jueves, 30 de abril de 2009

Pues nada, me voy a Lleida a hacer de jurado en el 20a Fira de Teatre de Titelles. Como jurado... yo... un tipo sin criterio y fácilmente corruptible y sobornable... pero ellos me han escogido y tendrán que sufrir las consecuencias.

Así que nada, en cuatro días hablamos y os explico cómo ha ido todo. Viendo el programa de jurado que me ha pasado la organización lo que puedo adelantar es que será cansado. Sólo espero pasarlo bien, ver buen teatro, reírme y si conozco a una titiritera, pues nada, qué se le va a hacer.

Os dejo uno de los mejores números de marionetas de toda la historia. Quizá no sea muy purista, pero a mí me hace gracia. Nos vemos el lunes.



Postescriptum

III concurso Mil matices de gris. ¿Quién fue el primer invitado/a en el programa original de los Teleñecos emitido en el maravilloso año que tantas cosas hermosas vio nacer de 1977? Y pido, no solo el nombre, sino un breve curriculum.

miércoles, 29 de abril de 2009

Ritmo, ritmo y una alegría

Prácticamente sin tiempo. Tengo una fecha de entrega dentro de dos días y son cinco los cuentos para corregir, devoluciones en la tienda, lectura vertiginosa de El poder del perro, no duermo bien y tengo que preparar una maleta de ropa para irme mañana a Lleida.

Por éstos y otros motivos no actualizo hoy con mi acostumbrada diarrea verbal. Sólo una canción que resume el ritmo que llevo estos días.



Y es un buen ritmo.

P.S. Por cierto, la canción me llego vía blog de Helene Hanff.

Coda añadida unos minutos después

Hay alguien ahí fuera que me quiere. De verdad. Visitando el muy intersante blog Librosfera me encuentro con esto:


Jane Auste y zombies. Juntos. Dos de mis mayores obsesiones reunidas en un mismo volumen. Se exige y se pide desde ya una traducción. O que alguna muchacha con un buen nivel de inglés me lo vaya traduciendo mientras vaciamos una botella de vino. O con un mal nivel de inglés. O sin nivel.

Jane Austen y zombies. Cuesta tan poco hacerme feliz.

lunes, 27 de abril de 2009

A la normalidad

Pues eso, después de Sant Jordi volvemos a la normalidad. La tienda vuelve a su cauce después de la diada y de los dos días posteriores en los que la gente todavía tenía esa fiebre consumista de libros. La parada está desmontada, todos los libros fuera de su caja y llega el duro y pesado trámite de decidir que se devuelve y que nos quedamos. Ahora se presenta un mes y medio tranquilo hasta que empiece la campaña de cuadernos de verano y libro de texto (sí, los libro de texto empiezan a aparecer en junio).

Y empiezo a planificar las vacaciones.

- Una semana en mayo. Viaje/proyecto aún no concretado. Veremos en qué acaba y si la economía acompaña. Confio que podamos cuadrar agendas. Echo de menos Madrid.
- Una semana en agosto. Si nada lo impide me voy para Valladolid a pasar unos días con una buena amiga.
- Dos semanas en octubre. Sin planes. ¿Alguna propuesta?

Y este fin de semana me voy a Lleida. Bueno, en verdad me voy el jueves y vuelvo el domingo. ¿Motivo? El festival de títeres que cada año se celebra en esta ciudad. Y no como espectador, sino que me han invitado como miembro del jurado que otorga los premios. Interesante, ¿verdad? Me esperan cuatro días de teatro, compañías, marionetas, títeres, risas, decisiones y paseos. La verdad es que me apetece mucho y más si uno es un enamorado del teatro de marionetas. Si os podéis escapar intentad ir a Lleida a disfrutar de buenos espectáculos para toda la familia. Más de treinta espectáculos venidos de todo el mundo. Os dejo un enlace a la Fira de Teatre de Titelles de Lleida. Y siempre os podréis encontrar por la calle con un miembro del jurado superatractivo, soltero y fácilmente corruptible.

sábado, 25 de abril de 2009

Aventuras y desventuras de un librero en Sant Jordi (continuación y final)

El librero se va a comer. Se sienta y nota como todo el cansancio que ha ido acumulando durante las semanas previas al día empieza a repartirse por el cuerpo. Pide una cerveza para empezar. Y una ensalada contundente (con jabugo, foie y varias hojas verdes). Una segunda cerveza y para acabar un carajillo de ron. Un par de cigarrillos y conversación con los compañeros libreros que comparten el descanso sobre el desarrollo de la jornada.

Vuelta a la parada. El sol cae fuerte y sin compasión. El librero empieza a adquirir un tono rojizo en brazos y cara. Y un sutil mareo. Definitivamente es el sol estampando su fuerza en toda la coronilla.

La tarde se desliza tranquila. Algún colegio más que vuelve loco al librero llegando a cobrar a tres personas a la vez y sin equivocarse en los cambios. Se escapa un momento de tranquilidad y se compra un libro en una de las paradas a un euro. Encuentra dos novelas en un volumen de Erskine Caldwell. Feliz y dichoso por el hallazgo. Se suma a los dos álbumes ilustrados que le han regalado dos ángeles y a dos libros traídos de Nueva York por un gran amigo. Cinco libros en un Sant Jordi. No está mal. No se acerca los treinta que compró un año, pero aquel año no era librero. Vuelve a su sitio. Un poco de agua. Llegan los refuerzos de la tarde. Tres se van a la tienda y los demás se quedan en la parada. Mira a su alrededor. Está sólo con seis mujeres.

Le gusta la idea.

Fotografia tomada del diario electrónico Anoiadiari.cat

A partir de las seis de la tarde empieza lo bueno. Ya no hay colegios. La gente empieza a salir de sus trabajos y todos se reúnen en la plaza para conseguir su rosa y su libro. El librero y una de sus compañeras libreras se convierten en los únicos que saben qué libros hay en la parada. Una pregunta tras otra del equipo de apoyo. Tenemos tal, hay pascual, dónde está patatín, se ha acabado patatán, un libro para una persona que no le gusta leer, novela negra, algo así como Los buscadores de conchas pero en Roma, Kafka a la plancha, metafísica para niños, libro de tapas azules pero no sabe nada más, libro de economía donde sale algo rojo, teneís patatín. Y las respuestas, no, sí, aquí, no sé, creo que no, por allá, se ha acabado, mira en las cajas de reposición, hay que ir a la tienda a buscar más, creo que nos han robado un libro, falsa alarma, se ha acabado, te he dicho que se ha acabado. El librero empieza a perder la cabeza. Le llaman cada dos o tres segundos por el nombre. Nunca tantas mujeres le han llamado tanto y le han necesitado.

Empieza el tira y afloja con una de las muchachas de apoyo. Ella se acerca, parpadea y le dice Tengo ganas de ti. Y se ríe. El librero le dice que de acuerdo, cuando haya menos gente. Que se refiera al libro de Moccia es lo de menos. La misma muchacha pide el Catmasutra y tres o cuatro novelas más con la palabra amor o deseo. El librero pasa de ser Jorge a ser calculín o computarín por tener todos los títulos de parada memorizados y poderlos localizar al instante.

El librero intenta cobrar lo menos posible y se dedica a la tarea de reponer existencias, aconsejar, encontrar e intentar ordenar. Menos la sección infantil. A partir de las cinco esa sección vive dominada por manos infernales y personas que han olvidado cualquier vestigio de humanidad y de la sagrada ley de las abuelas, cuando cojas una cosa déjala donde la has encontrado. La seccion infantil se convierte en un pandemonium de libros fuera de sitio, mezclados y remezclados donde si metes la mano para intentar un mínimo orden corres el riesgo de perderla.

Empiezan a llegar clientes que buscan los mismos libros; casualmente los que se han acabado. Eso solo quiere decir que esos libros se han acabado en toda la plaza. Ya tenemos a los ganadores de este año.

Por allí, por allá, aquí, no te ha dicho nada más, quizá, a lo mejor en tienda queda alguno, el que hace olores es éste, no saldrá hasta el 23 de junio, no, le digo que no lo tengo que no ha salido todavía, ya pero no puedo hacer nada, de tres en tres no, tú primero, no me has descontado a mí, mira que eres graciosa, no, libros de astrofísica no tenemos, ¿en latín?, creo que no, me estás buscando y me vas a encontrar, no te rías, sí, estoy bailando salsa, dime, se ha acabado, aquí, creo que dice que es este, no el título no es Radiografía de un momento ni Momento congelado en el instante ni va sobre el 11-M, seguro, hola, gracias, sí, aquí, allí, es éste, se ha acabado, cómo estáis, mira estresado pero muy en el fondo es divertido, sí que es guapa, dónde, aquí, no tengo ni puta idea, seguro, ¿seguro?, cómo odio a ese tipo pelocacerola de los cojones, por qué parece que todas las mujeres que me gustan nacen con novio, se ha acabado, en serio, es éste, de qué estás hablando, lo que yo te diga, si no quieres, no tengo sobre grandes lo siento, lo vendían con un periódico, sabes aquel libro que dije que se había acabado, sí, pues mira que ha aparecido en esta caja. ¡¡¡Es que esta gente no tiene casa!!!

