viernes, 31 de octubre de 2008

Crónica de una obra V

Resumen de lo publicado: Decidimos casi por unanimidad ir a la luz. Echamos a correr mientras algo nos lanzaba huesos humanos desde la oscuridad. Tuve la mala suerte de tropezarme con uno de mis cordones. La hostia que me metí fue histórica. Jordi se reía como solo él puede reírse con el dolor ajeno. Cuando me recuperé me encontré con la bestia que nos lanzaba los huesos. Era muy fea. Cerré los ojos y me dispuse a abandonar este mundo con la mayor dignidad posible. Una voz cavernosa calmó a la bestia. Abrí los ojos y me encontré con un tipo de medio metro de altura que me acompañó a la luz que salía de unas enormes puertas. Al cruzarlas me encontré en el reino de Aqualata.

Cuando la luz desapareció y pude enfocar con normalidad, ante mí apareció en todo su dorado esplendor el reino de Aqualata.
- ¡Por las tetas de la virgen!
Era una reproducción exacta de lo que tenía que ser el paraíso (aunque no parecía haber ningún local de jazz). Me encontraba sobre una colina repleta de fresca hierba. A mis pies nacía un riachuelo que un poco más abajo desembocaba en una cascada de cien metros de altura. Un bosque infinito con enormes árboles que escalaban hacia un cielo azul y claro, brillante y alado. Y el sol, cálido y cariñoso. Cerré los ojos.
- Qué maravilla de sol...
- Sí - dijo Ciocco -. Antes teníamos dos, pero uno se estropeó y entre una cosa y otra...
Abrí los ojos..
- ¿Dónde estamos?
- Ya te lo he dicho. En el reino de Aqualata.
- Pero... como... y esa criatura... y mis compañeros.
- Vamos, responderé a todas las preguntas delante de una jarra de cerveza.
- ¿Estás viendo esto, Jordi?
Sí, estoy flipando. Para que luego digan los de Barcelona que en Igualada no hay nada.

Descendimos hasta un pequeño claro donde vi a mis compañeros, incluido el yesero que explicaba a todo el mundo su aventura.
-... y entonces me encontré con el bicho ese de fuera, pero patá al perro y a tomar por culo y veo la puerta y digo, pues ná, pa dentro que fuera hay mucha gente y me encuentro con Ciocco y le digo, niño, dónde está tu mamá soltera y él me dice que tiene seiscientos años y que su madre está muerta, pero cerveza tendrás, ¿no? y me acompaña aquí y mira... ya llevo siete y como si nada... ¡Anda, mira lo que nos ha traído el pequeñín!
- Sois una panda de cabrones - dije -. Anda que puedo confiar en vosotros.
El mimo hizo el gesto internacional de pedir disculpas mientras se arreglaba el maquillaje de la cara. Ahora parecía un oso panda borracho.
- Fue un momento de pánico - dijo el paleta -. No nos lo tengas en cuenta.
Y tú habrías echo lo mismo.
- Seguramente, pero ése no es el tema.
- No - dijo el electricista-. El tema es como volvemos a casa.
Y cinco pares de ojos se clavaron en Ciocco.
- Ha llegado el momento de responder a las preguntas.
- ¿Qué era ese bicho de fuera?
- Un vellno. Tranquilos, es inofensivo y solo se alimenta de carne humana.
- ¿Donde estamos?
- En el reino de Aqualata.
- Pero cómo es posible...
- Hace mucho años no había nada. Y de repente se produjo una explosión. Y el centro exacto donde hubo la primera chispa dadora de vida y de estrellas se produjo donde muchos años después Ramses II fundaría Igualada. Tal concentración de energía en un mismo punto fue lo que provocó que en lo que ahora se conoce como la Conca d'Odena hubiera una presencia muy importante de magia.
- ¿Magia?
- Sí, magia. Que la Conca fuera un lugar especial y peculiar.
- ¿En qué sentido?
- Presencia de hadas, dragones, diablos, mainarons, gnomos, orcos, elfos, etc. De lugares mágicos, de varas de poder, de criaturas malignas, de aguas maravillosas, de fabulosos tesoros y todo eso.
- Pero...
- Los humanos nunca supisteis como administrar la magia y provocasteis grandes catástrofes. Así que el consejo de las siete grandes sabias decidió concentrar la magia en el subsuelo igualadino y fundar un nuevo mundo. Éste - Y movió su diminuto brazo por el paisaje que teníamos a nuestro alrededor -. Algo de la antigua magia quedó en vuestro mundo y es por eso que la Conca es tan especial.
- Por ejemplo...
- ¿No os habéis dado cuenta de que cuando se cruza el túnel del Bruch se pierden todas las emisoras de radio del coche? ¿O que la distancia que hay de ir de un punto a Igualada siempre es el triple que de ir de Igualada a ese punto? ¿O que cuando nieva en Catalunya, en Igualada hace buen tiempo y viceversa?
- Sí... - dijimos todos.
- Magia. Y para que ningún humano pudiera encontrar Aqualata se decidió construir una puerta mágica que solo se abriría con dos condiciones muy especiales.
- Pero nosotros la abrimos.
- Sí... se hizo un hechizo muy poderoso. Sólo el elegido por las sabias para llevar la gloria al mundo y a la historia, el que sería capaz de volver a conciliar el mundo de los humanos y el mundo de la magia podría abrir la puerta...
- Ese soy yo - dije orgulloso. Por fin una cosa buena -. Yo abrí la puerta.
- ... gracias al contacto del pomo de los secretos con su sangre de virgen.
Silencio.
Luego unas risitas para acabar en carcajadas.
- Pero yo no soy virgen.
- ¿Cuánto tiempo hace que no...? - preguntó Ciocco.
- Pues no se... tampoco tanto... no llevo la cuenta...
Unos...
- Tú cállate.
Vale, vale. Solo quería ayudar. Y que conste que es el doble de lo que ibas a decir.
- Pues en ese caso - dijo Ciocco -, al no haber tenido contacto carnal durante tiempo has vuelto a ser virgen.
- No jodas... ¿empiezo de cero?
- Exacto.
- No es justo.
- ¿Pero cuánto tiempo llevas sin...? Ya sabes...
Pues unos...
- ¿Podemos cambiar de tema?
Éste es divertido.
- Vete a la mierda... ¿cómo volvemos a abrir la puerta?
- Para abrir la puerta necesitáis tres...
- ¡Hala, tanto! - dijo el yesero -. ¿Y cómo lo aguantas tío? Yo estuve una vez dos semanas sin sacar punta al lápiz y casi me vuelvo loco.
- Jordi...
Lo siento. Él preguntó.
- Venga - dijo el paleta -, que hable Ciocco.
- Necesitáis encontrar tres objetos mágicos que permitirán abrir la puerta.
- ¿Nosotros?
- Vosotros la abristeis, vosotros la tendréis que volver a abrir. Pero tranquilos, recibiréis armas, ayuda y consejo.
- ¿Armas? - sollozó el electricista.
- ¿Qué objetos?
- El pomo mágico que robó el herrero que hizo la puerta y al que nadie a visto en dos mil años. La llave que abre el pomo y que está en propiedad de las bestiales y crueles guerreras amazonas. Y el aceite que hace que las bisagras de la puerta no chirríen que se encuentra en el subsuelo del subsuelo donde la leyenda dice que vive la terrible secta de los profundos. ¿Qué objeto iréis a buscar primero? Pensadlo bien, porque solo verdaderos héroes podrán llevar a cabo esta misión. Y si lo conseguís tendréis oro, honores, fama y todos vuestros deseos se cumplirán.
- Yo solo tengo una pequeña cuestión- dijo el paleta - todo esto me parece muy bien y lo del oro y la fama y tal, pero estas horas que estamos pasando aquí, ¿a quién se las facturo?

Si queréis que vayan primero a buscar el pomo mágico, dejad un comentario que incluya la palabra pomo.
Si queréis que vayan primero a buscar la llave mágica, dejad un comentario que incluya la palabra llave.
Y si queréis que vayan primero a buscar el aceite mágico, dejad un comentario que incluya la palabra aceite.

Vista de la parte fea y no turística del reino de Aqualata.

