domingo, 4 de octubre de 2015

Uno de esos puntos de inflexión que te proporciona la vida...

Ayer viví uno de esos momentos de inflexión de mi vida; uno de esos puntos indelebles en el tiempo y en el espacio que configuran el carácter y la historia de cada uno. Son momentos que pueden pasar desapercibidos, pero en momento febriles y semidesnudos se hacen conscientes. El primer reloj "de verdad", la primera declaración a una chica acompañada de risas y negativas, la primera polución, la conciencia de la muerte, esa borrachera que condujo al quicio de un abismo dimensional... Ayer por la noche viví uno de esos momentos, quizá el definitivo, que me convirtió en un adulto.

Las señales ya existían. Desde hace años no me gustan las fiestas o discotecas porque allí no se puede hablar, no entiendo cómo los jóvenes pueden peinarse así y salir de casa, cuando veo a un grupo de mozalbetes me da miedo porque me pueden decir algo o atracar para quitarme las recetas de las medicinas (aunque esto ya me pasaba cuando iba al colegio... los grupos siempre me han dado miedo... supongo que ese temor viene en la genética del niño gordo con gafas que lee libros y es malo en los deportes). A las once de la noche ya me entra en el sueño y empiezo a plantearme levantarme temprano para aprovechar la mañana. El tiempo pasa, nos vamos haciendo viejo y la fiesta ya no la entendemos como ayer.

Anoche viví uno de esos momentos. A. había salido a cenar con un amigo y Nina Zombi estaba en una fiesta de pijamas así que Niño Lobo y un servidor nos quedamos en casa viendo alguna serie, nos pedimos una pizza e hicimos una noche de tíos que acabó a las once de la noche cada uno en su cama durmiendo. Lo intentaba, al menos, ya que me empezó un horrible dolor de barriga y tenía una puta canción en la cabeza que no me dejaba tranquilo.


Sobre las dos volvió A., me mimo un poquito al decirle lo mal que me encontraba y nos pusimos a dormir. A., en su línea, a los cinco segundos ya estaba dormida. Yo seguía con los ojos abiertos dando vueltas con el gran jefe indio danzando en mi cabeza. A esos de las tres, empezó una horrible música que hacía tiempo que no oía y que creía olvidada entre las ruinas del tiempo pasado.

Que la detengan, es una mentirosa
Malvada y pelibros, yo no la puedo controlar

Que la detengan, me ha robado la calma
Se ha llevado mi alma, y no me ha dejado na.

Canción que iba acompañada de voces que a grito pelado intentaban seguir los avances rítmicos de las desventuras de un tipo que pide la detención de una mujer que no puede controlar ya que la único mujer buena es esa que se deja controlar, que es sumisa y no tiene personalidad (que no lo digo yo, que lo dice la canción). Canción, repetición de estribillo, coro. Una y otra vez. Un grupo de personas intentado cantar al unísono una canción estival que creía muerta y que siendo una empresa tan complicada, repetían y repetían y repetían.

- ¿Qué pasa? - pregunta A. con voz somnolienta.
- Las vecinas, que han montado una fiesta.
- Que follón, ¿no?
- Sí.

Y seguía. Música fuerte, voces a las tantas, risas, cantos, ningún sacrificio.
Otra noche no hubiera pasado nada. Uno lo entiende y tuvo la edad. Cierra las puertas y a intentar dormir. Pero anoche estaba febril, me dolía el estómago, no podía dormir, estaba agotado de una semana oyendo a la gente quejándose porque el cuadernito de lengua del tercer trimestre no ha llegado todavía y oír que es culpa mía que la editorial tenga que hacer reedición, el estado de A. que necesita sueño y descanso y... No hay excusa.

Anoche me convertí en un vecino.


En el vecino que llama a las tres de la mañana quejándose de que la música está muy fuerte y no puede dormir. En ese vecino. El que interrumpe las fiestas en pijama y pide por favor si pueden bajar la música y dejar de gritar. Porque es lo que hice. Bajar en pijama, llamar al timbre con insistencia y muy serio, quejarme para volver a casa, decir que A. que ya estaba hecho e ir al baño a vomitar.
¿El qué? ¿Mi juventud? ¿Mis años mozos? ¿Las últimas ganas de fiesta que me quedaban? No, la cena porque ya he dicho que me encontraba muy mal.

Y no, no sucedió eso de irse a quejar de una fiesta y acabar participando en ella. Un casi cuarentón entre veintañeros deslumbrándolos con su experiencia y su pericia en el baile. Ni siquiera tenía ganas de que pasara eso. Solo dejadme dormir con mi dolor de barriga y mi miseria.

El tiempo pasa.  ¿Qué queda ahora? ¿En qué me he convertido? ¿Qué queda de mí? ¿Quién me iba a decir a mí que me convertiría en aquel tipo que vino a una fiesta que organizamos cuando vivía en Barcelona a quejarse de la música alta? ¿Era como yo soy ahora? ¿Un doble? ¿Una proyección de lo que acabaría siendo?
Un vecino.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Que 10 años no es nada...

Ayer o mañana se cumplieron o se cumplirán diez de trabajo como librero.


Para estar seguro tendría que levantarme de la silla, apartarla, acariciar a Sigilo, caminar, acariciar a Zarpa, abrir la puerta del que muy pronto dejará de ser mi despacho, buscar una carpeta, abrirla, cerrarla porque no he encontrado lo que busco, mover papeles, entretenerme con una vieja libreta llena de cuentos, cerrarla, seguir buscando, estornudar por el polvo, y esto qué hace aquí, seguir buscando, encontrarme con viejas fotos, algún cadáver, restos de comida, algo de nostalgia que expulso del pueblo con brea y plumas... todo para ver si por casualidad encuentro la hoja de vida laboral que mandan cada año y ver la fecha en la que empecé a trabajar. Pero como todo esto me da una pereza horrible, pues nada, a la hipótesis que para eso está y si tantos científicos la han utilizado será por algo.