Imagen de la plaza de Cal Font de Igualada el día de Sant Jordi sobre las siete de la tarde. La foto la he tomado prestada del blog Vols llegir?

A las nueve se empiezan a quitar las etiquetas de los libros y a volver a encajar. Poco a poco la plaza se va quedando vacía y un beatífico silencio cae sobre la noche igualadina. Sólo quedan los últimos rezagados. Los que estaban en parada se reúnen en parejas y tríos y empiezan a comentar las anécdotas del día. Se guardan libros en cajas y a las nueve y media aparece la furgoneta. Los libros se guardan en las cajas sin orden ni concierto, se recogen las senyeras y la tela, se pliegan las mesas, se carga todo en la furgoneta y a las diez y media miras la plaza vacía de compradores. Sólo quedan los libreros de otras paradas recogiendo cada uno lo suyo.

Camino a la librería. Fumarse un cigarrillo y hablar y reír. Lo mejor sin duda del día de Sant Jordi es la gente con la que compartes la parada. El buen clima, las risas y la complicidad que se crea. La furgoneta ya está esperando y se descarga. Al día siguiente toca vaciarlas, contar las existencias, volver a colocarlas en tienda o devolverlas. Pero eso será el día 24.

Este 23 de abril se acaba. La furgoneta está vacía. El librero se despide de la gente hasta el sábado cuando se encuentren para cenar. Enfila su camino hasta la plaza de ayuntamiento donde le esperan unos amigos. Se mete en el cuerpo medio litro de cerveza, un plato combinado y una copa de ron. Charla con los amigos hasta altas horas de la noche venciendo el cansancio, el dolor de cabeza, los pies destrozados, la cara quemada. Los mira en silencio mientras pelean entre ellos y piensa que ha sido una suerte haberlos conocido. Se despiden bailando el stromboli por la calle.

Llega a casa pasadas la una de la madrugada. Está feliz y cansado. Ha sido un buen día. Lo que no sabe es que acabará siendo un gran día. Enciende el ordenador. Hay correo.

viernes, 24 de abril de 2009

Aventuras y desventuras de un librero en Sant Jordi

El librero se levanta a las seis y media de la mañana. Bueno, mentira. Diez minutos más tarde porque deja que el despertador de dos avisos. El sueño pegado en la cara y se dirige a una ducha rápida que le quite la modorra de encima. Misión imposible. Sigue con sueño. Ropa cómoda, pero hacendosa. Siendo el muchacho previsor que siempre ha sido, se agencia unos pantalones cómodos. Revisa todo bien para que no se reproduzca el incidente del botón. Una camiseta de manga corta porque prevé el sol. Sale de casa con la sensación de ir al patibulo. Es demasiado temprano y el día acaba de empezar.

Se salta dos bares abiertos pensando en uno que está más cerca de la librería. Entra. No hay camarero. Sólo hay dos borrachos a las siete y diez de la mañana que hablan de la guerra en Irak y la entrada de España en la OTAN. El librero prefiere no desayunar a tener que soportar semejante cúmulo de tópicos, malos argumentos y confusiones espacio temporales. Sale a la calle. Se enciende el primer cigarrillo del día. Mira a los lados y se lanza al camino y a encontrar un bar. Afortunadamente para él, cerca de la plaza de Cal Font encuentra una panadería abierta donde sirven cafés. Un café con leche, por favor. ¡Qué bien sienta la cafeína!

El librero llega a la librería a las siete y media en punto. Es el primero en llegar. Abre la reja, se quita la chaqueta, sale a la calle y se enciende un cigarrillo. Saca unas pocas fotos de los bártulos y trastos que harán surgir una parada de libros en el espacio que el ayuntamiento de Igualada ha asignado. Tiene la impresión de que llevan menos cajas que el año pasado, pero es que el año pasado fue demasiado. Reflexiona sobre el día que se avecina y debe reconocer que no odia el día de Sant Jordi. Que es un exagerado y que le encanta adoptar ese personaje. El día de Sant Jordi es hermoso con tantas flores y libros. El día se anuncia soleado y sabe que estará especialmente ingenioso porque el estrés siempre le agudiza la mente. Odia los preparativos, los largos meses de compra, las decisiones, las cajas. El día en sí, es estupendo.


Llega la furgoneta y con el jefe empieza a llenarla de las mesas, las cajas, los expositores y las cajas. Primero infantil y varios (que incluye los libros de cocina, deportes, economía, etc.). En el segundo viaje se llevará la novela en catalán y castellano. Llega otro de los compañeros. Entre los tres se carga la furgoneta y hacia la plaza de Cal Font. Y al llegar, empezar a montar. Se colocan las mesas, se empiezan a abrir cajas, se coloca la ropa encima de las mesas, la senyera y el librero empieza a colocar los libros. El jefe se larga a hacer el segundo viaje de cajas. Rápido, rápido. La parada tiene que estar montada en una hora como mucho. Llegan los otros compañeros de la librería, llega la segunda entrega de cajas y entre todos se consigue que la parada esté montada antes de las nueve y media. El sol ha aparecido y el librero ya se ha quedado con una camiseta verde que le sienta de maravilla (siempre le han dicho que el verde le favorece). Monta la caja con el cambio, algún bolígrafo, la libreta de incidencias, celo, sobres para regalos, bolsas de plástico y de papel, máquina de etiquetas, etc. Se hacen las primeras ventas. Es temprano y sólo los madrugadores asoman la cabeza. Oye que le llaman y se encuentra con un gran amigo, el primero de muchos, que sonríe, lanza un par de pullas y sigue su camino.

Es un hermoso día de primavera...

Se va a buscar un café con leche al bar. Allí una hermosa muchacha le sorprende por detrás. Hablan y esta muchacha le hace entrega de lo que será su tabla de salvación durante el día; un termo repleto de lo que ella dijo que era café con leche (en verdad, era un termo lleno de trifásico de bayleys por lo que el librero llevaría una marcha durante el resto de la jornada verdaderamente antológica).


Hablan un momento. La amiga del librero está exultante por tener el día libre y poder deambular entre las paradas. En un momento se tiene que encontrar con otra muchacha y entre las dos arrasar. Mientras habla de lejos oye un rumor de voces agudas que crece. Gira lentamente la cabeza y se da cuenta con horror que oficialmente Sant Jordi ha empezado.

Acaban de llegar los colegios...

Centenares de voces infantiles hablando a la vez, tocando los libros, oyendo como la profesora explica un cuento a voz en grito, empezando a desordenar la zona infantil que tanto esfuerzo nos costó dejarla tan preciosa como había quedado. Grupos de dos o tres estudiantes de instituto que repiten las mismas preguntas una y otra vez para hacer un trabajo sobre los libros que se venden, los que no y los que se recomiendan. El librero da siempre respuestas diferentes a cada grupo, bromea con ellos y se sorprende del poco sentido del humor que tienen la mayoría. Adolescentes, piensa, se toman la vida demasiado en serio. Se pregunta si él fue así alguna vez.

La mañana discurre placida entre momento de acumulación de personas. De momento hay de todos los libros, aunque como siempre no todos los libros están en la parada. Es imposible traerlo todo aunque haya personas que crean que a la parada de Sant Jordi se llevan todos los libros que hay en la librería. O todos los libros que en algún momento se han editado. Los planes generales de contabilidad, libros de texto de física cuántica, enorme tratados de arquitectura efímera, biblias ilustradas, libros recomendados por las escuelas, libros de texto, diarios y revistas, novedades de hace treinta años, lo siento pero no tienen cabida en una parada de Sant Jordi. En ellas se encontrará con las últimas novedades, algún clásico y algún capricho del librero de turno

Un cliente le pregunta por un libro de un autor catalán que había salido hablando en la radio y que había escrito un libro sobre algo. Y no, no conoce más pistas. Una chica se enfada con él porque no puede envolverle para regalo un libro; es un falta de respeto. Una mujer busca un libro y se lleva tres. Imposible elegir con los argumentos que el librero le da. Un señor pregunta dónde están los libros sobre tortugas amazónicas.

El día avanza. Hace mucho calor. El librero siente un ligero mareo que no sabe si achacar al trifásico o al sol que le da de pleno en la cabeza. Los pies empieza a doler. Las preguntas de los compañeros se le confunden. Empiezan las bromas y los insultos cariñosos con una chica que ha venido de apoyo a la parada. Lo mejor es tener buen ambiente con los compañeros y tomarlo todo con humor. Si no uno se vuelve loco. Dentro de poco irá a comer. Después la tarde... es cuando empezará lo bueno.

