viernes, 20 de julio de 2012

Visiones de la comedia I









Y de estas visiones habrán más, muchas más.

jueves, 19 de julio de 2012

Estos días

Días complicados. El calor y el trabajo me agotan y cuando llego a casa por la noche prefiero cenar  tranquilo, charlar con A. y los nenes, ver viejos capítulos de Frasier y leer alguna mala novela que no puedo acabar a ponerme con el blog. Además, con los calores el ordenador se satura, se calienta demasiado y plof, se pega un cuelgue que me hace temer lo peor para el sistema operativo. Así que estos días que no he actualizado me he asomado por el balcón a oír los abismos de sabiduría que emergen del bar de abajo ("Si es que encima, lo peor, es que quieren que les paguen por trabajar") y a empezar a pensar en mi próxima partida de rol como máster donde fusilaré de aquí y de allá para crear un espectáculo lleno de acción, de violencia y de traiciones.

Y el trabajo, claro. Porque estamos en plena temporada de cuadernitos de verano, lecturas obligatorias (momentazo de una niña que pide elegir entre mediocre A y basura B porque la profesora les había dicho que las otras de las lista no valían la pena... entre esas otras estaba La isla del tesoro, El sabueso de los Baskerville, Capitanes intrépidos y El hobbit... la cara del padre y de un servidor era de encender un par de antorchas e irnos de tumulto), de libros de texto y de un montón de cuadernillos con vida propia que se resbalan, se pierden, se mezclan y aparecen en los lugares más raros (incluido el bolso de una señora que mira tú, no sabía cómo había llegado eso allí). La campaña de texto elimina mi sentido del humor y me convierte durante un par de meses en alguien que no me gusta, un tipo serio que trabaja en una librería y que de lejos recuerda a un librero.

Y a esto quedan reducidos los libreros tras dos meses de campaña de texto

El texto es lo peor. Ya sé que me quejo del trabajo durante todo el año, pero el texto es lo peor. Es aburrido, tiende al mal rollo, a nadie le gusta (mucho trabajo y poco margen para el librero, muy caros para los padres - hablamos de algunos lotes de primero de primaria que rondan los 200 € -  y a los niños pues como que no les hace mucha gracias pensar en pleno verano en el septiembre que viene). Y los cuadernos de verano, tortura inventada por alguien que odiaba a los niños aliado con padres preocupados (caso real) que además del cuaderno general de repaso y los específicos de matemáticas, catalán y castellano se lleva dos cuadernos de inglés, cuatro de caligrafía, cinco de ortografía, dos más generales del curso superior que aun no ha hecho, libros de pasatiempos y la promesa de volver a por más cuando se acabe. Entre las frases que sueltan:
- Cada día, tres horas de estudio.
- El verano es muy largo y no lo van a dedicar a jugar.
- Así no se aburren, que si se aburren se ponen a pensar o algo peor.
- ¿Y libros de introducción a la trigonometría para niños de primaria no tienen?

Y de lectura, un libro:

Un espanto que motiva a los niños a ser ahorradores y confiar en los bancos. Tócate los huevos.

Si somos tus amigos, niño. Y lo seremos por el resto de tu vida.
Bankero, de Iker Cortázar. Más muestras de su obra aquí.

Y así pasan los días y yo desesperando, pero con la promesa de luchar con la modorra de las nueves de la noche y ponerme a escribir más. 

La de las tres de la tarde no hay quien la supere.

jueves, 12 de julio de 2012

La triste historia de un búho llamado Mus

El lunes por la noche a eso de las doce y pico (y ya sé que técnicamente era martes, pero todos nos entendemos), una vez la partida de rol se había acabado, cada uno de los jugadores caminaba para casa y A. y yo comentábamos los aciertos y las equivocaciones de cada una de las decisiones tomadas, sonó un teléfono. El de A. Y ella descolgó. Andaba yo entre abrir o no abrir Dinero a mansalva de Terry Pratchett porque era tarde y cuando empiezo con una nueva visita a Mundodisco tiendo a desaparecer y oía a A. decir sí, no, qué, oh, sí, claro, hasta ahora.

