el elegido de los dioses para consumar la felicidad, porque sí, el anciano es la persona con la que iba a firmar el contrato y pide explicaciones, le cuentan con todo detalle lo pasado y que ahora todo es futuro, y las lágrimas se agolpan a sus ojos persiguiendo a la emoción como los galgos tras una liebre. Y mientras los tres se abrazan, resuenan en el bar los aplausos de los testigos, admirados y agradecidos por haber podido asistir a tan grato milagro. La ex-novia muere decapitada después de haberse arrepentido de sus pecados y haber borrado con sus lloros la flor de lis que llevaba prendida del pecho.

Y a nuestra pareja solo le queda la felicidad en estado tan puro como una manzana de cristal en las manos de una musa. Esa pareja creada para ensalzar con su amor al mundo y a la naturaleza , después de pasar un infierno para conseguir estar juntos hasta el final de los tiempos, se reúnen en su nuevo hogar y sus vidas se tornan una eterna puesta de sol, un eterno beso en el balcón recortando el sol sus figuras y proyectándolas por toda la ciudad en un eterno estado de excitación sexual.

sábado, 16 de agosto de 2008

viernes, 15 de agosto de 2008

Una isla en Finlandia

Hace unos años, cuando hablaba con los amigos de los viajes que me gustaría llegar a hacer antes de morir, mis preferencias estaban muy claras: todos los países de la cuenca mediterránea, el sureste asiático y américa latina. El resto del mundo también entraba dentro de mis posibles destinos, pero en un distinto orden de preferencia.

Con los años mis prioridades en el viajar no han variado mucho. Sigue estando el Mediterráneo, América y Asia, pero a la lista se ha añadido un país que os puedo asegurar que no estaba dentro de mis preferencias; Finlandia.

Y todo vino por un sueño.

Creo en los sueños. No en que son representaciones de nuestro futuro, o emanaciones de otras vidas. Creo que los sueños son como pequeñas pistas que nos damos a nosotros mismos para intentar explicar nuestros miedos, anhelos, deseos o llamadas de auxilio. El ejemplo más claro son mis sueños con zombies. Siempre sueño con una invasión de muertos vivientes cuando paso épocas de estrés y desconcierto. Es una manera de avisarme de que va siendo hora de que cambie de ritmo, que me pegue una buena cena con los amigos y empiece a hablar de lo que me estaba preocupando por doloroso que sea.

Mi sueño con Finlandia está relacionado con libros; como prácticamente todo en mi vida. Me encontraba en el borde un acantilado con un libro en la mano. Ante mí se extendía el mar en toda su ferocidad y violencia. Las olas restallaban a mis pies, las piedras del acantilado se quebraban y del agua enfebrecida emergían pequeños puntos de luz que se suspendían en el viento. Éste era el final de un viaje muy largo que había empezado ante el escaparate de una librería de viejo cuando un coche atropelló a mi viejo perro Patna. Del coche salió una hermosa muchacha. Sabía que era hermosa aunque no recuerdo qué cara tenía en el sueño, pero la impresión que tenía en los ojos en aquel momento, ante un mar que se rompía ante mí era suficiente señal como para decirme que por fin había llegado. Me dirigí a mi perro, que moría ante mis ojos sin dolor, sin echar de menos nada. En una de mis manos llevaba un libro que no recordaba haber comprado.

Y ese libro lo sostenía en un acantilado. Lo agarraba con fuerza porque en él estaba todo yo. Del sueño solo recuerdo el final, todo el viaje, las revelaciones y el amor han desaparecido de mi memoria. Pero lo importante, el motivo de haberme desplazado a una isla inexistente de Finlandia lo tenía en una de mis manos. El libro. Había descubierto que cada persona tiene un libro que la explica, un libro que contiene entre sus páginas toda la esencia de la persona, que muestra quién es, los miedos y aspiraciones, los terrores, lo oculto y lo que el mismo desconoce. No es una autobiografía o una forma fácil de predecir el futuro, sino que es un libro que contiene la esencia de la persona, el "alma" si me permitís utilizar esta palabra.

