martes, 18 de marzo de 2014

Resumiendo la Odisea. Tercera parte

- Buenos días, alumnos.
- Buenos días, señor profesor.
- Tras unos meses de descanso en los que me he dedicado a corregir las dos mil trescientas sesenta y cinco páginas de mi novela Los pardos destinos de la alondra marchita, de próxima aparición en las mejores librerías y páginas de descarga, iniciamos la tercera clase de Resumiendo la Odisea, asignatura que lo único que pretende es que tengáis las claves necesarias para hablar de una obra literaria sin haberla leído.
- ¡¡¡¡¡Bieeeeeeen!!!!!
- ¿Nos leerá un fragmento de su novela?
- Sí, por supuesto, al acabar la clase.
- Oooooooh, ¿y por qué no ahora?
- Porque ahora tenemos que seguir con los antecedentes a la Odisea y explicar uno de los acontecimientos más tontos de la historia de la mitología, pero que de forma inexplicable más repercusiones ha tenido.
- ¿Cuál?
- ¿Sí, cuál?
- ¡Qué nervios, qué nervios?
- El juicio de Paris.
- Como la ciudad, pero sin acento.
- Fuera.
- ¿Qué?
- Fu-e-ra.
- ¿Por qué?
- FUERA.
- Pero, ¿por qué señor profesor? ¿Por qué?
- Te avisé en la primera clase, te avisé en la segunda clase, pero tú ni puto caso. ¡No quiero oír ese chiste! Así que recoge tus cosas y a tu puta casa a llorar tu fracaso como persona y simbionte.
- Pero...
- QUÉ FUERA, HOSTIAS.
- Vale, vale... lo siento... adiós... os echaré de menos.
- Qué carácter tiene el profesor.
- Y qué mirada.
- Y qué abdominal alorzada.
- Y qué culo.
- Bueno, seguimos. El juicio de Paris. ¿Recordáis quiénes eran los protagonistas?
- Yo... yo... yo... yo...
- Dime, chico con cara de rana.
- Había algo y uno que miraba y un melón u otro coleóptero y algo más, música de Haendel, creo.
- Bueno, te has acercado, pero ni de lejos. Tres diosas egocéntricas, un príncipe vestido de pastor con cara de tonto y una manzana de oro. Paris tenía que comerse el marrón que no había querido digerir Zeus y decidir quién era más guapa si Hera, Atenea o Afrodita. Y aunque en principio la elección tenía que ser algo basada en el juicio equilibrado y la trasparencia...
- Ja.
- ... acabó como acaban todas estas cosas, en una sucia mezcla de sexo, violencia, chantajes, sobornos, dildos parlantes y samba elegante. Total que la historia acaba con Paris haciéndose querer y las diosas ofreciendo sus mejores "regalos".
- ¿El qué?
- Pues...
- ¿Los dos libros finales de Canción de hielo y fuego?
- ¿Una cena privada e íntima con Miss Junio 1973?
- Un botón que si lo tocas muere alguien y a ti te dan un millón de dolares y como la vida de los demás como que a mí plim, pues a tocar y a tocar y a tocar y ja ja ja ja. Todo con ambiente de los setenta y mal rollo.
- Nada de eso. Cada diosa le ofreció algo en lo que era especialista. Hera le ofreció poder. Mucho poder. Pero mucho. De ese poder que dices, joder qué poder tiene y no me refiero a saber estar encima de un escenario.


Atenea le dijo que lo convertiría en un tío listo, pero listo de verdad. De los que resuelven el sodoku difícil, se atan los cordones de los zapatos a la primera y saben que Arquímedes es algo más que una enfermedad venérea.


- ¿Y Afrodita?
- Eso, ¿qué le ofreció Afrodita?
- ¿Qué creéis que le ofreció la diosa del amor, la sensualidad, el sexo y los huevos que dan gustito? No es muy difícil de imaginar.


