martes, 25 de febrero de 2014

Chico de catálogo

Mi andadura por el mundo del postureo y la frivolidad continúa viento en popa. Si hace un tiempo fue aquella aparición especial de Radio Igualada, en el especial libreros que organizó Carne Cruda allá cuando anidaba en RNE y mi tan famosa aparición en TV3 llevando libros de un lado a otro y enseñando al mundo lo pulcras que son mis uñas (se me puede ver aquí), las apariciones especiales y menciones en diferentes blogs, aquella mini reseña que apareció en La Vanguardia el Sant Jordi pasado como librero de prestigio (!) y otros grandes momentos, se añade este año mi bautizo como chico de catálogo.


- Bueno, llamarse chico es ser generoso.
- Ya te digo, si en nada empezará a calzar veinte tacos en cada pier...
¡A callar!

Todo esto vino porque una editorial publicará un libro juvenil en el que confían mucho. Me pasó unas galeradas, lo leí, me gustó y lo dije. Tras esto y que tengo un raro prestigio como librero de literatura juvenil, pues decidieron incluirme en un catálogo de la editorial con el logo de la librería, una frase de esas que dan tanta rabia de

Un libro muy chulo y tal con palabras y espacios entre ellas, Jorge, librero sexi.

y cosas de esas para vender algo. Vamos, que me he vendido a hacer publicidad solo por la ilusión que le hará a mi madre verme todo calvo y sanote impreso en unos papelajos.

Sea como sea, ya está hecho y allí se ha quedado. Próximamente publicaré el resultado. A. ya puede decir que está liada con un chico de catálogo igual que yo digo que estoy liado con una exmodelo de pasarela. Que lo fue.

martes, 18 de febrero de 2014

miércoles, 12 de febrero de 2014

13 añitos de Club de Jazz

Hoy este blog está de cumpleaños. ¡Bieeeen! Pero, ¿el de la bitacora, el del editor, el de la musa del año, el de los invitados especiales que aparecen cuando nadie los quiere
- Hola.
- ¿Qué tal?
- Bueeenas.
- ¿Qué passsa?
- ¡Vuelo, vuelo!
Nada de eso. Tal día como hoy hace trece años el buen amigo de este blog Carlos Pérez Cruz empezó la aventura de editar El club de jazz, un programa centrado en la infinita riqueza del jazz actual. Un proyecto demencial. Trece años después sigue en la brecha, combatiendo, peleando por una música a la que ha dedicado su vida, vibrando con lo que descubre y compartiéndolo con el mundo, con independencia, buen criterio, humor y, pese a lo cursi que pueda sonar, mucho amor.


Además, es el editor de ese excelente blog que es Carlos Crece, sin dudarlo uno de mis blogs favoritos y uno de los pocos que considero imprescindibles, sigo de forma asidua y cuya voz sosegada, algo rabiosa, combativa, inconformista, independiente y en lucha con ese concepto tan peligroso de verdad absoluta sirve de complemento a mi voz absurda.

El aniversario de un programa que escucho de forma asidua, que me gusta mucho y me hace feliz me ha hecho reflexionar. Poco, que nadie se asuste. Resulta curioso como en las redes sociales o en los espacios que tenemos para opinar lo que queremos, solemos poner énfasis en la queja, en la crítica, en lo que no nos ha gustado, en lo molesto, etc., pero olvidamos hablar de aquello que nos llena, nos hace felices y nos hace ser y querer ser mejor persona. Me quejo mucho de los clientes, pero hablo poco de aquellos que me dan las gracias o dicen, pero qué majo que es este librero. Y El club de jazz es una de esas buenas cosas que hacen feliz y de las que no he hablado. Y resulta más indignante cuando este blog se ha escrito en mucha ocasiones al compás de las piezas que Carlos ponía en su programa y al calor de su voz, se han ideado cuentos, escritos algunos y detenido una palabra a mitad para acabar de capturar el final de una pieza o maravillarse en la evolución de una voz o un piano, o vivir esos momentos en los que se crea un peso en la boca del estómago por una música que toca algo del interior, que conmueve, transforma y sientes la necesidad de compartir.

Y es jazz, un género infinito, siempre evolucionando y cambiante, que me fascina desde que era un chavalín de siete años que una noche escuchó en la radio a alguien hablar de un señor llamado Charlie Parker y luego rompe la noche el sonido de un saxofón que suena libre y la vida de ese chaval y sus gustos musicales nunca irán al compás de amigos y compañeros. Un género que amo y con el que lo paso bien, disfruto, aplaudo y emociono, pero al que soy infiel y más en esta etapa tan poco musical de mi vida. El club de jazz me sirve de forma egoísta para seguir agarrado a un tipo de música que ha definido momentos importantes de mi vida y me recuerda por qué la adoro tanto.

Y esto lo hace un tipo desde su casa con, y utilizo sus palabras, "la misma mesa de sonido que compré entonces, con un micrófono que se me prestó y con un ordenador portatil muy normalito que lleva años (sí, años) dado sustos y avisos de defunción." Un tipo al que no conozco, con el que no he tenido una conversación, que no nos hemos invitado mutuamente en un bar, ni conocemos más de la vida del otro que lo que podamos insinuar en nuestros respectivos blogs. Pero un tipo que por esos extraños azares de las redes sociales, encuentro más cercano que muchas personas que veo cada día, que me divierte con sus avatares con teléfonos y susurradores en los conciertos, me conmueve y admira por su compromiso con nuestro día a día, su voz indignada e independiente, el amor por lo que cree y su punto de locura.