Y yo lo había encontrado. Y allí estaba en el lugar preciso, en el momento preciso. En esa isla en Finlandia cuando el mar se parte en dos y el sol desciende. Y sabía que si ahora mismo leía un fragmento del libro, ante mí se desvelarían los secretos de mi vida. Nunca tendría más miedo, ni dudas, ni preguntas. Sabría qué hacer para ser feliz y para hacer feliz a los demás. Alcé el libro y leí. E inmediatamente, las estrellas que el agua formaba empezaron a dibujar formas ante mí. Y supe que era el momento de mirar y por fin entenderlo todo.

Y cerré los ojos.

El sentido de mi vida está en sus ojos.

Oía los sonidos que mi vida formaba ante mí, los engranajes de todos los misterios, pero permanecí sin ver nada y lancé mi libro al mar.

No recuerdo el color de los ojos de aquella muchacha. No se qué cara tiene. No recuerdo el título del libro (pero era un libro real, un libro que esta publicado y que busco en las tiendas de segunda mano). Me desperté con la sensación de haber estado a punto de aprender algo importante, de un momento decisivo de mi vida. Y me gusta la idea de un libro perdido que nos explica. Un libro diferente para cada uno de nosotros que contiene nuestra vida.

De momento no lo he encontrado y no he viajado a Finlandia para leerlo, pero sigo buscando. Sé que un día aparecerá y podre decirle a una mujer, "toma lee que este libro soy yo". He encontrado intuiciones, fragmentos que me conducen a otros libros que me conducen a otros libros que un día me conducirán al definitivo. Esbozos de mí mismo perdidos en páginas. Os dejo uno de estos fragmentos que me explican y que yo os regalo.

Tengo el cansancio anticipado de lo que no voy a encontrar. Si en determinado momento me hubiera vuelto para la izquierda en lugar de para la derecha. Si en cierto instante hubiera dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí. Si en determinada conversación hubiese tenido frases que sólo ahora en el entresueño elaboro. Si todo esto hubiera sido así hoy sería otro y quizá el Universo entero sería insensiblemente llevado a ser otro también. Pero sólo ahora lo que nunca fui ni seré me duele. Voy a pasar la noche a Cintra porque no puedo pasarla en Lisboa pero cuando llegue a Cintra me va dar pena de no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia. Siempre, siempre, siempre. Esta angustia excesiva del espíritu por nada. En la carretera de Cintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida. A la izquierda hay una casucha al borde de la carretera. A la derecha, el campo abierto con la luna a lo lejos. El auto que parecía hace poco proporcionarme libertad es ahora algo en lo que estoy encerrado. A la izquierda, hacia atrás, la casucha modesta. La vida allí debe ser feliz sólo porque no es la mía. Si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha soñará: ese que va en el auto es feliz.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Sentimental

Hoy me siento extrañamente sentimental. Uno de esos días tranquilos (en un sentido personal, porque en el trabajo... bueno, ese es otro tema, pero estamos en obras y llevamos unos días montando y desmontando estanterias, cargando libros, pintando, arrancando malas hierbas, heridas en las manos, tragando polvo, etc.), en los que solo se escuchan canciones un punto sentimentales, un punto irónicas para que no se diga, de cantautores franceses que hacen sentir añoranza de quien no conoces, de quien conoces poco y de quien conoces mucho, pero está demasiado lejos. Porque se mire como se mire, por mucho que el mundo sea un lugar pequeño, tener a mi amiga Aurora a siete mil quinientos kilómetros... pues son muchos kilómetros cuando necesito irme a tomar un café con ella y explicarle mis últimas cuatro tonterías.

Y para que veáis lo sentimental que ando hoy por el mundo, lo que he estado escuchando.

martes, 12 de agosto de 2008

domingo, 10 de agosto de 2008

Anécdotas librescas

Copiando descaradamente una sección habitual del blog de Choupas, me he decidido a poner por escrito algunas de las aventurillas que me han sucedido en la librería.

