miércoles, 19 de septiembre de 2012

Historia con gato

Cuando alguien me pregunta a qué me dedico, suele sucederse dos reacciones.

- ¿De qué trabajas?
- De librero.
Reacción 1: Aclaración del concepto.
- ¿De qué?
- De librero. En una librería. Vendo libros - no sé si imaginan que trabajo aguantando libros en el salón con luz natural de una casa bien.
Reacción 2: Exaltación de lo hermoso que es mi oficio.
- Oooooh, qué bonito.

Porque a ojos del mundo, el oficio de librero es muy bonito. Y sí, es un buen trabajo, pero no es lo que normalmente se imaginan. Vamos, que no me estoy sentado detrás del mostrador en un buen sillón con mi chaqueta de tweet, un té, leyendo una novela de Jane Austen y un gato duerme en mi regazo mientras los clientes habituales hablan de Camus en una esquina y un pobre estudiante de filología roba un ejemplar de los poemas de Octavio Paz que me pagará trabajando los fines de semanas y descubriendo el amor de su vida. No es exactamente así. Aunque ayer hubo gato...

Hijo puta.

Mañana del martes. Una señora que busca algo para su hija o sobre su hija o algo. No sé, no me quedé con la copla y la dejé con una frase en la sección de niños que era más o menos, mira por aquí. Un maullido desesperado me despista. Mi compañera de trabajo me mira y dice, ¿no has oído un gato? Sí, he oído un gato, pero mi primera reacción es buscar por la tienda a ese cliente que tiene como tono de móvil el maullido dolorido de un gato (verídico). No está. El maullido vuelve a sonar. Es que mi hija tiene..., dice la señora, pero ya paso de ella. Dos maullidos más y silencio. En cuanto los clientes se van, mi compañera de trabajo y yo nos ponemos a buscar por la tienda. Aquí no, aquí tampoco. Salgo a la calle. Nada. Entro en la tienda y mi compañera me dice, aquí. En el escaparate. Este tiene una pieza inclinada que es donde apoyamos los libros. Tiene una pequeña pieza que se abre y da a un compartimiento donde almacenamos borra de polvo desde el pleistoceno.  ¿Y allí dentro que encontramos?


Pero que cosa más ricaaaaa.... uins qué bonitooooo... pero una librería no es el mejor sitio para un gato. Así que lo vamos a coger. Y, claro, se escapa porque es pequeño y esta asustado. Y, la verdad, el cabrón corre que se las pela. Total que empezamos una persecución por la tienda tras el gato. Saltos acrobáticos, tiros, explosiones, una vieja que se cae en pedazos, muerte de un inocente que no lo era tanto porque escupía por la calle, libros de Paulo Coelho que se caen al suelo y se ensucian y se rompen, pero a quién le importa. Total, que al final el gato se quedó acorralado en un rincón. ¿Y cómo lo sacamos de ahí? Una caja de cartón delante, se le azuza un poco y que se meta. Y una vez dentro, ya veremos qué hacemos con él (aunque yo me lo imagino en casa con A., Sigilo, Arya, los nenes empezando una colonia gatuna que nos lleve a dominar el mundo si es que ellos quieren y no tienen que dormir, claro).

Un plan perfecto si no fuera porque no contamos con un factor, la habilidad de un gato callejero para con un par de saltos decirte, chupame la polla. El gato entra en la caja, sale de la caja, salta, lo pillo al vuelo con una mano, se escurre, lo vuelvo a pillar y...


El hijo de puta, a parte de oler como los demonios y dejarme un pestazo que me lleva a pensar que su padre fue una mofeta salida y borracha que un viernes por la noche se tiró a una gata incontinente, me deja la mano echa unos zorros entre los diferentes mordiscos y los arañazos. Como el valiente que soy casi no lloro y consigo meter al bicho de los cojones, un monstruo todo peste, uñas y colmillos, en la caja. La mano me duele y me encierro a tirarme un par de litros de alcohol por la herida para desinfectar. A saber qué ha estado mordiendo el bicho.