10 añitos ya. Y para que fue... sí, hace 10 años... que acompañé a mi buen, pero insoportable amigo Jordi a comprarse un libro de música y me dio por preguntar entre la marabunta al que sería mi jefe si necesitaban a alguien. Y me dijo, deja tu currículim y lo dejé y me llamó y empecé a trabajar. Ya sé que como historia le faltan ninjas, destete, monstruos, caníbales y números musicales con pasteleros troskistas, pero en ocasiones la realidad no viene con acompañamiento de setenta músicos.


2005. Reinaba sin discusión en las ventas Dan Brown y Ruiz Zafón. El libro de buenos sentimientos con niño que se puso de moda fue El curioso incidente del perro a medianoche (trono que después han ocupado El niño con el pijama de rayas y Wonder). Libros del asteroide empezó su andadura y recuerdo que uno de los primeros libros que tuve que colocar fue Las dos inglesas y el amor. El libro electrónico era un rumor. Muchos se quejaban de lo caro que eran los libros y de que los jóvenes no leen y están todo el día con las pantallitas. Hay cosas que no cambian. No conocía a A. Estaba a un año de ir por primera vez de viaje a La Habana y encontrarme con uno de esos sitios donde iría a morir y dónde me tendrías que buscar (otro es Las Vegas y hay un par más que me guardo en secreto). Aun trabajaba como gerente y chico para todo en un teatro y hacía teatro amateur como actor y esperando una oportunidad como director. Iba cada semana al cine (Igualada tenía dos cines) y leía mucho.


Y la gente.
Aunque mi experiencia como recepcionista y chico de la limpieza en unas piscinas municipales me había hecho pillar mucha tirria a los nadadores, y trabajando en un teatro había provocado que me mirara con reticencia a los músicos y actores (es que son muy raros, en serio), diez años como librero en una librería general donde se vende desde el último best seller, filosofía, autoayuda atlántica y cuántica, libros infantiles, derecho, filosofía, cartas de ángeles custodios, cocina, novelas así sería de pensar y leer mucho, fantasía, tiros y tetas, etc., han provocado que odie al mundo. Así en general. De entrada, odio. Luego, a lo mejor, me relajo y no me molesta (mucho) que respires. Sobre todo en esa temporada de texto que extiende sus tentáculos desde finales de junio hasta finales de octubre.


Recuerdo a la señora que buscaba un libro de hace dos años sobre un chico que quiere a una chica y que la portada era azul (sí, me ha pasado lo de la portada azul).
El señor que preguntó si vendíamos cuerda.
El señor que preguntó si vendíamos collares de perro.
La señora que quería todos los libros del mismo tamaño y altura, pero de diferentes colecciones porque quería decorar la habitación de su hijo.
El señor que intentó agredirme porque eso de la ley antitabaco le estaba quemando mucho.
La señora que después de insultarme se quejó de que tenía poca empatía y parecía que su encargo me importaba poco.
El chico que quería cambiar un libro de texto medio forrado, roto y con el nombre puesto alegando que ya no hacía el curso y que el libro no estaba tan mal.
El señor que creía que Shakespeare era un tipo de medicina alternativa.
La señora que me preguntó si El diaro de Ana Frank tenía final feliz.
El chico que buscaba Las raciones extraordinarias de Poe en cocina.
Y muchas, muchas, muchas más.


Diez años como librero y espero que sean muchos más, la verdad. A pesar de ser un trabajo tan cansado (y sí, ya sé que hay trabajos más duros, exigentes y desagradables, ya lo sé. Imagino que ser clasificador de heces para los servicios secretos de un país dictatorial no tiene que ser muy motivador, pero cada uno se queja de lo que conoce, leche), es un buen trabajo. Incluso pese a la gente. Tienes la esperanza de que entre tanto libro que recomiendas, encuentres un lector de verdad que busque algo más allá del libro de moda, de la novela de intriga cutre de la temporada, de la redacción escolar con ínfulas de Paul Auster que los críticos han aupado y convertido en fenómeno de un par de meses. Un buen libro, un buen lector. Y de vez en cuando, pasa. Un libro que recomiendas a alguien y cambia la vida de ese lector ya sea para envenenarlo, ya sea para reconciliarlo.






En estos años he hecho amistad con un puñado de clientes. He odiado y he sido odiado por otro puñado. Se dice que soy un buen librero, un gilipollas, que sé de lo que hablo, un borde, simpático, serio, agradable... Creo que con los años he perdido algo de frescura e ilusión, pero he ganado experiencia, claro. Espero estar otros diez, veinte, treinta años como librero vendiendo lo que no me gusta y recomendando como un desesperado aquello que creo debe conocerse y leerse con la esperanza de que una o dos personas se arriesguen y me hagan caso. Permitir descubrir y dejar que me descubran lecturas.


Ordenar, devolver, colocar, abrir cajas, cerrar cajas, volver a ordenar. Hacer los servicios de novedades, las reposiciones, los encargos, reclamar encargos que no llegan, volver a reclamarlos, controlar los libros que llegan, reclamar algún error, colocar los libros. Quejarse. Leer un par de capítulos sueltos. Comenar las novedades. Buscar un libro. Atender. Recomendar libros de secciones de las que no se tiene ni idea (¿un buen libro sobre bolsa? ¿algo de derecho? ¿la mejor guía para contactar con los ángeles?) diciendo que no se tiene ni idea. Hacer presupuestos. Atender cien mails diarios. Llamadas telefónicas. Mucho encargos (una media de cincuenta al día). Ordenar albaranes. Ordenar facturas. Hacer previsión de pagos. Actualizar precios. Recibir paquetes. Hacer devoluciones (mirar, decidir, albaranar, encajar y devolver). Atender. Buscar libros y no encontrarlos. Ordenar. Equivocarse (decir que un libro no está y está, no recordar un título, decir que un libro está agotado y no estarlo, no conocer a un autor que se tiene delante, a veces pasarse de listo). Barrer. Quitar el polvo. Decidir si hoy suena música o no. Mucho trabajo. Un buen trabajo, aunque no da tiempo de vestirse de tweed, tomarse un té y leer a Jane Austen con un gato en el regazo.

