Y el trabajo, claro. Porque estamos en plena temporada de cuadernitos de verano, lecturas obligatorias (momentazo de una niña que pide elegir entre mediocre A y basura B porque la profesora les había dicho que las otras de las lista no valían la pena... entre esas otras estaba La isla del tesoro, El sabueso de los Baskerville, Capitanes intrépidos y El hobbit... la cara del padre y de un servidor era de encender un par de antorchas e irnos de tumulto), de libros de texto y de un montón de cuadernillos con vida propia que se resbalan, se pierden, se mezclan y aparecen en los lugares más raros (incluido el bolso de una señora que mira tú, no sabía cómo había llegado eso allí). La campaña de texto elimina mi sentido del humor y me convierte durante un par de meses en alguien que no me gusta, un tipo serio que trabaja en una librería y que de lejos recuerda a un librero.
Y a esto quedan reducidos los libreros tras dos meses de campaña de texto
El texto es lo peor. Ya sé que me quejo del trabajo durante todo el año, pero el texto es lo peor. Es aburrido, tiende al mal rollo, a nadie le gusta (mucho trabajo y poco margen para el librero, muy caros para los padres - hablamos de algunos lotes de primero de primaria que rondan los 200 € - y a los niños pues como que no les hace mucha gracias pensar en pleno verano en el septiembre que viene). Y los cuadernos de verano, tortura inventada por alguien que odiaba a los niños aliado con padres preocupados (caso real) que además del cuaderno general de repaso y los específicos de matemáticas, catalán y castellano se lleva dos cuadernos de inglés, cuatro de caligrafía, cinco de ortografía, dos más generales del curso superior que aun no ha hecho, libros de pasatiempos y la promesa de volver a por más cuando se acabe. Entre las frases que sueltan:
- Cada día, tres horas de estudio.
- El verano es muy largo y no lo van a dedicar a jugar.
- Así no se aburren, que si se aburren se ponen a pensar o algo peor.
- ¿Y libros de introducción a la trigonometría para niños de primaria no tienen?
Y de lectura, un libro:
Un espanto que motiva a los niños a ser ahorradores y confiar en los bancos. Tócate los huevos.
Si somos tus amigos, niño. Y lo seremos por el resto de tu vida.
Bankero, de Iker Cortázar. Más muestras de su obra aquí.
Y así pasan los días y yo desesperando, pero con la promesa de luchar con la modorra de las nueves de la noche y ponerme a escribir más.
La de las tres de la tarde no hay quien la supere.
2 comentarios:
¡Ánimo, Jorge! A mí nunca me gustó el verano (y eso que donde yo vivo los días de sol son contados) así que cualquier emoción negativa asociada a esta época del año para mi es lógica y esperable...
No importa a qué te dediques, el mal (en verano) siempre está presente. La gente no está tan animada como en los anuncios de la tele(porque tienen que hacer lo mismo que el resto del año -a ver quién tiene la suerte de tener 3 meses de vacaciones- pero con unos cantos grados de más).
Es como si el infierno nos recordase que existe en cada gota de sudor de un pasajero cualquiera de un autobús cualquiera de una ciudad cualquiera...
esa promesaaaaa, la lucha contra la modorra es constante, pero a joderse toca, es lo que tiene ser el elegido :P
(después de mi lectura nocturna no esperarías un comentario diferente, ¿no?)
besucos!
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