domingo, 4 de noviembre de 2012

Días de paranoia

Por tres motivos.

1. El señor que dijo "sus vais a enterar" por un quítame de ahí ese libro. Nos quedamos todos con el culillo apretado para evitar que la cacá nos llegará a los tobillos. Es que el señor era así como alto y con mala leche y gritaba y no tenía sentido del humor y su hijo nos miraba con cara de este tipo es mi padre y pega a los profes que me castigan por quemar el pelo a mis compañeros.


2. Tacones en el techo.

Enresulta que encima de la librería había un centro de ordenadores, pero la crisis y cosas de esas que se han inventado los bancos pues hizo que el centro se redujera y se invirtiese el espacio en la creación de dos pisos. Meses de obras después, esta semana se ha estrenado el inquilino en nuevo hogar de alquiler. Y quien vive arriba pues es de ponerse los tacones a las nueve de la mañana y pasarse el día haciendo kilómetros arriba y abajo de su vivienda. Y toc-toc-toc, y toc-toc-toc, arriba y abajo, abajo y arriba. Y los de la tienda nos vamos emparanoiando porque oímos pasos y creemos que ha entrado alguien en la tienda y salimos huyendo en direcciones distintas para no atender, pero no hay nadie y perdemos diez minutos que podríamos dedicar a perfeccionar nuestras imitaciones escondidos en la sección de poesía (es que nunca va nadie...).

¿Por qué en la comodidad del hogar, la incomodidad de los tacones? Se barajan varias teorías. Entrenamiento para la tradicional carrera en tacones, penitencia por pecados en anteriores vidas, es una madame matutina, exploración de la sexualidad, pone cachondón pasar la aspiradora en taconazos o ir a mear, rodaje de película porno donde te lo quitas tú, menos los zapatos, etc. Sea como sea, el taconeo crispa mucho.



3. El extraño caso del argentino alto.

Entra una muchacha sofocada explicándonos que la han timado. Trabaja en una papelería. Ha entrado un argentino alto (identificado por el acento y la altura) para comprar unos bolígrafos y ha empezado con el dame eso, mejor no, ponme eso de ahí, te pago de aquí, no de allí, espera... Total, un clásico que le ha valido a la muchacha un billete de los gordos menos y muchos nervios. Como el tipo ha preguntado si había cerca alguna librería, pues temiendo que fuéramos las siguientes víctimas nos ha venido a avisar.

Le hemos dado las gracias por el aviso y nos hemos puesto en guardia. Argentino alto que entre, patada en la boca y luego preguntar qué busca. ¿Qué es injusto con la población masculina alta argentina? Seguro. Además, ¿qué es algo y qué es bajo? La muchacha en cuestión era bajita así que cualquiera que pase del metro setenta es alguien alto. ¿O era alto en el sentido de alto, joder qué alto, hasta me da cosa mirarlo? ¿Y cómo sabemos que era argentino? A lo mejor solo estaba imitando el acento... todo el mundo cree que puede imitar el acento argentino, solo hay que alargaaar un poco las vocaaales y decir vooos y sabeees y Evita, mate y Maradona. Porque, claro, quién nos dice siquiera que era un argentino alto. A lo mejor era un chino bajito maestro del disfraz. A lo mejor la muchacha es su cómplice y nos dice que vendrá un argentino alto y nos ponemos nosotros así, mira para allí, mira para allá, ¡un argentino alto a hostias con él! cuando en verdad el culpable es un chino bajito con cara de hurón y ya la tenemos liada y timados. Si es que es un hombre, claro, que a lo mejor es una mujer que ni es alta ni argentina ni china ni nada y ni siquiera existe o es una muñeca de esas que dicen mamá, mamá y disparan napalm por la nariz. Si es que no te puedes fiar de nadie. Claro que también podría haber un topo...


Sí, nos aburrimos mucho.

1 comentario:

Mara Oliver dijo...

XD
Antes teníamos una vecina, la Tacones, así que te acompaño en la paranoia de Los Otros ;)
besotes!!!

PD: el 3. sublime, jejeje.