domingo, 17 de diciembre de 2017

Una serie de preguntas así lanzadas al aire

¿Cómo puede una persona mantener su fe en la humanidad o en un futuro mejor si se encuentra un día la mesa de novedades llena de gargajos verdes o escupitajos menos intensos, pero no por ello menos asquerosos?

¿O que alguien con una vida, con su respiración, sueños, risas y amigos se dedique a pegar chicles en las contraportadas para por el mismo precio, joder dos libros?

¿Cómo puede alguien que un día fue niño y sintió el amor de unos padres y el cariño de unos abuelos pisar una mierda de perro y entrar en una librería para limpiarse con los libros?

¿Cómo puede alguien que ama a sus hijos y les está enseñando a ser empático, generoso, proteger a los marsupiales andinos dejar que uno de sus retoños orine en la sección de ciencias y no decir nada a libreros?

¿Acaso no sabe que en las librerías hay lavabos y que dejamos que los niños los utilicen si hay emergencias? ¿O acaso se ha creído la leyenda urbana que dice que los libreros vamos por el mundo sondados?

Cosas que han pasado en la librería donde trabajo o en alguna librería amiga.

¿Llegará el día que pueda sentarme y leer en la librería?

martes, 8 de agosto de 2017

De cuando fui a una piscina municipal y de las cosas asombrosas que allí acaecieron

Hace un par de semanas fui a una piscina pública.
Dicho así no es gran cosa. Mucha gente va a diario a piscinas públicas y no presume de ello. Como mucho hacen fotos de sus piernas y dicen cosas como aquí sufriendo o qué bien el verano.
Pero para quien me conoce bien sabe que es un hecho extraordinario que yo haya ido de forma voluntaria, sin coacción (¡Si no vas te rajaremos el muñeco de Jason!) y de forma libre a una piscina. Se sorprenden, jalean y se ríen de un servidor porque yo en ese espacio, pues como que no (y aquí otra muestra de mi verbo florido y basta retórica... acabar una frase con un "como que no". Claro que sí, como manda Jovellanos, leñe).

Total, que fui. Con A., Niño Lobo (que está entrando en la preadolescencia y pronto tendré que buscarle un nuevo nombre), Niña Zombi y la recién llegada Niña Dragón. Bajo un sol de justicia, caminando cual familia de dothrakis en el exilio de la Madre de Dragones por un yermo paraje, dejamos Igualada y nos fuimos a las piscinas de Vilanova del Camí. Camino del Rec parriba o pabajo, que ahora no me ubico.

Creo que esto es una imagen de las piscinas, pero no estoy muy seguro.

Llegamos, pagamos la entrada y buscamos sitio a la sombra. Los niños se despojaron de ropaje y en bañador se lanzaron como animales rabiosos al agua. La nena pequeña, igual. A sus dieciséis meses y sin conocer el miedo, hacia la piscina seguida de la hermosa A., cuerpo y presencia imponentes. Y un servidor, tras pasar por los vestuarios para ponerse EL bañador (solo tengo uno y es azul y feo y como con flores o algo que parecen flores, pero podrían ser elefantes o teteras), se quita la camiseta y un resplandor estalla en la piscina. Como si mil ángeles hubieran enseñado a la vez sus posaderas. Como mármol de carrara limpito limpito. Como el suelo recién fregado que te lo miras y dices, pero qué bien ha quedado. Un estallido de luz que venía de mi piel blanca, inmaculada, impoluta. 364 días que el sol no había tocado mis redondeces, mis turgencias y curvas que ya quisiera para sí algún póster central. El sol se reflectaba en mi cuerpo y rayos cegaron a un par de incautas ancianas que miraron a ese buen mozo de huesos anchos y bien comido. Sus cansados ojos no estaban preparados para ese resplandor níveo coronado por la marronez sensual tirando a provocadora y turbadora de unos pezones, mira, bien hechos.

Vamos, que me quité la camiseta y fui al agua con la nena pequeña. Todo eran risas y juegos en la piscina para bebés. El agua caliente por el sol y la orina de tantos críos pequeños algo asalvajados. Ella con sus pasos torpes y risa contagiosa por estar dentro del agua chapoteando con su padre. Felices. Había sido una buena idea esto de venir con los nenes a la piscina y todo eso de la sonrisa del niño como pago de bla, bla, bla.

Hasta que apareció él.
Él.
El niño con la pelotita.


De unos tres o cuatro años. Mirada aviesa y taimada. Con el típico movimiento mandibular del que se ha metido entre pecho y espalda tres sobres de azúcar y seis redbulls mezclados con cocacola y estimulante testicular para caballos. Se me pone justo al lado y mirándome con los ojos enloquecidos del que se ha escapado de un sanatorio mental aprovechando un apagón durante una tormenta eléctrica, me dice:
- Tengo una pelota.
- Pues vale - digo yo.
Y sigo a lo mío, que en ese momento es evitar que en su entusiasmo, Niña Dragón se ahogue.
- Mira mi pelota - insiste poniéndose justo delante de mí.
- Que sí, muy bonita, pero aparta que no me dejas estar por el bebé.
- Pelota.
- Ajá.
Y me la tira a la cara.
Sin mediar provocación. Si haberle enseñado los huevos diciendo que eso es lo que comió su madre anoche. Sin hacer gestos obscenos o reírme de él. Nada.
A la cara.
Falló, claro.
- Vigila, que casi me das.
- Con la pelota.
- Sí, con la pelota. Casi me das.
Va a buscar la pelota y se vuelve a poner demasiado cerca. Yo andaba nervioso por estar vigilando a un bebé de dieciséis meses que no intuye peligro y al que le encanta el agua. Si me ponía de pie, el agua me llegaba a las rodillas por lo que estaba medio sentado en la piscina, desplazándome con las manos y poniendo freno a la cría con las piernas para que no se fuera ella sola, como se suele decir, a lo hondo.
El niño de la pelotita se separa un poco de mí y pienso que se ha dado por vencido.
Me concentro en Niña Dragón.
La pelota pasa rozándome la nariz.
- Te he tirado la pelota a la cara.
- ¿Quieres parar con la pelotita, niño? - dije en un tono irritado mezcla de Cassen y López Vázquez.
El niño va a buscar la pelota y vuelve.
- ¿Por qué no te vas a jugar a otro sitio?
No dice nada. Solo sonríe. Sostiene la pelota en sus pequeñas manos y me sostiene la mirada. Su sonrisa se hace más grande y perversa. Su ojos que dejan de serlo para convertirse en lagos helados que esconden animales muertos y putrefactos. Mira a Niña Dragón y le tira la pelota a la cara.
A la niña.
Dieciséis meses.
A mala leche y a hacer daño.

