miércoles, 23 de septiembre de 2015

Que 10 años no es nada...

Ayer o mañana se cumplieron o se cumplirán diez de trabajo como librero.


Para estar seguro tendría que levantarme de la silla, apartarla, acariciar a Sigilo, caminar, acariciar a Zarpa, abrir la puerta del que muy pronto dejará de ser mi despacho, buscar una carpeta, abrirla, cerrarla porque no he encontrado lo que busco, mover papeles, entretenerme con una vieja libreta llena de cuentos, cerrarla, seguir buscando, estornudar por el polvo, y esto qué hace aquí, seguir buscando, encontrarme con viejas fotos, algún cadáver, restos de comida, algo de nostalgia que expulso del pueblo con brea y plumas... todo para ver si por casualidad encuentro la hoja de vida laboral que mandan cada año y ver la fecha en la que empecé a trabajar. Pero como todo esto me da una pereza horrible, pues nada, a la hipótesis que para eso está y si tantos científicos la han utilizado será por algo.

10 añitos ya. Y para que fue... sí, hace 10 años... que acompañé a mi buen, pero insoportable amigo Jordi a comprarse un libro de música y me dio por preguntar entre la marabunta al que sería mi jefe si necesitaban a alguien. Y me dijo, deja tu currículim y lo dejé y me llamó y empecé a trabajar. Ya sé que como historia le faltan ninjas, destete, monstruos, caníbales y números musicales con pasteleros troskistas, pero en ocasiones la realidad no viene con acompañamiento de setenta músicos.


2005. Reinaba sin discusión en las ventas Dan Brown y Ruiz Zafón. El libro de buenos sentimientos con niño que se puso de moda fue El curioso incidente del perro a medianoche (trono que después han ocupado El niño con el pijama de rayas y Wonder). Libros del asteroide empezó su andadura y recuerdo que uno de los primeros libros que tuve que colocar fue Las dos inglesas y el amor. El libro electrónico era un rumor. Muchos se quejaban de lo caro que eran los libros y de que los jóvenes no leen y están todo el día con las pantallitas. Hay cosas que no cambian. No conocía a A. Estaba a un año de ir por primera vez de viaje a La Habana y encontrarme con uno de esos sitios donde iría a morir y dónde me tendrías que buscar (otro es Las Vegas y hay un par más que me guardo en secreto). Aun trabajaba como gerente y chico para todo en un teatro y hacía teatro amateur como actor y esperando una oportunidad como director. Iba cada semana al cine (Igualada tenía dos cines) y leía mucho.


Y la gente.
Aunque mi experiencia como recepcionista y chico de la limpieza en unas piscinas municipales me había hecho pillar mucha tirria a los nadadores, y trabajando en un teatro había provocado que me mirara con reticencia a los músicos y actores (es que son muy raros, en serio), diez años como librero en una librería general donde se vende desde el último best seller, filosofía, autoayuda atlántica y cuántica, libros infantiles, derecho, filosofía, cartas de ángeles custodios, cocina, novelas así sería de pensar y leer mucho, fantasía, tiros y tetas, etc., han provocado que odie al mundo. Así en general. De entrada, odio. Luego, a lo mejor, me relajo y no me molesta (mucho) que respires. Sobre todo en esa temporada de texto que extiende sus tentáculos desde finales de junio hasta finales de octubre.


Recuerdo a la señora que buscaba un libro de hace dos años sobre un chico que quiere a una chica y que la portada era azul (sí, me ha pasado lo de la portada azul).
El señor que preguntó si vendíamos cuerda.
El señor que preguntó si vendíamos collares de perro.
La señora que quería todos los libros del mismo tamaño y altura, pero de diferentes colecciones porque quería decorar la habitación de su hijo.
El señor que intentó agredirme porque eso de la ley antitabaco le estaba quemando mucho.
La señora que después de insultarme se quejó de que tenía poca empatía y parecía que su encargo me importaba poco.
El chico que quería cambiar un libro de texto medio forrado, roto y con el nombre puesto alegando que ya no hacía el curso y que el libro no estaba tan mal.
El señor que creía que Shakespeare era un tipo de medicina alternativa.
La señora que me preguntó si El diaro de Ana Frank tenía final feliz.
El chico que buscaba Las raciones extraordinarias de Poe en cocina.
Y muchas, muchas, muchas más.


