viernes, 28 de octubre de 2011

jueves, 27 de octubre de 2011

La tienda a la vuelta de la esquina

El domingo, entre otras, El bazar de las sorpresas (The shop around de the corner, Ernst Lubitsch, 1940). Para A. era la primera vez, para mí la cuarta o la quinta. Sí, tengo una debilidad enorme por el cine de Lubitsch en general y por esta película en particular.


Junto con aquella de Capra de Sucedió una noche (maravillosas sus murallas de Jericó), un pilar para toda la comedia posterior basada en el chico cono chica, chico y chica se pelean, chico y chica no saben que están enamorados. Lo aparentemente sencillo siempre me ha podido y Lubitsch hace que todo parezca fácil. Y vivo. Este bazar del señor Matuschek está más vivo, más fresco y más divertido que casi toda la comedia actual y no suena a visto y repetido pese a que sus constantes han sido repetidas, copiadas, plagiadas, abusadas y destripadas. Diálogos rápidos e ingeniosos, personajes vivos, una adorable Margaret Sullavan y un retrato bastante acertado de lo que es una tienda. Quien trabajo de cara al público lo sabe.


Y es tan antisentimental... siempre pienso en Tres sombreros de copa cuando veo esta película. Los pies patizambos para romper un momento que se acercaba a lo cursi, pero a la vez hace que toda la escena sea especialmente entrañable me llevan a pensar en el cuello pinchado de Dionisio.

Un final de domingo cinéfilo perfecto. Lo que buscaba y mi cuerpo pedía. "Algo bonito, A." y esta tienda es perfecta. Y es que me noto que el cuerpo me está pidiendo clásicos.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Fotógrafos - Ramón Masats

Ramón Masats, Caldes de Montbui, 1931










Corrección
Gracias a un Anónimo (por favor, la próxima vez deja nombre) corrigo un error de atribución. Esta fotografía correponde a Chema Madoz. Perdón por el error.

Y gracias por el aviso.

martes, 25 de octubre de 2011

Tres horas

Por motivos de trabajo, ayer tuve que bajar a Barcelona. Una reunión de libreros para que nos enseñen novedades, compartir cotilleos del sector y hacer unas cuantas compras para la campaña de Navidad. La reunión era a las diez de la mañana y como yo vivo en Igualada, ciudad que según los planes urbanísticos debe ser aislada del mundo por medio de un transporte público extremadamente precario (una especie de Mordor de la Catalunya central) pues me levanté a las siete para pillar un autobús de las ocho y llegar a Barcelona a las nueve y pico largo. Es lo normal. Recorrer sesenta kilómetros en una hora tan larga que ocupa parte de la siguiente.

Me despierto, me visto, un pipí, un café con leche y para la parada del autobús. Espero, viene gente, se forma cola, pienso que es una cola de aprobado justo y que en La Habana sí que saben hacer colas, llega un autobús, intento de subir, nop, que ahora viene otra que pasa directo, efectivamente viene otro, me subo, me siento y pienso, todavía llegaré temprano y tendré tiempo para desayunar tranquilo.

Pero qué ingenuo e imbécil que era.

Porque a la altura de El Bruch empiezan las retenciones. Porque resulta que según rumores que se cuelan en el autobús ha habido un accidente a la altura de Abrera. Porque lo que empezó siendo un viaje en autobús a Barcelona con su asiento estrecho, su vecino dormido que ronca, su muchacha repasando apuntes acabó derivando en una versión sin literatura, sin vida, sin humor, sin ganas, sin profundidad y sin esperanza de La autopista del sur de Cortázar. Todos parados en mitad de la calle principal de Esparraguera en un atasco monumental que me hizo llegar dos horas tarde a la reunión.


Los usuarios del bus nerviosos, cabreados, llamando a sus respectivos diciendo que llegaban tarde o que no llegaban, desertores que se pillaban un autobús de vuelta, vejigas apretadas, chistes malos, rumorología, amistades intergeneracionales que compartían dulces, escapadas a la pastelería por un donut ("te lo comes en la calle que aquí dentro está prohibido... y me da igual que esté lloviendo"), una chica que durmió las tres horas y no se enteró de nada y yo agradeciendo tener un buen libro entre las malos porque tres horas en una Hispano Igualadina con un mal libro me hubieran vuelto más loco.

El libro, por cierto, es Brooklyn de Colm Tóibín; una novela sobre el exilio, la tristeza, el amor, el silencio...