CONTINUARÁ...

jueves, 30 de octubre de 2008

Chiquilladas

Día de descanso. Los jueves no trabajo y los dedico a leer con calma, escuchar la música que tengo acumulada sobre el escritorio, ver algún capítulo antiguo de Seinfeld y disfrutar del silencio (que últimamente lo aprecio más que nunca). Pero hoy está siendo un buen día, de momento, por tres razones.

La primera es que hoy estoy guapo. Sí, me he despertado guapo, me sienta bien la ropa y estoy de un perfecto humor. Me he mirado al espejo y me he dicho, niño, reconócelo, hoy estás guapo.

La segunda es que he desayunado con Betssy, una buena amiga con la que había perdido todo el contacto no sabemos muy bien el motivo; un largo desayuno donde nos hemos puesto al día, hemos reído, un poco de nostalgia y darnos cuenta que en tanto tiempo, nos hemos echado mucho de menos.

La tercera es que por fin he recibido en casa el último disco de Aldebert. Desde hacía un par de meses lo tenía pedido, en reserva, porque no salía a la venta hasta el 27 de octubre. Y hoy por fin lo tengo aquí. Me ha costado lo mío (y no son buenos los caprichos en momentos de crisis mundial donde todo se desploma y entraremos en recesión y acabaremos comiéndonos los unos a los otros y es que vamos a morir, ¡vamos a morir!), pero qué demonios, es uno de esos cantantes de quien compro todos sus discos. Y éste no iba a ser menos. Además, la portada es una monada.

El disco se llama Enfantillages (se podría traducir como "Chiquilladas" o "Criaturadas") y es un disco para niños y para niños grandes. En este disco Aldebert se lía la manta a la cabeza y se monta un disco para niños, un disco de música infantil. Pero lo hace a su estilo... con buena música, con humor, con gracia y con ritmos de reagge, ska y música traicional. Y las canciones tratan de los hermanos mayores, de lo que haré cuando crezca y pueda hacerlo todo, de la feliz desaparición de la escuela, sobre los pájaros que viven en los grandes almacenes, etc. Juega con la música y la imaginación, juega con las palabras, con los significados convirtiendo las canciones en pequeñas joyas de ingenio y humor. Y es lo suficientemente inteligente como para alejarse de todos los tópicos que rodean la música para niños. Le pega una patada a la cursilería, la sensiblería y el tratar a los niños como si éstos fueran tontos.

Y es que Aldebert me cae la mar de bien. Le tengo mucho cariño. Dejando a un lado el hecho de que es uno de mis cantantes favoritos, es un tipo que me es muy simpático. Porque no es un cantante pretencioso de esos que quieren condensar la belleza de una gota de lluvia sobre una hoja de parra en tres minutos, o son ultradeprimentes e invitan al suicidio colectivo después de comprar el disco o consideran que una canción se puede construir exclusivamente con tonos. No. En los discos de Aldebert uno se encuentra ritmo, ironía, humor, nostalgía, recuerdos de institutos, primeros amores, mono de el exfumador o la alegría de ir al a playa con los amigos. Y una voz cercana, de buen tipo con el que compartir unas cervezas.

Os dejo la primera canción publicada del disco. J'ai peur du noir (Tengo miedo de la oscuridad). Acompañado por el gran Vincent Baguian y por la preciosa Elodie Frege, nos explica que las pesadillas y el miedo a la oscuridad, a lo que se esconde debajo de la cama, a lo que nos mira desde una ventana no nos debe dar miedo porque puede ser el principio de una gran aventura.

Disfrutadla. Yo lo estoy haciendo.


miércoles, 29 de octubre de 2008

Primer recuerdo de cine y primer mito

Un recuerdo cinematográfico me manda hacer Lali. Me he visto en peores empeños. Y como me debo a mis lectores y algunos de sus deseos son ordenes (los otros deseos se quedan solo en eso), aquí va el primer recuerdo cinematográfico que tengo. Pero permitid una aclaración.

Antes de la película que voy a reseñar yo ya había ido al cine, pero de esas visitas solo recuerdo fragmentos imposibles de contextualizar. Creo recordar haber ido al cine a ver Cristal Oscuro (The Dark Crystal, Jim Henson, 1982), pero que salimos enseguida porque a mi hermana Marta le daban miedo las marionetas. Tengo algún recuerdo de Christopher Lee en alguna peli, pero esto no cuenta porque por aquella época aparecía en muchas de mis pesadillas. Así que la película que trataré aquí es la primera de la que tengo un recuerdo consciente de verla y de sus secuelas.

Eso sí, me gustaría poder decir que la película que vi es otra. Quiero decir, que hubiese estado bien que mi primer recuerdo fuera, por ejemplo, no sé... Fresas Salvajes de Ingmar Bergman y por eso ahora soy una persona tranquila y reflexiva que piensa en el pasado, en los momentos de felicidad y en las suecas. Pero no. O que mi primera película fuera Casablanca con su halito romático, su fuerza, sus partidas de ajedrez solitarias. O... o... o... o que fuera Plácido de Luis García Berlanga y me quedara subyugado por su cruel y certero retrato de la España franquista. Pero no, el primer recuerdo que tengo no podía ser algo bueno, espiritual, potente, algo que me hiciera aparecer como alguien interesante y profundo. No, mi primer recuerdo cinematográfico consciente tenía que ser éste:


A ver, no es una película porno, así que no os hagáis ilusiones. Ni una secuela de Emmanuelle monja ni nada de eso. Estamos hablando de Sheena, la reina de la jungla, subproducto de los 80 perpretado por un señor llamado John Guillermin en 1984 y a mayor gloria de Tanya Roberts, mito sexual en aquellos primeros y duros años. Sheena es la historia de una niña llamada Sheena (como no podía ser de otro modo) criada en la selva que se enfrenta a unos cazadores furtivos y a un malvado príncipe que quiere dominar la jungla, se enamora de un periodista (creo) y aparece un par de veces desnuda y bañándose en un lago. Monta a cebra por la sabana (sí, habéis leído bien, monta en una cebra) y se enfrenta a los malos en largas y cansinas persecuciones montada en su animal rayado y disparando flechas.

Es una película horrible. Espantosa. Pero de pequeño me gustó. ¿Y por qué? Supongo que porque era una película de aventuras, porque salían animales y porque, seamos sinceros, Tanya Roberts salía ligera de ropa y desnuda.

Sí, leoncito, la peli es un rollo. Pero con seis años,
Tanya Roberts me parecía lo más.


Lo reconozco, ya de pequeñito iba un poco salido sin saber muy bien qué significaba eso. Y creo que si recuerdo esta película es porque aparecía uno de mis primeros mitos eróticos y sexuales (superado ya). De alguna manera me impactó esta película... Quizá le deba mi pasión por el cine de aventuras, por la evasión, el entretenimiento... Aunque bien pensado no lo creo... sería darle demasiada importancia a un subproducto que si recuerdo es por algo agradable que me hizo sentir su protagonista.

¿Satisfecha Lali?

martes, 28 de octubre de 2008

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson, llamado "El ojo del siglo"




domingo, 26 de octubre de 2008

The Royal Tenenbaums

Las personas que me conocen saben bien que el cine no es algo que "sólo me guste". Hay algo más. Es una experiencia física y emocial. Como se suele decir, el cine "lo vivo". Pero, claro, no todas las películas las vivo de la misma forma. Casi que podríamos hacer una de esas listas que tanto me gustan dependiendo del grado de implicación que tengo. Serían tres tipos de películas:

1. Me entretienen (y benditas sean por ello): son la mayoría. Una película tiene que ser muy mala para que no la encuentre mínimamente entretenida (en estos momentos solo recuerdos dos experiencias cinematográficas tan duras que me entraron ganas de quemar el cine con todos los espectadores dentro y luego disculparme en el juicio explicando que había pagado dinero y perdido tiempo de vida viendo unas mierdas enormes). La mayor parte de estas películas sólo me producen unos momentos de entretenimiento y nada más (y nada menos). Iron man (John Favreau, 2008), Scharamouche (George Sidney, 1952), El ladrón de Bagdag (The Thief of Bagdad, Raoul Walsh, 1924), La diligencia (Stagecoach, John Ford, 1939), Jurassic Park III (Joe Johnston, 2001), y millones y millones de películas más. Son las películas que cuando apago el televisor o salgo del cine me hacen ser feliz por unos instantes.