Mi librera favorita.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Reto Nicolas Cage. "Valley girl", 1983

Seguimos con el reto Nicolas Cage.

Hoy toca su segunda película y la primera como absoluto protagonista.

Valley girl, Martha Coolidge, 1982

Julia, una chica de buena familia del Valle conoce a un punki llamado Randy (aclaración: punki ni de coña... es uno de esos punkis de película que pintan el pelo y conducen sin cinturón) y se enamoran. Eso, claro, les provocará problemas con el entorno social de ella ya que no pertenece a su clase. Vamos, variación de un tema clásico de amor, superación de conflictos y reafirmación del amor.

La película ha sido una pequeña sorpresa. Una comedia agradable donde lo más interesante es que te crees a los personajes que salen (sin obviamos el tema punki, claro). Son jóvenes que hablan como jóvenes y se comportan como tales. La película deja que los diálogos fluyan y, especialmente en las escenas dedicadas a ellas, resultan realistas y creíbles. Las cuatro amigas hablando de sexo con libertad y sin pretender ser un recurso humorístico.


La película busca la sonrisa y la complicidad. No ahorra momentos tristes o más duros. Por momentos parece "documental" (y, a parte de las comillas, pilladme la palabra con pinzas) lo que otorga aire de realidad. Como las películas de John Hughes que empezaría a escribir y dirigir un año más tarde. Cuando las películas sobre adolescentes eran algo muy serio.

Correctas interpretaciones. Algún momento de relleno (la subtrama de la historia de una de las amigas de la prota y su competencia sexual con su madrastra es bastante tonta), repeticiones innecesarias, puntos muertos y una buena banda sonora llena de éxitos menores hacen una película algo irregular, pero muy correcta y entretenida.

¿Y Nicolas Cage?

Primer protagonista y primera aparición de su nombre en gran pantalla.


y primera vez que se convierte en objeto de deseo


Una interpretación correcta que no presagia nada de lo bueno ni lo malo que vendrá después. Quizá esos ojos siempre a punto de cerrarse, un grito gutural ante una discoteca como demostración de toda su frustración


Sorprende su paso de chico que aplaude en un partido de fútbol a protagonista romántico. Un despegue glorioso que lo llevaría a su siguiente película. Su primera gran película.


Esto ya son palabras mayores.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Fin de la temporada de texto, pero no

Advertencia: esta es la típica entrada quejica de todos los años por los libros de texto.

Hoy empiezan las clases.
Alumnos de colegios e institutos vuelven a sus aulas a recibir enseñanzas y conocimientos para convertirse en lo mejor y más granado de un futuro lleno de esperanza e ilusión donde reinara la justicia, la paz, la armonía y el wifi libre y gratuito que no emite ondas radiactivas mutágenas.



Como decía siempre Newton para justificar cualquier cosa, en condiciones ideales la temporada de texto en las librerías se habría acabado. Todos los alumnos tendrían sus libros, las editoriales hubiera cumplido con los plazos y habrían hecho todos los libros nuevos, servidos las ediciones anteriores a buen ritmo y sin atropellos, los colegios e institutos habrían pasado las listas con los ISBN correctos, no habría equivocaciones o cambios de última hora, ningún instituto (y no miro a nadie...) habría puesto en las listas ediciones descatalogadas que sí o sí tienen que llevar los alumnos y la excusa de que ya no se editan no valen, los libreros habrían cumplido con las previsiones de compra y entrega, no se habrían equivocado de curso, olvidado apuntar el encargo, mantendrán el buen humor y conseguirán que no se formen largas e inacabables colas. Todo funciona como una maquinaria bien engrasada; un reloj de funcionamiento preciso, atómico, que nos conduce hacia un mañana soleado donde todos somos amigos.

Mentira.

La temporada de texto puede oficialmente haber acabado, pero los libros siguen allí. En la librería, o en las editoriales haciéndose, o perdidos en algún almacén remoto de charcutería. Muchas personas creen que la temporada de texto dura quince días. Del uno al catorce vamos apurados, pero luego, descansamos. Mentira. La temporada de texto empieza a finales de junio y se alarga hasta finales de octubre cuando el último rezagado se lleva el último cuadernito de inglés y nos podemos desabrochar los pantalones y decir a la mierda.

Sí, el colegio puede haber empezado, pero aun hay trabajo. Libros que no se han recogido, encargos que no han llegado, cambios de escuela de última hora, errores por parte de instituto / alumno / librero y ya veremos cómo lo arreglamos, editoriales que sirven primero a todo el mundo dejando para lo último a las librerías (y te lo dicen así, y pidiendo comprensión, de que es normal servir primero a un centro comercial donde los libros están al lado de los televisores y los helados que a una librería y más si ésta está en provincia y no en capital), broncas absurdas por entregar un libro que se ha pedido (esto pasó el sábado) y oír una, y otra, y otra, y otra, y otra vez que los libros son caros. O que para qué comprar 16 cuadernos si a final de curso solo se han hecho 6. O por qué un libro si solo hacen esa asignatura media hora a la semana. O... y lo cuentan al librería que lo entiende y comprende, pero han sido más de cuatro mil lotes de texto y oyendo a familias de todos los colegios diciendo lo mismo y buscando unas explicaciones que no podemos dar.

Ahora vienen los cambios, subsanar errores, rezagados, lecturas obligatorias, academias de inglés, clases de repaso... queda mucho trabajo por hacer y mucho por sufrir y quejarse. Una temporada de trabajo necesaria para la subsistencia de muchas librerías, pero que no gusta a casi nadie. ¡Ay, texto! ¿qué poder tienes para conseguir que añore los meses de preparación de Sant Jordi!

viernes, 11 de septiembre de 2015

Reto Nicolas Cage. "Aquel excitante curso", 1982

Empezamos por el principio. Con la entrada de hoy da inicio el reto Nicolas Cage, un repaso a toda su filmografía en estricto orden cronológico. ¿Por qué hago esto? Parte de aburrimiento y malsana fascinación por un personaje como Nicolas Cage, capaz de lo mejor y lo peor en una misma película.