Resulta curioso comprobar en las propias carnes como la civilización nos ha domesticado. Como siglos de convivir con el prójimo y aguantar sus malos olores, su afición a las marchas militares, las lavadoras a las cuatro de la mañana o cantos desgañitados de éxitos musicales de los noventa han calmado a la bestia iracunda y violenta que todos llevamos dentro. Lo comento porque mi primer impulso al ver que el niño le lanzaba la pelota a Niña Dragón fue pillarlo por el cuello, meterle la mano en la boca hasta alcanzar el estómago y darle la vuelta para que sus entrañas se tostaran al sol.

No lo hice, claro.
Y más teniendo en cuenta que no dio a Niña Dragón que siguió feliz en el agua.
Por poco. Muy poco, pero no le dio.

- ¿Quieres largarte? Deja en paz al bebé o te tragas la puta pelota.

El niño se reía mientras recuperaba su pelota y volvía con ella a apuntar a Niña Dragón. ¿Qué debe hacer uno ante esta situación? Hay quien apuesta por dejar que los niños resuelvan sus conflictos solos, pero en este caso no hay igualdad. Hablamos de un bebé de dieciséis meses contra un niño de cuatro años. La violencia no es la solución. ¿Hablar con él para que lo entienda? ¿Qué se puede hacer cuando te encuentras cara a cara con un crío tocapelotas que viene a joder y a molestar?
No llegué a resolver la duda porque la abuela del niño vino a la piscina diciéndole algo así como deja al señor en paz y vente conmigo que a mí sí me puedes tirar la pelota.

Pudimos continuar el baño en la piscina, pero ya no estaba tranquilo. Veía niños y pelotas por todas partes y ni siquiera los ritos amorosos de los adolescentes me hacían gracia... bueno, mentira, ver los abismos de idiotez que llegan los muchachos para que el grupito de chicas les conceda una mirada es divertido..., pero ya no tenía el encanto de otras veces.

Cuando se lo expliqué a A. me dijo que seguramente el niño tenía una falta grave de atención y era la única forma que tenía de comunicarse con el exterior. Lo que yo me pregunto es, ¿es la falta de atención lo que le convirtió en un gilipollas o no le hacen caso porque siempre ha sido un gilipollas?

El día acabó sin más incidentes. Los nenes se lo pasaron muy bien, Niña Dragón disfrutó horrores, se puso ciega de helado y se pegó una siesta de premio, A. pudo bañarse tranquila y jugar con los mayores porque otros ojos estaban por la pequeña y yo disfruté del tiempo de estar con los mayores y con la pequeña. Y puse el contador a cero. Pueden pasar otras tantas décadas antes de volver a la piscina y ponerme mi bañador azul de cosas.

Poco podía imaginar que unas semanas después volvería a enfundarme el bañador para ir a la playa a pasar el día. Pratchett y Theron benditos, la paternidad ha hecho estragos en mí.

jueves, 27 de julio de 2017

No escribo porque estoy en campaña de texto y me deja hecho un asquito

Siento el silencio.
Es lo que tiene estar secuestrado felizmente por un bebé de casi dieciocho meses.
Y lo que tiene la temporada de texto, que te deja agotado y hecho un guiñapo al acabar el día y lo que menos me apetecía era ponerme a escribir en cualquiera de los blogs. Solo quería llegar a casa, quitarme los zapatos y leer o ver algo mínimamente inteligente y que me trate como una persona.

¿Y qué tal la temporada de texto?
Pues como todos los años.
Agotadora.
Pero te encuentras personajes interesantes.
Desde el abuelo que grita a los cuatro vientos que tiene disfunción erectil y que está orgulloso de ello, hasta la lectora que se emociona porque encuentra la última novela de Concha Perea. Desde el niño al que compran su primero libro hasta quien te agradece una recomendación hecha.

Y ella.
Acompañada de su hija que le enseña un libro que quiere.
- ¿Quieres este libro?
- Sí.
- Como no te vea leer cada noche no te compro otro mierda libro en tu puta vida. Ni en mi puta vida. Cada noche. Como no te vea leer cada noche te la cargas y no te compro otro libro en tu puta vida. ¿Lo oyes? En tu puta vida.

Y así es como alguien motiva a sus retoños a leer.
Por San Pratchett y Santa Theron, que yo no sea nunca sí.

jueves, 22 de junio de 2017

Cuatro días de asueto...

... y la intención es hacer muchas cosas, pero...
... entra el factor niña (y dejo los puntos suspensivos que esto no es una novela de Albert Espinosa).

Por x motivos tengo cuatro días festivos seguidos, lo que no es muy usual. Y siempre hago planes.

- Acabar de rever la segunda temporada de Twin Peaks antes de ponerme con la tercera.
- Ver alguna de las películas de cine negro de serie B que tengo guardadas para cuando encuentre hora y media.
- Leer y hacer que esa maldita pila de libros pendientes mengue un poco.
- Cocinar algo nuevo.
- Paseos tranquilos.
- Ordenar la casa que está hecha un pequeño desastre, pero, claro, con siete seres vivos aquí dentro qué queremos.
- Colgar los pósters nuevos por la casa. Decidir qué se cuelga y dónde se cuelga. El de Wonder Woman es fijo, los otros tenemos que decidirlo.
- Leer algo que supere las ochocientas páginas. Me da igual si es fantasía, drama social en Nueva York, terror de susto y no quiero seguir leyendo o clásico del XVIII con sus doncellas acosadas, sus galanes egoístas y su estilo epistolar (sí, hace tiempo que pienso en releer Pamela. Mira tú, con la de cosas que hay para leer).
- Otras cosas que vayan surgiendo.

Pero, claro, todo estoy topa con una férrea resistencia llamada niña de dieciséis meses que camino a punto de aprender a correr y todo lo que está a mi alcance es para tocar y qué divertido que es esto de pintarme en la barriga.

Todos los bonitos planes destruidos por una bebé que no entiende que mi té es mi té, no su té y que no tiene edad para beber té y que lo dejes, coño.