2. Hablan de mí (y eso, a veces, duele). Son las películas donde encuentro retazos de mi mundo. El viaje intelectual y extenuante de La bella mentirosa (La belle noiseuse, Jacques Rivette, 1991) a los infiernos de la creación artística, El apartamento (The apartment, Billy Wilder, 1960) y su larga sombra de soledad y amargura en el corazón mismo de la comedia, El Sur (Victor Erice, 1983) o Viridiana (Luis Buñuel, 1961). Son películas que me remueven, me agitan, me conmueven, pero a las que controlo.

3. Soy yo (y eso, siempre, duele). Son pocas, pero radiografían a la perfección partes de mi alma, ventanas abiertas a mi interior, a mis obsesiones, a cómo soy. Son esas películas que podría atar con una cinta amarilla y entregar a alguien diciendo, toma, cuídalas porque estas películas soy yo. No tienen porque ser necesariamente mis películas favoritas ni que me gusten especialmente, pero tienen algo... son algo especial que me desnudan frente al mundo y, en cierta manera, me explican. Deseando amar (In the mood for love, Wong Kar Wai, 2000), Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999), Centauros del desierto (The searchers, John Ford, 1956) y otras pocas elegidas.

Y The Royal Tenenbaums (Wes Anderson, 2001) es una de ellas.

Sábado por la noche de hará un par de años. No tengo planes. Me quedo en casa con la sana intención de ver una película que acabo de comprar. Había oído hablar de ella, pero no había surgido la oportunidad de ir al cine. Además, sale el dios Stiller y eso siempre garantiza un buen rato. Espero una comedia algo amarga, un poco marciana, que me haga pasar una buena noche.

Y sí que me reí, sí que pasé un buen rato. Y solté un par de lágrimas y quedé admirado por como está narrada la película pensando que yo quería escribir algo así. Pero, además, me encontré con una de las comedias más tristes de toda la historia del cine y una película que estaba hablando directamente de mí y de mi forma de ver el mundo. Me encontré con alguien que estaba explicando por mí lo qué es para mí la vida. Un lugar triste, frío, lleno de dolor e incomunicación donde las personas que quieres sufren y les pasan cosas y no puedes hacer nada por evitarlo. Donde hieres a estas mismas personas, donde el amor suele ser sinónimo de dolor y donde luchamos estúpidamente por ser felices y encontrar nuestro lugar en un mundo que no entendemos.

Me encontré con una película que hablaba de mis obsesiones, del amor callado, de la desvinculación afectiva, de amigos que no hablan, del venirse abajo, de los secretos, de callarlo, del silencio, de no hablar, de huír, de compartir un cigarrillo con la chica que te gusta... y una escena demasiado conocida que me miraba a los ojos y hablaba de lo que siempre me ronda, pero con belleza, con ironía y con una gran gran canción.



Y sin dramatismos.

Ahí está la magia de la película. Es por eso por lo que la siento tan mía; por que digo que esta película soy un poco yo. Es una comedia. Pese a todo, es una comedia. Esos personajes con sus ínfulas existenciales, sus problemas que creen universales e importantes, no se dan cuenta que viven en una gran broma existencial, en un gran universo que es cómico. Con la mirada adecuada, todo es irónico, todo puede llegar a ser divertido. Y esa es mi mirada, la comedia amarga, la sonrisa irónica. Lo triste, pero con buena música y risas de fondo.

Y, sobre todo, está película es un poco yo por esta escena.



Porque un día veré aparecer una hermosa mujer a cámara lenta mientras suena These days y me reconciliaré con una vida que entre tanto dolor, permite tanta belleza.

viernes, 24 de octubre de 2008

Una de las grandes preguntas

Creo que en alguna ocasión ya he hablado de las profundas e intelectuales conversaciones que mi amigo Jordi y yo mantenemos mientras paseamos por Igualada después de una buena cena. Solemos plantearnos grandes interrogantes sobre el alma humana y preparamos nuestro espíritu para las grandes decisiones que nos plantea el día a día. Por ejemplo:

- ¿A quién te tirarías antes? ¿A Aznar o Rajoy? Y no vale elegir muerte.

En una de estas conversaciones surgió una pregunta que hasta el momento no ha encontrado respuesta. Y movido por esta duda que nos atormenta, he decidido plasmar aquí el contexto y la pregunta para ver si entre todos podemos llegar a alguna conclusión.

Antes de empezar un par de advertencias:
1. La conversación que estáis a punto de leer es una reconstrucción. No es literal. Transcribir una conversación entre Jordi y yo de forma literal supondría una cantidad tal de interrupciones, paréntesis, claudatores, notas a pie de página y bibliografía que harían la lectura muy farragosa.
2. El sexo de los protagonistas se puede variar dependiendo de los gustos de cada uno.
¿De acuerdo? Pues allá vamos.

Noche de verano en Igualada. Al día siguiente ninguno de los dos tiene que ir a trabajar. Pongamos que es... miércoles, por ejemplo. Por culpa de la agradable temperatura, la copiosa cena y un par de cervezas, la conversación se ha alargado más de la cuenta y ha degenerado a temas tan procaces como la puerilidad de la filosofía de raíz hegeliana, la historia de la hípica azteca o la decadencia del imperio persa. Y uno de los dos, sin previo aviso, saca el tema.

- ¿Te dejarías atar por una desconocida?
- Ni de coña.
- Pero está muy buena.
- No, vamos, ni de coña.
- No me lo creo.
- En serio, ni de coña.
- Vale, imagina lo siguiente. Estás en un bar, en el Ou mismo, y empiezas a hablar con una desconocida.
- Eso es imposible que pase.
- Pues una desconocida empieza a hablar contigo. Es divertida, ingeniosa, rápida, malhablada...
- ¿Está buena?
- Muy buena... no, mejor, es mona... monísima... como XXX, ya sabes, la que trabaja en XXX.
- Joder, es preciosa. YYY dice que no es guapa.
- Es que YYY es imbécil y de mujeres no entiende una mierda.
- Si dijo que Nicole Kidman no es guapa.
- Menudo gilipollas. Nicole Kidman es una diosa, ¡una diosa!
(Interrupción hablando de diosas del cine)
- Bueno, que la desconocida es encantadora y os entendéis de maravilla.
- Y está buena.
- Sí, pesado. Y, joder, que la conversación fluye como si hiciera tiempo que os conocierais. Y os gusta la misma música, los mismos libros, las mismas películas.
- Eso sería un rollo. Cambialo.
- Pues en música no coincidís, pero ves que te puede enseñar muchos grupos de esos raros que te gustan.
- Vale.
- Pues nada, que entre vosotros dos hay una química especial, una tensión sexual e intelectual como no habías notado con nadie. Entonces salís del bar y te invita a ir a su casa.
- Y yo voy.
- Y tú vas porque si no serías idiota. Y seguís hablando. Entonces ella dice que va a hacer un café y si la puedes ayudar, y la acompañas a la cocina y entre lo romántica que es la luz de fluorescente...
- Romantiquísima.
- ... y el olor del café os empezáis a enrollar.
- Me parece bien.
- Y estáis un rato ahí dale que te pego y entonces dice que vayáis a la cama.
- Una idea estupenda.
- Se desnuda, pero no del todo... y está muy buena.
- Vale, me lo imagino.
- Como Rachel Weisz.
- Imposible, si fuera Rachel Weisz ya me habría colapsado.
- Vale... pues como XXX, o como ZZZ, la camarera de ZZZ.
- Perfecto.
- Tú estás cachondo perdido. Y en el punto álgido te dice si te puede atar.
- Ni de coña.
- Calla. Y te ata.
- ¡Qué no!
- ¿No te dejarías atar por Rachel Weisz?
- Por Rachel Weisz me dejaría hacer de todo, pero hemos quedado que no es ella.
- Pues te ata.
- ¡Qué no, joder!
- Hostias, te ata y punto. Has bebido, estás cachondo y eres un hombre.
- Ante esos argumentos...
- Pues eso, que te ata.
- ¿Con qué?
- Con una cuerda.
- Joder...
- Pero de las suaves. Atado de pies y manos. Y no puedes moverte, pero estás... pitón perdido, vamos.
- Entiendo... y el gesto sobraba.
- Y ella está ahí, chupándote, lamiendo y tal y llega un momento que dice que ahora vuelve.
- Y yo me quedo allí atado.
- Sí. Pensando qué va a pasar.
- Pues que echaré el polvo de mi vida.
- O en tu madre.
- No jodas por favor.
- Entonces ella vuelve. En pelota picada. Y en una mano lleva un pollo negro vivo.
- ¿Un pollo?
- Sí, un pollo. Le arranca la cabeza de un mordisco, te echa la sangre encima y dice que este polvo está dedicado a Satanás, único dios verdadero.
- O sea, yo estoy atado de pies y manos en casa de una desconocida que me está tirando la sangre de un pollo al que le ha arrancado la cabeza de un mordisco y está llamando a Satanás.
- Exacto, y aquí viene la pregunta, querido lector, ¿cómo reaccionarías en un caso así?

jueves, 23 de octubre de 2008

Santoral - Fritz Lang

Fritz Lang (5/12/1890, Vienna - 2/08/1976, Beverly Hills, Los Ángeles).
Director de cine.