Pero antes de empezar con la reseña de la película que supsuo la primera aparición de Nicolas en el cine, una breve introducción. ¿Quién es Nicolas Cage?


Nació en Long Beach, California, el 7 de enero de 1965. Hijo de August Floyd Coppola, profesor de literatura, y Joy Vogelsang, bailarina y coreógrafa. Sobrino del director de cine Francis Ford Coppola (autor de obras maestras como La conversación o Corazonada) y la actriz de Talia Shire, primo de Sofia y Roman Coppola y Jason Schwartzman. Su nombre completo es Nicolas Kim Coppola, pero al empezar su carrera se cambió el apellido para impedir que lo acusaran de nepotismo. ¿De dónde viene el Cage? Dicen que de su admiración por el superhéroe Luke Cage.


Nicolas debe de ser un buen frikazo por este y otro detalle. Uno de sus hijos se llama Kal-El. Sí, como Superman. Y a mí no me dejan poner Buffy, El doctor, Godzilla o Sarah Ellen Furiosa.

Nominado al Óscar dos veces. Ganador de uno. Ganador de una Concha de plata en San Sebastián y un Globo de Oro. Ha trabajado con Coppola, Lynch, De Palma o Scorsese. Ha protagonizado sonoros taquillazos y tremendos taquillazos. Lo consideran uno de los mejores y a la vez peores actores. Es capaz de lo mejor y lo peor.  Se ha convertido en un personaje y casi en un género en sí mismo. Creador del estilo interpretativo "Noveau Shamanic" del que promete libro.

¿Y dónde empezó todo?


En Fast Times at Ridgemont High, Amy Heckerling, 1982.
Agradable comedia estudiantil conocida en España por el título Aquel "excitante" curso (no entiendo las comillas, la verdad). Escrita por Cameron Crowe, posterior director de cine. Debut de Amy Heckerling en la dirección, a la que debemos la divertida versión noventera de Emma de Jane Austen conocida como Clueless, pero que también nos torturó con su díptico de Mira quién habla. En su reparto coincidieron numerosos nombres que por entonces empezaban a labrar su carrera. Sean Penn, Jennifer Jason Leig, Forest Whitaker, Phoebe Cates, Judge Reinhold, Eric Stolz, James Russo, etc.

La película es una comedia sobre las andanzas románticos / sexuales / estudiantiles de un grupo de estudiantes de secundaria. Tiene momentos divertidos y no pretende ser otra cosa que algo entretenido. Se convierte en un retrato de usos y costumbres de principios de los ochenta y de las nuevas modas en ropa y ocio (el centro comercial convertido en nuevo lugar de paseo y relaciones). Una de esas películas de estudiantes y desnudos tan de principios de los ochenta (pienso en la fundacional Porky's), pero con una mayor dosis de ironía y cierto punto de tristeza. Justamente famosa la escena de Phoebe Cates saliendo de la piscina e convirtiéndose en icono sexual de una época.

Pero, ¿dónde está Nicolas Cage en todo esto?
Pues haciendo hamburguesas y aplaudiendo en un partido de fútbol. La actuación de Nicolas dura unos diez segundos en toda la película (y redondeando hacia arriba).

¿Su escena debut?


Haciendo hamburguesas. Es el tipo que esta de espaldas.


Primera vez que se le ve la cara en pantalla con expresión de "soy mejor que todo esto".


Aplaudiendo en el partido de fútbol americano. Prefigura al héroe de acción que conoceremos después.

Y ya está. Esta es la primera interpretación de Nicolas Coppola (como aparece en los créditos) en el cine. No dice una palabra, no interacciona con nadie. Solo está. Marcando carácter, físico y presencia. Esperando a su siguiente película para debutar como protagonista en


martes, 8 de septiembre de 2015

Sobre una de esas noticias que dicen que cambia la vida, pero no sé... mientras no se parezca a Bela Lugosi

Han pasado tres meses, y como manda la tradición, ya lo puedo decir.
Resulta que A. está embarazada.
Y, por tanto, voy a ser papá.


Y sí, pese a la sorpresa de muchos, yo soy el padre. Sé que esto ha causado diversas reacciones que van desde la gracia (¡Jorge con un niño!), hasta la preocupación (Pero, A., sabes que el padre es Jorge, ¿no?) o la estupefacción (Entonces... ¡Jorge no es virgen! ¡Quién lo hubiera dicho!), pero sea como sea vamos a ser padres, pero solo A. se está llevando los mareos, los ardores, las molestias, las pruebas y los análisis.

Para A. será el tercero, para mí será el primero.

Y con el anuncio de tener un hijo vienen los miedos que han perseguido a todo aquel que será padre.
¿Seré un buen padre?
¿Lo haré bien?
¿Soy justo por traer a un ser vivo a este mundo superpoblado y repleto de cabrones?
¿Y qué pasa si se parece a Bela Lugosi?
¿Y si estamos trayendo a la vida a un nuevo Stalin?
¿O al que pondrá de nuevo de moda la lambada?
¿Es mejor que sea niño o niña?
¿Volveré a dormir tranquilo una noche?
¿Me seguirán haciendo gracia las películas donde los niños son malvados o las pasan putas?
¿Es verdad que durante más de un año me convertiré en una figura secundaria conocida como no-bebé o no-mamá?
¿Se supone que ahora tengo una responsabilidad con el mundo y tengo que dejarlo mejor de lo que lo he encontrado?
A pesar de mi evidente antipatía, ¿me veré cercado de consejos ridículos y supersticiones varias?
¿De verdad Buffy y El Doctor son tan malos nombres?
Y, lo más importante, ¿se verán afectadas de alguna forma mis partidas de rol?

Capdemunt puedes dejar de reírte.

Ahora a esperar. Según las pruebas que nos dieron ayer el crío estará hecho para mediados de marzo... sobre el trece o así, vamos que echando cálculos y tal... no, no me libro de Sant Jordi con el permiso de paternidad. Primera decepción, y eso que no ha nacido. Si es que...

Ayer, por cierto, fuimos a la primera ecografía. Sí, claro, que emocionante y todo eso de ver como se mueve... eso... dentro de la barriga de A. y oír el corazón, pero a la vez fue muy decepcionante. Me explico.

