jueves, 29 de noviembre de 2012

Sobre las acuarelas de Hitler

Hace unos días estuvo mi buen, pero cansino amigo Jordi cenando en casa. Entre otras cosas, hablamos del apareamiento bimestral de la cebra canadiense, de Gervase Fen, de las elecciones en Catalunya (un rollo) y que si quién era más imbécil, si él o yo (él, claro).  No recuerdo el camino, pero acabamos hablando de unos de nuestros temas fetiche: los viajes en el tiempo. Que si para adelante, que si para atrás, que si Roma y sus gladiadores y su suciedad  que si Nueva Orleans y el jazz y las señoritas de vida alegre, que si esto, que si aquello.


Jordi es de explorar el pasado. A mí la verdad es que el pasado me da bastante igual y el futuro me la pela bastante. Lo que me interesa de la posibilidad cada vez más real de viajar en el tiempo es la manipulación y la posibilidad. Ejemplo, ir a Constantinopla y cerrar aquella puerta y ver qué pasa. Provocar la victoria de Napoleón en Waterloo y ver qué implicaciones tendría para la historia de Europa (entre ellas que ABBA no ganaría con su canción en Eurovisión) o decirle a un joven Miles Davis que lo suyo no es la música y decirle que se dedique a vender aspiradoras y que te haga caso.


O conseguir que a Hitler le hubieran aceptado en la escuela de bellas artes en vez de verse rechazado y soltar entre dientes a las puertas de la academia, sus vais a enterar, ahora sabréis quién soy yo. Quién sabe lo que hubiera pasado en ese caso... Cabe la posibilidad que en la actualidad el nombre de Hitler estuviera en boca de todos como uno de los grandes genios pictóricos de la época de entreguerras (si es que llegase a existir eso de la época de entreguerras). Hitler llenaría los libros de historia del arte, alabaríamos su técnica, su destreza con el pincel, la grandeza de su visión del ser humano, en las casas tendríamos litografías de sus cuadros y las casas de subastas se sacarían los ojos por conseguir aquella servilleta donde garabateó un pene cuando estaba aburrido en un restaurante. Y sería habitual las frases de "es un Hitler", "es el heredero natural de Hitler" o "tiene la misma técnica que Hitler para tratar los espacios cerrados".

O no, o entre en la escuela, ve que lo suyo no es el pincel, conoce a una chica, se enamora y decide recorrer Europa caminando con un espectáculo de mimo callejero. O se convierte en un gris profesor de anatomía y aquí no ha pasado nada. O todo sucede igual, pero con un par de años de retraso. Nadie lo sabrá jamás. Y si alguien lo sabe que hable... ahora.

Y, la verdad, es una pena y es por eso que pido una máquina del tiempo, ¡ya! Y que además permita las manipulaciones en otras dimensiones y las grabe en vídeo para verlas cómodamente desde casa.


jueves, 22 de noviembre de 2012

Sobre ese nuevo archienemigo



Cada cierto tiempo me aparece un nuevo archienemigo. Los cables siempre están. Fue ese teléfono móvil al que no sabía cómo quitar la alarma y sonaba los domingos a las siete y media rompiendo el sueño. Fue el autobús dirección Igualada que salía de Barcelona que olía raro. Fueron aquellos rotrings que en clase de dibujo siempre dejaban mancha. Todos ellos me acabaron venciendo, pero siempre presenté batalla. Pero desde hace unas semanas ha aparecido en mi vida el archienemigo de los archienemigos contra el que parece que no puedo luchar y al que no puedo vencer. ¿Quién?

El equipo de música del trabajo.

Parecido a éste, pero diferente.

¿Y por qué? Bueno, para explicar esta dramática lucha tenemos que remontarnos a unos años atrás. Érase una vez una librería que decidió tirar una pared y crecer. Así se hizo y empezaron a aparecer extrañas personas con exóticos nombres como paleta, electricista o yesero. Tira pared, rompe baldosa, abre saco de cemento. Total, que durante demasiadas semanas nuestro querido espacio de trabajo se vio inundado por cantidades ingentes de polvo. Recuerdo que en mi inocencia comenté que deberías quitar el equipo de música para evitar que se estropeara. Nadie me hizo caso, claro. Y el equipo de música fue llenándose de polvo, cargándose y mutando. Porque una vez que acabaron las obras, el equipo que tantas horas de música, tertulias y entretenimiento no volvió a ser el mismo. Donde antes había minutos de rádio, solo estática (un paleta listo pensó que la mejor forma de quitar la antena no era deserrollándola, sino cortando con tijera). Donde antes había música y la lectura de cualquier cd, ahora solo lee... no sé si puedo... discos con canciones del verano.

