jueves, 20 de abril de 2017

A tres días...

A tres días de Sant Jordi.

Aquí Sant Jordi to valiente aplastando a una lagartija con una enfermedad cutánea.

Tres días para mi ¿doceavo?, ¿treceavo?, ¿quincoajesivotresmilyunnabo Sant Jordi? No sé, son muchos ya. Y tengo una ilusión... Otro año de madrugar, cajas, libros, caballetes, maderas, montar a toda prisa y demás historias apasionantes que tanta gracias os hace. Y esta año al caer en domingo será raro. ¿Vendrá más o menos gente? Mi apuesta es que se concentrará más al mediodía y a partir de las seis de la tarde... hasta que empiece el fútbol más o menos. Porque me han dicho que hay fútbol y que juega alguien contra alguien haciendo algo, pero desconecté de quien me lo explicaba. Con el fútbol me pasa lo mismo que cuando me explican algo de reparaciones (ver entrada anterior) o cuando me dan una dirección.

Aun tengo libro que etiquetar y meter en cajas. Tengo que preparar todo el material que llevaré a la parada. Infiltrar títulos minoritarios que recomendaré con un punto de violencia aunque haya una voz interior que me dice que para qué si la gente solo pedirá lo de siempre aunque haya cambiado de portada y la última mierda que diga la tele que se vende. Ultimar detalles y toda ese trajín que tanta pereza me da.

Pero todo eso será el domingo y hoy es hoy.

Y hace un año no escribí ninguna crónica de Sant Jordi por lo que lo haré ahora muy brevemente intentando capturar el momento. Traer al presente un instante del pasado e intentar pintarlo con todos sus colores y afeites a la semejanza del gran poeta aleman Gustav von Samenbach cuando escribió Allí donde el dolor escuece donde recreaba la tortícolis que le produjo contemplar durante seis horas los monumentales pechos de piedra de una caraitide llamada Helga que conoció en un viaje por Tebas, Ciudad Real.

Básicamente el Sant Jordi pasado fue como los otros Sant Jordi con el único detalle distintivo de que llovió.
Mucho.


- Oooh, qué poético,
Los cojones.
- ¿Qué?
Los cojones del santo padre.
- Pero el día gris, las parejas enamoradas paseando bajo la lluvia con la rosa en la mano, los suspiros aleteando por toda la plaza, la magia de un día llena de agua refrescante, libros, rosas...
Lo vuelvo a decir. Los cojones.
Los pies mojados, los libros mojados, las cajas mojadas, los libreros mojados, los plásticos mojados y retirados por clientes mojados con paraguas mojados que quieren ver los libros y, sí, los mojan. Niños mojados con manos mojadas que quieren coger libros que no estaban mojados y enseñarlos a sus mojados progenitores que les dirán que no y devolverán el ahora sí mojado libro a la pila de libros mojándolos todos.
Maravilloso, vamos.
Un día lleno de magia, sí.

Y no recuerdo nada más. Ni gente, ni anécdotas. Solo lluvia y ganas de cerrar el chiringuito e irme a casa con A. a cenar el ya tradicional kebab de la noche de Sant Jordi.

El domingo, Sant Jordi. Como todos los años estaré en la Plaça de Cal Font de Igualada. Llevaré mi habitual atractivo robusto y una camiseta de Chtullhu. Si me queréis, traedme una zumito o algo de comer. Nada de café ni alcohol, que ya no uso de eso. Si no me queréis, no vengáis a verme. ¿Para qué vamos a pasar un mal rato los dos?

Prometo pasar la tradicional reseña del día de Sant Jordi y prometo que ese día lo pasaré bien y mi atractivilidad se multiplicará por un millón. Pero los días de antes y después, me quejo.

2 comentarios:

Mara Oliver dijo...

Ains, ¿algún Sant Jordi podrás contar que una manca loca te dio un abrazo repentino y un susto de cojones? jejeje, siento que sufras, pero me encanta que me lo cuentes ;)
Ánimoooo!

Anónimo dijo...

Yo quiero un abrazo de esos que dices Mara. Y disfrutar de la atractividad irresistible que emanas en Sant Jordi Jorge.