- Ah, claro.
- Si es que tiran más dos cúpulas del amor...
- Dos calderos de deseo...
- Dos tinajas del amor pubescente y maduro...
- ... que cualquier.
- Sí, queridos alumnos. Afrodita le dijo que si le daba la manzana a ella le conseguiría la tía más buena del mundo. A lo que Paris le dijo que él no quería una tía que fuera buena, que para eso ya tenía a su madre Hécuba que por las noches le preparaba una tacita con leche calentita y le explicaba cuentos donde él era el héroe. A lo que Afrodita dijo que no le había entendido. A lo que Paris dijo que él era un príncipe y entendía lo que le daba la gana. A lo que Afrodita suspiró. A lo que Paris siguió hablando de su principidad y que lo que él quería era una buena moza que tuviera las tetas así y no hablase mucho e hiciese chumba chumba con las caderas y la la la. A lo que Afrodita le enseñó las tetas para hacer que se callase. A lo que Paris se calló porque las tetas de una diosa son para adorar en silencio y Afrodito le dijo que tendría a la mujer más guapa del mundo mundial y de la historia y que ella tenía el carácter que tenía y que era lo que había y si no dos piedras.
- ¿Y quién era esa mujer, estimado y dilectísimo profesor?
- Pues la mujer más guapa y hermosa y preciosísima del mundo mundial y que tenía la más mejor cara y el cuerpo más de infarto y los ojos así y los labios de esa forma y todo eso era Helena de Troya, hija de Leda y del mísmisimo Zeus convertido en cisne...
- ...
- ...
- ...
- Perdón, profesor, ¿qué?
- Sí, Leda se jincó a un cisne


y por hijos tuvo unos huevos del que nacieron unos críos y Tindáreo, el marido, le preguntó qué significaba eso y ella dijo aquello del "un gen recesivo" y coló.
- ¿Coló?
- Ya os he dicho que la cultura griega está sobrevalorada y no son tan listos como los libros de historia y las canciones de Abba nos quieren hacer creer.
- ¡Qué fuerte!
- Y uno de los hijos fue Helena que creció hermosa y graná la moza y todo el mundo que la veía por la calle se exclamaba y decía a quién habrá salido tan alta y tan gallarda con lo baja y cejijunta que es la madre y lo patán y patituerto que es el padre. Y esta es la muchacha que Afrodita le prometió a Paris. Guapa, maja, simpática, más apañá que un jarrillo de lata, con estudios, inteligente, buena amazona.
- ¿Y hacían buena pareja?
- No era mala, pero...
- ¿Pero?
- Siempre hay un pero, si no la historia no es buena.
- ¿Y ese pero es...?
- Que ella estaba casada.
- ¿Con quién?
- Eso lo explicaremos en la siguiente clase.
- Oooooooh.
- Esto de la mitología me parece más un mal culebrón que un pilar de la cultura occidental.
- Ya te digo.
- ¿Y ahora, señor profesor, nos leerá un fragmento de su novela Los pardos destinos de la alondra marchita?
- Por supuesto... aquí va... este es un fragmento del capítulo setenta de la segunda parte. En él, Aloisa, la prota, ha descubierto que detrás del cuadro de su abuela con el perro con chistera hay una pasadizo secreto que conduce a una cueva infrasubterránea donde encuentra la colección de pulgares de criada que su padrastro, Antoine, coleccionaba de joven. Atormentada por la visión obcena de tantos pulgares hacia arriba, canta la canción del tordo mientras su mente divaga en un monólogo interior que empieza así

¿Por qué yo estela de occidente sepultada por los ambages de una familia desunida por el honor y la receta de codillo de la bisabuela tuve que nacer con la marca del puercoespín y...

viernes, 14 de marzo de 2014

El director y la actriz I


Claudia Cardinale y Sergio Leone en C'era una volta il west, 1968

jueves, 13 de marzo de 2014

Spaced


Es duro escuchar una historia de amor entre dos hombres muy machos, cuando uno de ellos es la mujer más divina que existe.
Brian Topp refiriendo a su relación con el/la artista multimedia Vulva.

Creo que esta frase provocó una de las mayores carcajadas que he lanzado en mi vida viendo una serie. La serie en cuestión se llama Spaced, una obra que crearon Simon Pegg y Jessica Hynes hace diez años para la BBC y que cuenta la simple historia de dos amigos que fingen ser pareja para tener un piso. La dirige Edward Wright, el mismo que junto con Pegg y Nick Frost (otro de los actores de la serie) hicieron una de las trilogía fundamentales de la historia del cine, The Cornetto Trilogy.


Formada por una obra maestra indiscutible como Shaun of the dead, Por Hot Fuzz una de las mejores parodias / homenajes al cine policíaco y con The World's End, una triste película sobre la madurez y todo lo que perdemos trufada de violencia, giros argumentales, serie B y la maravillosa presencia de Rosamunde Pike, madrina de este blog.

Spaced es ahora mismo una de las series de televisión fundamentales para mí. Uno de esos raros momentos en los que me identifico totalmente con el humor absurdo, referencial y algo cabrón que utiliza. Con esta serie me ocurre lo mismo que cuando veo The league of gentelment, Community, Arrested Development, Always is sunny in Philadelphia, Peep Show, The Office,  Parks and recreations, Curb your enthusiam, The Thick of It o Black Books; una identificación con el estilo de humor, con la forma de presentar el absurdo cotidiano y de subvertir, en ocasiones de forma muy sutil y en otras muy grosera, la moralina que tan presente está en la resolución de los conflictos en la telecomedia, la incorrección al mostrar la realidad, lo absurdo que son las relaciones personales, el juego referencial como elemento de narración, etc. Cada una de estas series, y algunas otras, forman parte de mi forma de ver la comedia y el humor y, a la vez, una forma de ver la vida y las relaciones.