- Era E. - dijo A. - Que nos trae un búho.
- ¿Un búho?
- Sí, se ha encontrado un polluelo de búho en la calle y nos los trae para ver si lo salvamos,.

Dicho y hecho. E. se presenta a los diez minutos y nos deja lo que parece la cría de un buho / mochuelo / otro espécimen.


A. lo acoge entre sus manos y con esfuerzo y dedicación conseguimos darle algo de comer, algo de beber e improvisarle un lecho. Parece que no tiene nada roto. Se le ve débil y cansado. No se mueve y se deja coger. Tan quieto que Sigilo pasa de él. No es interesante un bicho que no se mueve. A pasar la noche a mi despacho.

Y así durante dos días en los que el búho parece recuperarse, abrir los ojos, hacer con normalidad sus deposiciones y comer con apetito. Los niños lo adopta y los llaman Mus. Sigilo sigue pasando de él. Le interesan más las irritantes palomas que viven en un par de respiraderos de la fachada. Lo vamos vigilando durante el día y vemos que se mueve de un lado a otro y nos observa con sus cada vez más enormes ojos. Un par de llamadas a protectoras de animales que no cogen el teléfono y reservas de aves rapaces que no responden los correos electrónicos. ¿Qué hacemos con el búho? 

De momento, hacer una entrada en el blog esta noche que se llamará La gatita y el búho. Algo fresco y divertido.


Llegar a casa, pelear con los niños para que se pongan el pijama, cenar, leer un par de páginas, hablar con Niño Lobo de viajes en el tiempo mientras Niña Zombi juega con sus muñecas a las aventuras de un montón de niños enfrentados a todas las desgracias posibles. Entre en el despacho a buscar el ordenador para escribir algo y me encuentro con que el búho ha muerto. Es triste. Avisar a los niños y explicarles que el búho se ha muerto. Y tranquilos, nada de cielos de pájaros, ha venido su mamá a buscarlo, está con los ángeles o miles de bla bla bla más. El búho se ha muerto. Es triste, pero es así.

Y nos quedamos con la sensación de que podríamos haber hecho más o que no tomamos las decisiones correctas. Una pena.

domingo, 8 de julio de 2012

Sábado de presentación

Domingo por la mañana... día de descanso después de la primera semana de trabajo después de las vacaciones. Mucho texto, primeros errores por listas de libros mal hechas, primeras cajas repletas de cuadernillos para contar y separar, pero pensando bien ha sido una buena semana. Supongo que el buen rollo que se respiró ayer en la librería y en las horas posteriores es lo que el cerebro recuerda y atesora (y a aquellos tres críos que se dedicaron a estamparse golpes en la cabeza con los libros del pobre Caillou que bastante tiene con lo suyo... las hostias que se daban y mi transformación en Hulk-librero-revienta bazos también es para recordar).

El motivo del  buen rollo es que estuvieron en la librería los amigos Martín Piñol y Vótric presentando su colección de libros infantiles La cocina de los monstruos y más en concreto su último número Chuletas de dragón. Ya sabéis aquel en el un servidor y la bella y simpar A. aparecen como si de unos Steward Granger y Jean Simmons cualquiera de special guest star en la novela como si fuera un capítulo especial de Hotel (¿alguien se acuerda?). ¿No? Venga, vuelvo a poner la prueba.


Fue una presentación breve, divertida y directa. Por norma general las presentaciones son dos tipos detrás de una mesa. Uno diciendo cosas de listos sobre el libro que ha leído, lo majo que es el tipo que lo ha escrito y unos cuarenta y cinco minutos de bla bla bla qué listo que soy y yo sí que he entendido lo que el tipo de al lado quería decir con su novela. El tipo de al lado, el escrito, va poniendo cara de este too no ha entendido nada, pero qué cosas más bonitas dice y luego se pone a hablar de porqué ha escrito, qué quería decir y bla bla bla.