CONTINUARÁ

miércoles, 22 de abril de 2009

El día de antes

Por fin he llegado a casa. Me he quitado los zapatos y ahora mismo sólo tengo ganas de coger un serrucho, cortarme los píes y meterlos en agua durante una semana. Y dormir. Pero no. A las siete y media estaré en la tienda con la mejor de mis sonrisas para cargar las cajas y preparar la parada... pero no adelantemos acontecimientos. Eso formará parte de la exhaustiva y muy divertida crónica del día 24.

Hoy la avanlancha ya ha sido real. He estado la mayor parte del tiempo encerrado en el almacén ultimando los preparativos (encajar los últimos libros, repasar la lista de material que necesitamos, rezar a quien no creo para que mañana no llueva, etc.). A las siete se ha presentado en la puerta Inma, una antigua amiga a quien veo menos de lo que quisiera. Me dice hola, me dice cuatro cosas y me pide ayuda. Un tebeo de Mortadelo y tal. Y salgo del almacén.

El apocalípsis.

Gente por todas partes me cogían del brazo, me llevaban de un lado a otro, me preguntaban por libros, me pedían opiniones, me decían unas tres o cuatro veces si el libro tal de verdad que se lo había dado en catalán y sí, al final tuve que leerle la primera frase para que se convenciera aunque se ha mostrado algo reticente, de preguntas sobre un diccionario que no tenemos y luego preguntar a cada uno de los compañeros de trabajo sobre ese mismo diccionario, de muchachas hermosas que te dan las gracias por los consejos, de tipos que recuerdan aquel libro que aconsejé hace tiempo y que cambió su vida (un libro para una muchacha que dudaba... después de abrir el paquete y hallar Desencuentros de Jimmi Liao, la duda se disipó), de libros sobre kayak, de novelas juveniles, de intentar desmotar los ridículos tópicos sobre la literatura de género (léase género negro, fantasía, ciencia ficción, etc.). Ha sido un rato de ir de aquí para allá, de atender a tres personas a la vez, de buscar, de ejercicios de memoria para encontrar los libros que me pedían. Y sí, vale, lo reconozco, me lo he pasado bien. Menos cuando he tenido que llamar la atención a una familia diciéndoles que se encontraban en una librería, no en un chiquipark.

Y tras la maratón de clientes, llevar las cajas a la entrada para tenerlas mañana preparadas. Ultimar cuatro detalles. Quejarme. (Y sí, Castee, me gusta mucho mi trabajo. Lo disfruto, me lo paso bien y realmente es para lo que he nacido. Pero me quejo).

Y pensar en los libros que tengo que regalar... si alguien quiere... ya no me vendrá de uno.

Y respondiendo a Albert, hago una lista de pequeños libros que pueden pasar desapercibidos. Algunos ya han ido apareciendo por acá. No seré muy original porque estoy cansado, medio cerebro está de vacaciones y el otro medio ha decidido que esta vida no le interesa.

El mapa del tiempo de Féliz J. Palma, ed. Algaida.
La historia del amor / La història de l'amor de Nicole Krauss, ed. Salamandra / ed. La Magrana
La fórmula preferida del profesor de Yoko Ogawa, ed. Funambulista
Postales de invierno de Ann Beatty, ed. Libros del Asteroide
Desencuentros de Jimmi Liano, ed. Barbara Fiore
La mujer de verde de Arnaldur Indridason, ed. Rba
Lo único que queda es el amor / Només ens queda l'amor de Agustín Fernández Paz, ed. Anaya / ed. Bromera
Segundo matrimonio de Philip Lopate, ed. Libros del Asteroide
Todos los cuentos de Cristina Fernández Cubas, ed. Tusquets

Y permitidme unos clásicos

El maestro y Margarita de Mijaíl Bulkagov, ed. Anaya
Orgullo y prejuicio / Orgull i prejudici de Jane Austen, ed. Anaya, Destino / ed. Proa
Tots els contes de Pere Calders, ed. LaButxaca

Y el mejor libro publicado en este siglo

El árbol rojo / L'arbre vermell de Shaun Tan, ed. Barbara Fiore. Éste libro sólo se puede regalar a personas que quieres y aprecias de verdad. Es demasiado hermoso. No importa si conoces a esas personas de hace mucho tiempo o si son recién llegadas a tu vida. El tiempo nunca es un buen baremo para medir una amistad. O un amor. Como dicen los versos de una poeta cubana, los amigos son como los sellos. Su valor no radica en su antigüedad, sino en su rareza.



Feliz diada de Sant Jordi a todos. Los que vivís en Catalunya pasead por las calles, regalad un libro a la persona amada, a la familia o a los buenos amigos, comprad lo que queráis leer, tomaros una cerveza. Los que no tenéis la tradición de Sant Jordi, permitios el lujo de un libro y una rosa. Y regalad esos dos tesoros a alguien querido.

Esta fiesta quizá nació aquí, pero es para todo el mundo.

martes, 21 de abril de 2009

A dos días...

A dos días de Sant Jordi. Lo que quiere decir...

a) Acabar de preparar la parada. En principio ya ha llegado casi todo (a la espera de los paquetes de esta tarde y de mañana). Albarán, etiquetar y encajar.
b) Preparar los bártulos para la parada: mesas, telas, plásticos (por si llueve, que no lloverá), cambio, caja registradora rota (el año pasado le di un viaje que ríete tú de sir Richard Burton), celo, máquina etiquetas, etc.
c) Atender a la gente en sus compras.
d) Guardar montañas y montañas de libros para los clientes que quieren aprovechar el descuento de Sant Jordi.
e) Comprobar que los libros que empiezan a venderse se están acabando... y no me llegarán los que están pedidos.
f) Intentar por todos los medios rebajar el nivel de tensión y nervios. Consciente desde ayer. Comiendo con una buena amiga.

- Estas enfadado.
- No.
- Sí, te veo enfadado.
- Que no, estoy tenso. La mierda del Sant Jordi y su puta madre.
- Pues será eso... en muy poco tiempo has soltado muchos putos y putas.

Eso sí, ayer me lo pasé muy bien por la tarde. ¿Motivo? No entré en el almacén. Estuve fuera, recomendando libros a la gente (vale, lo reconozco, con una especial atención a las muchachas). Esa es la parte del oficio que vale la pena. Cuando alguien pide que le recomiendes un libro para un tipo de cuarenta años que le gusta la novela histórica. Cuando te piden que busques un libro para una persona que no le gusta leer. Cuando pasas al lado de una chica y le dices que el libro que lleva en las manos es una gran novela y sonríe por haber tenido buena intuición. Me gusta recomendar lecturas. Siempre es la misma rutina. Preguntar para quién es, qué le ha gustado leer antes, qué tipo de libro prefiere. Escuchar. Los clientes dan más pistas de lo que quieren o buscan de lo que piensan. Estar atentos a ciertas señales del cuerpo. Recomendar las joyas ocultas, siempre. Eso siempre. Los libros que se venden solos o se encaraman en las listas de los más vendidos y no bajan de ahí ni a tiros ni los menciono. Prefiero mostrar las joyas que permanecen ocultas, las pequeñas grandes novelas. Descubrir y hacer descubrir una joya oculta es una de las mejores recompensas.

Y sí, vale, coquetear un poco con las clientes... pero es que no puedo evitarlo. Aunque eso me suponga comentarios como el que me lanzó mi hermana Montse la temporada que trabajó en la librería.

- ¿Quieres parar de coquetear?
- ¿Por qué?
- Me estás dando asco.

Ella siempre tan encantadora.

Y Alicia hace una petición en unos de los comentarios:

Y ahora ponte sério. Imaginate que una impresionante mujer te pide consejo sobre que libro puede regalarle a un librero muy especial que celebra su santo el 23. Me has prometido una lista. Preferentemente impar.

Bueno...una lista de libros. Primero decir lo que siempre se dice, no es necesario, no te molestes y bla bla bla... Pero si alguien se muestra interesado no puedo hacer nada para evitarlo. ¡Quién soy yo para coartar la libertad de nadie! ¡Qué nadie se vea impedido de regalarme libros! Así que haré un ejercicio de memoria y apunto unos pocos títulos. No están por orden de preferencia.

1. El libro del juicio final, de Connie Willis.
2. La mujer del viajero del tiempo, de Audrey Niffenegger
3. Magnum, magnum, agencia Magnum de fotografía
4. Porta Coeli II. Cosecha negra, de Susana Vallejo
5. Switch in the red, de Susana Vallejo
6. Una dóna incòmoda, de Montse Banegas
7. Viaje a la transparencia, de Nelly Sachs
8. Emigrantes, de Shaun Tan
9. Algún otro que no aparece en la lista porque no me acuerdo.
10. El libro de los viajes imaginarios, de Xavier P. do Campo
11. Libro de las maravillas, de Marco Polo

Suficiente. Y número impar.

P.S. Y estoy contento porque ayer vino de visita a la librería una muchacha encantadora. Hermosa y simpática. Lástima que estuviera trabajando y no pudiera atenderos como merecíais. Os debo una, Annabel.