Surgen otros, sí, como lo de ir mañana a la piscina (ya os contaré. Y sí, odio la piscina), pero de los que me he propuesto me gustaría cumplir uno, solo uno. Creo que no es pedir demasiado. Aunque antes tendré que pedir permiso a la nena si le va bien o prefiere volver a mirar el dichoso cuento de En Pinxo i la orquesta; apasionante historia de un perro vestido de rojo que acompaña a una orquesta para un concierto secreto en el bosque. No sé qué sentido tiene reunir a toda una orquesta en un bosque porque el libro no da más detalles. Ignoro si viven en un mundo donde la música de Saint-Saens está prohibida o si es una secta extraña de músicos templarios, no sé. Seguro que en la próxima media hora volverá a leerlo.


domingo, 11 de junio de 2017

Reseña de After o mejor dicho, un comentario a propósito de una lectura que me hizo sentir sucio y no en el sentido de uuuuuh

Primer libro del Qué leo, qué reseño 2017

Ya leí After.
¿Qué tal fue?
¿Cómo explicarlo?
Como si una civilización alienígena parasitaria decidiera que había llegado la hora de expandir su territorio mediante el asesinato, el saqueo, la matanza y la nula atención a cualquier tipo de norma sanitaria o higiénica y, tras rebozarse en todas las heces que ha encontrado en su camino por la galaxia, incluida la mierda de gargonte, que como todo el mundo sabe, es la mierda más contaminante y vomitiva de la galaxia y sus cuatro dimensiones paralelas colindantes capaz de hacer llorar de dolor y vergüenza a los más desalmados traficantes de mangos prepúberes y bragas usadas de monjas palmípedas coleccionistas de patatas fritas con forma de Elvis. Digo que estos alienígenas, después de abusar y reproducirse y sin haberse bañado en siglos por lo que su cuerpo no es más que una costra inmensa de tiritas con sangre reseca, mocos con personalidad y doctorados en medicina y literatura comparada, secreciones pustulantes de colores desconocidos usados solo en paletas de texturas en películas mangas prohibida en los siete reinos, hallaran un habitat perfecto en mi cerebro y tras horadar mi cráneo con una máquina perforadora, montaran una fiesta que tiene más de orgía diabólica que de alegre celebración entre amigos, llenaran mis cavidades cerebrales de esputos sangrantes y tras provocarse varios cortes con discos viejos de Ennio Morriconne se lanzaran a mantener relaciones sexuales con mis neuronas mientras les dicen a qué te lo estás pasando bien, nena, y explican chistes de curas y loros irlandeses.
Como esto, pero peor.
Mucho peor.

Como podréis imaginar después de esta pequeña descripción de cómo mis otroras cuerpo y mente quedaron reducidos a un amasijo de carne temblorosa y gimoteante con la ropa interior sucia, esto no pretende ser una reseña tranquila, ponderada y pretendidamente imparcial. Esto último nunca he pretendido serlo. Ni aquí ni en mi anterior blog. Lo primero y segundo será imposible dada la naturaleza misma de la novela. No solo lo que trata, si no como lo trata. Y me voy a centrar únicamente en el primer libro. No he leído ni voy a leer los otros cuatro (cuatro libros más...) por lo que si en los siguientes volúmenes los protagonistas sufren un cambio copernicano y se convierten en lápices de colores con poderes o hay una revelación final que hace que toda la saga se vea con otros ojos, mala suerte. Me centro en lo que he leído.

Esto lo comento porque si alguien quiere utilizar el argumento para rebatir esta especia de reseña de que como no me he leído el resto de las partes no puedo opinar, que se lo ahorre. No lo considero válido. Se puede comentar un libro por él mismo (como la segunda parte de una pentalogía fílmica o el número quince de un cómic) sin necesidad de establecer relaciones con su entorno. ¿Qué éste puede aportar más datos? Es posible, pero en este caso juzgo a After por él mismo.

¿De qué va esto? After no deja de ser la enésima revisión del tópico de chica buena conoce a chico malo y empiezan una tormentosa relación. No podemos decir que es una vuelta de torno a tan conocido cliché porque en esta novela lo único que se hace es perpetuar todos los motivos del subgénero sin aportar nada nuevo. Tessa es una buena chica; buena estudiante, buena hija, buena novia, buena en todo. Acabado el instituto se va a la universidad, un antro de perdición lleno de chicos atractivos que te miran así como de lado, fiestas, drogas y pelanduscas tatuadas y con hierro en la cara. Allí conocerá a Hardyn, el malo más malote de todos los malotes y, claro, entrarán en una espiral de amor y pasión que los llevará a conocer el cielo y el infierno en una misma escena plagada de clichés. Una relación estructurada en la cantinela de guardería "los que se pelean se desean" y fundamentada en dos pilares:

- él no puede comprometerse porque está así como raro con la vida por algo que pasó y por eso tiene ese carácter.
- ella sufre un profundo complejo de enfermera que le hace perdonar todo lo que él haga en alas de un futuro amor y porque solo con su cariño él se curara.

Vamos, lo de siempre. Él como ventilador activo de tirar mierda porque es así, pero te quiero. Ella aceptando esa mierda porque si lo quiero mucho y me lo trago todo, él se abrirá a mí y seremos mu felices. Una relación tóxica que hiede a maltrato psicológico a un paso del físico presentada como el culmen del romanticismo.

Y a diferencia de lo que he leído en otras partes de que los personajes son tan repugnantes el uno con el otro porque solo es ficción, una novela, y presenta un relación tóxica para ver como evoluciona, mi teoría es que para la autora (en esta caso, en mi opinión, la voz narrativa del narrador se confunde en muchas partes con la voz de la autora) realmente cree que esto es una relación romántica. Esta novela es una fantasía, un juego imaginativo con la imagen pública de alguien conocido (como la novela que escribí con catorce años con Michelle Pfeiffer de protagonista... y sí, aun la tengo guardada y no, no la leeréis nunca). Lo repite una y otra vez a lo largo de la novela, si se pelean tanto y son tan malos uno para el otro es porque son especiales y su amor es especial. Te insulto porque te quiero y, además, eso lo hace especial. Como el amor de Catherine y Heatcliff o de Elizabeth y Darcy.

(Nota al margen: mira, por esto no paso. Debería haber una ley que prohibiera la utilización de Cumbres borrascosas, Jane EyreOrgullo y prejuicio en este tipo de novela. Y más cuando se demuestra por los comentarios que aparecen en las novelas que sencillamente los personajes / narradores / autores no han entendido nada de lo que iban esas novelas. Dejad en paz a las Brontë y a Jane Austen.