Pues aquí no. Porque ayer Martín Piñol y Vótric hablaron de yetis, de dragones, de cocineros de la escuela, de qué pasa si un niño resulta ser un dragón y de lo divertido que son los libros. Diez minutos y al lio, a que los niños se acerquen emocionados con sus libros de la colección para conocer a los dos cerebros que crearon El Chef Zombi y que les hagan dibujitos y palabras bonitas. Mientras tanto, A. deja material en el suelo para hacer pulseras y se pone a lo suyo, maquillar. Pequeños tatoos en los brazos a los chavales que lo querían. Una tortuga ninja, el Capitán América, un par de krakens, dos tortugas, dragones y etc. Y todo el mundo elogiando lo maja que es A., lo simpática y la buena mano que tiene para niños y dibujos.

Fue una bonita mañana porque la librería estaba llena de niños y niñas agarrando con fuerza libros que les han gustado mucho, porque podían llevarse una manualidad de recuerdo y porque apareció por allí el Capitán Chistorra con su bicho y su piltrafilla y asistió entre muy asustado y terriblemente acojonado como su pequeño empezaba a poner Jorges en la pulsera que se hizo y quería tatuarselo en pintura que se quita con un agua para siempre. Porque Jorge es lo más grande que hay. Sí, Capitán Chistorra, el niño es mío. Gracias a una máquina de emisión de sensores cerebrales y barridos ópticos, he conseguido que tu niño se pase a las filas del mal y me reconozca como su dios y líder. ¿Y qué puedes hacer tú para evitarlo? ¿Qué puedes hacer? Pues muchas cosas, a ver si se te ocurre alguna majo.



Después de la presentación, pues a comer bien en una terrazita y hablar de timos, de viajes, de cosas de los ochenta, de gatetes y perretes, libros, la situación del libro y vamos para casa para enseñarla. Sigilo se pone a cien cuando ve a Ewok, la perrita de Martín Piñol y Natalia. La asesina silenciosa y mortífera que sabemos que vive dentro de esa hermosura felina de color blanco apareció. Tuvimos que encerrarla en una habitación para evitar un desastre. De lejos podíamos oírla chillar, dejadme a solas con esa perra, dejadme a solas con esa perra.

Enseñar el piso, dar un par de abrazos e irme para trabajar. Hasta la próxima y que sea pronto. Los dejé haciendo manualidades. A. atrayendo a incautos a sus redes con la promesa de irse después a tomar una horchata a la rambla de Igualada.

Mientras tanto, yo estaba en la librería repasando listas de libros de texto y mirando título por título todo el fondo de Punto de Lectura para preparar una campaña de libro de bolsillo. Vamos, un plan ideal para un sábado por la tarde.

PUBLICIDAD

Por cierto, el amigo Martín Piñol tiene intención de dirigir una película que seguramente le catapultará al éxito, venderá los derechos a Spielberg, generará una cantidad de merchandaising y muñequitos para poner cachondón a los coleccionistas, le confirmará como uno de los grandes talentos de su generación, se comprará la casa de sus sueños y donará a fondo perdido el cincuenta por ciento de todas sus ganancias a la fundación Jorge Jiménez del Moral. Por unas vacaciones eternas. Pero rodar una película vale unos dineros y el equipo de la peli pide ayuda para conseguir unos durillos que necesitan para que el proyecto llegue a buen puerto. ¿Cómo? Pincha sobre la imagen y te lo explican muy bien.

El dietista, una comedia gordaca.

Ah, y me han asegurado que pese a tratarse de una película española no se trata de cine social repleto de putas y yonquis, ni un drama sobre la guerra civil y que los actores vocalizarán y se entenderá todo. Será una comedia gordaca algo absurda con aire ochentero para ver con los amigos mientras uno se infla de pizza y se ríe

(Hala, Piñol, ya he hecho mi parte con la publicidad de la película... ya puedes devolverme a Sigilo, el lavavajillas y mis tebeos de SuperLópez y el Supergrupo... que no les pase nada, por favor... seré bueno).

jueves, 5 de julio de 2012

Y vuelta...