Desde hace muchos años soy muy aficionado a ciertos documentales que se pueden encontrar en páginas especializadas por internet donde señoras y señores, señoras y señoras, señores y señores, señor, señora y señora, señor, señor y señora y varias combinaciones más demuestran sus afectos y los afectos que se producen en el día a día de varios oficios. A saber, bomberos, electricistas, mayordomos, masajistas, profesoras de yoga, miembros del honorable gremio de maestros y educadores, etc. Y enfermeras. y doctores, claro. Así que en el momento en que hicieron que A. se quitara los pantalones y la ropa interior y la hicieron tumbar en una camilla con estribos, y una de las enfermeras se armara con un aparato de aspecto fálico, le colocara algo parecido a un condón (toda precaución es poca y de alguna parte salió Terminator, ¿no?) y un gel en la punta para que todo vaya suave, suave, se acerca a A. y le dice algo así como relájate y... zasca, venga dale dale, pues yo estaba en una esquina observando todo eso y pensando, ¿dónde está la música? ¿y las demás enfermeras? ¿y las posturas imposibles? ¿Por qué no me invitan a acercarme? ¿Mienten los documentales? ¿Estoy equivocado? ¿O es que este es otro problema de la sanidad pública y los afectos enfermeriles se encuentran en la privada? ¿Acaso estoy errado?

Nada de cariños, nada de afectos, nada de erotismo latente, ni jadeos.
Silencio, profesionalidad y un test de Rorschach en movimiento en la pantalla.
- Y ese es el embrión. Se ve muy bien, La cabeza, los bracitos, la columna...
Manchas en blanco y negro que se mueven mucho. No acabo de distinguir nada y hago un acto de fe. Es extrañamente emocionante, pese a lo decepcionado que me siento.
- ¿Qué tal?
- Bien, se mueve y tal. ¿No te recuerda a Bela Lugosi, A.?
- No.
- No sé, no estoy tranquilo.
- No se parecerá a Bela Lugosi.
- Bellucci te oiga. Y mientras no sea pelirrojo.
- Al menos ahora tienes tema interminable para el blog.
- Eso sí.

Advertidos quedáis.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Un reto tonto para pasar el rato que tiene a Nicolas Cage su centro y motor

Soy de retos tontos.
En mi extinto blog de literatura juvenil, durante tres años dejé que fueran los lectores del blog los que eligiesen mis lecturas. Eso llevó a consecuencias catastróficas porque solo una mínima parte de los lectores proponían libros interesantes o que podrían gustarme, decantándose la mayoría por la innecesaria crueldad, libros horribles y risas rozando la locura al imaginarme leyendo según que "novelas". Siempre se hacía sobre esta época y, seré sincero, lo añoro. Añoro la tontería y la chorrada. 

¿Podría proponer un nuevo reto?, me dije un día mientras hacía una de esas cada más frecuentes meadas de madrugada. ¿Pero qué?
Libros, no.
Grabar vídeos cayéndome de diferentes escaleras para hacer una comparativa, tampoco.
Apuntarme a bailes tradicionales, menos.
¿Qué?
Pues cine.
¿Hacer que los lectores del blog elijan las películas que debo ver?
Era tentador, pero me enfrentaba a tragarme el dueto A dos metros sobre el cielo de Mario Casas  o 50 sombras de Grey. Claro que con un poco de suerte la gente pensaría que me horroriza la serie B o las películas de monstruos y por ahí me podría escapar, pero es jugar con fuego.
¿Y si elijo yo como me torturo?
¿Por qué no puedo ser yo el amo de mi destino, el capitán de mi alma?
¿Pero qué podría ver que fuera de verdad un reto?
Acabé la meada y me volví a la cama sin tener una idea clara y con cuerpo de reto tonto.

Entonces recordé.


En este capítulo de esta extraordinaria serie se discute la existencia y sentido de Nicolas Cage en la historia del cine. ¿Es un buen actor? ¿Es un mal actor? ¿Es un ángel o un demonio? ¿Es lo que queremos que sea? ¿Una metáfora de los cenobitas?
Sí, me dije, ¿por qué no? Siempre he sentido una fascinación / repulsión / simpatía por la figura de Nicolas Cage. 



Se ha convertido en un género en sí mismo, en una parodía con destello de genialidad, con una filmografía que sobrepasa los ochenta títulos y que bascula entre lo brillante y lo absolutamente demencial. Y quiero verla. Así que el reto es el siguiente:

ver toda la filmografía de Nicolas Cage en estricto orden cronológico volviendo a ver todo aquello que he ya he visto y reseñando cada película a razón de una a la semana.

Ya sé que esto supone ver el remake de The wicker man, La mandolina del capitán Corelli o Ciudad de ángeles, pero también volver ver Corazón salvaje, Cotton club o Snake Eyes, amén de otras muchas maravillas, rarezas, abominaciones.

¿Qué podría dedicar mi tiempo a algo más útil y provechoso?
Sí, claro, pero entonces no sería un reto tonto y esto perdería el poco sentido que tiene.

Por cierto, A. ya me ha dicho que con ella no cuente. Que me apañe yo solito.

domingo, 16 de agosto de 2015

De como empecé en esto del rol. Parte 1 de, en principio, 3 que ya sabéis que o me alargo o no llego o...

Hace unas semanas, en un lunes normal de partida, con los muñequitos en la mesa, las patatas en el bol, Alcalde y Juan abrazando la cerveza, entró en casa Nanuc, también conocido como Capitán Chistorra y responsable directo del blog de La partida del lunes, y dijo con voz poderosa y pose de esas épicas que hacen que lancemos un "ooooooh" admirado

- ¡Nenes! Que este año se cumplen cinco años de La partida del lunes.

Y, claro, nos vinimos arriba.