Y me hacen reír, que es lo más importante.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Lecturas

Miss Fury
Dibujo: Jack Herbert

lunes, 10 de marzo de 2014

Una de esas historias que a nadie importan, pero que tocan las pelotas no veas como

Hace unos días estaba escuchando jazz. A. estaba dando clase a unos niños en el taller y los nenes participaban en él. Los gatos, encaramados en mi mesa ejerciendo de críticos. Escribiendo en el blog en un raro momento de conjunción de tener algo que decir y las ganas de decirlo. ¿He dicho que sonaba jazz? ¿El qué?

Nils Wogram Septet. External Wind

Había en casa un extraño equilibro; uno de esos momentos en que las fuerzas del universo se alían para dar una falsa sensación de paz y felicidad. Estás bien, dicen. Estás bien hasta que...

... llaman al teléfono.

Es un número que no conozco. No suelo contestar esas llamadas. Que dejen un mensaje. Si es importante, lo harán. Si no, pues ya me enteraré. Pero ese falso equilibrio hacen que baje la guardia y contesto.

- ¿El señor Jorge Jiménez del Moral?
- Sí.
- Hola le llamo de (telefonía móvil) y queremos agradecerle su fidelidad por llevar diez años con nosotros con...
Un viaje a las Vegas, pienso, o un teléfono de esos modernos que conducen tanques y preparan un risotto excelente, o una reducción del 95% del importe de la factura, o un vale para tres horas en un spa, o entradas para el cine, un disco de los Rollings, una foto de marte recién tomada o vete a saber el qué. Total, que me emociono y empiezo a ilusionarme porque me encantan los regalos.
... con - continúa la voz - una tarjeta de crédito.
¿Una tarjeta de crédito? ¿He oído bien? ¿Una tarjeta de crédito? ¿Para qué? Para gastar dinero que no existe y luego que me quiten dinero que existe. ¿Para comprar qué? No quiero una tarjeta de crédito.
- Lo siento - dijo con tranquilidad y buen humor -. No me interesa. Muchas gracias por su propuesta.
Y me dispongo a colgar.
- Sí, una tarjeta de crédito que le reportara múltiples ventajas.
- Gracias, pero ya le digo que no me interesa.
- Ventajas que me dispongo a detallarle en este mismo momento.
- No me interesa, de verdad, no me interesa.
- Increíbles ventajas con una tarjeta de crédito que recompensa todos estos años de fidelidad.
- Mire, no tengo tarjeta de crédito. No me gustan, así que me ofrezca una es algo que no me interesa.
- ¿No tiene tarjeta de crédito? No me lo creo. ¿Y con qué paga?
- En efectivo.
- Pero no tiene la comodidad y las ventajas de la tarjeta de crédito que le estoy ofreciendo.
- Que no me interesa, de verdad, que no me interesa. Dejémoslo ya.
- Ventajas que me dispongo a detallar...
- Que no me interesa, déjalo, me obligarás a colgarte de malos modos y no quiero. Ya está, ¿de acuerdo?
- Ventajas increíbles...
¿Qué pasaba? ¿No me escuchaba? ¿Estaba teniendo conversaciones paralelas? ¿Había abierto alguna puerta y el vacío espacio temporal había mezclado dos conversaciones que se establecían sobre el mismo tema en dos universos alternativos? ¿Un virus telefónico convertía mis "no interesa" en "por favor, sí, más, insiste, véndeme esa tarjeta de crédito que me pone palote del todo y me toco, me toco, me toco, sí, nena, sí". Entiendo que es su trabajo y que tiene que hacerlo. Tiene que vender una tarjeta de crédito, pero creo que al séptimo "no me interesa" el mensaje ha quedado claro. Y sé que podría colgar o liarme a gritar y faltar, pero no quiero caer en eso. Hace su trabajo y a mí me gusta ser educado.
Pero cuesta.
Joder si cuesta.
Tras un par de intercambios más de ventajas vs. no me interesa, el discurso cambió.
- Entonces, ¿no le interesa?
- No.
- Pero las ventajas...
- No quiero tarjetas de crédito.
- Pero es que no lo entiendo. Le estoy ofreciendo un producto que es bueno para usted. Algo positivo y lo rechaza. No tiene sentido.
- Lo siento, pero no me interesa.
- ¿Seguro?
- Seguro. Y le agradecería que no insistiera más.
- Lo que me cuesta creer es que esté rechazando algo que solo reportará ventajas y hará que su vida sea más sencilla. Eso es lo que no entiendo.
- Mira, vamos a dejarlo, vale. No me interesa lo que vendes. No pasa nada.
- Bueno como quiera. No sabe lo que se pierde.
- Viviré con ello.
- Vivirá, sí, pero sin estas ventajas su vida no será tan sencilla.
- Vale. Buenas tardes.
- Que sí.
Y colgó.