Metropolis, 1927

La mujer del cuadro (The woman in the window, 1941)

M, 1931

miércoles, 22 de octubre de 2008

Anécdotas librescas

Los libreros tenemos asumido que somos medio brujos; que entre nuestras competencias no sólo está aconsejar lecturas, estar al día de las novedades y el fondo, o localizar un libro entre miles. Hay también una gran parte de adivinación. Nos dan cuatro datos, tres de ellos erróneos, y conseguimos el libro deseado. "Creo que el autor es una mujer, pero no estoy seguro", "hay una historia de amor" o "sale una guerra" y ¡zas! aquí está el libro pedido (a nuestro favor juega que la gran masa lectora siempre pide lo mismo). Pero hay momentos, clientes, que ni con todo nuestro poder, sacrificios humanos a los dioses primigenios o viajes en el tiempo, logramos adivinar qué quieren.


- Buenos días - clienta joven con pinta de pseudointelectual.
- Buenos días - librero joven y muy atractivo que responde al nombre de Jorge.
- Estaba buscando un libro... no sé si lo tendréis.
- Bueno, probemos.
- Yo lo vi en Italia y no se si aquí está publicado. En Italia, sí.
- Veamos qué es.
- Es un libro muy especial.
- ¿Cómo de especial? ¿Hace tostadas?
Mirada de "este tío es imbécil"
- No - pausa -. Es un libro donde aparece una palabra y al lado la definición de esa palabra.
- Un diccionario.
- No. No es un diccionario. Lo que busco es un libro donde aparece una palabra y al lado la misma palabra, pero en otro idioma.
- Un diccionario de traducción.
- No. Salían más idiomas. No sé... es que yo lo vi en Italia... Una palabra y al lado más palabras en inglés, francés...
- Diccionario trilingüe.
- No era un diccionario. Salían dibujos.
- Sería ilustrado.
- A ver, no me entiendes.
- No sé... dame un ejemplo.
- Salía casa y al lado pues esa palabra en otro idioma.
- ...
- O perro y dog, chien.
- ¿Cómo estaba ordenadas las palabras?
- Alfabéticamente.
- Eso es un diccionario.
- No es un diccionario. Diccionarios ya tengo en casa. ¿Sabes lo que quiero decir?
- Pues la verdad es que no.
- Ya... supongo que esos libros solo se encuentran en Italia. Adiós.
- Adiós.

Y ahora una pregunta de examen: ¿qué coño buscaba?

***

Una variante de esta anécdota le ocurrió a mi compañero de trabajo Cristóbal. Estaba yo tan ricamente entrando unas novedades en el almacén cuando de repente irrumpe Cristóbal.
- ¡Joder! no entiendo lo que me piden.
- ¿Qué pasa?
- Es que no lo entiendo.
Y vuelve a la tienda.
A salir de la librería me lo explica.
- Ha entrado un hombre mayor buscando una gramática catalana donde explicara cómo se escriben los números en letras en catalán. Los guiones y todo eso. Le enseño una gramática y vale, le gusta. Y luego me pide una bola del mundo, pero en libro.
- Un atlas.
- No porque ya tenía.
- ¿Entonces?
- Quería una bola del mundo en libro. Donde salieran los países.
- Eso es un atlas.
- Pero él que no, que no es un atlas. Que quiere una bola del mundo en libro.
- Pues ni idea.
- Me he agobiado.

***

- Hola, ¿tenéis cuerda?
- No.
- Pues vaya mierda de librería.

Un tiempo después, mi amiga Montse me habló del cómic Malas ventas donde aparecía una anécdota parecida. Aquí y en América los clientes son parecidos.

***

Entra un chico de buena apariencia. Uno de esos tipos de gimnasio, bien trabajado, pero sin pasarse, guapetón y simpático. Me toca atenderlo a mí y me lleva a un rincón del mostrador.
- Hola, ¿tenéis un libro para saber qué es lo que quieren las mujeres de verdad?
- Tengo libros de técnicas para ligar.
- No, de esos ya tengo. Es para después... para no cagarla.
- Pues me parece que no.
- Joder... es que no me aclaro.
Y salió de la librería con una pinta de derrotado que daban ganas de adoptarlo.

Y el próximo día os explico la historia de la mujer que consideraba que El barón rampante de Italo Calvino era demasiado violento para su hijo de dieciséis años y acabó comprándole algo del Marqués de Sade porque a su hijo le gustaba la novela histórica (sic.)

martes, 21 de octubre de 2008

domingo, 19 de octubre de 2008

De como aprendí a bailar, pero nunca bailé

Aunque no os lo creáis soy un inútil para algunas cosas. Sí, ya se que cuesta de aceptar y que claman las voces diciendo que no, que no eres un inútil luz de mi vida. Pero sí, para algunos temas soy un inútil. Me refiero que no puedo participar en una operación de neurocirugía, soy incapaz de disparar un arma (y que para esto sea un inútil para los restos de mi vida), no puedo construir una máquina del tiempo para viajar hacia atrás y ver a Nina Simone en concierto y no puedo bailar.

Y lo he intentado. De verdad, pero hay algo superior a mí que hace que me convierta un inútil en el momento de pisar una pista de baile. Para empezar tengo a la naturaleza en mi contra. Tengo poco oído musical y creo que me extirparon de pequeño el sentido del ritmo. En una discoteca me veréis pocas veces lanzado a la pista como un energúmeno moviéndome en espasmos epilépticos. Soy el típico tío que arrastra los pies y bebe de su gin tónic mirando alrededor buscando el momento oportuno para huir. Durante un año y medio estuve asistiendo cada viernes a clases de bailes de salón. Ritmos látinos. Salsa, cha-cha-cha, merengue, samba y unas pequeñísimas nociones de tango. Me desenvolvía bien, adquirí ritmo y soltura. En casa practicaba delante de un espejo y llené el mp3 de salsa y merengue para ir descifrando poco a poco su ritmo. Me sorprendía repitiendo los pasos de baile en un semáforo y bailando en el almacén de la tienda al ritmo de los sonidos en mi cabeza.

Y llegó el momento de la verdad. Paseo por una calle. Suena desde una ventana una canción del gran Héctor Lavoe. A mi lado una muchacha preciosa que me pide que baile con ella. Y dije que no. Sencillamente, no pude. Un año y medio de clases tirados por la borda (y tranquilos que esto no fue una oportunidad perdida. Esa muchacha es una de mis mejores amigas y unos días después tuvimos un bolero de despedida, los dos abrazados llorando y bailando al ritmo de Olga Guillot).

Eso es que tienes vergüenza, me diréis. No lo creo. Los que me conocen bien saben que en mí no existe eso que llaman sentido del ridículo (si he salido en una obra de teatro en bikini comprenderéis que el hecho de que me vean bailar no supondría mayor problema). Inseguridad, entonces. Un poco sí que hay, pero cuando participo en un recital también me siento inseguro, o cuando dejo a alguien leer un cuento o cuando hacía teatro. ¿No te gusta bailar? No, si lo peor de todo es que me encanta bailar. Los viernes que iba a clases era feliz y estar moviéndome al ritmo de la salsa y el merengue era maravilloso. En casa bailo cuando no me ve nadie. ¿Entonces qué? Sinceramente, no lo se.