Un día sus cadáveres volverán a este mundo y devorarán a todos aquellos que han utilizado el nombre de su obra en vano. E incluyo a Tess de Thomas Hardy. ¿A qué escribo un cuento sobre esto?).

Además la novela me ha parecido un inmenso canto al ego masculino. Desde la misma base de justificar todas y cada una de las execrables acciones de Hardin, hasta las vergonzantes escenas de sexo donde todo acaba en un "Pero qué bien que follo, ¿verdad nena?". Por cierto, ¿qué obsesión con el tema de la inocencia y virginidad de Tessa, ¿no? Ella, alma cándida y espiritual jamás tocada por nadie (ni por ella), que solo ha visto un pene de refilón en una foto y que descubre los placeres de la carne de la mano de alguien mayor, más experimentado y que no le importa que sea algo torpe. Al contrario, le pone más su inocencia y que nadie a parte de él la haya tocado (sorprendente doble moral, él es un follatodo y no pasa nada. Aparece un personaje femenino follatodo y es una furcia que mira lo que hace con su cuerpo y no se respeta).

A veces parece que el valor que Tessa tiene para Hardin es el valor de su pureza e inocencia. La mujer parece reducida a algo bonito y valioso que hay que proteger de un mundo malo y corrupto que la echara a perder. Y, claro, nadie mejor que un tipo malote para protegerla. El tema de la virgnidad de Tessa se convierte en epicentro de la novela y protagonista de la revelación final; una novela sobre el valor de la virginidad no como decisión personal de una mujer, si no como eso lo ven y lo valoran los hombres.

Escenas sexuales mál explicadas donde él domina, donde lo importante es el placer que recibe él o admirar lo bien que da placer. No me pareció una relación de igualada si no una relación donde hay que dejar claro una y otra vez que él es lo más.

Ese momento en que ella justifica que un tipo quisiera abusar de ella diciendo que claro, él iba borracho y ella estaba dormida en su cuarto.

Una visión del amor en el que éste es violento, duele, provoca infelicidad, insomnio, angustia, ganas de matar y estrangular, celos incontrolables, control de teléfonos, amigos, vestimenta, explosiones de mal humor o alegría injustificadas. Pero eso sí, nuestro amor es especial.

Todo esto, y mucho más, me lo he encontrado en casi seiscientas páginas de la peor literatura. Porque After es una novela machista, tóxica, envenenada y, encima, está mal escrita.

Conceptos básicos como economía narrativa (se mal describe todos y cada uno de las acciones de los protagonistas y no aportan nada), pobreza lingüística, repetición constante de la misma estructura (se ven, se admiran, se pelean, follan, se pelean, se reconcilian y vuelta a empezar), una caprichosa y aleatoria organización de los capítulos (creo que esto se debe a que la novela parece que está escrita por teléfono y a lo que salga sin plan, estructura o idea de lo que se estaba haciendo), pobreza en una caracterización mínima de los personajes principales y despreocupación de esto con los secundarios; personajes estos que se contradicen de capítulo a capítulo y que están solo por las necesidades de la trama aunque eso volatilice la construcción del personaje que se hizo dos capítulos atrás.

Una novela pobre y torpe que necesitaba de forma urgente un trabajo de edición y que alguien tomara decisiones. Como quitarle las cuatrocientas páginas que le sobran. Seamos sinceros, esta historia se explicaría mejor y diciendo lo mismo en ciento ochenta páginas.

Y encima, si con todo esto no bastara, After es una novela muy aburrida. Puedes ser torpe, estar mal escrito, adjetivar de más y sin sentido, pero no aburras. Al final mi lectura la hice con el piloto automático puesto y deseando que todo esto se acabara cuanto antes.

Cuando acabé la lectura de After, dejé el libro a un lado y me fui a pegarme una larga ducha. No es broma. Después de leer esto me sentía sucio. Y durante dos días no pude abrir un libro por miedo a que me apareciera Hardin con su olor a menta.

Fueron dos días duros, desagradables y perdidos. Podría haber estado leyendo cualquier otra cosa, jugando que mi hija pequeña, estar con los mayores echando una partida al Símbolo arcano, ver como crece una pared o darme cabezazos contra una roca. Cualquier otra cosa. Pero al menos ahora ya la he leído y puedo decir con conocimiento de causa a todos esos padres que vienen a la librería a comprarla lo que se van a encontrar dentro. Sobre todo si para quien la compra tiene doce años. O como aquella pareja que la quería comprar para una niña que iba de hacer la comunión ("como su prima mayor la estaba leyendo y ella no quiere ser menos...").

Ya he leído After.
¿Contentos?

Ps. En concreto escribí esa novela con esta imagen de Michelle Pfeiffer.


Su personaje en la comedia de John Landis In to the night.
Tengo que ver la película de nuevo.
Y no, no verá nunca la luz.

domingo, 4 de junio de 2017

Lo que se escucha en casa

Nos ha salido una nena musical. Desde bien pequeña, la música le tranquiliza y divierte. Exige por las mañanas su ración de canciones. Y lo que más se escucha en casa desde hace semanas es esta canción:


Buen gusto el de una niña de quince meses, diréis.
Sí, por supuesto. Es mi hija.

Aunque supongo que también influye que no pongamos música infantil, nada de sintonias de dibujos animados o últimos éxitos de radio formula (¿aún se utiliza la expresión radio formula o es algo de antes de haber nacido yo?). Así que entre lo que escuchamos en casa, amplio y variado, Niña Dragón elige y su favorito es Nathaniel Rateliff.

Y si os lo estáis preguntando, su libro favorito es 


La triste y dura historia de Bumba, un chaval de barrio que quiere entrar en la banda de maleantes de su hermano mayor conocido en los arrabales como El Granos.

Pero este cuento ya lo explicaremos en otra ocasión.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Resultado del reto Qué leo, qué reseño. Mucha cal y quizá un poco de arena

Se acabó.
Quien quiera proponer o votar tendrá que esperarse un año porque esta edición está cerrada.
Y he aquí el resultado, los siete libros que me debo leer sí o sí por orden de más votados.








No sé qué pensar de esta selección. Tres títulos prometen ser al menos interesantes. Uno no estoy seguro si está hecho para hacer daño o no. Tres van a matar sabiendo qué temas, formas, tonos e historias me hacen más daño y me dejan más tocado. Durante cada minuto de mi lectura estaréis en mi pensamiento y no sé si lo que piense os va a gustar. Y aunque soy consciente que tanta mala leche esconde un aprecio hacia mi persona, doler, duele igual.

