jueves, 6 de noviembre de 2008

"De sus amantes pasados ella me habla..."

Escuchando: Hello Saferide, My Best Friend

Por culpa de un chantaje fraternal esta mañana he tenido que ir a la biblioteca de Santa Margarida de Montbui a buscar unos álbumes ilustrados. No he encontrado todo lo que buscaba, pero me ha servido para volver a una biblioteca que hacía años que no pisaba (desde que me mudé a vivir a Igualada, en concreto). He aprovechado para saludar a la bibliotecaria y pasearme un momento por los anaqueles y las estanterías. Y entonces he recordado un libro que leí hace muchos años cuando preparaba un viaje a Venecia, el Quadern venecià de Àlex Susanna. Me preguntaba si aún estaría allí. Y lo he encontrado peligrosamente cerca de las novelas de Danielle Steel. El libro estaba igual que hace diez años. Me ha dado la sensación de que nadie lo ha leído en todos estos años. Me he sentado en una de las mesas de la sección infantil (a las doce del mediodía es el lugar más tranquilo de una biblioteca) y lo he empezado a ojear. He encontrado las frases que subrayé en su momento al leerlo por primera vez donde indicaba el lugar de la tumba de Pound y Stravinski. He recordado parte de aquel viaje y la sensación agridulce que me dejó. Entonces, he buscado el poema.

Dels seus amants passats ella m'en parla...

Uno de mis poemas favoritos desde el momento que lo leí por primera vez y creo que una de las influencias más importantes que he recibido en mi concepción de lo que es el amor y las relaciones con las mujeres. Lo he leído de nuevo después de muchos años y sigue siendo importante. Lo apunto tal y como lo leí en su momento en la traducción de Àlex Susanna. Al final de la entrada encontraréis una traducción al castellano. Pido disculpa porque lo he traducido yo (traducción sobre traducción... ya no sé qué queda del original...).

Dels seus amants passats ella me'n parla
com dels seus somnis ho faria una verge.
No són per ella més que ombres i noms
els seus amants passats i cada un d'ells
em treu a mi una seva paraula o un gest
que me l'expressen i creia meus.

Es ben del seu pintor aquest voler estar
de seguida nua.
No el coneix mai aquell avergonyir-se
que predisposa a l'amor;
d'altres, altres coses.
Ben poc em resta ---
o potser em posaré a estimar
els seus amants passats.

Giacomo Noventa (Venecia, 1898-1960)

Unos años después tuve el privilegio de conocer a Àlex Susanna en la presentación de su último y muy estimulante dietario, Quadern dels marges (Planeta, 2006). Charlamos un poco y no pude dejar de decirle lo importante que había sido para mí un poema.
- ¿Cuál?
- No es un poema suyo. Es una traducción que hizo en el Quadern venecià. "Dels seus amants passats..."
Se le iluminó la cara. Creo que le hizo más ilusión esto que si le hubiera dicho que había sido un poema suyo.
- No puede ser... ese poema es de Giacommo Noventa, un desconocido poeta italiano del novecento que escribía en dialecto. En Italia prácticamente nadie lo conoce, y fuera de ella, menos. Y ahora, aquí, en Igualada, un librero me dice que ese poema que yo traduje en un ejercicio intelectual ha sido importante en su vida. Es la magia de la poesía... por eso es importante. Es como un río subterráneo que circula sin que nadie se de cuenta y, de repente, aparece, como una seta (com un bolet, dijo), en el lugar más inesperado. Y une mundos distintos.

Y supongo que algo de magia hay. Las palabra de un poeta olvidado de Venecia de principios de siglo XX llegan a un joven librero de Igualada gracias a un poeta catalán que un día le dio por traducir unos poemas como ejercicio. Creo que ésta es una de las grandezas de la poesía y que tan fácilmente olvidamos, su función de puente, de engarce entre países y tiempos, entre sensibilidades distintas y mundos separados, convirtiendo la voz de un poeta italiano en mi voz. El lento fluir de ese río que es la poesía. Y supongo también que ahora yo formo parte de esa corriente subterránea, de ese fluir de las palabras que hace que la voz de Noventa pase a México, a Argentina, siga en Igualada, vaya a Barcelona y poco a poco, silenciosamente, más personas lean a alguien que aunque sea por un sólo lector, no está olvidado del todo.

