jueves, 29 de mayo de 2014

Cositas que uno oye en la librería

Colocando unos albaranes en la carpeta. Una mañana tranquila y muy lluviosa que puede resumir a la perfección lo deprimente que es el mes de mayo una vez se acaban las devoluciones de Sant Jordi. Poca gente, muchas novedades que languidecen en estanterías y mesas, las miras puestas en esa época tan terrible que es el libro de texto, días donde sale lo peor del librero y los clientes. El librero entretiene la mañana imaginando que la librería es un enorme vestuario lleno de coristas nerviosas por salir a actuar haciendo los últimos ajustes a un minúsculo vestido de baile. Justo cuando las coristas le piden ayuda, se abre la puerta. El librero gira la cabeza y observa a quien entra. Un chico joven y sonriente que deja en la calle a una chica joven algo más seria.
Los saludos de rigor y el chico pregunta por una novela que le han recomendado. El librero dice que sí, claro que la tiene y va a buscarla. El chico habla y habla sobre los motivos de querer leer esa novela y que para él, si el libro tiene muchas páginas se agobia. Pero por suerte esta novela tiene pocas páginas y gran parte es una introducción. El chico paga, da las gracias y se despide del librero. Sale a la calle. Llueve y él y la chica se quedan resguardados esperando que escampe o se decidan a correr no muy tristes entre la lluvia. Eso, y que hablan muy fuerte, permite al librero escuchar lo que dicen.
- ¿Qué te has comprado? - pregunta ella.
- Un libro.
- ¿Un libro?
- Sí, un libro.
- ¿Tú? ¿Un libro? ¿En serio?
- En serio, un libro. ¿Qué pasa?
- Nada, que me sorprende que te gastes dinero en esas cosas.
- Me apetecía leer algo.
- Sí, ¿pero un libro?
- ¿Qué pasa?
- Nada, nada. Solo que ahora va a resultar que estoy liada con un intelectual y no sé si eso me gusta...

En otra ocasión un grupo de chicas paseaban por la librería. Tocaban, comentaban, leían y reían. Mucho. Cada vez que pasaban por delante de los libros dedicados a un popular grupo músico vocal de cinco muchachos con peinados así como de jóvenes y que cantan cosas con letras, música y mucho sentimiento y ritmo y ah ah ah, para luego ponerse flojitos y arrulladores como ih, ih, ih y con los que el librero solo encendería una hoguera, con los que cantan, no con los libros, claro. Pues las chicas, quería decir, chillan y saltan delante de los libros y dicen qué guapo, qué guapo, le haría un hijo. Dos de ellas son algo más calmadas y hablan con muchas esdrújulas mientras las otras saltan.
- Me encantan los libros.
- Sí.
- Y que quieres que te diga. Prefiero los libros de papel a los pdfs.
- ¡¿Qué dices?!
- En serio, tía.
- Lo que yo decía, tía, a veces tienes un ramalazo hipster que dan ganas de chillar.

Y hace poco un señor se mostró indignado. Este pensó si la indignación se debía que alguien había encontrado su excusado particular, pero se sintió aliviado al comprobar que no. El señor en cuestión se indignaba contra el aire sin dirigirse a nadie en particular. Clamaba, bufaba y mascullaba entre dientes con aire impotente ante la sección de historia. Sus "como puede ser", "es indignante", "es que vamos" iban desparramándose por la librería. Tras algunos minutos de arengar al vacío, dirige por fin su indignación al librero. ¿El motivo? Su estupor al comprobar que la saga Caballo de Troya no estaba en historia si no en ficción y que si así es como en esta librería entendíamos de libros y de historia, apaga y vámonos. Y ahora, se preguntó el librero, cómo le explicó a este señor lo de los viajes en el tiempo.

Dos amigos hablando y uno le dice al otro.
- En mi tiempo libre estudio exorcismos.
Y esa sensación de que no es una broma o el final de un chiste.

Aquel señor que quería impresionar a su amiga con sus sabiduría libresca. Empieza a hablar de literatura de consumo y acaba con la sentencia.
- Leer cómics, ciencia ficción o fantasía es como leer, no sé, 50 sombra de Grey. Algo sencillo, rápido, de literatura baja, sin calidad, pero entretenido. Para leer sabiendo que no hay que ser muy listo para escribir eso.
El silencio que siguió a las declaraciones hizo evidente que cualquier esperanza de algo más murió en ese mismo instante.

- Porque si te compró el cuadernito de sumas me regalarás un bolígrafo, ¿no? ¿No? Pues el cuaderno te lo metes por donde te quepa.

1 comentario:

Cristina dijo...

Muy bueno el de la que está liada con un intelectual. A ver si ahora los libros serán motivo de crisis de una incipiente pareja :D.

El de "Caballo de Troya"... Cómo nos gusta criticar el trabajo ajeno y qué fácil es opinar desde fuera, aunque en parte también me alegra que haya gente tan apasionada por los libros como para fijarse en eso.

No entiendo esa manía de menospreciar por sistema la fantasía, la ciencia ficción y demás (y lo dice una que nunca ha sido aficionada a esos géneros). ¡Si a veces plantean temas mucho más serios que la literatura realista...!

En fin, gracias por hacernos reír, una vez más :).