Diez años como librero y espero que sean muchos más, la verdad. A pesar de ser un trabajo tan cansado (y sí, ya sé que hay trabajos más duros, exigentes y desagradables, ya lo sé. Imagino que ser clasificador de heces para los servicios secretos de un país dictatorial no tiene que ser muy motivador, pero cada uno se queja de lo que conoce, leche), es un buen trabajo. Incluso pese a la gente. Tienes la esperanza de que entre tanto libro que recomiendas, encuentres un lector de verdad que busque algo más allá del libro de moda, de la novela de intriga cutre de la temporada, de la redacción escolar con ínfulas de Paul Auster que los críticos han aupado y convertido en fenómeno de un par de meses. Un buen libro, un buen lector. Y de vez en cuando, pasa. Un libro que recomiendas a alguien y cambia la vida de ese lector ya sea para envenenarlo, ya sea para reconciliarlo.






En estos años he hecho amistad con un puñado de clientes. He odiado y he sido odiado por otro puñado. Se dice que soy un buen librero, un gilipollas, que sé de lo que hablo, un borde, simpático, serio, agradable... Creo que con los años he perdido algo de frescura e ilusión, pero he ganado experiencia, claro. Espero estar otros diez, veinte, treinta años como librero vendiendo lo que no me gusta y recomendando como un desesperado aquello que creo debe conocerse y leerse con la esperanza de que una o dos personas se arriesguen y me hagan caso. Permitir descubrir y dejar que me descubran lecturas.


Ordenar, devolver, colocar, abrir cajas, cerrar cajas, volver a ordenar. Hacer los servicios de novedades, las reposiciones, los encargos, reclamar encargos que no llegan, volver a reclamarlos, controlar los libros que llegan, reclamar algún error, colocar los libros. Quejarse. Leer un par de capítulos sueltos. Comenar las novedades. Buscar un libro. Atender. Recomendar libros de secciones de las que no se tiene ni idea (¿un buen libro sobre bolsa? ¿algo de derecho? ¿la mejor guía para contactar con los ángeles?) diciendo que no se tiene ni idea. Hacer presupuestos. Atender cien mails diarios. Llamadas telefónicas. Mucho encargos (una media de cincuenta al día). Ordenar albaranes. Ordenar facturas. Hacer previsión de pagos. Actualizar precios. Recibir paquetes. Hacer devoluciones (mirar, decidir, albaranar, encajar y devolver). Atender. Buscar libros y no encontrarlos. Ordenar. Equivocarse (decir que un libro no está y está, no recordar un título, decir que un libro está agotado y no estarlo, no conocer a un autor que se tiene delante, a veces pasarse de listo). Barrer. Quitar el polvo. Decidir si hoy suena música o no. Mucho trabajo. Un buen trabajo, aunque no da tiempo de vestirse de tweed, tomarse un té y leer a Jane Austen con un gato en el regazo.

Mi librera favorita.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Reto Nicolas Cage. "Valley girl", 1983

Seguimos con el reto Nicolas Cage.

Hoy toca su segunda película y la primera como absoluto protagonista.

Valley girl, Martha Coolidge, 1982

Julia, una chica de buena familia del Valle conoce a un punki llamado Randy (aclaración: punki ni de coña... es uno de esos punkis de película que pintan el pelo y conducen sin cinturón) y se enamoran. Eso, claro, les provocará problemas con el entorno social de ella ya que no pertenece a su clase. Vamos, variación de un tema clásico de amor, superación de conflictos y reafirmación del amor.

La película ha sido una pequeña sorpresa. Una comedia agradable donde lo más interesante es que te crees a los personajes que salen (sin obviamos el tema punki, claro). Son jóvenes que hablan como jóvenes y se comportan como tales. La película deja que los diálogos fluyan y, especialmente en las escenas dedicadas a ellas, resultan realistas y creíbles. Las cuatro amigas hablando de sexo con libertad y sin pretender ser un recurso humorístico.


