jueves, 28 de agosto de 2014

Sobre un culo entrevisto en las fiestas de Gracia

Hace un par de semanas (si no recuerdo mal y no tengo una concepción del tiempo errónea) fui a pasar el día a Barcelona con A. Habíamos quedado con el amigo Martín Piñol para pasar el día entre paseos en las fiestas de Gracia. Él había quedado con el también escritor Félix J. Palma por lo que las ganas de ver a un amigo se mezclaron con los nervios por conocer a uno de los pocos escritores de admiro de verdad (a los demás los admiro de boquilla). Total, que nos juntamos un nutrido grupo de personas y entre risas y...

Pero antes de continuar quiero dejar unos puntos claros.
- No me gusta Barcelona. Sí, ya sé todo los argumentos, pero es una ciudad con la que no conecto.
- No me gusta el barrio de Gracia. Sí, también me sé todos los argumentos, pero por mucho que lo he intentado, nada.
- No me gustan las fiesta del barrio de Gracia. Sí, bla bla bla, pero es que nada que implique a más de diez personas en el mismo sitio me gusta.

Todo esto no afecta para nada a la historia que iba a relatar, pero quería decirlo porque sí.

Total, que estábamos pasando el día en Barcelona tan a gusto. Paseando, viendo las calles decoradas, A. en éxtasis con tanta manualidad y capturando en su cerebro técnicas, combinaciones y colores. Yo paseando la mirada por allí y por allá, charlando con Martín Piñol, entrando en una librería de segunda mano dando gracias a quien sea por solo llevar cinco euros en el bolsillo y así evitar una masacre libresca.

Y mientras hablamos y andando que me entran ganas de miccionar. Hacer un pipí. Agüita amarilla. Cambiar el agua al canario. Mear, vamos. Miro un lado, miro a otro y veo que han puesto lavabos públicos; una cajas de color gris que de forma habitual veo en fiestas nocturnas o conciertos y que suelen estar llenos de mierda y con un borracho con los pantalones por los tobillos dentro. Pero el grito de una señora de "Están limpios" me quita manías y para el lavabo que me encamino. Además, como dijo Wiston Churchill, soy de los que cagan y mean en cualquier parte. A. también viene y cada uno entra en un lavabo. ¿Cada uno? Eso hubiese sido maravilloso.

A. entra en un lavabo y cierra la puerta. Me dirijo al lavabo de al lado y compruebo que es uno de esos lavabos que marcan en verde si está libre, en rojo si está ocupado. Verde. No problema. Abro la puerta. Un culo blanco me recibe con su mirada fija, clavada, acusatoria. Un culo que no conozco me mira cual cíclope cabreado acompañado de una voz femenina que dice "eeeeh" y una de las miradas más duras, crueles y despiadadas que he recibido en mi vida (y eso que llevo unas cuantas campañas de libro de texto a mis espaldas). Masculló con vergüenza un disculpe y cierro con celeridad la puerta. Me aparto unos metros. Se abre la puerta y la señora sale del lavabo con dignidad y volviendo a dirigirme una mirada que pocos han recibido y que ha nadie recomiendo añadiendo cuatro musitaciones inaudibles que intuyo se referían a mi madre o al hecho de ser un pervertido. Quier volver a pedir perdón, pero un destello en mi cabeza impide que lo haga y, en cambio, lo que sale de mí es un "Pues haber cerrado el pestillo, no te fastidia" y entro a mear con satisfacción y quedándome como nuevo.

El problema es al salir. Porque gente de diversa condición e índole, hombres, mujeres, viceversas, niños, niñas, ancianos, señoras mayores que van en grupo de tres y ocupan toda la acera, me miran, alzan un dedo y empiezan a emitir un chillido agudo (sí, amigo Casanovas, a mí también me ocurre) diciendo


El mirón de Gracia.
El mirón de Gracia.
El mirón de Gracia.

Cada vez con más nervios espero que A. salga de su baño intentando pasar desapercibido y no mirarlos a los ojos. A. sale, la cojo de la mano y volvemos con el grupo.
- ¿Qué has hecho ya?
- Es que he visto un culo.
- ¿Por qué?
- No había puesto el pestillo. Y ahora dicen que soy un mirón.
- Te metes en unos fregados.
- Ya, pero aprieta el paso un poco, por favor.


Así, entre miradas, reproches, chillidos y dedos señalando conseguimos llegar hasta el grupo e irnos a buscar un restaurante donde tomar un bocadillo y despistar a los perseguidores. Y lo hubiéramos conseguido si no nos hubiéramos metido en un restaurante que no atendía a grupos. Dos o tres personas, pero siete a la vez, no. A la puta calle que este es un local decente.

Y buscando, buscando, esquivando, perdiendo por el camino a algunos de los miembros del grupo, invocaciones de ancestros, la imagen de un culo que me acusaba de mirón cuando todo había sido un accidente, pasando el día, pasando la noche, una ojo fijo pasamos el último día de mis vacaciones.

2 comentarios:

Mara Oliver dijo...

Mereció la pena la espera, jejejeje XD
Y ahora aprovecho para preguntar: ¿qué libro de Felix J. Palma me recomiendas para empezar?
besotes!

Jorge dijo...

Y más cosas me han pasado que iré relatando a su debido tiempo (como la increíble historia del edificio fantasma de Igualada...).

Depende de lo que quieras leer. Si es novela, empieza por "El mapa del tiempo" (su segunda sección te volverá loca). Si quieres cuentos, "El menor espectáculo del mundo", todos buenos cuentos y un par de verdaderamente brillantes.