Solo lee un cd. Dura 26 minutos. Tiene canciones del verano de distintos años. Soy candela, soy una llamaraaaaaaaaa durante horas y horas, días y días. Pones un cd que contenga, no sé, Lou Reed y Johnny Cash y Tom Waits y algo de música francesa (la que tiene ritmo, no la otra) y The Divine Comedy y Seu Jorge y The Delgados y etc., y no lo lee. Más que eso. No lo lee y encima lo raya. Por sus santos huevos. No importa si son grabados o originales. Cualquier disco que pones, no suena y sale rayado. Menos la puta llamarada de los cojones que se llega a oír nueve veces en una mañana. Esa y la canción de la mujer mala que se fue en un día de lluvia, condenada, y dejó al grupo de voces masculinas hecho unos zorros y con un resentimiento encima para cagarse... Una vez y otra y otra y otra y otra y otra... Y si a todo esto le añades pasarse toda una mañana en el almacén entrando novedades del grupo Planeta, pues no es sorprendente que este librero majo y buena persona acabe a días como acabe.


Ya sé que habrá alguno que diga que esto se arregla sustituyendo el equipo de música por otro, pero como todo archienemigo es eterno, inmutable y siempre está allí; jodiendo discos y dejando que suenen durante cuarenta horas semanales los mejores éxitos del verano en pleno invierno.

Hay días que odio la música.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Lecturas

Tranquilo, muchos hemos puesto exactamente esa cara.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Postcumpleaños

Vienen y arreglan la nevera, pero se olvidan de decir que durante un par de días el electrodoméstico se tiene que poner a tono y mejor no llenarla. Como no lo sabemos, la llenamos y resulta que el congelador enfría, pero la nevera, no. ¿Resultado? Pues que hay comida que empieza a echarse a perder y nos ennerviosamos y macago en todo lo que se menea. Llama al técnico de nuevo, pero no, que es viernes por la tarde y hasta el lunes nada. Así que paseando un coraje y unas ganas de perder el respeto por casa. Pero esto se queda en nada cuando...

Al despertar, se encuentra uno con una caja y dentro de ella, un huevo de dragón.

Con sus guardianes, claro.

Las tan ansiadas pezoneras de stripper venida a menos.

No son buenos tiempos para ser un guardián espacial

Y libros fantásticos, juveniles, amorosos, pa listos y pratchianos.

 Unos por cumpleaños, otros por coincidencia temporal. Pero todos cuentan.

Además de felicitaciones y tener a mi lado a la más mejor mujer del mundo que hace gorras y dibujitos y pese a todo sigue con la cabeza alta, las alas desplegadas luchando por hacer lo que sueña hacer con su vida. No hubo en todo el día de ayer ningún cliente imbécil en la tienda (vale que no saliera del almacén y no me enfrentara a la realidad) y no hizo frío y los gatos estaban mu graciosos (sí, estoy enamorado de ellos, ¿qué pasa?). 

Y para acabar el día, recibo la noticia de que mi mejor amiga tuvo a su Alejandra el día diez y que tanto madre como pequeña están hermosas, sanas y felices. Y consigo hablar hablar con Aurora después de tres años y pico de no vernos y dos años sin oír la voz del otro. Cosas de tener un océano en medio. Pardiez, cómo añoro La Habana.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Estos días...

... han sido un poco complicados y la habitual intermitencia de esta bitácora se ha visto algo alterada. Hago un resumen así deprisa deprisa escuchando The Delgados.

Se rompe la nevera. Ahora enfría, ahora no. ¿Por qué? Quemada. Como el ambiente del país.
- ¿Qué país?
No pienso entrar en eso.
Total, que la nevera se va a tomar por culo. Y claro, venga a cocinar todo lo que había en ella para que no se estropeara, pero drama. No he recordado el helado de vainilla que A. hizo y que acaba languideciendo sin que nadie se lo coma. ¿Cómo he podido olvidarlo? A veces pienso que mis detractores tiene razón.
Jordi, cállate.
Viene el técnico. Hola hola qué tal madre mía hay que pedir una pieza no sé lo que cuesta ciento y pico largos mañana a lo mejor sí bueno contad con ella y si no pues ya llamo y quedamos para otro día venga hasta luego. Y viene con un compañero que no habla y arregla la nevera bajo la supervisión de A. porque yo he ido a buscar a los niños al cole. Es curioso, lo que llego a odiar los colegios y sus niños y sus gritos y sus grupos de padres conspirando en la puerta y ahora casi cada día llevo a Niño Lobo y Niña Zombi. Claro que me abandonan a la puerta del colegio y yo puedo huir.


He ido a ver la última película de James Bond. Skyfall si no recuerdo mal. Algunas consideraciones.

- Me gustan las películas de James Bond. Son absurdas, increíbles, llenas de explosiones y chicas guapas. Mis favoritas siguen siendo Desde Rusia con amor (impagable esa pelea de las dos muchachas por el bueno de James y esa actitud de él tengo para todas, nenas) y Goldfinger (¡un ejército de buenorras y un chino con sombrero asesino!).
- Esta me ha gustado. Tiene una primera parte a lo exótico bien conseguida (la espectacular y muy gratuita escena inicial (ojo, lo de gratuita no es una crítica) y la escena en el rascacielos) y una segunda parte muy serie B cutre que me recuerda aquellas películas de los setenta llenas de cabrones campestres.
- Y en contra de lo que parece ser la opinión general, Javier Bardem me ha parecido ridículo y uno de los peores villanos que han aparecido en una película de Bond. De acuerdo que partimos de la base de que es un actor que no me gusta, pero en Skyfall roza un límite nuevo. No podíamos aguantar las carcajadas cada vez que salía en pantalla. Y menudo final...
- Es bonito ver como estas tres películas con Daniel Craig cierran un círculo que conectan directamente con el Dr. No protagonizado por Sean Connery.
- Pero que digna que es Judi Dench.