De sus amantes pasados ella me habla
como de sus sueños lo haría una virgen.
Para ella no son más que sombras y nombres
sus amantes pasados y cada uno de ellos
me quita una palabra suya o un gesto
que más la expresan y que creía míos.

Es muy de su pintor ese querer estar
enseguida desnuda.
No conoce nunca aquella vergüenza
que predispone al amor;
de otros, de otras cosas.
Poco me queda ---
o quizá me pondré a amar
a sus amantes pasados.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un día triste, pero sólo hasta cierto punto

Hoy es uno de esos días donde la tristeza me puede.

Pero aclaremos algunos conceptos; no es que me siente al lado de una ventana y vaya empañando los cristales con mis alados suspiros, ni que corra por los páramos de Igualada con el pelo suelto al viento llamando su nombre entre la niebla, ni que me haya quedado hecho un ovillo en cama pensando en lo especial que soy, ni que camine por casa con una vela encendida creando un adecuado ambiente gótico en la estancia. Nada de todo esto, sólo faltaría.

Está siendo un día como cualquier otro. Me he levantado, he ido a desayunar donde siempre, me he fumado un par de cigarrillos, he ido al trabajo y me he encerrado en el almacén a entrar los libros de reposición y las novedades, he visto los nuevos peluches que nos han llegado, he bromeado con mis compañeros, he mirado el trasero de una clienta y he dejado que una clienta mire mi trasero. Un día como cualquier otro donde el sol luce y no hace mucho frío.

Pero estoy triste.

Y cuando estoy triste y no sé el motivo, me da por la música francesa de los sesenta. Me da por Aznavour, por Brel, por Mireille Mattiheu, por Françoise Hardy. Por las canciones meláncolicas y tristes de un París cubierto por la niebla y en blanco y negro.


Y hoy me he encontrado con Barbara. Visitando uno de los blogs más hermosos que conozco, María, la encantadora anfitriona de esas páginas, me ha prestado una canción de Barbara que es el ejemplo perfecto de la canción que hoy escucho. Su carga de melancolía, de ligero humor ante la tristeza, de "me permito estar triste, pero hasta cierto punto". Habré escuchado ya unas doce veces Dis, quand reviendras-tu y por momentos parece que esté hablando por mí.

Os dejo la canción. Y os dejo un enlace que os llevará al vídeo donde aparece la canción subtitulada. Sé que podría haberla apuntado aquí, pero me daba pereza.


Discover Barbara!


Y gracias María, une belle hirondelle d'hivern

martes, 4 de noviembre de 2008

Sobre mitos y erotismo III

Preámbulo

A cinco días de las vacaciones. Solo cinco días y podré levantarme tarde un lunes. Empezaba a pensar que nunca llegaría ese día. Y a ocho de largarme doce días a La Habana a ver a los amigos y no hacer nada. Noviembre ha empezado duro... veremos como acaba.

Años cuarenta - Gene Tierney

Sigamos con la lista que le prometí a Jordi. Años cuarenta. Años oscuros con la segunda guerra mundial, el inicio de eso tan tranquilizador que era la guerra fría, la caza de brujas del senador McCarthy dando sus primeros coletazos, una dictadura consolidada en España, se crea la ONU, India consigue su independecia. Y el cine empieza una de sus épocas más doradas. El neorrealismo en Italia y la evasión en América. Ana Magnani protagoniza en Roma, citta aperta (Roberto Rossellini, 1945) la imagen de la pieta más dolorosa de la historia del cine. Lana Turner resume a todas las malas mujeres de la historia del cine en El cartero siempre llama dos veces (The postman always rings twice, Tay Garnett, 1946). De Suecia desembarca Ingrid Bergman para aportar una mirada triste y su belleza. Marlene continúa su camino para convertirse en una diosa, y una jovencísima Lauren Bacall se apoya en el quicio de una puerta y pide fuego... pocas veces la pantalla se ha visto invadida por tanto erotismo por una simple frase.
- ¿Sabes silbar?

