martes, 17 de marzo de 2020

Diario de un confinamiento. Parte II

Cuarto día de confinamiento.
Llueve.
Estamos bien. Empiezo a mirar de forma lasciva el horno y pienso que quizá le vendría bien una limpieza a fondo, muy a fondo. U ordenar los libros por editorial o autores; no por colores, eso es una tontería y una horterada. ¿Es el momento de ordenar mi ropa del armario por formas, tamaños o por las evocaciones que me produce acariciar la tela con la mirada perdida en el edificio de enfrente mientras recreo en la memoria todos esos paseos por la playa a lomos de un esclavo corcovita que nunca hice? Y reflexionar sobre qué mundo encontraremos cuando salgados de casa. ¿Qué Igualada habrá? ¿Los animales se habrán adueñado de las calles? ¿Encontraremos algo? ¿Seguirá siendo nuestra ciudad o se habrá convertido en algo totalmente distinto como, no sé, una patata?

Foto del puente grande Igualada que la conecta con Montbui.
Imagen del archivo de alguien.

Desvarío.
Es lo que provoca el encierro, no tener nada que leer entre miles de libros y la retención voluntaria de orina para estar entretenido.

Y la mala noche que nos ha provocado los Moixa que Ganga, una de las bandas de nueva creación que ha provocado el confinamiento y que campan libres por la cada vez más salvaje noche igualadina. Visten de morado e intentan asaltar las plantas altas de los edificios subiéndose unos encima de otros a gritos de "Va", "Vinga" i "Collons". Antes del confinamiento ya los había visto sueltos por Igualada subiéndose unos encima de otros en complicadas construcciones cuyo único cometido parecía ser que una persona pequeña pudiera subir para después bajar.
Fin.
Todo esto acompañado de instrumentos musicales que imitan el chillido de miles de inocentes en las mesas de tortura del infierno. Pensaba que eran molestos, pero inofensivos hasta que anoche me di cuenta de que solo eran entrenamientos ante un escenario apocalíptico. Que eso que llamaban castells no eran más que sutiles formas de estar entrenados para la incursión nocturna, el asedio y el pillaje. Vienen a por nuestros paquetes de macarrones y papel de váter.

Tercer intento de asalto de los Moixa que Ganga a mi edificio.
Intentaba asustarlos a base de ritmos sincopados de tambor, pero eso parecía enardecerlos todavía más y trepaban más rápido. Poco después descubrí que lo mejor para librarse de ellos es tirarles aceite hirviendo en la cara.

El resto del día ha sido aburrido.
Ver una película que nos guste a cinco personas de edades distintas y dos gatos es tarea imposible así que cada uno se entretiene como puede. Nos dividimos en dos grupos; uno desordena para que el otro tengo cosas que ordenar. Fingimos leer, pero en verdad nos estamos preguntando a qué sabe la carne humana. Juegos de mesa con nuestras uñas. Paseos por las habitaciones mirando a un lado, mirando al otro. E intentar olvidar que el futuro es incierto y que si esto nos llega a pillar hace quince años sí que nos hubiéramos aburrido.

Para amenizar el día el ayuntamiento de Igualada que tanto piensa en nosotros nos puso un hilo musical callejero donde una voz profunda, bien modulada y sexi se nos advertía a los ciudadanos de no salir de casa para nada y te tuvieras mucho cuidado bajo pena de hacer pam pam en el culete.

El responsable de ir advirtiendo a Igualada calle por calle.

La verdad es que yo le agradecí ese instante de diversión. Ya estoy harto de salir al balcón y solo ver a la señora del edificio de enfrente salir a mirar qué pasa por la calle y al señor que sale a decirle que entre que se pasa el día fuera y ella contestarle que para mirarle todo el día a la cara prefiere mirar la calle y...

Añoro salir a la calle. Es increíble que yo diga eso que odio salir a la calle.
Añoro pasear sin destino por las amplias avenidas y parques de Igualada. Perderme en el laberinto de árboles del jardín geológico, ir a los ensayos abiertos en canal del Palacio de la Ópera, ver ponerse el sol sobre el mausoleo de Alejandro Magno y ver cómo gracias a la polución y los experimentos con el aire la luz toma ese color entre verdoso y violeta. Pero, sobre todo, añoro bajar al Paseo Marítimo y ver despedir a los submarinos carteros.

Preciosa foto del Paseo Marítimo de Igualada en los años cincuenta.


CONTINUARÁ...

1 comentario:

Mara dijo...

Ains, el aceite hirviendo espero que sea de palma, es un +2 y no hay tirada de resistencia que lo soporte, caen fijo.
Te entiendo, aunque yo sigo odiando salir y estoy muy feliz con el apocalipsis mientras haya wifi y el niño solo me grite en la cara un par de horas al día, es un precio bajo para este ensueño agorafóbico mío.
Sigue informando y resiste, podrán quitarnos nuestra libertad, pero nos quitarán el papel del culo de nuestros dedos fríos y muertos o yo ya no sé que consigna gritar... Pero a las 8 salgo al balcón y aplaudo y mi hijo sale conmigo y piensa que todos le aplauden a él por lo bien que se está portando, muajajá y aquí seguimos.
Un abrazo inmenso