Pero, ¿qué es La partida del lunes se preguntará alguno?
Pues un grupito de gente maja de edades comprendidas entre "no te importa" y "lo preguntas otra vez y sabrás lo que es tener un pie dentro del culo" que se reúne cada lunes para jugar al rol.
¿Qué es el rol?
Es un juego de imaginación / cooperación / risas y cachondeiu / erotismo que tiene múltiples sistemas, pero que reduciéndolo mucho consiste en vivir aventuras interpretando a un personaje y tirando dados.
¿Pero eso del rol no es eso de pirados que matan indigentes porque se lo dice unos elfos?
Anda y vete a la mierda.

El anuncio de los cinco años provocó diferentes reacciones.

- ¡Cinco años ya!
- ¡Cómo pasa el tiempo!
- Tú pasa la cerveza que te la quedas mucho rato.
- ¿Este dado es mío?
- Que Jorge no dibuje ningún río.
- Habrá que hacer una cena, digo.
- O comida.
- Que haya cerveza.
- Y una camiseta de la partida, Ali.
- Sí, ya, si ya lo pienso.
- ¿Y a Jorge qué le pasa?
- Está muy callado.
- ¿Tú sabes qué le pasa, Ali?
- No os preocupéis, ha entrado en modo flashback y tardará un rato en volver.
- Pues aprovechamos y le vaciamos la bolsa, ¿no?
- Pues claro.
- ¡Y de dónde ha sacado éste trece pócimas sanadoras!
- ...

Sí, yo estaba en modo flashback. Si hace cinco años de La partida del lunes, hace diez de las primeras partidas con Nanuc y hace más de aquellas primeras dos partidas... Cogí un dado de veinte, lo lamí y entre en modo arrebato proustiano. Volvía a tener catorce años y alguien llamó a la puerta de casa. Abrí y era Toni, un antiguo compañero de colegio con el que había mantenido un contacto intermitente. Quería hablar conmigo de algo importante. Fuimos a mi cuarto y me enseñó el libro que llevaba bajo el brazo.


- ¿Y esto qué es?
- Es que me han regalado esto y pensando con quién jugar, nadie mejor que Jorge para dirigir una partida. ¿Qué te parece? ¿Le echas un vistazo?
Juego de rol, leí. Me sonaba de lejos aunque no lo situaba.
- Claro - dije - Déjamelo.
Me lo dejo y lo leí. O, por lo menos, lo intenté leer. Me encontré con un farragoso libro lleno de reglas que no acababa de entender, consejos para dirigir una campaña y muchas estadísticas. De daño, de ataque, de situación del daño, de carga, de pasos, de... Una ficha para crear un personaje y muchas tiradas de dado. Vamos, que no entendí mucho, pero sí lo suficiente como para que todo aquello me interesara y me imaginara dirigiendo una de esas cosas que se llamaban campañas. Así que llamé a Toni y le dije que vale, de acuerdo, pero que creía que todo aquello me venía un poco grande y que no sabía por donde empezar. Me dijo que si quería, él había quedado con un grupo para jugar y que me podía apuntar para ver cómo funcionaba todo aquello. Perfecto. El sábado por la tarde en el café del Ateneu Igualadí.

Llegó el sábado y mi primera partida de rol. ¿Cómo fue? Algo decepcionante. Me encontré con un grupo de juego ya formado y yo era un elemento extraño y aunque era primera partida y nadie tenía que retrasar para que yo me creara un personaje y todo eso, no dejaba de sentirme como "el extraño", como el negro que Los Cazafantasmas que estaba allí, pero casi nadie se acuerda que forma parte de la aventura.

Primero, creación de personajes. Un par de horas entre tiradas, explicaciones, cálculos y demás. Al final, un elfo con la hostia de percepción, un arco muy majo y una aventura por delante.


A la media hora de empezar la partida estaba muerto.
Un orco.
Mi participación en la aventura consistió en caminar un buen rato, llegar a un claro, subirme a un árbol para hacer guardia, bajar del árbol cuando acabé la guardia, irme a dormir, despertarme porque atacaban unos orcos, disparar una flecha, morir bajo el hachad de un orco.
Fin.
El máster entre risas me dijo que tenía que abandonar la mesa porque al estar muerto no podía quedarme a ver cómo se desarrollaba el resto de la aventura.
Dos horas para crear un personaje, media hora de juego en la que no hice nada y fuera de la partida. Me fui para casa pensando que esto del rol era una mierda.

Dos semanas después me volvieron a invitar para otra partida. Nuevo personaje, nueva campaña. Tardé algo menos en hacerme el personaje, un guerrero humano con problemas de sobrepeso y relaciones personales. La aventura consistía en buscar un tesoro o algo así y teníamos que descubrir la entrada a una cueva y el único que podía decirnos dónde estaba era un posadero. Como personajes llegamos a la posada. El máster nos la describe agazapado detrás del manual. Tenemos que conseguir que nos digan dónde está la cueva. ¿Cómo lo hacemos?
Uno de los jugadores se va a dar un largo baño.
Dos se van a jugar a los dados a los establos. Ellos solos.
Nos quedamos dos hablando con el posadero que responde a toda nuestras preguntas con un "No".
- ¿Hay alguna cueva por los alrededores?
- No.
- Estamos de viaje, ¿nos recomienda algún lugar para visitar?
- No.
- ¿Conoce alguna leyenda sobre el lugar?
- No.
Etcétera.
Y dados. Tiradas de dados. Muchos dados. Abro una puerta. Tira dado. Pregunto. Tira dado. Miro. Tira dado. Voy al baño. Tira dado. Fallas. Te pierdes por la posada y no encuentras el baño (esto fue así). Con todo esto estuvimos una hora. La partida se estancó en ese punto y nada de lo que hiciéramos o dijéramos hacía avanzar la campaña. El máster nos decía que no hacíamos la pregunta correcta, la que salía en el manual, y, por tanto, hasta que no la hiciéramos no avanzábamos. Esto provocó una partida absurda con personajes paseando por la posada, tomando baños y sentándose a leer. Al final los jugadores nos cabreábamos (llevábamos tres horas de partida y aun no había pasado nada) y decidimos que si por las buenas no, sería por las malas. Sacamos cuchillos y a torturar al posadero, a su mujer, a sus hijas, a sus hijos para que nos dijera dónde coño estaba la cueva. ¿Su respuesta?
- No.
A la mierda.
Mi personaje volvió a morir a manos de uno de los camareros y volvieron a decirme que me fuera. Llevaba cuatro horas y media en esa casa y solo quería salir de allí. Volví a mi conclusión.
Esto del rol es una mierda.
No se volvió a quedar.