La película busca la sonrisa y la complicidad. No ahorra momentos tristes o más duros. Por momentos parece "documental" (y, a parte de las comillas, pilladme la palabra con pinzas) lo que otorga aire de realidad. Como las películas de John Hughes que empezaría a escribir y dirigir un año más tarde. Cuando las películas sobre adolescentes eran algo muy serio.

Correctas interpretaciones. Algún momento de relleno (la subtrama de la historia de una de las amigas de la prota y su competencia sexual con su madrastra es bastante tonta), repeticiones innecesarias, puntos muertos y una buena banda sonora llena de éxitos menores hacen una película algo irregular, pero muy correcta y entretenida.

¿Y Nicolas Cage?

Primer protagonista y primera aparición de su nombre en gran pantalla.


y primera vez que se convierte en objeto de deseo


Una interpretación correcta que no presagia nada de lo bueno ni lo malo que vendrá después. Quizá esos ojos siempre a punto de cerrarse, un grito gutural ante una discoteca como demostración de toda su frustración


Sorprende su paso de chico que aplaude en un partido de fútbol a protagonista romántico. Un despegue glorioso que lo llevaría a su siguiente película. Su primera gran película.


Esto ya son palabras mayores.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Fin de la temporada de texto, pero no

Advertencia: esta es la típica entrada quejica de todos los años por los libros de texto.

Hoy empiezan las clases.
Alumnos de colegios e institutos vuelven a sus aulas a recibir enseñanzas y conocimientos para convertirse en lo mejor y más granado de un futuro lleno de esperanza e ilusión donde reinara la justicia, la paz, la armonía y el wifi libre y gratuito que no emite ondas radiactivas mutágenas.



Como decía siempre Newton para justificar cualquier cosa, en condiciones ideales la temporada de texto en las librerías se habría acabado. Todos los alumnos tendrían sus libros, las editoriales hubiera cumplido con los plazos y habrían hecho todos los libros nuevos, servidos las ediciones anteriores a buen ritmo y sin atropellos, los colegios e institutos habrían pasado las listas con los ISBN correctos, no habría equivocaciones o cambios de última hora, ningún instituto (y no miro a nadie...) habría puesto en las listas ediciones descatalogadas que sí o sí tienen que llevar los alumnos y la excusa de que ya no se editan no valen, los libreros habrían cumplido con las previsiones de compra y entrega, no se habrían equivocado de curso, olvidado apuntar el encargo, mantendrán el buen humor y conseguirán que no se formen largas e inacabables colas. Todo funciona como una maquinaria bien engrasada; un reloj de funcionamiento preciso, atómico, que nos conduce hacia un mañana soleado donde todos somos amigos.

Mentira.

La temporada de texto puede oficialmente haber acabado, pero los libros siguen allí. En la librería, o en las editoriales haciéndose, o perdidos en algún almacén remoto de charcutería. Muchas personas creen que la temporada de texto dura quince días. Del uno al catorce vamos apurados, pero luego, descansamos. Mentira. La temporada de texto empieza a finales de junio y se alarga hasta finales de octubre cuando el último rezagado se lleva el último cuadernito de inglés y nos podemos desabrochar los pantalones y decir a la mierda.

Sí, el colegio puede haber empezado, pero aun hay trabajo. Libros que no se han recogido, encargos que no han llegado, cambios de escuela de última hora, errores por parte de instituto / alumno / librero y ya veremos cómo lo arreglamos, editoriales que sirven primero a todo el mundo dejando para lo último a las librerías (y te lo dicen así, y pidiendo comprensión, de que es normal servir primero a un centro comercial donde los libros están al lado de los televisores y los helados que a una librería y más si ésta está en provincia y no en capital), broncas absurdas por entregar un libro que se ha pedido (esto pasó el sábado) y oír una, y otra, y otra, y otra, y otra vez que los libros son caros. O que para qué comprar 16 cuadernos si a final de curso solo se han hecho 6. O por qué un libro si solo hacen esa asignatura media hora a la semana. O... y lo cuentan al librería que lo entiende y comprende, pero han sido más de cuatro mil lotes de texto y oyendo a familias de todos los colegios diciendo lo mismo y buscando unas explicaciones que no podemos dar.