Le comento al jefe la historia y su respuesta es hay que ver la vida del librero, nos vemos obligados a hacer de todo.

Y ya está.

...

¿Qué pasó con mi mano? Está bien. Duele un poco, pero la supuración ha dejado de oler tan mal y ya no es verde, sino negra. Y eso siempre es buena señal.
¿Y con el gato? Bueno... tres opciones y que cada uno escoja la que más le guste.
1. Lo llevamos a una protectora de animales donde ha encontrado una familia que lo cuida, lo quiere y no le pone ni cascabeles ni lazos.
2. Lo devolvimos donde vivía, un solar que es un impero de los gatos en mitad de Igualada. Su solar, sus reglas. El humano que entra no sobrevive.
3. El arroz me salió muy bueno.

7 comentarios:

Lola Alted dijo...

Mi conclusión de todo esto es que deduzco que no te gusta Paulo Coelho...

Y sí, ser librero es una profesión que, a ojos de los demás, mola mucho. El librero de La historia interminable me hizo mucho mal...

Jorge dijo...

El librero de "La historia interminable" ha hecho mucho daño a la profesión... nos dota de una aura mágica que te aseguro que en época de texto no tenemos.

Y no, no me gusta Pablo Coelho... es usted muy intuitiva.

Anónima de las 9:59 dijo...

La herida sigue supurando?... Mmmmm... Cat People!

Mara Oliver dijo...

Jodo, qué historieta... espero que lo negro se te cure, que lo mio empezó así y luego se me cayeron los dedos (:P jisjisjis, apurando una de mis habilidades sociales, ya sabes, jejeje. Todavía se acordará de mí el niño al que le dije en el centro comercial que lo mío fue por meter la mano en el ascensor, cuando estaba intentando abrirlo, juasjuas XD).

En fin, volviendo al tema, mi familia es de las que se lleva a casa todo bicho que le sale al paso y recuerdo que hace 15 años, una gata callejera muy linda nos siguió y decidimos quedárnosla, pero al llegar a casa, le dio un yu-yu, nos cascó a todos y se las piró con el rabo erizado. No pudimos hacer nada... y luego se me cayeron los dedos, no digo más :P

GENIAL lo de la mofeta sifilítica y follardina ;)

mil besotes!

Jorge dijo...

@Anónima, algo está pasando, sí. Me apetece acurrucarme en un sillón, dormir dieciséis horas, que me adoren y jugar con todos los hilos que me encuentro.

Jorge dijo...

@Mara, adoro su muestra de humor negro para provocar futuros traumas en los jóvenes. Me recordó a las lecciones que impartía el patriarca de la seria "Arrested Delevopment".

Y la de historias que no cuento...

David dijo...

Es un complot. Ahora estoy seguro de ello. Debe de haber una cliente descontenta que se venga dejando un gato rabalero y malcriado.
En nuestra librería, tuvimos algo parecido en el mes de junio. Lo de menos, los destrozos que hizo por la noche el minino de marras, porque no pudimos atraparlo hasta el día siguiente. (Por cierto, a este en concreto le gustaban las gomas de Milán, porque mordió media caja y se meó en la otra media).
Y cuando lo atrapamos, una clienta que se había enterado y había estado llamando a la librería cada 5 minutos para que se lo diéramos, por fin se llevó el bicho.
Muy bien hasta que el lunes llamó para decir que no se llevaba bien con sus dos perros, tres canarios y una tortuga (manda narices lo que tenía en casa), y que nos lo iba a traer de nuevo. Me dieron ganas de decirle que si no traía el ticket no se lo aceptaríamos, pero en fin, tras explicarle pacientemente que no sabíamos qué hacer con él y que en la Protectora nos habían dicho que no tenían sitio, etc., por fin no lo trajo.

Estoy empezando a creer que se fue de viaje y de camino puso el gato en otra librería...