P.S.2. Y he decidido que lo que quiero ser en otra vida es gato de librería. Para estar rodeado de libros y no tocar una puta caja.

domingo, 19 de abril de 2009

Fotografos - Ed van der Elsken

Ed van der Elsken, fotógrafo subjetivo
Amsterdam, 1925-1990






viernes, 17 de abril de 2009

Jornada de estrés

Ayer fue una de esas jornadas de enorme estrés que de vez en cuando nos regala la librería. El día amaneció anunciando tormentas y así fue. Llegar y encontrarme con un montón de paquetes llenos de libros para entrar. El almacén, imposible. Se acumulan las cajas para la parada de Sant Jordi, cajas vacías para las posteriores devoluciones, libros por el suelo para colocar en la tienda, libros, libros, libros por todas partes. Cada paso, un libro. Y te pones a entrar. Pero acabas y llega un transportista que a ritmo de rumba trae cuatro cajas más. ¿Pero esto no ha llegado ya? No, son los pendientes que dejaron. Y ponte con más cajas y más... sí... libros. Siempre más libros.


Se acerca el 23 y aunque vamos bastante bien de tiempo, los nervios empiezan a hacer su presencia. Igual que los clientes. Después de estas semanas largas de sequía, empieza el goteo de los previsores; aquella gente que compra los regalos antes de Sant Jordi con la tranquilidad de que lo que busca no está agotado y el 23 se dedicará a pasear tranquilo a la busca y captura del capricho.

Pero el día de ayer no se redujo a las cajas. No. Por la tarde teníamos la presentación de un libro y tenía que preparar el espacio; poner la mesa para el autor y el presentador, las sillas, quitar las góndolas de libros, barrer, etc. Y justo cuando me disponía a hacerlo empieza a entrar gente. Y empieza la cola. El jefe había tenido que salir. Nos encontrábamos mi compañero de trabajo y yo. Y la hora de la presentación se acercaba. Rápido, rápido. Cliente tras cliente, encargo, buscar libro, aconsejar, cobrar, tarjeta, efectivo, firma aquí, no hay que firmar que ahora se pone el pin, para regalo, por separado, faltan cinco minutos y tengo que arreglar el espacio, sí, a la autora, encantado, un momento, teléfono, no hay que pedirlo, lo siento, sí, quien es ahora, me escapo a poner sillas, no, el teléfono, no, qué, no, voy...

Un momento de respiro. Coloco las sillas. Atiendo bien a la autora. Risas. Voy a buscar ejemplares del libro que presentamos para montar una pila en el mostrador. Están debajo de la mesa de las novedades de catalán. Me agacho.

Flashback

8:35 de la mañana. Jorge se pone unos pantalones recién sacados del armario. Un poco justos. No pasará nada.

Fin del flasback

El botón del pantalón peta. Revienta. Salta. Y de que manera. En un momento me encuentro con los pantalones algo más bajos. Pero no es eso lo que me preocupa. Con la mirada sigo la trayectoria elíptica y errante del botón. Y su destino final. El ojo derecho de una abuela que casualmente pasaba por allí. Horror. Empieza el festival. Y la sangre. Porque el botón le ha reventado el ojo, ha atravesado el cráneo y se pierde debajo de una estantería. No lo recuperaré nunca. Ha sido víctima del hambre atroz de los Morlocks.
- ¡Estoy sangrando! ¡Estoy sangrando! ¿A qué sí, Pepeta, a que estoy sangrando?
- Sí, hija, sí... Y tanto. Estás convirtiendo esto en un charco de sangre.
Me acerco a la señora.
- ¡Señora, por Dios bendito, no me sangre que me pone los libros perdidos!
- Es que no puedo evitarlo.
- Pues sángreme aquí, donde Jorge Bucay.
- Me estoy mareando Pepeta.
- Eso no es nada, mujer, será un golpe de viento.

Al momento, cuando aún me falta colocar cuatro sillas se acerca mi compañero de trabajo para decirme que han venido los hunos por lo de la invasión.
- ¡Qué!
- Sí...
- ¡Pero si era en mayo!
- Ya se lo he dicho, pero dice que en mayo no les va bien...
- Pues diles que ni hablar, que ni de coña.
- Es que insisten en hablar contigo...
- Joder.
Voy al encuentro de los hunos. Me para a medio camino la abuela que sangra.
- ¿Por lo de la sangre me haréis descuento de Sant Jordi, verdad?
- No, señora. Hasta el 22 nada.
- Usureros.
Asdrubal. Jefe de los hunos. Un buen tipo, la verdad. Algo violento y pendenciero, pero quién no lo es si desde chiquito te han educado para el saqueo y la violación.

Éste es Asdrubal, el cabecillas de los hunos.
Un amigo siempre insiste en que se lo presente.

- ¿Qué coño pasa Asdrubal?
- Pues que venimos por lo del saqueo.
- Ni de coña.
- Pero es que...
- Quedamos para después de Sant Jordi. En mayo.
- Perdona - señor. Cuarenta y tantos - ¿tienes películas basadas en libros?
- No.
- Pero esto es una librería, ¿verdad?
- Sí.
- En mayo no nos va bien incendiar y mutilar y hemos pensado...
- ¿Cómo que no tenéis las adaptaciones cinematográficas?
- Por que no.
- Joven, que mi amiga se ha muerto desangrada y que yo tengo que ir a misa. Se la dejo allí.
- Sí, señora.
- Pues vaya... es que me gusta la literatura, pero no leer y me digo, pues mira la peli.
- Y para algunos es su primer saqueo...
- Jorge, ¿qué hace un cadáver en la sección de autoayuda?
- ¿Empezamos la presentación?
- Mutilación y violar caballos y eso, sabes... lo de todos los años...
- Volved en mayo y punto. Joder. Que siempre la misma historia. ¿De acuerdo? Y la próxima vez me llamas... y quita los putos caballos de la calle que no deja entrar a la gente.
- Vale, vale... pero lo de llamar lo tengo difícil... es que con la fractura temporal se agotan enseguida las baterías.
- Y me digo pues del libro a la película será lo mismo, pero con menos letras que a mí tantas me aturullan...
- Que sí, señor, qué sí. ¿Por qué no se lo explica todo a esta columna?
- Vale.
- Jorge...
- ¿Qué?
- La presentación ya ha empezado.
- Vale. ¿Todo correcto?
- Sí.
- Cojonudo.
- Oye, ¿con el cadáver qué hacemos? ¿Llamo a la poli?
- No, no... demasiado follón... Nos deshacemos de él y punto.
- ¿Cómo?
- No sé... lo cortamos a cachitos y lo vamos tirando por el water.
- Empiezo, vale.
- Sí, sí...
- ¿Te pasa algo?
- Me duele un poco la cabeza.

Y respiro hondo.

Vamos, un día típico en una librería en épocas de pre-Sant Jordi.

jueves, 16 de abril de 2009

Algunas máximas y consejos de un abuelo a su nieto

Hoy pensaba hacer una entrada que posiblemente cambiara la historia de la humanidad por lo reflexiva que era, lo ingeniosa, lo transgresora y lo profunda. Pero me ha dado pereza. Luego he pensado en escribir sobre Sant Jordi, pero me ha dado más pereza todavía. Y pensando pensando mientras hacía un pipí he recordado algunas máximas que mi abuelo ha ido soltando a lo largo de ocho décadas.

Pero presentemos a la persona. Ochenta y tantos. Cojo por la patada que le dio un mulo siendo joven. Medio ciego y medio sordo. Con un par de operaciones de corazón. Creo que diabetes. Adicto a las noticias de la radio, el programa de la Patricia y a dormir. Y a los cortados en el bar a media mañana y media tarde*. Según mis últimos cálculos duerme una media de quince horas diarias entre noche, siesta (siempre precedida de la misma frase todos los días, "me voy a trabajar que si no la faena no la hace nadie") y cabezadas varias a lo largo del día. Silba continuamente lo que al principio provoca una sonrisa y luego ganas de coger una motosierra y destrozar los muebles. Se levanta tres o cuatro veces cada noche al lavabo y alguna vez se queda dormido en la taza del water lo que provoca situaciones de estrés si coincide con el momento en que uno se levanta con una urgencia. Fue okupa en el Madrid de los cincuenta. Habla mucho de gente que no conocemos, ahorra para el futuro, hace chistes horribles a las camareras de los chinos, coquetea con descaro con cualquier mujer que se le ponga delante, lo más importante en esta vida es comer y está pensando en echarse por novia a una jovencita de setenta y pocos años.

Y ahora algunos de sus aforismos.

1. "Pudiendo comer, pa qué te vas a morir".

2. "Si se muere alguien que odias tienes que ir al entierro. No para reconciliarte con el muerto, sino para asegurarte que de verdad está muerto".

3. "Con las mujeres no discutas. No sirve para nada. Nunca ganarás. Tú diles que sí y cuando se callen y estén contentas te vas a jugar a las cartas como tenías pensado".