Estas tres que vienen a continuación se podrían agrupar bajo el título Mis problemas con las mujeres. Mal que me pese aun no he podido desprenderme de cierto deje de romanticismo postadolescente y trasnochado y cuando estoy en la librería y se abre la puerta, siempre espero que en ese momento aparezca la clienta de mi vida y pueda vivir en propia carne la escena del segundo capítulo de Si una noche de invierno un viajero del gran Italo Calvino, donde el lector conoce a la lectora. En casi tres años de trabajo en la librería, aun no ha pasado.

Entra una muchacha en la librería. Es mona. Tiene uno de eso físicos tranquilos y relajados que me gustan, de movimientos suaves y elegantes. Viste un punto demasiado discreta y su andar por la librería demuestra vacilación. No es una clienta habitual. Me acerco a ella.
- ¿Puedo ayudarte?
- Sí, buscaba libros de cuentos, pero no para niños. Algún libro de cuentos para adultos.
- ¿Algún autor en especial?
- No.
Parece que será uno de esos momentos en los que disfruto con el trabajo de librero. Aconsejar, enseñar, discutir... y libros de cuentos... encontrar un lector de cuentos es difícil, son una raza minoritaria y en extinción. Aun recuerdo la frase que me soltó una clienta habitual No me gustan los cuentos porque me gustan los libros que expliquen una historia.
- Pues aquí tienes a Chejov tanto en castellano como en catalán,... se acaban de publicar en bolsillo los cuentos completos de Flannery O'Connor... ¿has leído a Empar Moliner? Muy divertida... y Roald Dalh... y Quim Monzó y John Cheever... o Pere Calders, uno de los mejores cuentistas del mundo... o... o... o...
Por culpa de mi entusiasmo no advierto que la muchacha empieza a mostrar una mirada más perdida, más fuera de lugar. No coge los libros que le enseño, no replica, no me dice si conoce o no conoce. Los pocos que coge no los abre ni los ojea sino que los sostiene sin fuerza entre sus manos. Al final habla.
- Creo que no me has entendido. Quiero libros de cuentos que te enseñen alguna cosa.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero uno de esos libros de cuentos que te enseñan a pensar.
Y se murió el romanticismo.
***

Los libreros desarrollamos amores en la librería. Hay clientes que nos gustan más o nos caen mejor, con los que nos lo pasamos bien hablando de libros o de cine, con los que recomendar lecturas es divertido. Y no se los demás libreros, pero también se desarrollan amores platónicos. Uno de esos amores platónicos se llama Lidia. Entró una mañana de sábado en la librería llevando, como dice la canción, jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela. Estuvo un tiempo entre las estanterías y cuando se presentó en caja llevaba los relatos completos de Virginia Woolf y una antología de relato fantástico que habían hecho Borges y Casares. Caí rendido a sus pies.
- ¿Te gusta Virginia Woolf?
- Sí.
- Lo digo porque a lo mejor te gusta esta autora... es muy de su línea. - salí del mostrador y le entregué La niña del faro de Jeanette Winterson. Sin pensárselo me pidió que se lo añadiese a la compra.
Una semana volvió a entrar en la librería. Sin saber porqué me puse nervioso. Andaba con su elegancia habitual derramando lisura y dejando a su paso aromas de mixtura que en el pecho llevaba, vestida toda de blanco y con su largo pelo moreno cayendo sobre sus hombros. Yo estaba en la sección de autoayuda colocando unos libros.
- Hola.
- Hola.
- Me leí La niña del faro.
- ¿Y qué tal?
- Fue fantástico. Increíble. Lo empecé a leer y me dio la sensación que el libro había sido escrito para mí. Que hablaba de mí.
Sus grandes ojos me miraban fijamente, sentía su piel morena cálida y me sentía transportado por su belleza.
- Me alegra oírlo.
- Y después de leerlo, tumbada en la cama, estuve toda la noche pensando en ti, pensando que tenía que darte las gracias de algún modo, pensando que me dieras este libro en este preciso momento no era solo una casualidad y que tiene que haber algo más...
A lo que respondí.
- Aaaakjjjldrodmoepdjoe... je je je - se me cayeron los libros al suelo -. Perdona.
Y me fui.
Sí, puedo llegar a ser tan patético en cuestión de mujeres.