Se han quedado a las puertas títulos como Mutados 1, El sinsentido del amor, Los jóvenes de la élite, En los zapatos de Valeria...

Ahora tocara leer y reseñar. Con tiempo, calma, té y en algunos casos muchas pausas.

ANEXO
Como cada año aparecen títulos interesantes que no llegan al podio final. Para contrarrestar alguna de las lecturas propuestas, me acogeré a estos libros como tablas de salvación.





También quería leer Xenogénesis y Negro, pero ni uno ni otro los he encontrado disponibles. Uno agotado, el otro me parece que no editado por estos lares y ni uno ni otro en bibliotecas. Quedan pendientes.

Ahora a leer.
Espero que lo hayáis pasado bien e iremos colgando reseñas los próximos días.

lunes, 29 de mayo de 2017

Pedazos de vida...

... que se encuentran en los libros de segunda mano.


He encontrado dedicatorias, exlibris, un par de pétalos de flores (que mancharon la página), un cuento escrito en una servilleta de bar, dos cartas, pero hasta ahora, ninguna fotografía. Imagino que se utilizó de punto de libro y en Melisande se quedó. Luego, el libro se vendió vete a saber la razón y de mercadillo a mercadillo hasta llegar a mis manos.

Conservaré la fotografía por si un día puedo devolvérsela a alguna de las personas que salen en ella.

jueves, 25 de mayo de 2017

Oso vs. Tiburón, Chris Bachelder

Bienvenidos al espectáculo del siglo.


Me llegó esta novela a la librería y la devoré en un par de días. No he hablado antes de ella porque necesitaba digerirla. Desde ya, y junto con La casa de arenas movedizas, una de las novelas de este año.

Oso vs. Tiburón es una despiadada, brutal, durísima, muy divertida, y en ocasiones tierna y triste, sátira sobre una sociedad mediatizada hasta límites absurdos sobre un combate entre un oso y un tiburón (en condiciones ideales) que se celebrará en Las Vegas. Desde la experiencia directa de una familia (los Norman) que viaja al combate asistimos a un desfile de personajes, situaciones, narradores, voces, etc. que teje un retrato despiadado de una sociedad que vive por y para un combate que realmente creen imprescindible, una sociedad enferma de entretenimiento, de pasarlo bien, de disfrute para ocultar terribles vacíos e incógnitas.

El señor Norman vive un viaje inconcluso por su propia vagancia, de descubrimiento de ciertar verdades sobre el mismo, su familia y la sociedad. Ideas revolucionarias como apagar el televisor o amar libremente a un tiburón. La promesa eterna de una felicidad aun mayor en la siguiente área de servicio, el siguiente programa de entretenimiento, el siguiente combate. La señora Morgan mirando continuamente su teléfono para saber qué tiempo hace por el sitio por el que están pasando ya que el que dice la tele es más real que el que se ve a través de la ventana.

Una sátira que remite a David Foster Wallace (al que se cita tres veces), a Calvino, a DeLillo, a los clásicos ingleses del XVIII, a los recursos de la telecomedia como realidad alternativa y la omnipresencia de la televisión.

La novela es del año 2001 y resulta terriblemente actual y, en cierta forma, en esa sociedad consumista de diversión nos vamos convirtiendo. Imagino la novela escrita ahora con la presencia de las redes sociales. ¿Qué discusiones podrían tener los fanáticos del oso contra los fanáticos del tiburón por twitter? La eterna conectividad a un teléfono.

Es triste, eviscera una momento de la cultura americana (y casi por extensión del mundo occidental), deprimente, pero a la vez terriblemente divertida. Es una novela en la que te ríes. Mucho. Sobre todo en su primera parte y cuando entran en acción los medios. Quizá en alguna parte resulte algo obvia en su intento de dejar claro de qué va el mensaje, pero es algo que no molesta. Por lo menos a mí no. No es perfecta (y quizá por eso me gusta más), pero me resulta irresistible como lector. Frases cortas, rapidez de acción, concentración de la información lo que exige atención al lector. Una novela ideal para una relectura y para clubes de lectura donde se busquen novelas que polaricen entre amores y odios.

Automática sigue creando un catálogo muy interesante del que soy muy seguidor. Mucho y buenos títulos con alguno imprescindible y un puñado de obras maestras. ¿Cuáles? Para mí...



 Como lectores (y libreros) necesitamos este tipo de editoriales.

domingo, 21 de mayo de 2017

Qué leo, qué reseño. Resumen de cómo va el tema

Ha pasado algo más de una semana y faltan pocos días para acabar el tema y vamos con un pequeño resumen de cómo está el tema.

Ha sido divertido volver a hacerlo y verme atrapado en la maraña de lecturas que me pide la gente. Aunque la participación es baja que en la ediciones que montaba en el blog de juvenil, lo que es normal ya que este blog es bastante menos popular que aquél, el entusiasmo de los que han participado es contagioso. Para bien y para mal. Para buenas lecturas y para ensañarse con el caído.

Hay veintitantas propuestas.

De momento hay tres claras ganadoras.


Como podéis ver, van a hacer daño.
Mucho daño.
A alguien que es un sol y más bueno...
Que es padre de una niña preciosa de quince meses. ¡Cómo podéis hacerle esto a un padre!... ¿o es demasiado rastrero jugar esta baza?

 Pero no son definitivas.
Aun se puede evitar que lea ciertas cosas. Y estaría muy agradecido una conspiración para evitar que perdiera mi tiempo leyendo libros que ya sé que no me van a gustar. Pero a lo mejor te llevas una sorpresa, dice un optimista. No lo creo. Mi instinto cargado de prejuicios e ideas preconcebidas pocas veces me falla y, por otra parte, ¿habéis visto las portadas?

Todavía queda tiempo hasta el viernes para otras propuestas y votaciones que varíen ese ranking del infierno. Podéis dejar las propuestas y votos en esta entrada o en la anterior.

Sed buenos... y si es necesario recurrir al soborno, adelante, decidme vuestros precios.

sábado, 20 de mayo de 2017

Sobre habaneras y el tiempo

En esta entrada hablaremos de habaneras.

Pero antes...

