jueves, 18 de junio de 2020

Donde hago un repaso superficial a LOS JUEGOS DEL HAMBRE porque con una niña de cuatro años que quiere jugar y un gato pesado que tiene hambre uno no puede ponerse muy profundo, la verdad

En un momento en el que parece que todo regresa ya sea camuflado de remake, reinicio, homenaje o copia, una mañana el siempre inquieto mundillo de la literatura juvenil se despertó con dos noticias inesperadas. 

1. Suzanne Collins, autora de Los juegos del hambre anunciaba una precuela de la saga.
2. Stephanie Meyer, autora de Crepúsculo anunciaba la publicación de otra novela ambientada en su mundo de vampiros brillantes y lobos sin pelo; algo así como la historia desde el punto de vista de él.

Hubo muchos tweets, muchas reacciones y observé dentro del minúsculo mundo donde me muevo que una nueva entrega de Los juegos del hambre se recibía con frialdad y mucha reticencia, pese a ser tres novelas buenas y solventes y Suzanne Collins una mas que buena escritora. En cambio, el anuncio de ese Crepúsculo desde el punto de vista del chico se recibió con alegría y aplausos a pesar de ser una serie que hasta muchos de sus más fieles defensores consideran más bien floja. 

¿Por qué estas reacciones? Supongo que de nuevo juega el factor nostalgia. Crepúsculo fue para muchas personas su inicio en el mundo de la lectura y el motivo por el que abrieron un blog y vivieron aquella breve edad de oro de las bitácoras literarias.

Leí las noticias y las olvidé casi al momento, ya me las encontraré en algún servicio de novedades, pensé.

Llegó el confinamiento y entré en una crisis lectora de proporciones monstruosas. La mezcla de nervios, tensión social, incertidumbre e imbéciles con altavoces hicieron que durante un par de semanas no pudiera leer absolutamente nada; cada libro cogido se caía de las manos, todo me aburría y agobiaba hasta que encontré la solución, relectura. Y releeí todo lo que pude. De Hammet a Perec. Cosas de Virginia Woolf y ensayos de cine. Y Los juegos del hambre. Las tres novelas. En cinco días.


Las leí por primera vez cuando salieron publicadas. Creo que el primer volumen lo compré el mismo día que nos llegó a la tienda. Y me gustaron. Fue una lectura que recuerdo ágil, divertida y llena de matices y contradicciones. Nunca hablé de ellas en mi extinto blog de libros porque consideraba que había demasiadas reseñas y una más no aportaba nada.

Con esta segunda lectura me pasó exactamente lo mismo. Aguantan sorprendentemente bien y está llena de detalles que me encantan. Me gusta que se inscriba en la tradición literaria y cinematográfica de "la caza del hombre", desde el Malvado Zaroff  (1932) a Battle Royale (1999 la novela, 2000 la película), Blanco Humano (1993) o la australiana Turkey Shoot (1982).

Salvajada violenta y divertídisima de prisioneros sobreviviendo a pruebas demenciales mientras los guardias los quieren matar entre risas.

Me gusta mucho que sea una trilogía terriblemente triste y pesimista cuyo tema central es la manipulación que se ejerce desde diferentes centros de poder hacia una adolescente. Y entiendo que muchos lectores se sintieran traicionados por un final que apuesta por ser totalmente anticlimático y que arrebata la gloria o un éxtasis de justicia. La violencia solo deja muertos y la guerra convierte a buenas personas en verdugos y asesinos. Muchos querían leer un final fácil y heróico, complaciente y Suzanne Collins se lo arrebató dejando un enorme poso de amargura y cicatrices. A mí esto me gustó en su primera lectura y me gustó mucho más en la que he hecho ahora. Katniss convertida sucesivamente en símbolo y luego desechada por incómoda. 

Y me gustó Katniss como protagonista porque es compleja, se equivoca, es prejuiciosa, puede ser adorable y odiosa en un par de páginas, no cae bien a todo el mundo y se equivoca; no es la protagonista absolutamente perfecta que proliferaron en muchas otras trilogías del momento (y de ahora).

Sí, es demasiado larga (todos los libros son demasiados largos) y el triángulo amoroso chirría (todos suelen chirriar), pero son cositas que no molestaron en la relectura. Así que cuando llegó a la tienda Balada de pájaros cantores y serpientes se vino a casa.


¿Y qué tal? Pues la verdad es que bien; no entiendo la reticencia. Suzanne Collins es buena y lo suficientemente inteligente como para no querer repetir lo mismo con otras palabras. Se ambiente sesenta y cinco años en el pasado y explica cómo eran los primeros Juegos del Hambre y el lento proceso de algo que odiaban todos en Panem menos el gobierno acabó siendo un espectáculo de masas televisivo. Como se manipula a una sociedad para que los valores cambien de forma tan drástica y como un joven y ambicioso Snow, futuro presidente y villano principal, participa en todo esto y vende su alma. 

La novela funciona; sí, es demasiado larga y el tercer acto se atraganta un poco, pero bien, es entretenida, tiene ideas potentes e interesantes, ves los juegos desde otro punto de vista y los mecanismos del poder y descubres cómo se forja un villano. Y sigue siendo triste, cruel y pesimista con un final anticlimático que tiene todos los números de no gustar a un montón de personas. No hay sitio ni para buenos sentimientos ni para buenas personas.

Y ya está. No sé qué más decir. Había olvidado lo que llegué a odiar escribir sobre libros.