Pero mi amor es para otra actriz. Y es amor eterno. Es mi mito cinematográfico y erótico por encima de todos los demás.

Gene Tierney (Nueva York, 20 de noviembre de 1920 - Houston, 6 de noviembre de 1991) . La mujer más hermosa de la historia, un rostro perfecto comparable con la Capilla Sixtina o la Novena sinfonía (y aunque sé que quizá algunos puedan decir que exagero, Jordi estará de acuerdo conmigo). Reino en los años cuarenta y trabajó con los mejores (Lubitsch, Preminger, Lang, von Stenberg, William A. Wellman, Mankiewicz en la más que adorable El fantasma y la señora Muir) y dejó su huella en la generaciones posteriores.

Domingo por la tarde de hace unos años. Desde hace semanas La2 programa películas de cine clásico y yo, enfermo por el blanco y negro, las veo todas. De esta manera han llegado a mí clásicos de toda la vida aunque con una especial fijación por el cine negro. Me pongo cómodo en el sofá, un café delante sin saber que lo que voy a ver me va a cambiar la vida. Empieza la película. Una música envolvente.

Laura de Otto Preminger.

Una de las mejores películas que he visto. Una muchacha ha muerto asesinada en su apartamento. Un tiro a bocajarro. Un detective de policía muy duro es el encargado de investigar. Ella es, claro está, Gene Tierney. Él es Dana Andrews, uno de esos actores a los que quiero como si fueran de la familia . Un montón de sospechosos (entre los que está Vincent Price en su etapa de galán), secretos, medias verdades, traiciones y obsesiones. Y siempre un omnipresente cuadro de Laura, la fallecida, iluminándolo todo y obsesionando cada vez más al detective. Y una noche de tormenta, una muchacha con un chubasquero amarillo.

Puñetazo en el estómago y amor para siempre. Nunca había visto mujer más hermosa. Pequeña, de ojos grandes y tristes, labios carnosos, elegancia infinita cuando enciende un cigarrillo y lo aplasta en el cenicero después de dos caladas (es una actriz de esa época del cine donde se sabía fumar en pantalla). Combinación de fragilidad y fortaleza, de manos inquietas, de un cuerpo precioso más basado en el equilibrio y la armonía que en la rotundidad.

Lo único que puedo decir de Gene Tierney es que la adoro. Como lei en un blog hace tiempo, si el mundo fuera la mitad de hermoso que ella, éste sería una lugar maraviloso. Su mirada de gata y su voz un poco grave. Verla caminar, preparar un café, hablar por teléfono, reírse... derrochaba lujuria y estilo. Puedo decir sin avergonzarme que Gene Tierney ha sido una de esas actrices que con el simple gesto de encenderse un cigarrillo y mirar han provocado en mi millones de fantasias.

Os dejo una escena de El diablo dijo no (Heaven Can Wait, Ernst Lubitsch, 1943). Posiblemente sea mi favorita de la película. En ella veréis una de la facetas de Gene Tierney, ese encanto y esa magia que desprendía su rostro y sus ojos. La otra faceta, la mujer dura y despiadada de Que el cielo la juzgue o la onírica protagonista de Laura, dejo que las descubráis vosotros.


lunes, 3 de noviembre de 2008

Quería hablar de cine, pero me salió salsa

Y medio se arregla un lunes triste y cansado.



Héctor Lavoe & Willie Colón, El día de mi suerte

sábado, 1 de noviembre de 2008

1 de noviembre

A todas y todos, Feliz Día de los Muertos.


Extracto del corto de animación Hasta los huesos
Voz de Eugenia León