Porque me imagino tres horas encerrado en una Hispano Igualadina con un mal libro, en asientos estrechos, con un vecino de asiento que parecía ensayar una baile en la silla, aguantando las declaraciones de la chica sobre el tamaña cada vez más menguante de su vejiga y sin armas ni explosivos con los que relajarme y... no sé... creo que hubiera acabado llorando bañado en la sangre de otros.

Captura de una línea temporal alternativa donde Jorge llevaba un mal libro en el atasco.
Después de una orgía de sangre acabó abatido a tiros por unos bailarines de stiptease vestidos de policía.

Al final, llegamos. Por mi parte cansado y malhumorado, pero no como algunos estudiantes que se habían quedado sin examen que hacer. Me quedaba un metro, un autobús y una reunión de dos horas, un autobús, un metro, un autobús y llegar a casa a las cuatro y media, comer rápido e irme para la librería.

Un lunes de aquellos jodedores, cansados y molestos... Por suerte a las nueve de la noche me esperaba la partida de rol donde entre risas, dados y gritos de "Tengo un plan" el día se recondujo hasta un gran y apoteósico final.

jueves, 20 de octubre de 2011

Entre otras cosas... el anti espíritu de la navidad

Después de un día en el que me he leído una novela mediocre, he estado en casa de mis padres y he sustraído sin que se dieran cuenta y sin que quisieran detenerme dos novelas de Wilkie Collins que tengo ganas de releer, pasar de puntillas por un parque y volver a repetir a Niño Lobo y Niña Zombi que no me van a ver el pelo allí dentro mientras haya niños y pelotas y niños con pelotas (y que podría ser el origen del argumento de la portada que publiqué hace dos días y que me sigue runruneando pese a las interesantes teorías de Bellota y Sebastián), haber visto un capítulo de Bored to death donde hacen un chiste cruel sobre amores, un niño y un cura y que me ha hecho mucha gracia, ayudar a hacer deberes de inglés a Niño Lobo y constatar que me voy haciendo mayor por ver a un grupo de adolescentes, quedarme mirando a uno de ellos y pensar "¿cómo puede llevar esos pelos?", llego a casa y después de cenar un buen bocadillo de jamón me siento ante el ordenador y empiezo a ver esos mundos llenos de tontás con las que me entretengo tanto.

Y mientras miraba cosas como un interruptor


un pastel


o una chaqueta


mis inocentes y siempre puros ojos se topan con algo que me hacen exclamar un "joooooder" y una sonrisa aflora a mis labios. Tengo ante mí la antesala al robo de la navidad, el símbolo de lo que será finales de diciembre en mis manos, el representante del antiespíritu navideño y lo que quedará en los hogares de todo el mundo cuando robe la navidad.


Lo definen como Escultura de Niño Ángel. Imaginaos esto en todos los hogares, todas las casas, todos los negocios y todos los colegios. La imagen de esta navidad.

¿Y qué vas hacer para impedirlo Capitán Chistorra? ¿A qué esto no te lo esperabas, gordo embutido en mallas?

martes, 18 de octubre de 2011

Portada


¿Y esto de qué irá? ¿Del valor de unos policías en el acto del servicio? ¿De arriesgadas apuestas? ¿De coleccionistas de balones? ¿Es una enorme metáfora de la presión a la que se ve sometida las fuerzas del orden en tiempos de crisis? ¿De sutilidades argumentísticas y carnalidad literaria? ¿De jóvenes físicos que no pueden comprarse un acelerador de partículas casero y tienen que recurrir al sucio mundo del strip tease masculino en fiestas infantiles de la tercera edad?

Una portada... un mundo de interpretaciones.

jueves, 13 de octubre de 2011

Chocolatada popular y viejos enemigos

Ayer 12 de octubre fueron las fiestas de mi barrio. El barri de la font vella, lo llaman. Porque hay una fuente y ya es mayor. Sin proponerlo acabé participando en los actos que organizaban. Empezando a las ocho de la mañana con les alegres i traquejades matinades que a golpe de gralla sin alegría, sin contento y pensando en asedios medievales y aceite caliente. Para alguien que le cuesta dormir y que cada minuto dormido es sudor de santo, despertarse por música madrugadora provoca mal cuerpo todo el día, dolor de ojos y bastantes puntos de mal humor. En mi caso, les alegres son una cruel ironía.

Pasó el día esperando que se hicieran las cinco porque a esa hora se produciría uno de esos crossovers de colecciones que tanto gustan a los fans. El insigne Capitán Chistorra junto con su prole se iban a venir a casa a pasar la tarde entre manualidades y chocolate. Pero hubo un cambio de planes. En la plaça Pius XII, chocolatada popular.

La plaza. Sin chocolate.

