domingo, 13 de julio de 2014

Harold Lloyd en un globo

Igualada es famosa porque nunca se hace nada.
Esa es por lo menos la cantinela que se oye en muchos de sus habitantes y que todos los que hemos vivido en ella lo hayamos dicho en algún momento.
Y no es cierto aunque, claro, si se compara lo que se hace ahora en la ciudad con lo que se ha llegado a hacer, pues sí, en Igualada no se hace nada. Pensad que estamos hablando de una ciudad fundada por Ramses II durante unas vacaciones, que ha soportado invasiones fenicias, griegas, romanas, sajonas, vikingas, aztecas, plutonianas, yankis, confederados, nazis comunistas, amazonas y muchos etcéteras. Que ha visto como su caudaloso río era utilizado para conspiraciones, pruebas nucleares, concursos de starletts. Donde se hizo el primer festival de Cannes, se enterró con honores a Alejandro Magno y aun perdura en su memoria los paseos de Gina Lollobrigida por sus Ramblas del brazo de un poderoso empresario de la zona.

Comparado con su historia, en Igualada a día de hoy no se hace nada.

Entre las cosas que se hacen, pero parece que no, en julio hay un festival que en aras de la modernidad tiene nombre en inglés. El European Balloon Festival. ¿Y qué es? Pues un festival de globos aerostáticos de nivel europeo. ¿Qué por qué no se llama Festival Europeu de Globus? Pues no sé, eso es cosa de la organización y ahí no me meto. Pues eso, globos por el cielo, hinchar los globos, saludos y actividades paralelas.
Reconozco que a mí el festival me la trae más bien floja, y perdonaréis la expresión. Los globitos nunca me ha llamado la atención y lo de volar nunca ha sido una de mis prioridades. Pero suelo estar al tanto de las actividades que se organizan a su alrededor por si hay algún concierto que me interesa (este año no es el caso) o alguna proyección (que sí lo fue).

El martes hicieron una proyección de tres cortos de Harold Lloyd con música de piano en directo. Me lo dijo mi buen, pero enervante amigo Jordi y para allá que fuimos.


La proyección la hacían en un teatro que habían acondicionado para la ocasión. Habían cubierto la sala del teatro con una tela de globo y la sensación era estar dentro de uno. A mí no me hizo ni pizca de gracia porque mi claustrofobía es importante aunque sea en espacios cerrados, pero amplios y las mofas del gilipollas de mi amigo no ayudaban.

Entrar en la sala del teatro fue una pequeña odisea. Al llegar coincidimos con un montón de señoras mayores, a los que los maleducados llaman viejas, que salían en tropel cual ñus con exceso de laca de una reunión social. Ellas salían, nosotros entrábamos. Yo, en un acto de supervivencia que se puede confundir con el egoísmo, me colé entre dos señoras que salían y casi atropello a una. Jordi, movido por no se qu
é sentimiento de amabilidad, sonrió a una de esas abuelas y le sostuvo la puerta para que saliera. ¿Resultado? Que se quedó como un pasmarote aguantando la puerta a cerca de veinte señoras que sin consideración y dominando la creación salieron todas juntitas.

Accedimos a la sala y los cortos.
El primero, flojito. Una película temprana y básica. Harold afinando el personajes.
El segundo, maestro. Una puñetera genialidad. Numbre, please? Un ejemplo de pura comedia física, de construcción de gags, de arte puro cinematográfico. Y sí, la carga emocional del montaje cinematográfico es cosa de Griffith y los rusos, pero el ritmo es creación de los cómicos americanos. Se nota que Lloyd ya había encontrado su personaje (el chico que quiere impresionar a toda costa a una chica que no se lo merece), se sentía cómodo ante la cámara y que detrás de ellas estaba el genio de Hal Roach.


El tercero, divertido, pero con hambre de largo. Una historia que necesitaba el largometraje para desarrollarse. El corto discurría a medio gas, algo apresurado en la resolución de los gags. Más metraje, más tiempo, más historia y desarrollo. Al poco llegarían los largos de Harold Lloyd y un puñado de obras maestras.

¿La reacción del público? Estupenda. Carcajadas. Entre viejos y jóvenes. Funciona. Sigue funcionando. La comedia que en los años diez y veinte se inventaron en Hollywood sigue funcionando. Los clásicos no fallan y desde la comedia griega, ver a un pobre hombre enfrentado a la gran maquinaria del universo por una china, sigue despertando empatía y carcajada.

Después del cine, paseíto y cada uno para su casa deseando que este tipo de actividades se hicieran más a menudo.

1 comentario:

Mara Oliver dijo...

Harold Lloyd es especial, tiene algo que no sé, cuando los androides nos dominen en unos cientos de años, hasta ellos se reirán con este hombre ^^