***

La última de las historias que hoy voy a escribir tiene como protagonista absoluta a una señora de edad avanzada. Entró en la librería y se dirigió directamente a mí.
- Hola. Buscaba un libro, pero no me se el título.
Hasta aquí la historia es lo más normal del mundo. El librero, en numerosas ocasiones, tiene que actuar como un investigador privado/adivino para intentar saber a qué título se refiere un cliente.
- Bueno, dígame e intentaremos encontrarlo. ¿Sabe algo del libro? ¿El autor, la editorial?
- Lo tuviesteis en la librería hace un par de años en la mesa de novedades. Es la historia de un chico que quiere a una chica y la portada es azul.
Silencio.
- ¿Ya está? ¿No sabe nada más?
- Es suficiente, ¿no?
- Necesitaría más datos.
- ¿Más datos? ¿No sabes cuál es?
- Pues no. Es difícil recordar todos los libros que han pasado por la mesa de novedades en estos dos años.
- Pero la portada es azul.
- Ya, pero no suelo retener en la memoria los colores de las portadas de los libros.
- Y te he explicado el argumento... Es sobre un chico que quiere a una chica.
- Mire señora, desde la Odisea hasta ahora todo son historias de chicos que quieren a chicas.
Silencio.
- Me habían dicho que en esta librería me podían ayudar.
- Son pocos datos.
- ¡Son datos suficientes! ¡Cualquier librero que le gustase su trabajo sabría de que libro hablo! Sois unos incompetentes.
- Señora, no se pase...
- Y te arrepentirás de no querer ayudarme...
- Yo quiero ayudar, pero su información es una mierda.
- Vas a morir.
La abuela tiró el bolso a un lado con tan mala fortuna que se lo incrustó a un representante en el cuello provocándole la muerte instantánea. Empezó a susurrar palabras en sumerio antiguo y ante mis ojos vi que poco a poco se iba transformando en un dragón de siete cabezas. Reconozco sin vergüenza que el hecho que se transformara en un animal mitológico me dejó un poco descolocado, pero reaccioné con rapidez enarbolando la legendaria espada que me legó mi abuelo después de que Igualada se viera invadida por los orcos.
- Incompetente - chilló el dragón exhalando huracanadas ráfagas de fuego.
- ¡Muere criatura del infierno! - y salté hacia ella con la espada.
Sangre, visceras y horror en una batalla de dimensiones épicas que...

Bueno, quizá esta última historia esté un poco exagerada.

Y ya está. Aquí lo dejamos. El próximo día os explicaré la historia de la señora que quería comprar un libro para atraer a los pájaros a su jardín.

sábado, 9 de agosto de 2008

viernes, 8 de agosto de 2008

Un café para Amanda

Bueno, pues aquí estoy. ¿Cómo estás? Me alegra mucho que hayas podido pasarte por aquí, Amanda. ¿Qué te apetece? Un café. Pues marchando.

jueves, 7 de agosto de 2008

Elogio de la risa

El tipo que tenéis aquí al lado tocando un violonchelo con los pies y sentado encima de un tambor (aunque mal mirado podría ser una barrica de vino) es una de las personas que más aprecio en esta vida. ¿Quién es? Jacques Offenbach, músico. Sí, soy consciente que nunca lo he conocido y que lleva muerto unos 128 años, pero eso no es un inconveniente para toda la compañía que me ha hecho en buenos y malos momentos (nada mejor que su cruel sátira de las relaciones humanas para esos momentos en que te parten el corazón), lo que me ha emocionado otros pasajes de su obra y, sobre todo, lo que me ha llegado a hacer reír.

Pero hagamos una presentación un poco más formal. Gente que lee, Jacques Offenbach. Jacques Offenbach, gente que lee.