Ahora vienen los cambios, subsanar errores, rezagados, lecturas obligatorias, academias de inglés, clases de repaso... queda mucho trabajo por hacer y mucho por sufrir y quejarse. Una temporada de trabajo necesaria para la subsistencia de muchas librerías, pero que no gusta a casi nadie. ¡Ay, texto! ¿qué poder tienes para conseguir que añore los meses de preparación de Sant Jordi!

viernes, 11 de septiembre de 2015

Reto Nicolas Cage. "Aquel excitante curso", 1982

Empezamos por el principio. Con la entrada de hoy da inicio el reto Nicolas Cage, un repaso a toda su filmografía en estricto orden cronológico. ¿Por qué hago esto? Parte de aburrimiento y malsana fascinación por un personaje como Nicolas Cage, capaz de lo mejor y lo peor en una misma película.

Pero antes de empezar con la reseña de la película que supsuo la primera aparición de Nicolas en el cine, una breve introducción. ¿Quién es Nicolas Cage?


Nació en Long Beach, California, el 7 de enero de 1965. Hijo de August Floyd Coppola, profesor de literatura, y Joy Vogelsang, bailarina y coreógrafa. Sobrino del director de cine Francis Ford Coppola (autor de obras maestras como La conversación o Corazonada) y la actriz de Talia Shire, primo de Sofia y Roman Coppola y Jason Schwartzman. Su nombre completo es Nicolas Kim Coppola, pero al empezar su carrera se cambió el apellido para impedir que lo acusaran de nepotismo. ¿De dónde viene el Cage? Dicen que de su admiración por el superhéroe Luke Cage.


Nicolas debe de ser un buen frikazo por este y otro detalle. Uno de sus hijos se llama Kal-El. Sí, como Superman. Y a mí no me dejan poner Buffy, El doctor, Godzilla o Sarah Ellen Furiosa.

Nominado al Óscar dos veces. Ganador de uno. Ganador de una Concha de plata en San Sebastián y un Globo de Oro. Ha trabajado con Coppola, Lynch, De Palma o Scorsese. Ha protagonizado sonoros taquillazos y tremendos taquillazos. Lo consideran uno de los mejores y a la vez peores actores. Es capaz de lo mejor y lo peor.  Se ha convertido en un personaje y casi en un género en sí mismo. Creador del estilo interpretativo "Noveau Shamanic" del que promete libro.

¿Y dónde empezó todo?


En Fast Times at Ridgemont High, Amy Heckerling, 1982.
Agradable comedia estudiantil conocida en España por el título Aquel "excitante" curso (no entiendo las comillas, la verdad). Escrita por Cameron Crowe, posterior director de cine. Debut de Amy Heckerling en la dirección, a la que debemos la divertida versión noventera de Emma de Jane Austen conocida como Clueless, pero que también nos torturó con su díptico de Mira quién habla. En su reparto coincidieron numerosos nombres que por entonces empezaban a labrar su carrera. Sean Penn, Jennifer Jason Leig, Forest Whitaker, Phoebe Cates, Judge Reinhold, Eric Stolz, James Russo, etc.

La película es una comedia sobre las andanzas románticos / sexuales / estudiantiles de un grupo de estudiantes de secundaria. Tiene momentos divertidos y no pretende ser otra cosa que algo entretenido. Se convierte en un retrato de usos y costumbres de principios de los ochenta y de las nuevas modas en ropa y ocio (el centro comercial convertido en nuevo lugar de paseo y relaciones). Una de esas películas de estudiantes y desnudos tan de principios de los ochenta (pienso en la fundacional Porky's), pero con una mayor dosis de ironía y cierto punto de tristeza. Justamente famosa la escena de Phoebe Cates saliendo de la piscina e convirtiéndose en icono sexual de una época.

Pero, ¿dónde está Nicolas Cage en todo esto?
Pues haciendo hamburguesas y aplaudiendo en un partido de fútbol. La actuación de Nicolas dura unos diez segundos en toda la película (y redondeando hacia arriba).