A los dos días de volver de las vacaciones, oigo esto.

- Joder, ¡no tienen el dos! Tiene el uno y el tres, ¡pero no tienen el dos! ¡Qué les cuesta! ¡Serán desgraciados! ¡Qué les cuesta tener el dos!
- Tata, miro el libro de Dora Exploradora.

Estaba en el almacén enterrado en novedades cuando oigo unos gritos procedentes de la sección infantil. Alzo la cabeza del cómic de Batman que estaba ojeando y me sorprendo al encontrar a una niña de diez u once años caminando de un lado a otro despotricando contra la librería y sus habitantes por no tener un cuaderno de ejercicios de mates mientras sus hermanas pequeñas se miraban con tranquilidad unos libros de la maldita niña y su inseparable mochila. Sigo escuchando.

- El dos, no tiene el dos. ¿Y ahora qué? Hijos de puta, pero qué hijos de puta, ¿qué les cuesta, me lo podéis decir? ¿Qué les cuesta?

De un lado a otro, largas zancadas, brazos pendulantes que desordenaban libros en busca de alguna sutil venganza, mirada perdida y una retahíla de tacos iban deslizándose por su boca que me lleno de envidia. A su edad, yo solo conocía la mitad. Continua su camino hasta que al calor de un nuevo hijos de puta se detiene al lado de las que intuyo son sus hermanas y se pone a mirar la historia de la niña que enseña inglés con su mono a los niños. Es entonces cuando salgo del almacen.

- Perdona - digo. Silencio - Perdona. La chica de la camiseta roja.
- ¿Sí? - dice mientras se gira con un movimiento entre cansado y derrotado, pero con la guardia alzada. En el momento menos pensado puede desenfundar su espada y vernos enzarzados en un combate del que solo puede salir partes de uno.
- ¿Te puedo ayudar?
- No.
- Es que he oído gritos y he pensado que necesitabas ayuda o te pasaba algo...
- No, ni tú ni nadie me puede ayudar - y vuelve a interesarse en la persecución de la niña y el mono contra el whisper que roba objetos que no necesita... en vez de culpabilizarlo deberían ofrecerle su ayuda.

La historia acaba con el hallazgo del cuaderno número dos en el almacén ya que en tienda se había acabado. Cosas que pasan.

Y me doy cuenta de que añoraba nada de todo esto. Las vacaciones son mi estado natural de existencia y volver a la tienda en plena época de cuadernería de libros de ejercicios estivales, primeros encargos de libros de texto, primeros problemas de quítame ese workbook de encima resulta estresante y poco acogedor.

Con lo bien que me lo he pasado estos quince días de asueto, tirado en el sofá de casa mientras leía, de paseo con A. y los niños, pensando en todo lo que quiero escribir y hasta escribiendo un poco, jugando a rol, viendo alguna película (qué poco me gustó Ice Age IV... moralina familiar de una forma tan descarada que molesta y aturde. Y los momentos de drama de instituto sobre popularidad de la mamut adolescente son de vergüenza. ¿Qué queda? Algún gag conseguido protagonizado por la pareja de perezosos. Espero que lo dejen aquí porque la serie se nota ya desgastada... la ardilla ha perdido su gracia), acostándome tarde, leyendo más, pasar mucho miedo al encontrarme delante del cine de mi ciudad el día del estreno de A tres metros sobre el cielo con la calle tomada por adolescentes de flequillo creciente, pantalón menguante que chillaban cada vez que una de ellas decía el nombre del "galán" y perdiendo el tiempo en esta inmensidad de información que es la cosa esta de interné.

Y ahora el tránsito por los meses estivales al pie de la librería con los libros de texto y los horribles calores. Pensad en mí.