viernes, 3 de junio de 2011

Y entonces a principios de junio...

... alguien entra en la librería. Una persona normal, como tú y como yo, con sus cosas y sus casas, con sus dos piernas que le llegan hasta el suelo y andando primero una pierna y después otra. No como esas otras personas que primero no anda nada, y después las dos. Esta persona camina como caminas los caminos tú. Y sonríe para afuera y no para adentro. Mira los libros. Pide ayuda. La prestas. Dice leer mucho. La crees porque piensas, ¿por qué iba a mentir? Escoge un par de libros. Los lleva al mostrador. Vas a cobrar y entonces... entonces... dice ocho palabras que uno pensaba no volver a oír en mucho tiempo...

- ¿Me harás el descuento de Sant Jordi, no?
-¿Qué?
- Es que en Sant Jordi llovió y no pude comprar nada. Todavía lo hacéis, ¿no?

Y entonces al librero sólo que queda una opción. No es agradable, pero a veces es el único camino. El librero... ¡entra en furia!

Gracias máster, no sabes lo que me has dado.

Si es que hay gente que tiene unos huevos... como aquel tipo que presento una larga serie de argumentos por los que el día 1 de junio teníamos que hacerle descuento de Sant Jordi.

1. En Sant Jordi llovió.
2. No estaba en la ciudad.
3. Estos libros los encargué el día 27 que está pegando a Sant Jordi.
4. Soy yo.
5. Siempre me lo habéis hecho.

Y entonces... ¿qué hace el librero? 

¡Qué no, qué no, qué no!

Coño, ya sé que el tiempo es relativo, pero joder... 

Y en veinte días empezamos con los libros de texto... ya tenemos el primer encargo y la primera lista...


... y los precios han subido una barbaridad. Colas, encargos, errores, nervios, gritos, peso, forro. Ains, qué pocas ganas de todo.

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