Época de calma chicha en la librería. Hay trabajo, pero no hay trabajo. Entran libros en cajas como novedades, salen libros en cajas como devoluciones, entra pocas personas a por libros. Algunas buscan revistas, no vendemos. Otras, puzzles. No vendemos. O fotocopias. No hacemos. Se vende poco y lo poco que se vende suele ser el maldito señor Grey y poca cosa más. Vamos arrastrándonos hasta que llegue la época de navidad que se presenta, como mínimo, extraña. Veremos qué pasa.

Hoy es mi cumpleaños.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Portada

Esto no pasa, siento desilusionaros.
Y alguna apuesta sobre el título del libro que el mocetón no leerá.
Gracias al insigne Dr. Insermini por proporcionarme esta maravilla.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

martes, 6 de noviembre de 2012

Elina Duni...

... como clavarse un tenedor en el corazón.

Gracias a Carlos, lo que hace este tipo por mi cultura musical no tiene precio
(así que no le pongas ninguno, Carlos).

domingo, 4 de noviembre de 2012

Días de paranoia

Por tres motivos.

1. El señor que dijo "sus vais a enterar" por un quítame de ahí ese libro. Nos quedamos todos con el culillo apretado para evitar que la cacá nos llegará a los tobillos. Es que el señor era así como alto y con mala leche y gritaba y no tenía sentido del humor y su hijo nos miraba con cara de este tipo es mi padre y pega a los profes que me castigan por quemar el pelo a mis compañeros.


2. Tacones en el techo.

Enresulta que encima de la librería había un centro de ordenadores, pero la crisis y cosas de esas que se han inventado los bancos pues hizo que el centro se redujera y se invirtiese el espacio en la creación de dos pisos. Meses de obras después, esta semana se ha estrenado el inquilino en nuevo hogar de alquiler. Y quien vive arriba pues es de ponerse los tacones a las nueve de la mañana y pasarse el día haciendo kilómetros arriba y abajo de su vivienda. Y toc-toc-toc, y toc-toc-toc, arriba y abajo, abajo y arriba. Y los de la tienda nos vamos emparanoiando porque oímos pasos y creemos que ha entrado alguien en la tienda y salimos huyendo en direcciones distintas para no atender, pero no hay nadie y perdemos diez minutos que podríamos dedicar a perfeccionar nuestras imitaciones escondidos en la sección de poesía (es que nunca va nadie...).

¿Por qué en la comodidad del hogar, la incomodidad de los tacones? Se barajan varias teorías. Entrenamiento para la tradicional carrera en tacones, penitencia por pecados en anteriores vidas, es una madame matutina, exploración de la sexualidad, pone cachondón pasar la aspiradora en taconazos o ir a mear, rodaje de película porno donde te lo quitas tú, menos los zapatos, etc. Sea como sea, el taconeo crispa mucho.



3. El extraño caso del argentino alto.

Entra una muchacha sofocada explicándonos que la han timado. Trabaja en una papelería. Ha entrado un argentino alto (identificado por el acento y la altura) para comprar unos bolígrafos y ha empezado con el dame eso, mejor no, ponme eso de ahí, te pago de aquí, no de allí, espera... Total, un clásico que le ha valido a la muchacha un billete de los gordos menos y muchos nervios. Como el tipo ha preguntado si había cerca alguna librería, pues temiendo que fuéramos las siguientes víctimas nos ha venido a avisar.

Le hemos dado las gracias por el aviso y nos hemos puesto en guardia. Argentino alto que entre, patada en la boca y luego preguntar qué busca. ¿Qué es injusto con la población masculina alta argentina? Seguro. Además, ¿qué es algo y qué es bajo? La muchacha en cuestión era bajita así que cualquiera que pase del metro setenta es alguien alto. ¿O era alto en el sentido de alto, joder qué alto, hasta me da cosa mirarlo? ¿Y cómo sabemos que era argentino? A lo mejor solo estaba imitando el acento... todo el mundo cree que puede imitar el acento argentino, solo hay que alargaaar un poco las vocaaales y decir vooos y sabeees y Evita, mate y Maradona. Porque, claro, quién nos dice siquiera que era un argentino alto. A lo mejor era un chino bajito maestro del disfraz. A lo mejor la muchacha es su cómplice y nos dice que vendrá un argentino alto y nos ponemos nosotros así, mira para allí, mira para allá, ¡un argentino alto a hostias con él! cuando en verdad el culpable es un chino bajito con cara de hurón y ya la tenemos liada y timados. Si es que es un hombre, claro, que a lo mejor es una mujer que ni es alta ni argentina ni china ni nada y ni siquiera existe o es una muñeca de esas que dicen mamá, mamá y disparan napalm por la nariz. Si es que no te puedes fiar de nadie. Claro que también podría haber un topo...


Sí, nos aburrimos mucho.