4. "El dinero que tengas te lo gastas todo en cosas que te gusten. Eso sí, ahorra".

5. "Rajoy es un desgraciado. No va y dice buenos días. Buenos días para tu madre, imbécil". (Sé que esto no es un consejo, pero me hace gracia ver a mi abuelo en desacuerdo constante con el lídel de PP. Por cualquier cosa. Por pequeña que sea. El día que Rajoy diga que el cielo es azul mi abuelo empezará a decir que una mierda, que es verde y lo que pasa es que ese tío no se entera).

6. El día que nos enteramos que no está bautizado.
- ¿No estás bautizado?
- No. En aquella época había mucho trabajo en el campo y no lo podíamos perder yendo de bautizo.
- ¿Y por qué no te bautizas ahora? (Pregunta hecha para chinchar).
- Yo a los curas no le doy ni el pecado.

Y de momento lo dejamos aquí. Sé que ha lanzado a la historia algunos aforismos más que he olvidado. Así que prometo que en la próxima comida familiar estaré más al caso. Aunque eso implique escuchar a mi familia y sus interminables discusiones sobres los pimientos y Tudela**.


* Desde hace años en mi casa no se compra ningún sobre de café solubre. Y todo gracias a las habilidades de mi abuelo. Un día me explicó cómo lo hacía. Me pidió que guardara el secreto, pero creo que este tipo de conocimiento debe ser del mundo. Por la mañana se toma un cortado. Siempre pide que sea de sobre y con sacarina. Cuando se lo ponen delante abre el sobre de café y vuelca en el vaso la mitad. La otra mitad la enrolla disimuladamente y se la guarda en un bolsillo. A la tarde vuelve al bar y pide un cortado con café de sobre y sacarina. Coge el sobre y... ¿lo abre? No. Lo guarda disimuladamente en otro bolsillo y saca la mitad del sobre de la mañana. Y lo vuelca en el vaso. Al regresar a casa ya tenemos un nuevo sobre de café. Jugada maestra.


** Uno de los momentos más delirantes de las pasadas Navidades. Ya lo contaré en otra ocasión...

miércoles, 15 de abril de 2009

Puertas

Desde chiquitos nos tendrían que decir la verdad. Que las librerías, las bibliotecas o los anaqueles que tenemos en casa no son sitios donde los libros duermen. No. Son algo más que simples almacences o salas de espera de libros buscando lectores. No. Guardan puertas. ¿Puertas hacia dónde? Bueno, esa es la gracia... abrirlas y perderse.

Ilutración de Rob Gonsalves
Para perderse en su obra.

¿Y el librero, o el bibliotecario, o el familiar callado que sólo lee? Bueno, si sabe hacer bien su trabajo, te ayudará a encontrar la llave que buscas. Pregunta.

Librería. Rob Gonsalves

martes, 14 de abril de 2009

Resumiendo cinco días

Pues eso... creo que el título de la entrada lo resume bien, ¿no? Hablaré de lo que he hecho (y de lo que no he hecho que es más) en estos cinco días de minivacaciones que aunque han servido para que deje el día a día a un lado, no han servido ni para recuperar sueño ni para que me vea con fuerzas para lo que viene.

He escrito menos de lo que pretendía, pero más de lo que esperaba. Y eso es mucho contando con lo poco disciplinado que soy en el momento de escribir. Cada día me doy más cuenta que no puedo planificar nada, que escribo sólo tontás y que la pereza me puede. Supongo que debo empezar a aceptar el hecho de ser un escritor teórico...

He visto algunas películas. Nada serio, no os asustéis. Comedias en su mayoría. Virgen a los 40, Lío embarazoso, Shoot 'em up (genial parodia del cine de acción descerebrado que no creo que se entienda nunca en lo que vale). Y Hard candy, interesante película con unas lagunas en el guión insalvables y una dirección algo errática que si te la tragas entera es por la impresionante interpretación de la maravillosa Ellen Page. A veces frusta ver un material interesante que no acaba de encontrar su lugar.


Esta película supongo que intentaba acercarse a Audition (Takashi Miike, 1999) en su búsqueda de la tensión y el horror en dos personajes encerrados en una habitación. Pero no se acerca ni de lejos a lo que provoca la película de Miike, una de las experiencias más desasosegantes que he tenido en mi vida. Decir que después de ver esa película decidí que nunca iría a una sesión de acupuntura. El trailer lo podéis ver aquí. Y no, no es una película de fantasmas. Es entrar de lleno en una pesadilla.

Y fui al cine, claro. A ver Señales del futuro (Knowing, Alex Proyas, 2009). ¿Por qué? Bueno, por ir al cine. Porque es cine catastrofista. Porque es una serie B. Al salir del cine a Jordi y a mí nos absorbieron algunas de esas trascendentales preguntas que en ocasiones nos embargan.
a) ¿Por qué vamos a ver películas de Nicolas Cage con lo poco que nos gusta?
b) ¿Por qué nos gustan tanto las películas donde destruyen ciudades?

Y entramos en una conversación sobre el próximo fin del mundo (y van...). Resulta que Jordi acababa de ver un documental donde se decía que el mundo se acabará nos guste o no el 21 de diciembre del 2012. Esto no nos lo hemos inventado nosotros, sino que lo dice el calendario maya, y el inca, y el de otras civilizaciones llena de listillos que han desaparecido. Esos calendarios son de una precisión acojonante y lo aciertan todo. Y resulta que para ese día han predicho que habrá una alineación de planetas y será el principio del fin. O el fin directamente.

El susodicho calendario. Da un pelín de mal rollo, la verdad.

Después de discutirlo llegamos a unas conclusiones:
a) Si se acaba el fin del mundo seguro que será cuando seamos felices, no podía ser de otra manera.
b) ¿Por qué se acaba el calendario en el 2012? ¿No sería porque el machaca que lo estaba picando en una piedra se cansó y pensó, total nadie de los que conozco llegará hasta entonces?
c) Que se acabe el mundo en el 21 de diciembre no esta tan mal. Te ahorras todas las fiestas de Navidad.
d) Total, si se acaba el mundo que se acabe, pero que al menos follemos, coño.
e) Seguro que Igualada se libra del fin del mundo. Si prácticamente nadie sabe ubicarla en un mapa, ¿podrán hacerlo las predicciones de los mayas? Venga ya...

Y algunos propósitos nuevos:
19. Recuperar aunque sea de forma testimonial el noble arte de escribir cartas.
20. Comerme una crepe de goffre de nata, caramelo, mermelada, leche condensada y algo más que me olvido.
21. Viajar más por Catalunya y España. Las tengo al lado y qué poco las conozco.
22. Ahorrar. Por dinero y por espacio. No puedo meter más libros en mi cuarto.

Y me han llegado algunas críticas de un par de mis lectores. Dicen que me estoy volviendo blando y noño. Que me centre en la tontá y que deje el rollo de ser sensible para otros. Naturalmente no les haré ni puto caso

Y una canción de Amélie-les-crayons. Porque sí.


domingo, 12 de abril de 2009

Crónica de una obra IX

Resumen de lo publicado: Por urgencias urinarias del yesero decidimos ir a la taberna El cerdo retozón a pesar de las advertencias de Ciocco. Sólo entrar el grupo de disgregó cada uno a la suya y nos quedamos el paleta y yo. Después de cuatro frases mal escritas, Jordi, por favor no te metas en el resumen y menos para hacer crítica literaira barata, es que estaban mal escritas, a que te puteo, a que no... Pues eso que el paleta se quedó dormido y yo fui a buscar algo de abituallamiento, vaya palabra por dios. Bueno acabo que esto se está haciendo insoportable, insoportable es leer todo esto, ¿pero qué te pasa?, que estoy aburrido de estar aquí arriba y has tardado un mes y medio en volver a escribir, he estado liado ¿me dejas acabar? acaba abaca. Pues que nos metimos en problemas con unos minutauros.

Pero sucedió algo inesperado que me dio cierto respiro. La primera hostia no me la llevé yo. A mi alrededor se alzó un repentino viento huracanado que casi me despeina. Abrí los ojos. El yesero había desaparecido de mi lado y contemplé su grácil vuelo que lo llevó directo al orinal que pocos instantes antes él mismo había contribuido a rebosar con líquido espumoso y sustancias extrañas. Enterró en él la cabeza mientras las astillas de dientes que habían hecho parte del mismo viaje empezaban a posarse en tierra.

Lo bueno: no había recibido la primera hostia.
Lo malo: me enfrentaba yo solo a ocho minotauros enfurecidos.

- Jordi, situación.
Pues estoy sentado en un taburete bastante incómodo en la sección de ensayo político y es un rollo, pero me da pereza levantarme para ir a buscar novela erótica....
- Jordi - los minotauros empezaron a crujir sus nudillos y a mirarme con delectación - situación de la taberna.
Vale, perdona. El paleta, dormido. El mimo, inconsciente por haber hecho una imitación de un enano borracho a unos enanos borrachos. El electricista, colgado de los colmillos de un ogro. Y el yesero, mejor no sepas como le ha quedado la cara... ¿qué coño le cuelga de los labios?
- Vale, que estoy solo.
Sí, estás completamente sól... ¡¡¡Vigila!!!