Este señor es músico. Nació en Colonia (Alemania), el 20 de junio de 1819, y murió en París, el 5 de octubre de 1880. Compuso conciertos para violonchelos, operetas en un acto, en dos, en tres y en cuatro. Operas bufas y una gran ópera. En mi particular panteón de deidades de la música lírica es uno de los doce grandes dioses que se sientan a la diestra de Beethoven y se beben su vino y levantan las faldas de las cocottes. Junto a él hay gente como Rossini, Mozart, Verdi, Boïeldieu, Strauss y tantos otros. Pero Jacques Offenbach es uno de los más queridos y admirados. ¿Y por qué? Bueno, la razón es muy tonta. Me hace feliz.

Prácticamente toda la obra de Offenbach se inscribe dentro del género cómico. Sus operetas son joyas de orfebrería donde se unen algunas de las mejores melodías del siglo XIX, momentos musicalmente hermosos, paródicos, críticos al sistema en el que vivía y del que vivía (el Segundo Imperio de Napoleon III), en ocasiones cruel, compasivo con ciertos sujetos del género humano (jóvenes poetas, desarraigados, pobres y artistas) y sin compasión con los ricos, los militares y cualquier atisbo de poder. Su música es popular, divertida y poco pretenciosa. La escribía para que gustara, para que la gente la cantara, para ganar dinero y vivir bien. Era divertido, ingenioso, tenía talento, le gustaba su trabajo, pero ni entonces ni ahora Jacques Offenbach está lo suficientemente reconocido. Y creo que se debe al hecho de que gran parte de su obra sea comedia. Entonces, como ahora, la comedia está infravalorada. Títulos como Orfeo en los infiernos, La bella Helena, Los cuentos de Hoffman, Les brigands, La vie parisienne, Fantasio, etc. merecerían ser cuidados, guardados y escuchados hasta la saciedad como cura contra lo peor que tiene el ser humano dentro precisamente porque con su música denunció todo esto: los convencionalismos, la hipocresía de la sociedad, la doble moral, los intolerantes, la corrupción de los poderosos, la arbitrariedad de la justicia y todo esto con una música brillante y chispeante y muy divertida. Y, además, Offenbach tuvo una virtud que ningún otro compositor puede decir que tenga: nunca fue aburrido.

Y para muestra un botón. Un fragmento de su obra Orfeo en los infiernos. Os pongo en contexto. El matrimonio entre Orfeo y Euridice no pasa por su mejor momento. Ella se aburre muchísimo. Engañada o dejándose engañar por el dios de los infiernos muere y se va a vivir al Infierno esperando encontrar la alegría y la marcha que le falta a su matrimonio. Aunque Orfeo es feliz al ver a su mujer muerta, la presión de la opinión pública (los convencionalismos de la sociedad) le hacen ir al Olimpo a pedir, de mala gana, que le devuelvan a su mujer. Zeus accede a los ruegos de Orfeo y decide ir al Infierno a por Euridice aunque su única intención es beneficiarsela. Euridice se aburre en el Infierno porque no es la mitad de animado de los que ella imaginaba. Zeus llega a la habitación de Euridice, se enamora (por no decir que se pone cachondo perdido) y ayudado por Cupido hace una de sus famosas metamorfosis para meterse en la cama de la "virtuosa" esposa de Orfeo. A continuación, el duo de amor entre Euridice y Zeus convertido en... bueno, mejor lo veis. Cantan los maravillosos Laurent Nouri y Natalie Dessay.



Después de ver esto, ¿alguien puede seguir pensando que toda la ópera es aburrida?