Yo creo que tengo el mismo problema con el baile que el que tengo con la poesía. Le tengo demasiado respeto. Y si veo que no lo voy a hacer bien, si siento que no lo haré bien, prefiero no hacerlo. Cuando siento la presión de bailar, de seguir el ritmo, de llevar bien a la mujer, de conducirla y fluir... si noto que no puedo, no lo hago. Pese a que mi profesora de baile me animaba diciendo que lo hacia bien, que era bueno y que tenía a mi favor lo mucho que disfrutaba. Y en las clases no pasaba nada, pero en la pista de baile... no puedo, lo siento, no puedo.

Un amigo me dijo que el único problema es que todavía no he encontrado a mi pareja de baile; esa muchacha que me dejara cogerla entre los brazos y sacará de mí al bailarín. Me gustaría pensar que será así de fácil.

Así que a la espera de que aparezca esta muchacha que me saque a bailar, me quedo sentado a la barra observando como los demás bailan. Porque me gusta ver a personas bailando. Me gusta la danza clásica, la contemporánea, los ritmos latinos, los pasodobles, el tango... me gusta ver a bailarines profesionales moviéndose por una pista, la emoción de ver los musicales de Carlos Saura, un buen bailaor o bailaora de flamenco... Me emociona ver bailar... y en ocasiones, como ésta, acabo llorando.

viernes, 17 de octubre de 2008

Crónica de una obra IV

Resumen de lo publicado: La puerta se cerró tras nosotros dejándonos atrapados en el subsuelo igualadino. Después de rechazar el contacto humano con el electricista, exploramos el lugar gracias a mi mechero de la muñequita; una especie de caverna con columnas mu bonicas. Notamos que allí había algo que no era humano. El mimo y el paleta se reunieron con nosotros y nos enseñaron una huella que había encontrado. De repente, algo empezó a atacarnos desde la oscuridad tirándonos una calavera humana. Sin armas ni ganas decidimos enfrentarnos a lo que nos atacaba. Entonces apareció una luz y una misteriosa voz nos instaba a ir hacia ella.

- Vamos a la luz - dije.
- ¿Crees que es una buena idea? - preguntó el electricista mientras se sorbía los mocos y esquivaba un fémur.
- ¿Se te ocurre otra?
- Podríamos luchar. Enfrentarnos al lado oscuro - dijo el paleta mascando con furia un palillo.
Durante un breve momentos se detuvo la lucha. Tres pares de ojos le miraban incrédulos.
- ¿Con qué armas?
- ¿En la oscuridad?
Gesto internacional de "Tú tás tonto o qué?"
Sin olvidar que Jorge es un cobarde.
- Gracias por tu apoyo, Jordi.
De nada.
- Vamos pues - dijo el paleta. - Total, de perdidos al río. ¿A la de tres?
¿Pero a la de tres y ya o a la de tres y ya está?
- ¡Ahora! - gritó el paleta.
Y corrimos hacia la luz. Lo que no dejaba de ser un poco raro. Quiero decir, durante toda mi vida no había oído más que la frase "no vayas a la luz" porque la tradición siempre había dicho que eso era sinónimo de muerte segura. Y, sin embargo, nosotros ahí, corriendo; primero el electricista chillando "no quiero morir" seguido de cerca por el mimo que iba imitándolo, el paleta intentando que no se le cayeran los pantalones y cerrando la fila iba yo echando los restos por la boca.
Y tenía la inquietante sensación de que alguien había elegido por nosotros.

Corrimos y corrimos, pero la luz no parecía que estuviera más cerca. A nuestra espalda oíamos gruñidos, bufidos, jadeos y aspiraciones. Recibíamos una constante lluvia de huesos que caían a nuestro alrededor. La mayoría eran humanos, pero alguno de los que iba golpeando al electricista costaban identificar como tales.
Los pulmones me iban a estallar y empezaba a abandonar la carrera para iniciar un paseo rápido. Quizá el haberme encendido un cigarrillo no había sido una buena idea.
Tropecé.
Con mis cordones.
¡Halá! ¡Qué hostia más guapa!
- No te rías cabrón que me he hecho daño - me incorporé medio mareado y oyendo las ruidosas carcajadas de Jordi explicando a todo el mundo que me había caído - ¿Quieres parar?
Lo siento, ya sabes que soy receptivo al humor físico.
- Joder - me había despellejado el codo -. Estoy sangrando.
Se oyó un aullido triunfal.
Mis tres compañeros continuaban la carrera. "Te esperamos en la luz", oí chillar al paleta mientras el mimo se despedía de mí lanzando al aíre mariposas invisibles de colores.
- Cabrones...
Y sentí a mi espalda un fétido aliento a carne podrida y colonia masculina.

Me giré muy lentamente. La luz se intensificó y pude ver lo que tenía delante. Imaginaos que una noche un chihuahua conoce en un bar de solteros a una gorila, mantienen relaciones íntimas
vamos que follan como locos
y unos meses después tienen un retoño. Pues a eso añadidle espinas por pelos, ojos saltones, mandíbulas de acero con unos dientes del tamaño de una botella de cerveza y pechos de conejita. Pues algo así, pero más feo, me miraba fijamente mientras le chorreaba sangre de un ojo y en una de las garras sostenía una calavera.
Abrió la boca dejando ver tres hileras de colmillos.
Hice lo que haría cualquiera en mi situación.
Cerré los ojos.
Noté como su lengua rasposa y llena de pequeños dientes me recorría la cara. Tendría que haberme afeitado, pensé.
Y oí una voz profunda y cavernosa.
- Jau, Blanqueta, jau.
Abrí los ojos.
Esa cosa estaba estirada delante de mí ronroneando. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie.
A lo mejor era la voz de dios.
- No soy ningún dios. Me llamo Ciocco.
- ¿Dónde estás?
- Abajo.
Pues miré abajo. Y me encontré con un hombrecillo que mediría medio metro de altura vestido con una túnica blanca.
- ¿Quién eres?
- Las preguntas después. Acompáñame. Has llegado a la luz.
Me giré. Ante mí encontré dos inmensas puertas ligeramente entreabiertas que emitían un resplandor dorado y benéfico.
- Vamos dentro. Allí descansarás y recibirás todas las respuestas a lo que te inquieta.
Y cruzamos las puertas.
Joder, ¿y todo esto está debajo de Igualada?
Al cruzar, la luz se intensificó cegándome un momento. Cuando recuperé la visión, ante mí vi lo más hermoso que había contemplado en mi vida.
- Bienvenido al reino de Aqualata.
No podía ser una república, no.

Sencillo esbozo a carboncillo de las segundas puertas hecho por el paleta.

CONTINUARÁ

jueves, 16 de octubre de 2008

Contables

El contable de mi vecino es idiota y, por lo tanto, se comporta como un idiota. Todo el día llorando y golpeándose la cabeza contra la pared. Además de no saberse anudar con corrección el nudo de la corbata. Pero no es de esto de lo que quería hablar. Es idiota, pero lo que me inquieta y no entiendo es desconocer el motivo por el que lo tienen día y noche encerrado en el balcón. Todos los días y a todas horas, haga frío o llueva o, como ocurre en extrañas ocasiones, ambas cosas a la vez.
Eso no está bien.
No es que pertenezca a ninguna de esas asociaciones que últimamente están apareciendo por el barrio clamando por los derechos de los contables, con sus pegatinas e insignias, sus conciertos benéficos y sus discursos aburridos para que estampes tu firma en un panfleto. No, por dios, no vayáis a pensar mal. No soy tan liberal ni me he vuelto loco. Lo que sí creo es que se debe cuidar de los contables con un mínimo de...
de...
decencia, o dignidad a falta de una palabra mejor.
Nuestro gobierno no da un contable a cada persona en su cumpleaños para que alguien no lo trate con el debido...
¿respeto?
No, es una palabra demasiado importante para lo que estamos tratando.
Lo que quiero decir es que ese contable que tiene el vecino lo hemos pagado con nuestros impuestos. Y no está bien verlo cada día en el balcón gimoteando y punteando facturas. Por su bien y por el bienestar de los vecinos que tenemos que aguantar sus llantos desconsolados cuando le cae el sol con fuerza o cuando llueve.
Eso.
No es que el nuestro viva en casa con nosotros. No. No somos tan modernos y tenemos dos niños pequeños a los que queremos bastante pese a los nuevos implantes. Pero nosotros no lo tenemos en un balcón. Vive en un pequeño cubículo en la terraza que yo mismo le construí durante todo un fin de semana con su manta y sus tres comidas diarias de carne deshidratada. Es todo un lujo comparado con lo que he llegado a ver en algunas casas.
Quiero decir que es lo mínimo que se le puede ofrecer al que lleva la contabilidad de tu hogar, arregla el tema de la hipoteca y consigue ahorrar un poco de dinero cada mes para poder cambiar con cierta asiduidad el dvd.
A quien hace todo esto se le debe tratar con un mínimo de...
decoro
no, no es la palabra.
¿Humanidad?
Sí, humanidad...
Y los carteros tienen derecho al voto, no te jode.
Por dios, creo que esta última cerveza no me ha sentado nada bien.

martes, 14 de octubre de 2008

Sobre mitos y erotismo II

Preámbulo

Un día de esos plagado de gilipollas. Supongo que una vez al mes los dejan salir para que los que trabajamos de cara al público no nos hagamos ilusiones y lleguemos a creer que el mundo es un lugar maravilloso lleno de gente amable.