No dolió tanto. Dolió más. Como si intentarán hacer entrar un cochinillo por la punta del glande. El bajito de los minotauros me lanzó un puñetazo que me dio en plena cara partiendome mi preciosa nariz por tres sitios distintos. Ni gritar pude porque cuando quise abrir la boca se me llenó de mi propia sangre.
- Joder...
- Preparate. Esto es el principio - dijo el chiquitín.
- Me has hecho daño... Te vas a acordar...
Sentí como mi estómago se convertía en una masa gelatinosa y palpitante cuando una patada me dio en él. Caí al suelo de rodillas. Joder, morir así. Si ni siquiera había empezado la aventura... ¿por qué nunca se cumplían mis sueños? Siempre había soñado morir en una enorme cama con el equipo femenino de lucha en el barro brasileño y no en una sucia taberna, en el suelo, entre orines, trozos de cadáveres en descomposición y... ¿una porra astillada?

Alargué la mano y agarré la porra con fuerza. Vi que delante de mí se plantaba uno de los minotauros y como alzaba un puño del tamaño de una sandia mutada para descargarlo en mi cabeza. Tenía que hacer algo. Ya que iba a morir, al menos presentaría batalla. Con dos cojones.

¡Así habla mi niño!

Cerré los ojos (lo que se estaba convirtiendo en una costumbre) y levanté la porra con violencia, en este caso muy justificada y que me perdonen todos los pacifistas. Y algo sucedió. Quizás no era tan inútil como había pensado y de mí emergió el guerrero. Tuviste suerte. Vale, tuve suerte. El minotauro tenía un descosido en el pantalón. Y por allí entró la porra. Justo por ese divino descosido que era la puerta abierta, la entrada franca, el peaje gratís a su enorme y peludo ano. Le metí una porra astillada por el culo.

El minotauro rugió y chilló de dolor al sentir su ano profanado por miles de pequeñas astillas que se clavaron en su interior. Sentí como por mi mano chorreba la sangre del torito y algo más que no quise ni imaginar. El minotauro cayó al suelo, extrajé la porra, me levanté del suelo y retrocedí dos pasos. Tenía la cara llena de sangre, un dolor infinito por todo el cuerpo, y ganas de echarme a llorar. Pero también sentí dentro de mí algo nuevo. Los minotauros me rodearon.

- Me tendrás que ayudar, Jordi.
Dalo por hecho.
- Avísame cuando vengan.
Ok... viene uno....
- Lo veo.
Un minotauro se lanzó con los cuernos por delante.
No, me refería al otro.
- ¿Qué otro? Hay seis más.
No me fue difícil esquivarlo.
A ver... a tres quarts menys tres de cinc.
- ¿Qué?
Las horas, tio, como en las pelis.
- ¡Pero no me las digas en catalán!
Vale, vale. A tres cuartos menos cinco de seis.
- ¿Qué?
Joder que pareces tonto, a la izquierda.
Puñetazo en la mandibula y escupitajo en el ojo.
A la otra izquierda. ¡Salta!
Salté. No mucho. Levantar mis kilos no es fácil. Pero lo suficiente para esquivar a un par de minotauros que chocaron uno con otro.
No lo estamos haciendo tan mal, ¿no?
- No, creo que no.
Acabé de decir la frase y sentí en mi vientre el peso de un minotauro. Caímos rodando por el suelo. Dos minotauros lanzaron al aíre sus triunfales gritos de guerra. Pero no se quedaron sólos. Porque del fondo de la taberna se elevó una voz mucho más ronca, cascada y fuerte que la de ellos.
- ¡Pero que coño está pasando aquí que ni echarse una siesta puede uno, joder! ¡Qué me habéis partido el sueño, hostia!
Era el paleta. Se subió los pantalones en un único gesto, se quitó el palillo de la boca y se lo entregó a una bella sílfide con un guardame esto niña, se arremangó la camisa y se lio a dar tortas. Aquello ya no era una pelea tabernaria. Era una coreografía.
Se notan los años de experiencia que dan los burdeles.
Él solo se estaba enfrentando a tres minotauros. Y no le iba mal.
Ante mí tenía tres más que desenfundaron sus espadas. Yo tenía una sencilla porra. Daba igual. Si tenía que morir...
Ya lo has dicho antes.
Vale, vale.
- No tendrás que morir. Por lo menos hoy no.
Era una voz de mujer. Algo dura, algo fría, pero a mis oído sonó como como torrente de agua fresca y pura. A mi lado me encontré con una muchacha. Alta, de movimientos elegantes, preciosa. Vestida de negro, con un hermosos cabello pelirrojo cayéndole por los hombros, con dos enormes espadas en sus manos ejecutando movimientos que mantenían momentaneamente a distancia a los minotauros que se habían quedado un tanto sorprendidos por la súbita aparición.
- ¿Quieres sobrevivir?
- Bueno, es una opción.
- En la calle conseguiremos algo de ventaja. Tendremos que salir por la cocina. ¿Confías de en mí?

¿Debería confiar en la misteriosa muchacha?
Si queréis que confié dejad un mensaje explicando por qué debería confiar en ella.
Si no queréis que confié dejad un mensaje explicando por qué no debería confiar en ella.

Sí, podría haber sido yo.

ADVERTENCIA: En esta entrada hay escenas de violencia gratuita, escatología y mal gusto. Lo digo para que los espíritus sensibles estén precavidos.... aunque ahora que lo pienso... esto tendría que haberlo escrito antes, ¿no?

CONTINUARÁ...

sábado, 11 de abril de 2009

Entre otras cosas, hablaremos del tiempo

Segundo día de estas minivacaciones. Hoy como ayer. Levantarme algo tarde. Desayunar en un bar. Leer, leer, escribir, volver a leer, dar un paseo e ir a cenar con un amigo. Se aventuras días tranquilos y creativos. Espero no equivocarme.

Una película vista. Bueno, revisitada por tercera vez. 8 1/2 del gran Federico Fellini. Al verla me asaltan tres preguntas:

1. ¿En qué momento en particular se perdió el cine italiano?
2. ¿Cuándo se dejó de hacer un cine intelectual, profundo, denso que a la vez era fantásticamente entretenido y divertido?
3. ¿Por qué es tan insoportablemente hermosa Claudia Cardinale y por qué cada día mi fascinación por ella crece de forma exponencial?



Una novela leída. El mapa del tiempo de Féliz J. Palma (editorial Algaida). Una gran novela. No, una grandísima novela. Me vino recomendada por dos personas diferentes reunidas por los libros. Es una novela de ciencia ficción. Sí. Pero a la vez es una novela homenaje a la literatura decimonónica. Sí. Pero a la vez es una apasionantes y original historia de amor. Sí. Pero a la vez es una reflexión sobre la literatura. Sí. Y sobre el tiempo. Sí. Y algo de parodia tiene. Sí. Y referencias a H.G. Wells, a Terminator, a Regreso al futuro, a Alan Moore. Sí. Y es una de las mejores novelas españolas de los últimos años. Indudablemente. Y demuestra que todo género no es más que un fin. Sí. Y que hay vencer prejuicios ridículos contra la literatura de género porque con eso sólo conseguimos perdernos auténticas maravillas. Sí. Y es tremendamente divertida. Sí. Y es muchas cosas más. Infinitas, tantas como universos paralelos creamos cada día.

Así que Eloi, Susana, gracias.

Ahora me enfrento al vacío del lector. ¿Qué leo ahora? Miro los libros que tengo alrededor y no acabo de encontrar ninguno que me tiente lo suficiente como para dedicarle unas cuantas horas de mi vida. Quizá el que tenga más números sea el último de John Le Carre, El hombre más buscado. Ya veremos.

Ah, y aprovecho para anunciar que el libro de poemas de Antonio Santo ya se encuentra disponible en la Llibreria Aqualata de Igualada (c/ Sant Josep, 14). Para quien no sepa quién es el tal Antonio Santo, decir que es una de las jóvenes promesas de la poesía española y que gracias a ciertos contactos y subterfugios he conseguido que en la librería se encuentren ejemplares de su primer libro, Trovas de amor de un jirón de carne. Además de la poesia de Antonio, el libro tiene la suerte de incorporar una serie de preciosas ilustraciones de la joven artista granadina Maria Simó, una muchacha encantadora y talentosa.

Si alguien está interesado que se pase por la librería y pregunte por Jorge. Y si además del libro queréis invitarme a tomar un café, pues mejor.

Os dejo dos de los poemas del libro que más me gustan y una invitación a visitar los muy interesantes blogs de María y Antonio.

"Y la casa invadida de recuerdos
y el colchón es un campo sin batallas.