Supongo que no sorprendo a nadie si digo que no soy mucho de chocolatada populare. Vamos, ni chocolatada ni nada que tenga el adjetivo populares detrás. Nada de baile, paella, botellón, partido o linchamiento. Como mucho sería más de turba con antorchas siguiendo al monstruo hasta el molino histórico para azuzarlo y luego sentirme culpable y darme cuenta que el verdadero monstruo era yo. 

Y no soy de chocolatada porque no me gustan las multitudes ni más de seis personas en un mismo sitio y porque me dan miedo los abuelos. Supongo que todas partes pasa lo mismo, pero en estos lares, en cuanto hay un rumor de algo gratis, una hordas de abuelos se lanzan a lo gratis enarbolando su edad, el respeto que se merece la tercera edad y codos huesudos que buscan carne fresca y firme para clavarse y provocar hemorragias internas. 


Abuelos que solo abandonan su banco en el parque o en el paseo para pillar algo gratis en una fiesta o para coger sitio siete horas antes de que empiece el baile. Y sé que es mi futuro, que dentro de muchos años yo seré igual y lucharé de forma enconada con los niños de tres a nueve años por un vaso de chocolate que ni siquiera me gusta y un par de melindros que se quedan pegados en el paladar. 

Tras el chocolate, la animación infantil. Un poco demasiado chillada, un poco demasiado caótica, pero Niño Lobo se despachó a gusto saltando con Chistorra y su Piltrafilla, mientras Niña Zombie, que odia las multitudes, pero adora el chocolate, se encaramaba en mis hombros y lo contemplaba todo con una sonrisa, pero que nadie me toque.

Acabada la animación, Chistorra & family se vinieron a casa a acabar el domingo con una cena improvisada a base de congelados y embutidos. Lo mejor fue el reencuentro de Chistorra con la escalera de la muerte. Esa escalera pulidita antisuperhéroes que demostró que el ser humano es el único animal que tropieza las veces que haga falta con la misma piedra. Porque claro, hasta aquí muy ji ji ji y ja ja ja y qué majos todos juntos y qué amigos y mira al pequeño con la espada laser y al mayor con eso puesto (¿qué coño lleva puesto?) y a Niña Zombi y a la Niña Chistorra jugando y mira tú cuántas películas de silencios que tienes y miras los libros y ji ji ji y ja ja ja... pero no olvidemos que Chistorra y yo somos enemigos. Claro, él es un superhéroe y yo soy un supervillano. Y no hay mucho más. Nos enfundamos los uniformes y venga a hostias y te odio y mataste a mi periquito y has estropeado mi plan para provocar que las mujeres le tengan alergia a la ropa interior y no podrás dominar el mundo...

Si fueréramos Superman y Lex Luthor, pues más o menos así.
Clavaditos, vamos.

Vamos, lo que quiero decir es que es una relación de amistad complicada. Porque vamos de ropa de calle y hola qué tal nos vemos el lunes para el rol. Nos ponemos el uniforme y pim pam pum hostia va hostia viene. Pero también estoy contento porque la amistad no se resiente. Hemos conseguido separar el día a día de nuestros oficios de super héroe patético y cutrillo / super villano elegante, sofisticado y con un sentido del humor exquisito.

Sea como sea, fue un buen final de día que amaneció alegre y con grallas. Y, por cierto, Capitán Chistorra (y me pongo el uniforme de villano) un adelanto de mi próximo y malvado plan... En cuanto empiece noviembre prepárate porque... porque...

¡¡¡Voy a robar la Navidad!!!
¡¡¡¡¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!!!!!

Y sí, como escribió Terry Pratchett, hay que estar muy loco para escribir una risa demencial con cinco signos de exclamación.

lunes, 10 de octubre de 2011

domingo, 9 de octubre de 2011

Disculpas aceptadas

Anoche, entre otras cosas (y esas cosas se refieren a Carme Ruscalleda haciendo crítica de televisión y llamando mentecantos a los responsable de un musical sobre setas que producía TV3 y a Britget Jones poniéndose hasta las cejas de sopa de pan) he soñado con Harrison Ford pidiéndome disculpas por el resultado final de Cowboys & aliens. Se le veía afectado y no paraba de repetir que le habían dicho que sería otra cosa, "más ochenta, más humor... es que era la única forma de que aquello se aguantara... con cachondeo, pero no, lo siento, de verdad, siento que hayas tenido que pagar por ver... ESO". La verdad es que ha sido un gesto que le honra. Y poniéndole la mano en el hombro le he dicho que se suene los mocos, deje de llorar y que no pasa nada, que una cagada la tiene todo el mundo y que le perdono. Me ha mirado, me ha dado las gracias y yo le he dicho que empiece a pedir disculpas por Seis días y siete noches.