Pero pasemos a cosas más agradables. Continuo con la lista de mis mitos eróticos cinematográficos ordenados por décadas tal como me lo pidió Jordi. Así que si en la anterior entrada nos encontrábamos en lo que llamaron "los felices años veinte", ahora nos adentramos en lo que serían los duros treinta, el verdadero inicio del siglo XX.

Años treinta. Carole Lombard.

En los años treinta se estableció definitivamente el panteón de diosas cinematográficas. Estamos hablando de la época de eclosión de figuras imprescindibles como Greta Garbo paseando su soledad por todas las épocas, la fresca belleza de Paulette Goddard o la irrupción de la gran Marlene Dietrich con su esquiva belleza, su voz grave y su mirada de voy a traerte muchos problemas, nene. Lana Turner hace sus primeras películas, pero de momento es una actriz que empieza (lo de incendiar pantallas vendría después). Joan Crawford paseaba su desprecio a diestro y siniestro siendo la menos sutil de las mujeres fatales y de Inglaterra desembarcó una pequeña actriz que vendría a cambiar para siempre la historia del cine: Vivien Leigh.

Pero de todas ellas yo me quedo con una pequeña mujer nacida un 6 de octubre de 1908 (este año se cumple su centenario) en Indiana bajo el nombre de Jean Alice Peters, pero que para la historia sería Carole Lombard.

¿Y por qué? Era una mujer guapa, pero no espectacular. Elegante, sofisticada, con bonita voz. No tenía un físico rotundo que mareara por sus curvas. No protagonizo ninguna escena que elevara la temperatura corporal de las salas. No utilizo su cuerpo como arma sexual ni aparecía vestida de frac seduciendo con voz grave (¡divina Marlene!). Pero tenía algo que dentro de mi mundo resulta de lo más erótico que pueda existir:

Sentido del humor (¡já! ¿que os pensabais? ¿qué esto iba a ser un desfile de tetas y culos? No, señores. Soy algo más profundo que eso... no mucho más, vale, pero un poquito sí).

Carole Lombard y Robert Montgomery posando llenos de glamour en una pausa de rodaje de Mr. & Mrs. Smith (1941) de Alfred Hitchcock

Lo siento, el sentido del humor lo encuentro muy erótico. Una mujer divertida, malhablada, irónica, faltona, un poco cruel, con el sentido del ridículo extirpado en el momento de nacer, payasa, etc. Alguien de risa fácil, con la que reír dentro y fuera de la cama. Y Carole Lombard era una de estas mujeres. Se cuenta que era una de las personas más divertidas y antidivas de Hollywood. Y malhablada. Muy malhablada. Además, fue la única actriz que trató de tú a tú al maestro Hitchcock. Y por esto él la adoraba.

¿Momentos?

Varios. La cruel parodia que hacía de Greta Garbo en Al servicio de las damas (My Man Godfrey 1936) de ese desconocido mago del humor que era Gregory La Cava, cuando intentaba seducir a William Powell. Los ataques de hipocondría en La reina de Nueva York (Nothing Sacred, 1937) de William A. Wellman y con guión de Ben Hetch y Dorothy Parker (no acreditada). Y toda la película, cada una de las escenas en las que aparece o se la nombra en Ser o no ser (To be or not to be, 1942) de Ernst Lubitsch como la adorable Maria Tura.

Era una cómica nata, una payasa sin contemplaciones, un ángel venido a la tierra para hacer reír. Una mujer guapísima y elegante. Cuando veo alguna de sus películas (y no las veo poco, por cierto) no puedo dejar de sentir ese punto de erotismo que tiene la comedia. Porque una mujer riendo siempre será más atractiva y erótica que cualquier trágica.

Y un par de apuntes biográficos. Se casó dos veces. Una con William Powell, del que se divorció dos años más tarde pero con el que le unió una fuerte amistad, y con el macho entre machos de la época Clark Gable formando uno de esos matrimonios de ensueño. Murió en un estúpido accidente aéreo a la edad de 33 años.

La comedia todavía la echa de menos.


Escena de la película de 1932 No man of her own donde formó pareja por primera y única vez con Clark Gable. Como comprenderéis, el hecho de que en esta película sea librera hace ganar algunos puntos... y siempre los mágicos estantes altos.

lunes, 13 de octubre de 2008

Arreglado para un cumpleaños

Hoy vamos de fiesta. Es el cumpleaños de Ana, una de esas fantásticas personas que me he encontrado por el mundo. Ayer le prometí que le tendría a punto mis regalos, así que aquí van.

Un pedazo de tarta pixelada para acompañar un café.


Como libro (no hay cumpleaños donde no regale libro), me he decidido por La historia del amor, de Nicole Krauss. Porque es bonito, no es cursi, es divertido y triste.

“Preguntó a mi madre si podía hacerle una foto. Cuando el levantó la cámara y miró a través del visor, mi madre le preguntó que veía
–Lo mismo de siempre- respondió él
–¿Qué es?-
-Una mancha borrosa- dijo él
–Entonces ¿Por qué lo hace?
-Por si un día se me curan los ojos, saber lo que estuve mirando-.
"

Y un capítulo de Pocoyo lleno de acción, aventuras y final feliz.



Feliz cumpleaños Ana. Nos vemos una tarde lluviosa delante de la tele viendo una película tonta y con un montón de ganas de no hacer nada.

domingo, 12 de octubre de 2008

Capaz de todo

No se si ha sido el sueño, la comida, la música o la lectura, pero por unos momentos me he sentido capaz de cualquier cosa.

sábado, 11 de octubre de 2008

Sobre bebés presentes y futuros

De un tiempo a esta parte parece que mi vida se ha convertido en un continuo estado de "tío adoptivo". Me refiero a que en unos pocos meses la población infantil a mi alrededor se ha multiplicado exponencialmente con nuevos nacimientos o noticias de futuras llegadas. No solo se trata de mi sobrino (que crece y duerme y todo eso que hacen los niños de siete semanas y que por muy guapo que sea es muy aburrido), sino que la misma semana que éste nació, en las dos habitaciones contiguas me encontré con conocidos que tenían en sus manos a su futura prole. El más que conocido, pero menos que amigo Josep y la camarera del bar donde voy a desayunar todas las mañanas (en esa habitación también estaba su preciosa prima, pero ese es otro tema).

Clientas en la librería que un buen día aparecen con un buen bombo y buscando libros sobre cómo ser padre hoy, mañana, pasado y dentro de tres horas.

Paseos por la ciudad con la sensación de que soy el único que no lleva carrito, niño en los hombros, crío montado en cochecito que se mueve, lloros por chuches y mamá esperando el segundo.

Compañeros de colegio que ya van por el tercero.

Llamo a mi amiga Montse para darle las gracias por el álbum ilustrado que me trajo de Venecia y me suelta que voy a ser tío. ¿Qué? Pues eso, que estoy embarazada. La ilusión no es poca, la alegría es inmensa por todo lo que Montse y yo hemos compartido a lo largo de tantos años. Y a los pocos días foto de la primera ecografía. Naturalmente no veo nada. Bueno sí, parece un bosque, o una selva, o un par de pingüinos. Suerte que Montse rodeó de rojo donde aparecía el bicho (tal como lo llama ella, que conste). Y tuvo la decencia de decir que aquello de no ser como las otras madres que se pasan el día enseñando las ecografías y todo eso queda olvidado.