(Miré en todos los atlas
y en ninguno hay un mapa de tu cama).

Somos imposibles y necesarios
como el amor entre un cuervo y un espantapájaros,
tan cerca y tan lejos
como Poesía y Verdad.
Pero cómo ahora re-
conocernos, re-
colocarnos en un sitio distinto
al tranquilo café de la amistad.
Cómo asumir ahora que el destino
remueve también aguas pasadas.

Pero, ay, nunca estuve tan cerca
y nunca fue la noche tan hermosa."

"Ya no quedan, princesa, más gigantes
ni príncipes vestifos de bufones,
ni mapas que llevaran, como antes,

"Aquí hay monstruos" escrito en los rincones;
pero el mar trae resacas de cantante
y en el aire hay presagios de dragones."

Para cuando vaya a Granada, chicos, buscadme una librería y cerveza fría.

jueves, 9 de abril de 2009

Y ahora... cinco días

Pues sí, a partir de este momento, cinco días de vacaciones.

Viernes Santo - Sábado de gloria - Domingo de resurrección - Lunes de Pascua - Sant Crist d'Igualada.

Y lo que siento en estos momentos sólo puedo expresarlo de una manera.


"I Am What I Am", del musical La cage aux folles

Y poco más puedo añadir.

miércoles, 8 de abril de 2009

Me acuerdo...

Siguiendo la estela de Joe Brainard...

Me acuerdo de mi primer beso. Tenía tres años. Ella tenía tres años y era morena. Le di un beso a través de una verja. A cambio me dio una piruleta. Fue el principio y el final de mi carrera como gigoló.

Me acuerdo del arroz de conejo de mi abuela.

Me acuerdo de la primera vez que me rompieron el corazón. Fue una hermosa tarde de principios de verano.

Me acuerdo del pelo encrespado de mi abuelo las pocas veces que se enfadaba con nosotros.

Me acuerdo de todos los bocadillos de jamón que comí viendo Barrio Sesamo.

Me acuerdo de la primera vez que eyaculé. Fue extraño.

Me acuerdo de la colección de cromos "Monstruos" y que fue la única que llegué a completar.

Me acuerdo de la primera vez que leí La isla del tesoro. El mundo estalló en mis manos.

Me acuerdo del año en que las niñas de mi clase pasaron a ser muchachas.

Me acuerdo de viejos amigos a los que no quiero volver a ver.

Me acuerdo del miedo y la vergüenza cuando hice por primera vez el amor.

Me acuerdo de lo que desayuné esta mañana.

Me acuerdo de cosas que no he vivido.

Me acuerdo de un sueño subtitulado.

Me acuerdo de una tarde de verano en que el tiempo se detuvo. No fue así, claro.

Me acuerdo de una espalda dormida y mi mano navegando.

Me acuerdo de una vez que hice llorar a mi madre con cuatro palabras crueles.

Me acuerdo que decían que si una salamanquesa te escupía en los ojos te quedabas ciego y que una vez crei que me había escupido una.

Me acuerdo de que poco tiempo después empecé a llevar gafas.

Me acuerdo de un niño mayor que me dijo que si me tocaba un subnormal me convertiría en uno de ellos. Me acuerdo que me lo creí y me dio mucho miedo y me acuerdo de toda la vergüenza de ese recuerdo.

Me acuerdo de las peleas de cañas, las batallas de piedras y las guerras con palos.

Me acuerdo de una fiesta de cumpleaños que organicé a la que invité a toda la clase y a la que no vino nadie.

Me acuerdo de la primera película porno que vi con los amigos y de lo mucho que nos reímos.

Me acuerdo de lo obsesionado que estaba en el instituto por ser guapo, delgado y tener una polla enorme.

Me acuerdo del día en que una chica me miró y me dijo que era guapo. No me acuerdo de su nombre.

Me acuerdo...

martes, 7 de abril de 2009

La luz del faro y otras cosas

1. El lunes fui al banco a hacer el ingreso de la tienda. En principio nunca voy yo al banco, pero ese lunes necesitaba salir que me diera el aire. En el banco me reencontré con una antigua compañera de instituto que no veía desde hacía unos doce o trece años. Ella me reconoció. Yo no la reconocí. Era una de esas criatura doradas que devienen por definición amores adolescentes imposibles. Hablamos un momento para ponernos al día. Me explicó que estaba casada con el mismo novio que siempre, que tenía una niña, que estaba bien.

- ¿Y tú? Ya casado y con hijos, supongo.
- No, no, no.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que nada de matrimonio ni hijos.
- Pero supongo que novia sí.
- Tampoco.
- Pues deberías ponerte a trabajar que estás a punto de que se te pase el arroz.
Risas.
- Mujer, no. Hasta los sesenta tengo tiempo.
- ¿Y eso? ¿Cómo es que no tienes novia ni estás casado?
- No sé. Supongo que estoy perpetuando todo lo posible una adolescencia irresponsable.
Risas.

Al acabar de decir esta frase me di cuenta de que quizá hay bastante de verdad en ella.

2. El viernes salí a cenar y a tomar unas copas con dos buenas amigas. Entre todo lo que hablamos, una de ellas me dijo que sólo tengo que solucionar una cosas en mi relación con las mujeres.

- Tienes que cambiar de logística. Y ya está.

Aun no lo entiendo del todo.

3. Y siguiendo la relación, Cloe nos regala desde las páginas de su blog un último descubrimiento musical. Coeur de pirate, una deliciosa muchacha del Quebec que desgrana belleza e ironía acompañada de un piano. Las letras son sugestivas, la música preciosa, ella, hermosísima. Además, a una muchacha que se haga llamar "Corazón de pirata" sólo se la puede adorar. Le robo uno de los vídeos porque casa bien con el principio de esta entrada, ya sabéis, esos amores de insituto que en verdad no son nada.


Coeur de pirate, Ensemble

4. Lo que me recuerda el que debe ser uno de los mejores principios de una novela. Lo escribió Jeanette Winterson y viene a decir más o menos (y que Alicia, Lucia o Laura me corrijan):

Me llamo Silver. Soy mitad metal precioso, mitad pirata.

5. Hoy me gustaría estar en otra parte.

6. La novela a la que me he referido en el punto 4 es La niña del faro (editorial Lumen). Es una de las lecturas más sugestivas de los últimos años.

domingo, 5 de abril de 2009

Posible definición de calidad de vida

Ayer mientras cenaba con un buen amigo que me ha pedido... no... implorado permanecer en el anonimato (así que tranquilo, Jordi, no diré tu nombre) llegamos a una posible definición de calidad de vida.

Calidad de vida: estar con alguien (insertar sexo preferido) a quien quieras y que te despierte a las cinco de la mañana de un domingo para echar un polvo y luego te vuelva a despertar a las doce del mediodía para echar otro. Y después, desayunar.


No sé si es una buena definición o no, si es correcta y las generaciones venideras la aceptarán como verdad empírica o sencillamente es el producto de dos mentes salidas que podían dedicar su vida a mejores menesteres... Eso lo juzgará Dios y la Historia, pero como no creemos en ninguna de las dos cosas...

sábado, 4 de abril de 2009

viernes, 3 de abril de 2009

Bien está...

¿Realmente alguien pensó que habíamos acabado con la fascinante aventura del simpar Jorge en busca de la trilogía de Carlos Saura? Pues craso error. Porque siempre puede haber una tercera fase. Resumamos lo ocurrido.

Un simpático, dicharachero, ingenioso, pícaro, con trabajo fijo y soltero disponible sin miedo al compromiso muchacho llamado Jorge fue un hermoso viernes de finales de marzo a su tienda habitual de discos para intentar conseguir la trilogía flamenca de Carlos Saura. Con hondo pesar en su corazón el dueño de la tienda le informó que estaba descatalogada a excepción de El amor brujo. Triste decidió pedirla para tener al menos una de las tres. Y hoy a ido a buscarla. Y por la cara del dependiente ha visto que algo no iba bien...

Sí, es El amor brujo. Sí, sale Antonio Gades. Sí, la música es de Falla. Pero el director no es Carlos Saura. Es Rovira Beleta.

Vaya... Interesante.

- Si quieres no te la quedes. Fue error mío. La de Saura no se encuentra y yo me pensé...
- No pasa nada... me la quedo.
- ¿Sí?
- Sí, claro, El amor brujo de Rovira Beleta. La vi hace años y me gustó. Sí, me apetece repasarla de nuevo.


Recuerdo una película muy extraña. Onírica. Inusual en el panorama español. Y coreografías rompedoras y diferentes. Y la rotundidad de formas de la bailaora La Polaca. Además, Rovira Beleta es seguramente uno de los mejores directores que ha dado España, pero a su vez uno de los más desconocidos y maltratados. Dos veces nominado a los oscars a película extranjera, guionista, productor y director. Este país, en serio, que poco cuida su patrimonio cinematográfico.