Y para finalizar, como alguien dijo la obra de Offenbach cumple la función de remediar la estupidez de la vida, darle un descanso a la razón y estimular la actividad mental. Vamos, que si escuchas a Offenbach seréis más inteligentes y mejores persona. Así que ya lo sabéis.

lunes, 4 de agosto de 2008

Entre las páginas de un libro

Uno de mis grandes vicios son los libros de segunda mano. En mis anaqueles quizá tenga tantos libros de segunda mano como libros nuevos y la colección va aumentando gracias a donaciones de personas que quieren tirar los libros de sus bibliotecas (y que yo adopto o dono a la biblioteca del teatro), de gente que me da libros que ya han leído o de libros descatalogados que ocupan un precioso espacio en la librería. Nunca he tenido ningún problema con esos volúmenes viejos, gastados, de páginas amarillentas o manchadas de café y tapas rotas. Al contrario, ejercen en mí una sosegada fascinación. Siempre es lo mismo. Cojo el libro entre mis manos, acarició con placer fetichista la desgastada portada, abro con cuidado las páginas y me pregunto en qué manos ha estado este libro, qué historias ha ido absorbiendo y guardando entre sus páginas, cómo era la persona que una vez compró este libro, si le gustó o no y cómo ha llegado ese libro a un cesto enorme de saldos a un euro en una librería de viejo. El libro convertido en el mejor y más hermético guardián de la memoria.


Supongo que esta pasión por el libro usado empezó de niño cuando me convertí en heredero de los tebeos antiguos de mis primos mayores. No solo Mortadelos o Carpantas se hicieron de mi propiedad con las páginas garabateadas con bolígrafo, sino que recibí números antiguos de Hazañas bélicas y números de Cimoc, revista de cómic para adultos que supuso mi primera toma de contacto con la fantasía heroica, la ciencia ficción y las mujeres ligeras de ropa (¡benditas lecturas imprudentes!).

Con el tiempo la fascinación por los libros antiguas no ha hecho más que aumentar. Me encanta perderme en los puestos de saldos, revolver entre viejas novelas rosa, melodramas baratos o antiguos bestsellers de prestigio y encontrar una novela de Saul Bellow que no tengo en una edición de los años setenta o esa novela negra publicada en su tiempo por La cua de palla que tantas ganas tenía de leer. Pero con lo que de verdad soy feliz es cuando encuentro algún ejemplar escrito. Una firma en la página de respeto, una dedicatoria que pide que no abandone nunca ese libro (¿y cómo llegó hasta ese cesto?), otra que pide perdón por un regalo de cumpleaños atrasado, frases subrayadas o comentarios en poemas que solo ha podido hacer un estudiante (y la emoción de encontrar una nota personal entre tanto análisis métrico), un ticket del metro, una entrada del cine, etc.

Aunque lo mejor que he encontrado ha sido una servilleta.

Era Sant Jordi. Yo aún no trabajaba en la librería y la fiesta del libro todavía me gustaba y conservaba su magia. La costumbre de todos los años era llegar temprano a la Plaça de Cal Font (lugar de encuentro de las paradas de libros y rosas en Igualada), desayunar con tranquilidad en L'Agulla y dirigirme seguro a las paradas de libros usados. Precio, un euro. Solía llevarme a casa entre veinte y treinta ejemplares. Poesía de Jorge Guillén, el teatro completo de Gil Vicente, una edición inglesa de una novela de Jane Austen para la colección, dos novelas negras, Saul Bellow, Espriu y un ejemplar de Calders firmado por su anterior dueño, entre otras muchas cosas. Con el trabajo hecho me sentaba en una terraza, pedía una cerveza y mientras miraba pasar la gente admiraba mi compra. Abro uno por uno los libros, leo frases, leo páginas, me pregunto cuál leeré primero, alguno se que no lo leeré nunca, pero ya lo tengo.

Entre los libros que compré ese año estaba una novela de John Dos Passos llamada La primera catástrofe (tiempo después descubrí que el título original era 1919 y que se trataba de la primera parte de su trilogía USA) Ahora mismo la tengo delante de mí. Es una edición de bolsillo de la editorial Planeta de octubre de 1977, tapa de cartón, un barco naufragando en portada, páginas que han pasado del amarillo al marrón y la impresión de que fue un libro que se empezó a leer, pero nunca se acabó. Abro las páginas, las paso, ojeo y leo alguna frase Lo que le gustaba a Eveline era quedarse hasta altas horas bebiendo vino del Rin con agua de seltz y entre dos páginas me encuentro una servilleta con algo escrito. Es una de esas servilletas que cada vez se ven menos en los bares, de esas que parecían tener una pátina de aceite en su superficie, muy finas, casi trasparentes que daban la sensación de manchar más que limpiar. Y tiene algo escrito. La emoción me puede y me embarga. ¡Algo escrito! Y parece que es algo personal. Leo.