Hoy ha sido un día productivo.
He visto dos películas.
Una me ha gustado mucho, la otra me ha gustado a trozos y me ha provocado un divertido ataque de vergüenza ajena. ¿Cuáles son? La primera es The sorcerers, una película de terror inglesa del 1967 con Boris Karloff que se mostraba como un contrapunto al goticismo imperante de la Hammer; violenta, malsana, cruel. La otra es Play Misty for me, de Clint Eastwood; su primera película y es interesante y vibra un futuro buen cineasta, aunque tenga unos minutos en medio que sea un documental de jazz por un lado y por otro algunas de las imágenes más cursis que me han vomitado a la cara sin misericordia ni compasión (¡esa cascada! ¡esa escena de sexo! !esas caricias en el pelo!). Suerte que vuelve a aparecer Jessica Walter y todo se anima.

Pero no quería hablar de cine.
A. y los nenes se han ido a una sesión de teatro infantil. A. maquilla, Niña Zombi como espectadora y Niño Lobo como presentador. Yo no he ido utilizando vilmente a Niña Dragón como excusa y me he quedado en casa viendo al bueno de tito Clint leyendo poesía por la radio y siendo un capullo. La nena pequeña se ha dormido y tan ricamente. Cuando se ha acabado la película, vestir a la nena y para la calle a pasear.

Me encuentro la ciudad tomada por corredores.
Ya sabéis, esa gente que corre por propia voluntad sin zombis que los persigan ni nada de eso.
Y gente con tambores haciendo ruido.
También por propia voluntad.
Total, que esquivando a unos y a otros me pierdo por calles ignorando que la nena señala todo aquello que yo quiero fingir que he visto.

En esas que llego a una plaza. Suena música. La nena señala y yo me acerco.
Habaneras.
No me gustan las habaneras.
Nunca me han gustado... entonces, ¿por qué durante un segundo he sentido un deseo de pararme y escuchar? Me fijo en los espectadores y, claro, son ancianos. Todos ellos. El más joven tendría unos sesenta y pocos y el mayor ya es una edad indefinible que va de los ochenta a la eternidad. Todos sentados y escuchando en silencio a cuatro señores mayores que desgranan las penas de un marinero al compás de un acordeón.

Me he parado un momento y he tenido un arrebato proustiano sin magdalena ni perfume ni patada en los huevos ni nada. Desde que era pequeño, en todas las fiestas mayores que recuerdo, había un concierto de habaneras. Y recuerdo que siempre y de forma inmutable los espectadores eran señores y señoras mayores, también conocidos como viejos y viejas. No recuerdo a nadie joven. Ni maduro. Ni entrado en año, pero de buen ver. Solo ancianos. Por tanto, ninguno de los ancianos que están hoy sentados aquí oyendo las mismas habaneras de siempre eran cuarentones hace treinta años oyendo las mismas habaneras de siempre. Porque no había cuarentones. Estaban en los tiros al blanco, paseando a los niños o pensando en lo sinsentido que son sus vidas y en todas las posibilidades perdidas. No estaban escuchando habaneras. ¿En qué momento de la vida empezaremos con las habaneras? ¿Me pasará a mí? ¿A todos?

Como dicen los científicos, en condiciones ideales imaginemos que llegamos a viejos en una sociedad en paz, justa y equilibrada con una pensión digna que nos hace enfrentarnos a la vida de forma tranquila. ¿Llegará el día en que me pondré la camiseta por dentro del pantalón, un sombrero de paja y del brazo de A. nos iremos los dos a las cinco de la tarde a coger sitio para el concierto de habaneras que empieza a las ocho? A mí no me gustan las habaneras. Tengo mis gustos musicales y es más o menos malo, pero es mío. Los cantos marinos (a no ser que sean coros de marineros condenados a vagar en un navío fantasma expiando sus pecados) no me interesan, pero por lo que parece llegará un día que sí. Y lo mismo pasara con aquel que escucha heavy, el de cool jazz o el de cantos escoceses. Todos nosotros envejeceremos un día e iremos a cubrir la plaza de todos esos ancianos que hoy escuchan habaneras. ¿Llegará el día en que oiré a mi padre decir que se van al concierto de habaneras? ¿Será ese día el día en que escucharé ladrar a los perros?

He continuado mi camino con algo de desanimo sabiendo qué me depara el futuro y mirando a mi hija desconocedora de lo que la vida le espera.

jueves, 18 de mayo de 2017

Capturando al diablo

Esta mañana, mientras la nena dormía, A. preparaba el taller que tenía que hacer en el colegio y los nenes estaban en el suyo forjando un futuro (pobrets ells), he visto The devil rides out, una película de terror satánico de la época gloriosa de la Hammer con guión del maestro Richard Matheson y dirección firme y hermosísima (sobre todo en interiores) de Terence Fisher.

Dos carteles, dos títulos, la misma película. 

Naturalmente, la película me ha encantado.
Es una maravilla del terror y la ambigüedad y una película preciosa (maravillosa la fotografía de Arthur Grant).
Sí, he dicho preciosa.
En el mismo sentido que es preciosa Quien puede matar a un niño, No profanar el descanso de los muertos y Mil gritos tiene la noche o esa preciosidad el terror contemporáneo que es Oculus.
Pero de esta concepción de la belleza cinematográfica ya hablaremos otro día.

Y una vez acabada la película me he sorprendido volviéndola a ver y capturando momentos. Buscando esas imágenes y miradas que aún ahora recuerdo y que creo que es lo que me llevaré de la película.




 




Esta última se va directa a fondo de pantalla.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Reto Nicolas Cage. Rumble Fish

Volvemos a la normalidad y volvemos al reto Nicolas Cage.

Hoy, su tercera película

Rumble Fish, Francis Ford Coppola, 1983
Conocida por estos lares como La ley de la calle

Tercer trabajo cinematográfico y primera colaboración con su tito Francis. La película es lo suficiente conocida como para dedicarme a hacer un resumen de su argumento. Es una película que me gusta / aburre / fascina / olvido a partes iguales. Cuando la vuelvo a ver, es como si fuera la primera. Es una película que como los sueños acabo olvidando. Imagino que eso no es malo. La película no deja de ser un sueño de su protagonista, una visión onírica y nada realista; un espectáculo visual que rompe la naturalidad y el realismo. Como sueño, la película se me escurre en la memoria. Conservo la presencia de Tom Waits tras la barra de la cafetería, el inmenso reloj, los peces... y Diane Lane, claro. Pero es que desde que era pequeño y la vi por primera vez en Calles de fuego me es imposible no acordarme siempre de Diane Lane.