Pero algo quedó.

¿Qué pasó en aquellas dos partidas? ¿Qué sucedió para que algo que ahora me apasiona, divierte y espero con ganas durante toda la semana se me presentara como algo tedioso, aburrido y que solo servía para perder horas de mi vida que podía dedicar a escribir, ver una película o hacerme una paja?

Supongo que con la experiencia y la perspectiva de los años, la frustración de aquellas dos partidas se debió a la inexperiencia. Tanto de jugadores como de máster. Unos por ir desorientados y otro por atenerse demasiado a las reglas y a la historia que marcaba el manual. El máster anteponía su papel y su historia a las necesidades del grupo sin prever que si los jugadores se estancan hay que ayudarles por el bien de la historia. Un máster inflexible y unos jugadores perdidos en un océano de reglas que no entendían dieron como resultado horas tediosas creando personajes para pocos minutos de juego o una larga sesión donde no pasó absolutamente nada. Me frustré porque veía las posibilidades del juego, pero que no llegaron a concretarse.

Así que me olvidé de que existía algo llamado juegos de rol durante muchos años. Fue una anécdota que se olvidó. Hasta que muchos años después, alguien entró en la librería donde trabajaba con una propuesta que cambiaría mi vida para siempre.


CONTINUARÁ...

- En serio, A, ¿qué le pasa a Jorge? Se ha quedado con cara de atontoliao.
- Es lo que le pasa cuando se pone en modo flashback.
- ¿Y le dura mucho?
- Unas tres entradas...
- Es que lo toca tirar.
- Ya tiramos nosotros por él, ¿no?
- Sí.
- ¿Qué hace?
- Nos entrega todo su material y entra primero en la sala esa oscura donde se oye una respiración agitada...

viernes, 14 de agosto de 2015

Unos días de vacaciones

Hemos estado tres días fuera.
De vacaciones.
No lo había anunciado en ningunas de las redes sociales a las que soy cada día menos asiduo (cosas de aburrirme mortalmente), porque me entró la paranoia de los cacos adictos a twitter e instagram que buscan a sus víctimas entre los que tienen menos de trescientos seguidores para desvalijarles la casa y llevarse los libros, las bolsas de promoción, la verdura del huerto de mi padre y poca cosa más...
Es lo que tiene leer ciertos artículos que no deberían cruzarse conmigo. Debería confiar más en las máquinas asesinas que tengo por gatos que en las medidas de prevención, pero no puedo evitarlo. Pensar que alguien puede llegar y desordenar mis libros... la tele os la podéis llevar tranquilos, pero mis libros ni los toquéis.

¿Dónde hemos estado? En el Pirineo, zona de Ribera de Cardós, Esterri d'Aneu, Escaló y otros etcéteras; escenarios de la infancia de A.






Ella ha vivido un viaje de sabor proustiano en la casa donde vivió dos años y donde todavía estaban sus libros escolares, su cama o los dibujos que había hecho de pequeña. Un viaje cargado de valor emocional y significado que quiso compartir con Niño Lobo y Niña Zombi y con un menda, aunque reconozco que un servidor estaba más preocupado por la aparición de posibles cultos satánicos y caníbales en las calles de un pueblo de montaña. Es un defecto mío, veo cultos paganas apocalípticos en todos los pueblos que visito.

Ha sido un viaje muy agradable y tranquilo. Reconozco que no he llevado muy bien, pero siempre con dignidad, el estar continuamente rodeado de montañas. A ver, me encantan las montañas, pero siempre que me dejen un sitio por donde salir. Estar paseando y mirara hacia donde mirara solo viera montañas reconozco que me agobió.

Lectura tranquila de una de esas antologías que se publicaron hace muchos años bajo el nombre de Alfred Hitchcock y donde se encuentra nombres como Bradbury, Matheson, Fredrick Brown junto a un monton de ilustres desconocidos que deparan muchas agradables sorpresas. Estoy consiguiendo todos los números de la colección gracias a los mercadillos de segunda mano... Eso sí, a veces la memoria falla y me encuentro con dos y tres ejemplares del mismo títulos.

Además, leo con bastante deleite John muere al final de David Wong, novela divertida e ingeniosa que peca de ser demasiado larga. Seiscientas páginas agotan la broma, la verdad, aunque tiene momento descacharrantes y admiro su capacidad para aunar en una misma escena el horror con el absurdo con el humor con la tragedia con lo soez y elegante. Por esas cosas, un poquito de envidia despertó y una sensación abrasadora de yo también puedo hacerlo.

Paseos, mucha conversación con A. y los nenes, risas, juegos de mesa de zombis con los que entretener a los críos y entretenerme yo, nada de tele. Pensar mucho y escribir mucho en la cabeza. Cuatro notas, algunas ideas, pero sin encontrar todavía la determinación.

domingo, 19 de julio de 2015

Debe ser el calor...

Ayer entra en la librería un muchacho de perilla bien recortada. Se dirige raudo y en silencio a la sección de guías de viaje y se queda un buen rato observándolas. Tras unos momentos de escrutinio, se acerca donde estaba yo y sin un hola, un buenos días corazón o un disculpa me puedes ayudar, lanza una pregunta al aire.
- ¿Las guías de Corea dónde las tenéis?
- Lo siento, no tenemos ninguna.
- ¿Pero dónde están?
- Ahora no tenemos.
- ¿Me puedes mirar en el ordenador para asegurar que no tienes ninguna?
- Sí, claro, puedo mirar, pero la sección de guías la tengo bastante dominada y no tenemos.
Consulto en el ordenador con mi habitual frescura y buen hacer, con ese teclear que me ha hecho famoso y que hace que los cliente se queden embelesados y piensen lo mucho que en esos momentos me parezco a Robert Mitchum.
- No - confirmo -. No tenemos. Y no hemos tenido ninguna. Algún libro de viajes, sí, pero guía no hemos tenido. Podemos mirarlo, si quiere, en inglés y pedirla.
-Ya sé que está en inglés, pero es que... - y lo que viene ahora merece punto y aparte y doble espaciado.