Tengo la cabeza como vacía. Como si una nube se hubiera aposentado en ella y campase a sus anchas. Es decir: vacía de ideas sobre las que escribir, pero llena de algo espeso y sin nombre, algo que soltase a ratos truenos y algún rayo.
A veces llueve. También el agua hace germinar alguna idea sobre esta tierra desolada y pedregosa. De todas maneras no dura mucho. Como el árbol que da la flor de Ibiscus que se marchita y muere (árbol y flor) en veinticuatro horas, así mueren mis ideas tras una efímera vida.
Por eso llevo encima cuaderno y bolígrafo. Esta medida no sirve tampoco pues escribo más lento de lo que pienso y la mitad se pierde. Tengo una gran tendencia a idealizar personas y situaciones y encima cuando escribo aún idealizo y suavizo más las cosas.

Y ya está. Esto es todo lo que había escrito. Mi emoción no tenía límites. ¿Quién escribió eso en una servilleta? ¿Quién era esa persona? ¿Por qué dice que siempre lleva una cuaderno encima, pero esto lo escribe en la servilleta del bar donde estaba, seguramente desayunando? ¿Qué es todo eso de la falta de ideas? Estaba muy feliz. Había encontrado un trocito de una vida dentro de un libro, una persona que había escrito algo personal que no esperaba que nadie leyera y años después alguien lo encuentra en un puesto de libros usados y le da quizá más lecturas y trascendencia que las que tiene en verdad. Mi parte favorita es cuando habla de su tendencia a idealizar a las personas. Me sentí muy cerca de un absoluto desconocido. La pregunta que me obsesiona es como llegó la servilleta al libro y el libro al puesto y a mí. ¿Qué tuvo que pasar por medio para que este trocito de intimidad se perdiera?

Y estos hallazgos que encuentro en los libros, esos trocitos de otras vidas que de repente pasan a pertenecerme, esos viajes de una biblioteca a un mercado hacen que me pregunte que pasará con mis libros el día que muera. Naturalmente desconozco la respuesta. Pero sí sé lo que me gustaría que pasara: que las personas que quiero, mi familia, mis mejores amigos (Montse, Jordi, Aurora, Laurita, Ana), los recién conocidos (paranoicos, Amanda, Lidia) fueran a mi cuarto y se repartieran civilizadamente mis libros para que se lleven un trocito de lo que fui con ellos. Con los libros que nadie quiera me gustaría que los vendieran en alguna plaza a precios irrisorios y con lo que se sacaran se tomaran unas cervezas y llenaran la tarde con conversaciones frívolas, con bromas de mal gusto y alguna que otra canción. Y me gustaría que una muchacha comprara esa tarde mi ejemplar destrozado de Rayuela y lo leyera tranquilamente tomando un vino y escuchando a Miles Davis y se llegara a preguntar cómo ha llegado a sus manos ese libro usado, sucio, roto, con alguna mancha de café, las páginas dadas, un libro vivo que ha sido leído, releído, pensado, amado y odiado, y se preguntara cómo sería esa persona que entre muchas frases subrayadas, subrayó un poco más fuerte que las otras

Y así uno puede reírse, y creer que no está hablando en serio, pero sí se está hablando en serio, la risa ella sola ha cavado más túneles útiles que todas las lágrimas de la tierra.

sábado, 2 de agosto de 2008

Yo también te quiero

Les dejo un corto que habla un poquito de mi vida. Por lo menos, de algo que suele pasar demasiado a menudo en mi vida.


viernes, 1 de agosto de 2008