¿Y Nicolas Cage? Interpreta a Smokey, uno de los integrantes de la banda de Rusty y rival por el control de ésta y el interés amoroso de Patty.


Como casi todo en la percepción que tengo de esta película, su presencia se acaba diluyendo. Continúa con esa expresión de eterno estado alterado de conciencia y ojos a medio abrir. La verdad es que, de momento, poco podía hacer para competir con el carisma de Matt Dillon y la icónica presencia de Mickey Rourke.

Próximamente, un nuevo título. Uno en el que nuestro héroe comparte cartel con otro joven actor de voz gutural y ojos entornados.


sábado, 13 de mayo de 2017

Qué leo, qué reseño. Versión Mil matices

He pensado y meditado muy detenidamente si hacer o no hacer esta entrada. Quería recuperar cosas del blog de literatura juvenil, pero no sé por qué he empezado con esta... con algo que me ha abocado a los más infectos pozos de la literatura con algunos destellos esperanzadores. Supongo que en el fondo no lo pasaba tan mal o que realmente el ser humano tiene muy mala memoria.

Total, que vuelvo a hacer una edición de Qué leo, qué reseño.


Que más o menos será lo mismo, pero algo diferente porque la experiencia es un grado y no me quiero volver loco como la última vez.

- Perdón, perdón, perdón.
- El lector del pañuelo de leopardo.
- Es que no sé de qué puñetas estás hablando. Nunca he ido a tu blog de literatura juvenil porque éste ya me parecía suficientemente malo y no quería sufrir más y no sé que es eso de leer y reseñar.
- Bueno, pues lo explico. Un poco de historia...
- Pero que no sea muy larga.
- No lo será.
- Promételo.
- Lo prometo.
- Por los jóvenes castores y Russ Meyer.
- Por los jóvenes castores y Russ Meyer.

Hace mucho tiempo, en un lugar y espacio diferentes, un tipo decidió celebrar algo en un blog pidiendo a la gente que escogiera sus lecturas. Los lectores del blog proponían títulos y los títulos que tenías más votos, el susodicho tipo tenía que leerlo y hacer una reseña. Lo que empezó como una fiesta acabó en una orgía de sangre, destrucción y locura porque, en general, la gente es mala y decidieron recomendarles libros que sabían que no le gustarían o directamente malas novelas. Para hacer daño. Esto acabó dañando para siempre el espíritu y el físico de ese joven lector que acabó parte de sus días convertido en un atractivo amasijo de carne gimoteante y lleno de babas que hacía sus necesidades encima sin que nadie lo limpiara.

O algo así.

Y ahora, cuando ya se ha recuperado de esas taras vuelve con la intención de repetir el experimento. Igual, pero diferente.

¿Las reglas? En principio son éstas.

* Vale cualquier libro de narrativa de cualquier género.
* ¿Qué se considera narrativa? Se valorará según mis criterios.
* No es necesario ser seguidor del blog, ni poner un banner, ni hacer publicidad, ni donar parte de vuestro patrimonio al editor de este blog, ni enlazar, ni... Pero si alguien quiere publicitarlo, adelante. Cuanto más seamos, más nos podemos reír.
* No hay premio; solo la satisfacción de sentirse como un dios con un poder muy pequeñito.
* Plazo desde hoy hasta el 26 de mayo 2017. A partir de ese día se irán sucediento las reseñas con una perioricidad algo caprichosa. Este no es un blog solo de libros y se hablarán de otras tontas.
* No valen ni segundas ni terceras ni cuartas partes.
* Se leerán solo los siete libros que reciban más votos.
* Repito, se leerás solos los siete libros que reciban más votos.
* Si hay muchos candidatos, una mano inocente (o sea A.), elegirá por sorteo los afortunados.
* Las propuestas se dejan en forma de comentario en esta entrada o se me envía un mail que contenga en el asunto la palabra tetera.
* No vale el contra voto.
* Se fomentará la discusión entres los participantes.
* No existe el límite de propuestas.
* Mi buen, pero insufrible amigo Jordi puede votar. Sin restricciones.
* Si tenéis algún problema para votar, podéis hacerlo por twitter, instagram, con un mail...
* Y no se me ocurren más.

Desconozco si montar esta edición de Qué leo, qué reseño en este blog tendrá el éxito de convocatoria de otras ediciones. Sea como sea, conozco a personas que les hará una ilusión tremenda. Así que si os gusta la idea y queréis darle difusión os estaré muy agradecido.Y salga como salga, será divertido.

Espero.

Quedan abiertas las líneas.
No os cebéis, pero recordad siempre que yo lo haría.

jueves, 11 de mayo de 2017

La casa de arenas movedizas, Carlton Mellick III

Hace ya casi seis años escribí una entrada en este mismo blog donde decía que quería leer una novela llamada La vagina encantada de un tal Carlton Mellick III. Su argumento (una vagina que es en realidad un portal a otro mundo y su posterior exploración) merecía mi aplauso, mi interés y que durante todo este tiempo no lo olvidara.

Hace un par de semanas, pedimos y recibimos en la librería un depósito con los libros de la pequeña, pero ya imprescindible editorial, OrcinyPress. Entre ellos, la colección bizarro. Y en ella, un libro llamado La casa de arenas movedizas.

Y en la solapa, esta cara.


¡Ostias! Yo conozco a este tipo.
Tiro de memoria y sí, es el autor de La vagina encantada. No es el libro de la vagina, pero la historia de dos hermanos buscando a sus padres por una casa infinita me interesa. Mientras hacía planes para ahorrar y comprarme el libro, A. se me adelanta y me lo regala.

El libro me dura dos días.

Nada mal contando que debido a Niña Dragón mi tiempo de lectura del desayuno prácticamente ha desaparecido y que empieza a no encontrarle sentido echarse una siesta.

Durante su lectura paso del desconcierto, a la sorpresa, a la maravilla. Un viaje extraño y apasionante a un mundo diferente que mezcla fantasía, ciencia ficción, muchas dosis de terror, mucho de novela de iniciación, parámetros de la literatura juvenil, la perversa inocencia de las historias de Roal Dahl y destellos de la belleza que podemos encontrar en el cine de Cronenberg.