Y mi muy querido Mr. Fritanga, que en poco será padre por segunda vez (¡si es que se puede reproducir cualquiera!). ¡Sí amigo, padre por segunda vez! De camino viene un alien (tal como lo llama él, que conste).

Naturalmente estoy contentísimo. Y aunque ni la hija o hijo de Montse (que todavía no se sabe), ni el futuro muchacho de Fritanga y su adorable Fiona sean familia mía, no evito sentirlos un poquito míos.

Aunque todo esto no deja de ser un poco inquietante. Se habla de un segundo Baby-boom, una explosión demográfica y todo eso. No sé. A mí todo lo que suene a estadística me escama. Y resulta poco creíble. La explicación a todo esto es más sencilla.

Aquí os la dejo.


viernes, 10 de octubre de 2008

jueves, 9 de octubre de 2008

Gerda Taro

Gerda Taro (Stuttgart, Alemania, 1 de agosto de 1910 - Madrid, España, 26 de julio de 1937). Fotógrafa. Periodista. Considerada la primera fotoperiodista de guerra inventó la marca "Robert Capa" junto con su compañero el también fotógrafo André Friedman (que acabaría siendo conocido como Capa). De espíritu y carácter fuerte, de profundas convicciones políticas siempre estuvo al lado del oprimido, de la clase obrera y del que sufre. Al producirse el golpe de estado de los militares en España, y que acabaría derivando en una Guerra Civil, se traslada junto con Friedman para cubrir el conflicto. Su reportaje más importante fue el de la primera fase de la batalla de Brunete. Su mirada era directa, incisiva, comprometida.

Gerda Taro perdió la vida en un accidente. Gerda se subió en el estribo del coche del General Walter. Unos aviones enemigos volando a baja altura hicieron que cundiera el pánico en el convoy, y un tanque republicano golpeó sin querer a Gerda Taro, aplastando su cuerpo.

Murió una gran fotógrafa que empezaba a formar su estilo y su mirada y que nos lego imágenes para que no olvidáramos qué había pasado y el crimen contra la humanidad que unos militares endiosados estaban a punto de cometer.

Hace poco se encontraron en una maleta olvidada en México más de 300 fotografías de Robert Capa y Gerda Taro. Entre ellas se encontró una serie de fotografía que un Capa perdidamente enamorado le hizo a su pareja y amor de su vida. Creo que es una de las fotografías más tiernas y hermosas que un hombre enamorado puede hacer a una mujer.

miércoles, 8 de octubre de 2008

martes, 7 de octubre de 2008

Cosas varias

Pues eso, un pupurri.

1. Para empezar decir que he estado enfermito (coff, coff). Según rumores que me han llegado vía cola en la farmacia/consejo señora mayor en el trabajo hay una pasa por Igualada de gastroenteritis/gripe estomacal/ébola. En verdad me da igual de lo que sea la pasa o si ésta existe de verdad. Lo único que sé es que me he pasado los dos últimos días sintiéndome como si me estuviera preparando para la pasarela de Milán; o sea, vomitando lo que no había comido. Ha llegado un momento que tenía complejo de aspersor.

Ahora mismo me encuentro mejor gracias a una estricta dieta de arroz hervido y manzanas. Llevo dos días sin tomar ni una gota de café y he perdido algo de peso que seguramente recuperaré en diez minutos.

2. La novela que estoy leyendo es de lo mejorcito que ha caído en mis manos en los que va de año. Se llama Postales de Invierno de Ann Beatty (Libros del Asteroide, 2008) y es uno de esos libros que estoy temiendo que se acabe. ¿De qué va? De nada en concreto. Un grupo de jóvenes de esas maravillosas edades entre los veinticinco y los treinta que pupulan por la vida, tienen trabajos insatisfactorios, fuman un poco demasiado, escuchan mucha música, se enamoran de personas equivocadas, se pasan el día hablando por teléfono, se alimentan mal y se preguntan si vale la pena seguir respirando. Leyéndola parece que esté hablando de ahora mismo y de las personas y amigos que te rodean. Es una ligera comedia de personajes, tristemente alegre que dice muchas cosas de forma sutil y habla de lo que tememos. Y escrita hace casi treinta y cinco años. Aunque queramos sentirnos especiales, nuestros miedos, temores, alegrías y amores no son tan diferentes que los de todos los treintañeros de todas las épocas. Y su capítulo octavo es una maravilla, una joya perfectamente engarzada de diálogo, comedia, tristeza y personajes.

3. El día 13 de noviembre me largo de vacaciones para La Habana. Vuelvo otro año a una de mis ciudades para ver a mi amiga Aurora, darle un fuerte abrazo y hablar de todo lo que tenemos que hablar. Ver a Laurita, a Yane, a Alain. Volver a estar en profunda contradicción en un país contradictorio. Volver a un país precioso lleno de gente maravillosa jodido por los de dentro y los de fuera.

4. En la librería:
Una chica a otra.
- Paulo Coelho es un genio... es un mago de la palabra... El alquimista es lo mejor que he leído nunca, ¿verdad?
Este verdad iba dirigido a mí.
- A mí no me gusta - digo yo siendo inusualmente elegante.
- ¿No?
- No.
- ¿Por qué?
- No conecto - sigo siendo elegante. Los que me conocen lo saben.
- ¿Por qué?
- Es que me parece... - una mierda, es lo que me parece - pretencioso y superficial.
Silencio.
- ¿Tu no tienes pareja verdad? - contesta ella, y sigue hablando con su amiga.

¿A qué venía esto último?

5. Y por petición popular dejo otra canción de Amélie-les-crayons. Quería traducir la canción, pero es tan jodidamente triste que he dejado el trabajo a medias. Total, él muere al final.


domingo, 5 de octubre de 2008

Crónica de una obra III

Resumen de lo publicado: Al descender al túnel nos encontramos con una puerta. De arquitectura desconocida se abrió al entrar en contacto con mi sangre (accidentalmente me había cortado). Indecisos sobre lo que debíamos hacer, al final uno a uno fuimos entrando a lo desconocido. La puerta se cerró detrás de nosotros dejándonos atrapados y en una absoluta oscuridad. Nuestro único contacto con el exterior era mi amigo Jordi que gracias a sus habilidades como telépata se podría comunicar con nosotros por medio de cursivas.