Entonces los nenes empezaron a  pelearse, los gatos empezaron su acoso para que les ponga la cena, el ordenador se empezó a colgar y todos los libros que empezaba se caían de las manos de puro malos.
El equilibro se había roto.

jueves, 6 de marzo de 2014

martes, 4 de marzo de 2014

Fifty ways to leave your lover


Sidsel Endresen & Bugge Wesseltoft
fifty ways to leave your lover 

Escuchado por primera vez en El club de jazz.

domingo, 2 de marzo de 2014

Mujeres malas en blanco y negro y alguna en color 1

Desde hace tiempo llevo pensando iniciar una sección de periodicidad peregrina a las que ya os tengo acostumbrados donde hable de mis malas cinematográficas favoritas. Me ronda, me ronda, me ronda, pero hasta hoy no me he decidido. ¿Y por qué? ¿Acaso Jorge ha superado su ya famosa pereza, se ha despegado de la novela de turno y ha decidido hacer algo útil con este blog? No, ni por asomo. El motivo es la gran bronca que me metió mi buen, pero pesado y cada día más cansino amigo Jordi. Vino a casa a cenar y tras saludar a A. y a los nenes, se encaró conmigo y a gritos me dijo algo así como "¡Actualiza ya de una puta vez la mierda de blog que tienes que me aburro un huevo en el gimnasio, joder, tarado de los cojones! He traído helado".

No cené bien esa noche ni dormí bien. ¿Cómo podía ser tan mala persona? ¿Cómo? Estaba obligando a la ameba social que es Jordi a aburrirse en el gimnasio y ser presa fácil de conversaciones sobre fútbol, coches o a tener que contestar preguntas del tipo "¿me queda bien este músculo aquí?". No podía hacer que hablara con desconocidos o, dios no lo quiera, hacer nuevos amigos. Me di cuenta de que Jordi en parte dependía de mí para seguir siendo el tío ese raro del gimnasio que no habla con nadie ni se acaricia lúbrico la panza delante del espejo. ¿Y cómo entretenerlo? No es muy complicado. Viejas que se caen, bomberos parisinos, películas de monstruos, listas interminables de sinónimos de "puta"... Y mujeres. Mujeres en blanco y negro. Mujeres malas en blanco y negro. Y alguna en color.

¿Y por dónde empiezo? Bueno. Por una película que vi por primera vez hace poco y que se ha encumbrado en el olimpo de mis tropecientas películas favoritas. Y por la mala que aparece, domina, subyuga, manipula, miente y enamora en cada paso, cada mirada y cada "no puede evitarlo".
Jane Greer en Retorno al pasado.

Película de 1947 dirigida por uno de mis directores favoritos, el francés Jacques Tourneur. La película es uno de esos maravillosos ejercicios de cine negro de los años cuarenta. Como decía Robert Mitchum, pareja protagonista de Jane Greer, una de esas películas iluminadas por cerillas (Doctor Insermini, gracias por el apunte). La historia del tipo que intentó dejar su pasado atrás, pero la casualidad y unos bonitos ojos hace que tenga que enfrentarse a todo aquello que abandonó atrás. ¿Y qué fue este problema? Pues una muchacha llamada Kathy.


Para mí, una de las peores (o sea mejores) mujeres de esas que llaman fatales que dio el cine clásico. Mala, manipuladora y mentirosa. En toda la película no dice nada que sea verdad ni hace nada que sea honesto. Eso sí, aletea las pestañas como nadie y se mueve con esa elegancia que solo puede traer problemas. Y, claro, cualquier tipo que ande a su alrededor no solo encuentra problemas, sino que se revuelca con ellas. Nadie como ella para empuñar con frialdad y elegancia un revólver. 


Y para presentarse como una pobre víctima de las circunstancias. Y desde su primera aparición sabemos que es mala. Pero da igual. Porque, seamos sinceros, entre ella y la sosita de la novia del pueblo de Robert Mitchum, ¿con quién nos quedaríamos?