¿Su escena debut?


Haciendo hamburguesas. Es el tipo que esta de espaldas.


Primera vez que se le ve la cara en pantalla con expresión de "soy mejor que todo esto".


Aplaudiendo en el partido de fútbol americano. Prefigura al héroe de acción que conoceremos después.

Y ya está. Esta es la primera interpretación de Nicolas Coppola (como aparece en los créditos) en el cine. No dice una palabra, no interacciona con nadie. Solo está. Marcando carácter, físico y presencia. Esperando a su siguiente película para debutar como protagonista en


martes, 8 de septiembre de 2015

Sobre una de esas noticias que dicen que cambia la vida, pero no sé... mientras no se parezca a Bela Lugosi

Han pasado tres meses, y como manda la tradición, ya lo puedo decir.
Resulta que A. está embarazada.
Y, por tanto, voy a ser papá.


Y sí, pese a la sorpresa de muchos, yo soy el padre. Sé que esto ha causado diversas reacciones que van desde la gracia (¡Jorge con un niño!), hasta la preocupación (Pero, A., sabes que el padre es Jorge, ¿no?) o la estupefacción (Entonces... ¡Jorge no es virgen! ¡Quién lo hubiera dicho!), pero sea como sea vamos a ser padres, pero solo A. se está llevando los mareos, los ardores, las molestias, las pruebas y los análisis.

Para A. será el tercero, para mí será el primero.

Y con el anuncio de tener un hijo vienen los miedos que han perseguido a todo aquel que será padre.
¿Seré un buen padre?
¿Lo haré bien?
¿Soy justo por traer a un ser vivo a este mundo superpoblado y repleto de cabrones?
¿Y qué pasa si se parece a Bela Lugosi?
¿Y si estamos trayendo a la vida a un nuevo Stalin?
¿O al que pondrá de nuevo de moda la lambada?
¿Es mejor que sea niño o niña?
¿Volveré a dormir tranquilo una noche?
¿Me seguirán haciendo gracia las películas donde los niños son malvados o las pasan putas?
¿Es verdad que durante más de un año me convertiré en una figura secundaria conocida como no-bebé o no-mamá?
¿Se supone que ahora tengo una responsabilidad con el mundo y tengo que dejarlo mejor de lo que lo he encontrado?
A pesar de mi evidente antipatía, ¿me veré cercado de consejos ridículos y supersticiones varias?
¿De verdad Buffy y El Doctor son tan malos nombres?
Y, lo más importante, ¿se verán afectadas de alguna forma mis partidas de rol?

Capdemunt puedes dejar de reírte.

Ahora a esperar. Según las pruebas que nos dieron ayer el crío estará hecho para mediados de marzo... sobre el trece o así, vamos que echando cálculos y tal... no, no me libro de Sant Jordi con el permiso de paternidad. Primera decepción, y eso que no ha nacido. Si es que...

Ayer, por cierto, fuimos a la primera ecografía. Sí, claro, que emocionante y todo eso de ver como se mueve... eso... dentro de la barriga de A. y oír el corazón, pero a la vez fue muy decepcionante. Me explico.

Desde hace muchos años soy muy aficionado a ciertos documentales que se pueden encontrar en páginas especializadas por internet donde señoras y señores, señoras y señoras, señores y señores, señor, señora y señora, señor, señor y señora y varias combinaciones más demuestran sus afectos y los afectos que se producen en el día a día de varios oficios. A saber, bomberos, electricistas, mayordomos, masajistas, profesoras de yoga, miembros del honorable gremio de maestros y educadores, etc. Y enfermeras. y doctores, claro. Así que en el momento en que hicieron que A. se quitara los pantalones y la ropa interior y la hicieron tumbar en una camilla con estribos, y una de las enfermeras se armara con un aparato de aspecto fálico, le colocara algo parecido a un condón (toda precaución es poca y de alguna parte salió Terminator, ¿no?) y un gel en la punta para que todo vaya suave, suave, se acerca a A. y le dice algo así como relájate y... zasca, venga dale dale, pues yo estaba en una esquina observando todo eso y pensando, ¿dónde está la música? ¿y las demás enfermeras? ¿y las posturas imposibles? ¿Por qué no me invitan a acercarme? ¿Mienten los documentales? ¿Estoy equivocado? ¿O es que este es otro problema de la sanidad pública y los afectos enfermeriles se encuentran en la privada? ¿Acaso estoy errado?