Un estilo claro y sencillo para una novela que cambia y se metamorfosea sin que ninguna de las sorpresas que guarda sea efectista o gratuita. El lector no sabe a lo que atenerse, pero todo tiene sentido. Una gran imaginería, un universo propio y fascinante. Una lectura llena de matices, capas y significados. Podemos quedarnos con una visión superficial (una novela de aventuras terriblemente divertida y entretenida) o, si nos atrevemos, ir más allá y entrar en las sombras sabiendo lo que allí nos espera. Y todo acompañado de un gran sentido del humor; unas veces, cruel. Otras, tierno.

Lo que resulta admirable es la capacidad del autor para que todo el delirio de su argumento e imágenes no se quede en el efectismo o el chiste.  La novela tiene una estructura férrea (aunque a veces no sea muy sutil en la forma en que los hermanos consiguen información) y todos los elementos que aparecen lo hacen por algo. Es extraño, es bizarro, grotesco, pero no accesorio.

De momento, una de mis novelas del año. Me quedo a la espera de más traducciones de la obra de Carlton Mellick III y a la exploración a fondo del catálogo de Orciny Press. En un momento en que el panorama literario parece cada vez más homogéneo, es una alegría y respiro encontrar obras, autores, editoriales que buscan y abren nuevos caminos.

Por cierto, si queréis conocer qué publica Orciny Press, picad aquí. Es una de esas editoriales de la que lo quiero todo.

domingo, 7 de mayo de 2017

Sobre parques y uno de tantos infiernos

Para entender el dramatismo y alcance de esta entrada tengo que dejar claros dos puntos:

1. No me gustan los niños.
2. Odio los parques infantiles.

Mi más puto peor infierno.

Sé que cualquier afirmación tiene sus matices y hay niños que después de conocerlos me llegan a caer bien y he pasado grandes ratos y grandes conversaciones en parques infantiles, pero en general las dos afirmaciones son ciertas y válidas desde hace muchos años.

¿A qué viene esto?
Bueno... ya sabéis que ahora tengo una hija, carne de mi carne, sangre de mi sangre, a la que modelar a mi imagen y semejanza para que acabe superándome y se convierta en una hermosa diosa oscura repleta de crueldad, ambición y elegancia. Tiene...

- ¡A.! ¿La niña tiene catorce meses y pico o ya tiene quince?

...catorce meses y pico. Esto implica que ya anda. Y tiene ganas de andar y conocer mundo, salir a la calle, socializar. A pesar de llevarla a museos de taxidermistas, conferencias sobre la influencia de Demócrito en el universo desconocido de la hípica azteca, permorfances que tan de moda se han puesto en la red de estaciones de metro abandonadas de Igualada. A pesar de todos mis esfuerzos, de mi lucha tanto silenciosa como llena de irritantes quejas impropias de alguien de mi edad, la niña quiere ir a parques infantiles (y encaramarse encima cuando escribo, que es donde ahora la tengo).

En Igualada tenemos muchos parques. Son parques muy correctos, amplios, espaciosos. Lugares donde los niños, pequeños y grandes, pueden jugar tranquilos. Lugares que al caer la noche, los adolescentes pueden ir tranquilos a darse el lote, beber algo, fumar algún porro que otro (los que fumen, claro) y hablar, hablar, hablar. Donde los ancianos pueden ir a hablar, quejarse de los jóvenes, arreglar el mundoY estos parques suele estar cerca de terrazas de bares. Los primeros, llenos de críos corriendo. Las segundas, llenas de padres tomando unas cervezas y con un ojo en los niños.

Otra cosa que no me gusta son las terrazas de los bares y eso de "salir a tomar algo".
Para mí implica "estar".
Y no me gusta solo "estar".
Pero de esto ya hablaremos otro día.

¿Y todo esto a qué viene?
El lunes fue festivo y salimos A., la nena y un servidor a dar una vuelta. También venía con nosotros una sobrina de A. de la que estábamos de canguro y que tiene...

- ¡A.!, ¿cuántos años tiene tu sobrina?

... casi tres. Pasamos a ver a un tío de A. y decidimos "ir a tomar algo" a una terraza cerca de un parque. Niña Dragón y la sobrina vieron el parque y se lanzaron a la conquista del tobogán.
El horror.
Un parque que estaba vacío, de repente, como surgidos de veta a saber dónde, aparecieron un ejercito de mocosos de diferentes edades que empezaron a correr, subir, trepar, saltar, chillar, gritar, empujar, dar vueltas... entre ellos estaban las dos niños y un enorme, y atractivo, tipo con su corpachón y cagándose en todo. 
Un puto infierno.
Apareció una niña que se dedicó a ir detrás de Niña Dragón molestándola. La empujaba, le tiraba a los pies juguetes para que la pequeña los pisara y luego quería pegarla porque los había pegado. ¿Debía intervenir en el conflicto arrancándole la cabeza a esta arpía o dejar que lo resolvieran ellas solas? ¿Qué protocolo hay en los parques? Críos que sin miramientos cascaban a otros por un quiero subirme yo primero. Niñas que ocupaban el tobogán y solo dejaban que se tiraran sus elegidos (desconozco si tras pago de tributo). Críos con miradas perversas que corrían de un lado a otro sin miramientos por las pequeñas que estaban a mi cargo. Y ellas convertidas a su vez en monstruos para otros niños. Brutalidad infantil que se retroalimentaba.
Y los padres contemplando aquello. Bueno, no, yo estaba perdido en medio de aquello; una especie de circo romano sin la parte divertida (la de los leones comiendo cristianos) donde los padres prueban las aptitudes de supervivencia de su progenie.

Idea para cuento: un parque extremo donde los niños pequeños muestran su valía. Acceso a armas. El dolor está glorificado. Una especie de cúpula del trueno para menores de cinco años. Falta encontrar cómo desarrollarlo para que no se quede en un simple chiste.

- Ya podéis ir a jugar, nenes. Cuando traigan las fantas y las patatas os aviso.

Los niños se lo pasan bien, por eso. Supongo que ellos no perciben ese clima de violencia. O disfrutan participando en él. Yo iba extraviado entre los niños, con miedo a que olieran el pavor que exudaban mis feromonas como un triste skaven de nivel bajo y vinieran a por mí. 

Al final todo acabó con A. viniendo al rescate diciendo esas palabras tan maravillosas de "vamos a dar una vuelta", pero aun pervive esa media hora de puro terror.

Y sí, ya lo sé. Ya sé que cuando vaya a un chiquipark será peor.
Mucho peor.