Sea como sea, mi pequeño homenaje. Feliz cumpleaños. Carlos, gracias.

sábado, 8 de febrero de 2014

Malito

Llevo unos días malito. Ahora me encuentro algo mejor y voy mejorando de forma lenta. ¿Qué he tenido? Bueno, el martes por la tarde me empecé a encontrar mal. En el estómago empezó un concierto de dark metal y me iba encontrando mareado. Llegué a casa como pude e incrustado en la butaca dejé que me invadiera la fiebre y un progresivo ains qué malito que estoy y cuánto me quejo.

El miércoles no fui a trabajar pensando que esto se pasaría, uno de esos virus encabronados de veinticuatro horas que te dejan echo mierda, pero que al momento se larga a joder a otro. Pero no. 

El jueves fue peor. El estómago recordándome cada segundo su existencia, fiebre, malestar en to el body serrano y... bueno... diarrea; una de las muestras más indignas de malestar corporal. Materia fecal que a pesar de todo y de todos quiere ser libre cual caballo en la pradera y no le importa ni el cómo, ni el cuándo, ni la postura para irrumpir y sentir el viento en la cara y dejar su huella infinita en el mundo. Así que para el médico. No me gusta ir al médico. Y no por ninguna superstición de esas de vete a saber qué me encuentra y vas por un resfriado y sales con un riñón menos y un pecho en la espalda, si no porque no me gusta ir a sitios donde me hacen sentir como un mentiroso. Aunque no lo sea. Mientras iba camino al ambulatorio con los cachetes apretados para no tener ninguna sorpresa, recordé la última vez que fui al médico. Había hecho un cambio de ambulatorio y la enfermera insistió en hacerme una pruebas para poner al día mi ficha.
- ¿Nombre?
- Jorge Jiménez del Moral.
- ¿Fecha de nacimiento?
- Eso no se le pregunta a una dama.
- No eres una dama.
- Ya, pero podría serlo y le agradecería que lo tuviera en cuenta. Además, una dama nunca hace esas preguntas.
- No soy una dama.
- No hace falta que lo jure.
- ¿Fecha de nacimiento?
- 16 de noviembre de 19**.
- ¿Podría decirlo sin asteríscos?
- No.
- Vale. ¿Fuma?
- No.
Y esa mirada. 
Esa mirada que lanzan médicos y enfermeras y que desde pequeño he tenido que soportar y aprender a convivir. Esa mirada desde abajo acompañada de una ligera sorna en los labios y que viene a decir algo así como "Sí, ya...". Y sé que si se atreviera la conversación se desarrollaría de otra forma.
- ¿Dices que no fumas?
- No.
- ¿En serio?
- Hace ya más de cuatro años que no fumo.
- ¿Ni un poquito? Venga ya... seguro que en cuanto salgas te metes un pitillo en la boca. No tienes porque mentirme.
- No le estoy mintiendo. No tengo porque hacerlo. Tengo ** años y no tengo que ir mintiendo a mi médico.
- Ya, pero soléis hacerlo. ¿Fumas? No, claro, decís, pero por dentro solo deseas que me calle, me encienda un cigarrillo y tú puedas sorberme la boca con un beso para capturar el humo, ¿verdad?
- No.
- Porque me deseas.
- ¡No!
- Venga, todos tenéis fantasías con enfermeras. No me digas que nunca me has imaginado con el uniforme de gala, guantes y armada para un buen enema soltando palabrotas.
- ¡Qué no!
- Confiesa... confiesa. Me deseas.
- No.
Y así sigue.
Pero, claro, no dice nada y con condescendecia acepta la "mentira".
- ¿Bebes?
- No, no bebo alcohol.
La mirada.
- Apunto que de forma social.
- No, apunte que no bebo alcohol. Cero. Nada. Ni una cerveza. Ni bombones con licor. Ni me mojo los labios como las abuelas en los brindis. Cero. Nada. Ni una gota.
- Ya...
La sonrisita.
- ¿Comes verdura de forma habitual?
- Si.
Sí, ya...
- Y los dulces.
- Me gustan, pero no soy mucho de bollería.
Sí, ya...
Y así ad nauseam.

Así que no iba con muchos ánimos. Por suerte no estaba la enfermera y mi doctor es un señor muy mayor con ganas de jubilarse que va la grano gracias a los años de indolencia. Pim, pam, gastroenteritis de campeonato. A cuidarse, comer suave, no forzar, papel de water y paciencia. Anda, largo que no te quiero volver a ver.

Y en eso estamos. En la paciencia, los rollos de papel y la manzana y la tostada para desayunar. Mejorando, pero todavía con algún sprint al baño. Han sido días de leer poco, escribir menos, ver alguna película con somnolencia y desear que todo pase ya y que mi aparato digestivo y excretor vuelva a la normalidad.

miércoles, 5 de febrero de 2014

The Wrong Mans

Estos días hemos acabado de ver una de esas series británicas donde en una temporada de seis capítulos lo concentran todo. Seis capítulos y media hora de duración. Suficiente para platear y explicar una historia divertida, efectiva, sorprendente y que se gana al espectador gracias a que sus dos protagonistas son dos tipos grises y normales con una vidas grises y normales. ¿De qué estoy hablando?


Un tipo que trabaja para el ayuntamiento es testigo de un accidente automovilístico. Tras avisar a la ambulancia y desmayarse, encuentra en la nieve un teléfono móvil. Este suena y él contesta. Y este es el punto de arranque del argumento. Dos tipos que por una llamada se verán envueltos en una trama criminal que les viene muy, pero que muy grande. Y hasta aquí puedo leer.

The Wrong Mans es una buena combinación de thriller de espionaje, pinceladas de drama y comedia algo absurda, pero real.

Buen descubrimiento.