Nada de cariños, nada de afectos, nada de erotismo latente, ni jadeos.
Silencio, profesionalidad y un test de Rorschach en movimiento en la pantalla.
- Y ese es el embrión. Se ve muy bien, La cabeza, los bracitos, la columna...
Manchas en blanco y negro que se mueven mucho. No acabo de distinguir nada y hago un acto de fe. Es extrañamente emocionante, pese a lo decepcionado que me siento.
- ¿Qué tal?
- Bien, se mueve y tal. ¿No te recuerda a Bela Lugosi, A.?
- No.
- No sé, no estoy tranquilo.
- No se parecerá a Bela Lugosi.
- Bellucci te oiga. Y mientras no sea pelirrojo.
- Al menos ahora tienes tema interminable para el blog.
- Eso sí.

Advertidos quedáis.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Un reto tonto para pasar el rato que tiene a Nicolas Cage su centro y motor

Soy de retos tontos.
En mi extinto blog de literatura juvenil, durante tres años dejé que fueran los lectores del blog los que eligiesen mis lecturas. Eso llevó a consecuencias catastróficas porque solo una mínima parte de los lectores proponían libros interesantes o que podrían gustarme, decantándose la mayoría por la innecesaria crueldad, libros horribles y risas rozando la locura al imaginarme leyendo según que "novelas". Siempre se hacía sobre esta época y, seré sincero, lo añoro. Añoro la tontería y la chorrada. 

¿Podría proponer un nuevo reto?, me dije un día mientras hacía una de esas cada más frecuentes meadas de madrugada. ¿Pero qué?
Libros, no.
Grabar vídeos cayéndome de diferentes escaleras para hacer una comparativa, tampoco.
Apuntarme a bailes tradicionales, menos.
¿Qué?
Pues cine.
¿Hacer que los lectores del blog elijan las películas que debo ver?
Era tentador, pero me enfrentaba a tragarme el dueto A dos metros sobre el cielo de Mario Casas  o 50 sombras de Grey. Claro que con un poco de suerte la gente pensaría que me horroriza la serie B o las películas de monstruos y por ahí me podría escapar, pero es jugar con fuego.
¿Y si elijo yo como me torturo?
¿Por qué no puedo ser yo el amo de mi destino, el capitán de mi alma?
¿Pero qué podría ver que fuera de verdad un reto?
Acabé la meada y me volví a la cama sin tener una idea clara y con cuerpo de reto tonto.

Entonces recordé.


En este capítulo de esta extraordinaria serie se discute la existencia y sentido de Nicolas Cage en la historia del cine. ¿Es un buen actor? ¿Es un mal actor? ¿Es un ángel o un demonio? ¿Es lo que queremos que sea? ¿Una metáfora de los cenobitas?
Sí, me dije, ¿por qué no? Siempre he sentido una fascinación / repulsión / simpatía por la figura de Nicolas Cage. 



Se ha convertido en un género en sí mismo, en una parodía con destello de genialidad, con una filmografía que sobrepasa los ochenta títulos y que bascula entre lo brillante y lo absolutamente demencial. Y quiero verla. Así que el reto es el siguiente:

ver toda la filmografía de Nicolas Cage en estricto orden cronológico volviendo a ver todo aquello que he ya he visto y reseñando cada película a razón de una a la semana.

Ya sé que esto supone ver el remake de The wicker man, La mandolina del capitán Corelli o Ciudad de ángeles, pero también volver ver Corazón salvaje, Cotton club o Snake Eyes, amén de otras muchas maravillas, rarezas, abominaciones.

¿Qué podría dedicar mi tiempo a algo más útil y provechoso?
Sí, claro, pero entonces no sería un reto tonto y esto perdería el poco sentido que tiene.

Por cierto, A. ya me ha dicho que con ella no cuente. Que me apañe yo solito.