Me he despertado cuando Britget Jones atacaba el segundo perol de sopa y he vuelto a dar las gracias a mis subconsciente por un sueño tan frívolo, sin sentido y sin zombis. O no tanto... porque he pensado que no todo el mundo sueña con crítica de televisión, pedir disculpas por los errores es algo muy valioso y la intepretación de Harrison Ford en Cowboys & aliens realmente es la de un muerto. Y que se disculpara me ha gustado. Además, ¿cómo podría estar enfadado con Han Solo e Indiana Jones?

Me gustaría que esta práctica de pedir disculpas por lo que hacemos debería se extendiera más y que actores, directores, músicos escritores, lectores, blogistas, personas vivas o muertas empezaran a llevarla a la práctica.




Y como es bueno predicar con el ejemplo, después de Kevin Costner, voy yo. Pido disculpas por lo que sea. A todo el mundo. Menos a mi irritante, pero buen amigo Jordi. Discúlpate tú primero por aquello (lo pongo en cursivas para que sea más misterioso), ¿vale?

Así que voy a pillar la novela de Stephen King que estoy leyendo, me siento en el rincón de leer con un refresco y espero las disculpas de casi todo el mundo empezando por


porque hay cosas que, por muchos años que pasen, no se superan.

jueves, 6 de octubre de 2011

Libro que quiero leer. La vagina encantada

Este inicio de temporada de novedades librescas está siendo muy aburrido.  Abro cajas y más cajas repletas de libros y no hay ninguno que me emocione o me pique o me interese para leerlo. Todo es muy anodino, muy aburrido, muy lo de siempre. O best-seller histórico, o novela negra seria que desvela secretos de un pueblo, o novela para listos escrita por gente que se cree lista, o novela juvenil con protagonista femenina y mundo mágico que descubrir o... De momento no hay tensión ni ganas de meterme entre pecho y espalda un trago de lejía para encontrarme mal y largarme corriendo a casa, acurrucarme en el rincón de leer y no hacer otra cosa. Supongo que tendré que esperar al noviembre para la publicación del inédito de Foster Wallace. Y siempre me quedarán los clásicos y Terry Pratchett, pero valores nuevos, de momento, solo me provocan diez o doce zetas seguidas.

Pero el martes por la noche encontré un libro que sí me emocionó, picó e interesó. Sentí esos nervios que le acontecen a todo lector por "el libro que tengo que leer" sí o sí. El problema es que de momento será no. El libro no está publicado ni en catalán ni en castellano y mi dominio del inglés no pasa del "Hello, I'm Muzzy". Pero la esperanza no se pierde.

¿De qué libro estoy hablando?


La vagina encantada de Carlton Mellick III.

Y no, no es una novela erótica, ni festiva, ni erótico-festiva, ni pornográfina, ni erótico-pornográfica, gráficamente porno, eroticamente pornográfica ni otras combinaciones y etcéteras. Se trata de una novela de corte fantástico definida por la crítica como "una combinación de mala calidad sci-fi/horror bizarro y arte literario posmoderno". ¿El argumento?

Steve esta muy enamorado de su novia Stacy, una muchacha algo excéntrica. Por desgracia, su vida sexual ha estado sufriendo en los últimos tiempos. Steve está preocupado por los ruidos extraños que proceden de la región púbica de Stacy. Ella dice que su vagina está encantada. Y no de la mucha importancia. Steve, por su parte, está de acuerdo. Pero el día que un cadáver viviente sale de ella durante una difícil noche de sexo, Stacy se da cuenta de que su vagina es en realidad una puerta a otro mundo. Convence a Steve para trepar e introducirse en su vagina para explorar ese lugar nuevo y extraño. Pero una vez dentro, Steve tiene dificultades para regresar... sobre todo cuando conoce a una mujer extrañamente atractiva llamada La Figura, que vive en el mundo solitario entre las piernas de Stacy.

Carlton Merrick III, el responsable.

Seamos sinceros, un argumento como este no se encuentra todo los días en nuestras librerías. Y si los encontráis no tenéis ni idea de los afortunados que sois. Porque por mala que pueda ser esta novela (y de momento nadie a demostrado que lo sea) su argumento es campo fértil para la sugerencia y la imaginación además de responder a esa típica pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez, ¿las vaginas son portales dimensionales?

Sea como sea me armaré de paciencia y esperaré que alguna editorial se decida a publicar esta y otras bizarradas del autor. O aprenderé inglés de una vez, que es otra opción. Lo que primero pase.