-... joder, hostias, sois unos desgraciados. Eres un desgraciado. No tener una guía de Corea es de joputas. Joder, hostias, es que... ¿pues sabes qué? Me la voy a bajar en pdf y a la mierda tu negocio. A la mierda. Te voy a joder el negocio. Así queréis trabajar, claro que sí, sin una guía. Pues me bajaré el pdf y te joderé el negocio.

Y entre balbuceos, masculleos y mi estupor sale indignado de la tienda dejando tras nosotros parte de su mal humor convertido en hilaridad de libreros y clientes. Debe ser el calor, pensé. O todas esas ilusiones que uno se hace y que en un momento y ante la impasibilidad del mundo se convierte en humo. Un mal día por una bronca con un jefe, un repartidor de leche o un es que no me dejan mi columpio favorito que se traduce en bronca a un tercero. O gilipollismo, que también puede ser.

Expectativas que no se cumplen.
Como aquel que quería un mapa de todos los caminos de Catalunya desplegable, pero que fuera pequeño para llevar en el bolsillo en una escala grande, pero en mapa pequeño. O aquel de una guía de caminos y senderos del Amazonas para hacer running. A veces nuestros viajes soñados chocan con la realidad editorial. O con la realidad a secas.

Es entretenido y despista del tedio de la campaña de texto con sus cuadernitos, sus libros de ejercicios, sus nuevas ediciones de los mismos libros cambiando un par de ejercicios, los mapas y el orden de los textos y sus quejas de lo carísimos que son los libros. Que lo son.

miércoles, 15 de julio de 2015

Enterrado en vida, pero no de la forma positiva

Estoy desaparecido, lo sé.
No es por falta de ganas de entrar aquí, es por falta de fuerzas.
Y no, no es el calor. Me encanta el calor. Sobre todo si es húmedo y pegajoso. El sudor, las pocas fuerzas, la inclemencia de cruzar una calle a las tres de la tarde, la almohada empapada...
Lo que ocurre es que llevo todo el mes enterrado en vida y no de la forma chula, ya sabéis, por haber ido a un pequeño pueblo pesquero y encontrarse con que sus habitantes forman parte de una singular secta pagana que se dedica a enterrar vivos a los turista y alimentarnos con costras de pan endurecido a la espera de la resurrección de su dios y señor Alablabapo, señor de la oscuridad y de los cajones que no cierran bien. Ya me gustaría ya que fuera eso.
El motivo es diferente bastante más prosaico.
Vivo enterrado en libros de texto.


Atrapado desde finales de junio hasta finales de octubre en la época más desagradecida y áspera del año. Sí, necesaria, pero eso no quita que sea un incordio y una tortura.

Así que espero que después de mover cantidades ingentes de libros de texto, abrir cajas, controlar albaranes, mover los lotes, controlar cincuenta paquetes que acaban de dejar, volver a mover los lotes, ordenar los libros y etcéteras, no me ponga a escribir. No es excusa, pero no se me ocurre otra.

A no ser que salgan ninjas, que esas gustan.

miércoles, 24 de junio de 2015

Lo que he visto hoy

Por x motivos que ya relataré, hoy he estado prácticamente todo el día solo en casa. Desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche. Y sí, sé que podría haber dedicado el día a algo productivo, como escribir, o útil, como ordenar la casa, hacer estanterías, construir un bote para cuando crezcan las aguas e Igualada tenga por fin paseo marítimo, ensayar mi número musical con la peluca nueva o deshacerme de una vez del cadáver del tercer baúl. Pero no. Instalado delante de la tele me he pasado el día viendo una película tras otras intercaladas con lectura. El total, cinco películas.


Correcta y modesta adaptación del Soy leyenda del gran Richard Matheson. Aprobado raspado, pero con el gran Vicent Price demostrando una variedad enorme de emociones. Es uno de esos actores, como Robert Mitchum o Rod Steiger, que si sale en una película, esta vale la pena. Además, es interesante comprobar la presencia seminal de los zombis de Romero.


Adoro esta película y adoro el cine de Tourneur.
Menos es más, sugerencia, sugestión y cómo aprovechar escasos medios.
Con esta película inauguro un ciclo que quiero dedicar al director, uno de mis favoritos.


La vi cuando era pequeño gracias al enamoramiento de mi madre por Sidney Poititer. Muy buen thriller y Rod Steiger demostrando poderío, presencia y matices. Algo late entre estos dos policías.


La mejor adaptación de La isla del doctor Moreau. A H.G. Wells no le gustó mucho, pero eso creo que fue porque no llegó a ver la de los setenta ni la delirante versión de los noventa con Marlon Brando. Buen tono, impactante final, ambiente lujurioso preCode, un Charles Laugthton pletórico y Lugosi jugando con voz y manos. Y todo en setenta y pocos minutos. Tengo que investigar más en el cine de los treinta.


Comedia negra sobre un tipo que mata que no es mal tipo y que discute con sus mascotas. Me ha gustado el tono colorido y de comedia de situación que enmascara una realidad terrible. Ryan Reynolds sin ser un actor que me guste en especial, cumple muy bien. Como bien están el resto del reparto amén de lo guapísimas que están tanto Gemma Arterton como Anna Kendrick. Dirige Marjane Satrapi, autora del cómic Persépolis. Buen pulso y mucho humor.

Vamos, contento con lo visto.
Y pensando en abrir un blog sobre las películas que veo...

domingo, 14 de junio de 2015

Versiones del muñeco

Hugo (Dead of nigth, 1945)

Fats (Magic, 1978)

Chuck (Soap, serie tv 1977 - 1981)

Scarface (Cómics de Batman)

Sid (Buffy, cazavampiros, 1997 - 2003. Episodio "The puppet show)

Freddy (Historias para no dormir, 1982. Episodio "Freddy")