La oscuridad nos envolvía. Negra como...
La boca de un lobo.
- Muy original, muchacho.
Era por decir algo.
- ¿Qué hacemos? - dijo el electricista.
- Enciende la linterna y busquemos a los otros. No tendríamos que habernos separado.
- Hay un problema... la mía funciona con luz solar.
- ¿Y para qué coño quieres una linterna solar?
- No sé... es más ecológico.
Madre de Dios.
- Sí, hijo sí.
- ¿Has oído algo? - dijo el electricista cogiéndome la mano.
No había oído nada. Pero eso es normal al ser fumador. Pero al momento lo oí. Un siseo. Un delicado arrastrar de pies como de alguien que no quiere hacer ruido.
- Hay algo... - me apretó más fuerte la mano.
- ¡Suelta la mano!
- Lo siento... es que cuando me pongo nervioso me da por el contacto humano.
Yo me estaría calladito... pero a mí plin. Yo estoy tan ricamente aquí arriba.
Por una vez Jordi había dicho algo sensato. Permanecimos en silencio esperando que pasara algo. Ese siseo que habíamos creído oír no se repitió. Metí la mano en mi pantalón buscando el mechero. Quizá así viéramos algo. No lo encontré. Busqué en el otro bolsillo. Tampoco. Quizá en los de atrás, pero me extrañaría porque allí nunca pongo nada. No estaba. ¿Me lo habría dejado en la mochila? No... me había encendido un cigarrillo desayunando y luego me lo había puesto en el bolsillo derecho. Volví a buscar. Y allí estaba. En el bolsillo.
¿Qué estaba ocurriendo?
Lo encendí. Lo primero que vi fue la cara desencajada del electricista que se abrazaba a sí mismo. Extendí el brazo. Ante nosotros se abría una amplia galería que parecía no tener fin. Avancé unos pasos. El suelo era de tierra y de él emergían columnas que parecían querer herir el techo para arañarlo con fuerza y conseguir la libertad.
Perdona, pero esa imagen es una mierda.
Empecé a notar que el mechero se calentaba. Un poco más, por favor, antes de quemarme. Pero en el mismo momento que lo pensé, me quemé. Pero antes de que la luz se apagara creí ver dos ojos animales que me observaban desde el techo.
- Hay algo - le dije al electricista cuando la oscuridad volvió a nosotros.
- Sí que hay algo - dijo una voz. Y un poderoso haz de luz hizo que por unos momentos perdiera el poco mundo que tenía delante de vista.
- ¡Joder!
- Perdona.
Eran el paleta y el mimo. Este último nos demostraba su alegría por encontrarnos subiendo una escalera imaginaria.
- ¿Y el yesero? - preguntó el electricista.
- ¿No estaba con vosotros?
- Fue el primero en entrar... Jordi, ¿notas su presencia?
A ver... yo soy telépata y atractivo... lo de notar presencias no entra en el lote. Pero yo de vosotros tendría cuidado. Noto más de cuatro presencias en la galería... noto como unas treinta.
- Pero no acabas de decir que...
¿Qué?
- Nada. ¿Qué hacemos?
- Seguidme - dijo el paleta - he encontrado algo...
El mimo puso cara de disgusto hinchando mucho los carrillos.
- ... perdona, hemos encontrado algo.
Andamos unos minutos siguiendo el haz de luz de la linterna. No me parecía muy buena idea alejarnos de la puerta, pero la curiosidad era un sentimiento más poderoso. Quizá estábamos ante un descubrimiento que nos haría ricos.
- Aquí está.
Y el paleta proyectó la luz de la linterna al suelo. Era una huella. Pero no parecía humana ni animal. Medía medio brazo de largo y más o menos un palmo de ancho. Ligeramente palmípeda.
- ¿Qué es?
Una huella.
- Gracias listo. Pero, ¿de qué?
- Parece que bajo Igualada hay más cosas que tierra, ratas y cocodrilos.
¡Joder! ¡Se han despertado!
- ¿Quién se ha despertado?
Ellos. Y están por todas partes.
Empezamos a oír jadeos, chillidos, succiones y algo parecido a ladridos. El paleta dirigió la linterna hacia donde creímos que surgía el ruido (lo que nos llevo cinco minutos de discusión), pero no conseguimos ver nada. Solo borrosas sombras de algo peludo que corría entre las columnas. De repente, vimos aparecer una calavera que golpeó la linterna. Ésta cayó al suelo rompiéndose. Encendí el mechero. Era una calavera humana. Y no parecía muy feliz.
El electricista empezó a llorar. Yo cerré los puños. No iba a permitir que ninguna criatura infrahumana me succionara la carne.
Nos juntamos los cuatro formando un círculo. Entonces el mimo empezó a hacer el signo internacional de "he visto algo".
A lo lejos apareció una luz.
Y una voz.
- Venid hacia la luz.
Podía ser una salida. Pero podía ser una trampa. ¿Qué podíamos hacer? ¿Enfrentarnos a lo que parecía una horda de monstruos o ir hacia luz?
¿Qué elegir?

Si quieres que nuestros héroes vayan hacia la luz, deja un comentario que diga "quiero que vayan hacia la luz".

Si quieres que se enfrenten a eso que acecha en la oscuridad, deja un mensaje que diga "quiero que se enfrenten a eso que acecha en la oscuridad".

La huella que encontramos no se parece en nada a ésta.

CONTINUARÁ

viernes, 3 de octubre de 2008

Santoral - Joan Salvat Papasseit

Barcelona, 16 de mayo de 1894 - 7 de agosto de 1925
31 años


SI LA DESPULLAVA

Si la despullava
oh, la meva amor!
un botó que queia
ja em donava goig
-- ara la bruseta
i el cinyell tot pret,
mel rosada i fresca
la sina després:

al mig de la toia
clavellets vermells.

(SI LA DESNUDABA

Si la desnudaba
oh, mi amor!
un botón que caía
ya me daba placer
-- ahora la blusa
y la cinta tan prieta,
miel rosada y fresca
el pecho después:

en medio de las flores
pequeños claveles rojos.)

La traducción es mía. Pido mis más sinceras disculpas.
Cinyell en catalán es una cinta que ceñía el vestido de las muchachas y Toia es una preciosa palabra para designar un ramo de flores.

jueves, 2 de octubre de 2008

Sobre mitos y erotismo

Preámbulo

Al menos una vez por semana quedo con mi buen amigo Jordi para cenar. Solemos ir al Guffo, a Cal Roure o a Kaelia (si es sábado y luego hay cine) para pasar un buen rato, comer y dejarnos una pasta sin muchos remordimientos. Hablamos mucho, nos ponemos al día de la semana y cotilleamos de conocidos y desconocidos. Al acabar la cena vamos al cine y tras la película un largo paseo por Igualada. Si ese día no hay cine, el largo paseo es aún más largo. Estos recorridos por la ciudad suelen ser uno de los mejores momentos de la semana.

Hablamos de todo un poco, pero lo que suele predominar son largas conversaciones sobre sexo. Y sobre cine. Y sobre sexo y cine. Porque ya va siendo hora, Jordi, que reconozcamos un par de verdades sobre nosotros mismos; somos unos salidos y unos mitómanos. En una de estas charlas, entre una pregunta psicópata sobre a quién me tiraría antes (preguntas que ya darán para una futura entrada), y si me dejaría atar por una completa desconocida que estuviese, en palabras de Jordi, "buena que te cagas", lanzó la pregunta de cuáles eran mis mitos eróticos de la historia del cine.
- Pero ordenados por décadas.
- ¿Desde cuál?
- Años veinte. Uno por década.
- Puedo hacerlo.

Y aquí está el resultado de esa petición. Durante las próximas semanas iré dando noticia de esos mitos cinematográficos que han alimentado algunas fantasías y que hacen que una película gane puntos. ¿Qué es frívolo? Mucho. ¿Qué no aporta nada? Absolutamente nada. ¿Qué puede ser considerado machista? No lo creo, pero acepto correr el riesgo. Pero lo que nadie me puede negar es que puede ser muy divertido y esclarecedor.

Allá vamos.

Años veinte. Louise Brooks.

Como todo el mundo descubrí a esta actriz por la obra maestra de George Wilhelm Pabst La caja de Pandora (Pandora's Box, 1929). Ya había oído hablar de esta pequeña actriz americana y la había visto en alguna fotografía, pero no había visto ninguna película suya. Un día paseando por un Fnac vi que habían editado la película de Pabst y para casa. La vi una noche un par de semanas después.

Fue amor a primera vista. Aunque en seguida supe que me había enamorado de la chica equivocada.

Louise Brooks en la película de Pabst es el origen y máxima expresión del mito de la femme fatal, esa mujer de sexualidad desbordante que irremediablemente condena a todos los hombres que se acercan a ella al fracaso, a la locura y a la muerte. Inconsciente, caprichosa, manipuladora, cruel, encantadora y adorable. Con final trágico, como no, y a manos del único hombre que trata bien. La película es un impagable estudio psicológico de personajes, de hallazgos técnicos (fue una de las primeras películas en dotar de carga significativa el primer plano), con una interpretación naturalista (sobre todo la de Louise Brooks) que la alejaba de los manierismos tan en boga en el cine mudo.

Pero no estamos aquí para hablar de cine. Estamos para hablar de erotismo. Y Louise Brooks tiene mucho de eso. El peinado a lo garçonnes que tan de moda puso, los enormes ojos y la mirada picara, un cuerpo equilibrado, bonitas piernas, pechos pequeños, una gracia en pantalla, una belleza innegable. Y una espalda...


Lo reconozco, soy un fetichista de las espaldas. Y la de Louise Brooks es de esas que me pierden. Como una sonrisa directa y franca que puede provocar colapsos nerviosos y que la tierra deje de girar. O su forma de beber un sorbo en una copa o de pintarse los labios (¿por qué este simple gesto puede resultar tan increíblemente erótico? Y más cuando no es que sea un fan de carmín...)

¿Se puede decir que Louis Brooks es mi tipo de mujer? Digamos que es uno de mis muchos tipos. Cuando hayan aparecido todos será el momento de sacar alguna conclusión.


Escena de La caja de pandora (Lulu) de G.W. Pabst, 1929
Su mirada de desprecio y superioridad me puede.