O sea, que no ha habido decepción. Ha habido cambio. Si queréis ver la primera escena de la película, aquí. Resulta fascinante la construcción de la pesadilla, la opresión onírica que encierra a la protagonista perseguida por el recuerdo, la imagen, el fantasma de un antiguo amante.

De propina me he llevado el último disco de PJ Harvey hecho en colaboración con John Parish. De momento, promete. Llevo cuatro canciones escuchadas y son fascinantes. Pero no puedo ser objetivo... adoro la voz de esa mujer. Especialmente dolorosa es la canción The soldier.



Y, para acabar, un dejo un enlace a la reseña literaria que hace unos días me pidió el diario digital AnoiaDiari. Sí, vuelvo al libro de Fernández Paz. Si es que cuando me da, me da. La reseña es en catalán. Si hay petición popular haré una traducción. Ahora no, que quiero echarme una siesta.

miércoles, 1 de abril de 2009

Sobre la leyenda de Sant Jordi

- Niños, niñas y seres, hoy vamos a explicar un cuento.
- ¡¡¡Bieeennn!!!
- Os explicaré la leyenda de Sant Jordi.
- ¡¡¡Nooo!!! Ya nos la sabemos todos.
- Todos no. El orco que ha venido de intercambio de la otra dimensión no se la sabe.
- Es verdad, no me la sé.
- Así que dejad vuestras armas de destrucción termonuclear, los peluches y los experimentos para crear vida y sentaos alrededor. ¿Estáis todos?
- Siiiií.
- Bien, empecemos.

"Hace mucho, mucho tiempo en un país conocido por los listos como Alrededores de Igualada y por los demás como Catalunya, vivía un rey con su hija. Como todos los reyes era bastante inútil y lo único que sabía hacer era inaugurar nuevas cámaras de tortura, organizar concursos de caballeros y hacer declaraciones imprudentes que estaban fuera del marco de la ley aprobada por todos. Tenía una hija llamada Rosaura a la que todo el mundo llamaba princesa Rosaura cuando estaba delante y "la idiota ésa" cuando no estaba porque nadie esperaba nada de una persona que era princesa, mujer y se entretenía haciendo extraños garabatos en los papeles.

"El reino donde vivían era más bien pequeño, pero bastante apañado y vivía con ellos un montón de gente a los que llamaban subditos y que acataban lo que el rey decía y hacía. Eran más o menos felices con sus días de sol y sus días de lluvia."

"Pero un día apareció en el reíno un dragón."

- Bieeennnn... las historias con dragones ganan mucho.
- Sí, y con caídas...
- Y batallas de tartas...

- Silencio, silencio...

"Pues lo que decía. Un buen día apareció un dragón. Como todos sabéis, los dragones son las criaturas más hermosas de la creación. Y este dragón en particular era uno de los más formidables e inteligentes dragones de toda la historia. Apareció por el reino de Alrededores de Igualada y pidió un poco de comida y bebida para continuar su camino. Pero los humanos... bueno, todos sabemos como son... le recibieron con las armas preparadas y amenazas a su integridad física. El dragón no entendía esa hostilidad hacia él e intentó solucionar el malentendido hablando. Pero los humanos no escuchaban y acabaron atacando al dragón con todo su ejercito."

- Y el dragón se enfadó.

- ¡Pues claro! ¿Qué habríais hecho vosotros? Se enfadó. Y mucho. Así que en una sola respiración roció de llamas y ácido a todo el ejercito de insignificantes humanos dejando al reíno sin su instrumento para guerrar. Y decidió adueñarse de los alrededores. Se mudó a una cueva cercana y pidió que cada día le llevaran alimentos a su cueva si no querían sentir de verdad su furia.


"Los sabios del lugar (que eran dos) se reunieron con el rey y decidieron alimentar al dragón. Leyeron un edicto al pueblo obligándole a llevar cada día un cerdo, una oveja y una vaca al dragón. Y así se hizo hasta que en el pueblo no quedó un solo cerdo, oveja y vaca. Y empezaron a llevar al dragón los caballos, las mulas, los perros, los ratones, las ocas, los patos, etc. Hasta que todos los animales del reíno desaparecieron menos los gatos."

- ¿Por qué los gatos no?
- Porque los dragones respetan a los gatos como sus iguales.
- Aaaaaaaah.

"Cuando los animales del reíno se habían acabado el rey se reunió con sus dos sabios y llegaron a una conclusión que marcaría para siempre el devenir del reino. Como el dragón pedía más alimento decidieron llevarle cada día una de las hijas de los subditos. Para que no dijeran nada, se haría mediante sorteo. Se anunció al pueblo. Fue una medida algo impopular, pero la aceptaron porque lo decía el rey. Así que cada día una de las muchachas del pueblo era sacrificada al dragón."

"Hasta que las muchachas del pueblo se acabaron y sólo quedó una, Rosaura, la hija idiota del rey que no se había enterado de nada y se pasaba los días en el jardín de palacio ensuciando papeles. El pueblo clamó por el sacrifico de la princesa como habían sido sacrificadas todas y cada una de sus hijas. El rey se negó en redondo, pero los sabios le advirtieron que cediera ante las exigencias si no quería una revolución. Al final, con el miedo en el corazón por la posibilidad de perder el trono, aceptó que condujeran a su hija a la cueva del dragón."

"Y solo cuando veía a su hija ir al encuentro de la muerte se le ocurrió pedir ayuda. No cuando su ejercito desapareció en un sólo segundo, no cuando su pueblo pasaba hambre por la escasez de alimentos, no cuando las hijas de sus subditos morían devoradas por un dragón furioso. Sólo cuando se vio afectado directamente pidió ayuda a una fuerza superior que salvara a su hija."

"Entre tanto la princesa iba pasito a pasito a la cueva del dragón. Y cuando llegó se sorprendió mucho de lo que vio..."

- ¿Se la comió el dragón?

- No, por favor, los dragones no comen muchachas. Eso todo el mundo lo sabe. El dragón era un ser culto e inteligente que había decidido dar una lección a unos humanos pretenciosos. Lo que hacía con las muchachas era hablar con ellas y mostrarles que en el mundo había algo más que la costura, saber cantar y casarse a los doce años con un viejales de sesenta y dar hijos. Existía la universidad, la lectura, la política, los viajes para conocer mundo. Todo un mundo de posibilidades que se abría a sus píes si ellas decidían por sí mismas. En verdad, el dragón sólo era un mecenas de las artes y filántropo por vocación. Y gran amante de la lectura, la pintura y la música.


"Así que cuando vio venir a la princesa salió de la cueva para hablar con ella y preguntarle qué quería hacer con su vida. La princesa se sorprendió mucho al ver que alguien le preguntaba algo directamente y le escuchaba cuando le decía que siempre había querido escribir. El dragón la animaba a ello y le pedía que olvidara todo lo que le decía su padre o cualquier hombre cuando se oyó un terrible alarido."

"A lo lejos había aparecido el típico caballero montado en un caballo blanco que iba con el propósito de salvar a la princesa. Cargado de testosterona y con los ojos llenos de furía asesina, con el sabor de la sangre ya danzando por su boca, desenfundó una larga espada y arremetió contra el dragón sin escuchar los gritos de la princesa pidiéndole que dejara en paz a tan noble criatura. El caballero no escuchaba porque en sus oídos solo sentía el fragor de la batalla y las ganas infinitas de matar. Con sus espada atravesó el corazón del desprevenido dragón amante de las artes liberales."

"Y el dragón murió."


"El caballero descendió de su caballo y se presentó a la princesa como Jordi y que venía a rescatarla. La princesa le dijo que no quería ser liberada y menos por un animal como él que atacaba antes de dialogar. El caballero no escuchó a la princesa porque pensaba que nada interesante puede decir una mujer, la cogió en volandas, la subió al caballo y se preparó para devolverla a su padre."

"La princesa, con los ojos anegados en lágrimas, miró por última vez el cadáver del dragón y comprobó para su sorpresa que de la sangre del dragón había nacido una planta y de ella estallaban unas hermosas flores rojas a las que llamó rosas. Antes de que el caballero partiera, la princesa pudo coger una de esas flores."

"El alborozo del rey fue grande cuando el caballero llevó a la princesa de regreso. El rey le dijo que le daba la mano de su hija y la mitad de su reíno como premio por tamaña proeza. Pero el caballero dijo que no, que estaba opositando para santo y que no podía entretenerse con cuestiones materiales o corporales. Así que se subió a su caballo y se dirigió a la puesta de sol en busca de nuevas atrocidades y asesinatos que cometer."

- Bueno, niños. Ya está. Que os ha parecido.
- Qué pena que el dragón muriera...
- Sí, es una lástima... ¿Qué nos enseña este cuento?
- Que siempre hay que intentar arreglar las diferencias por medio del diálogo y no por la fuerza.
- Muy bien. ¿Alguna conclusión más?
- Sí, que esto en Igualada no habría pasado... Aquí sabemos apreciar a los dragones.