domingo, 23 de septiembre de 2012

Me llaman Capuchino

"Puedo decir, sin ánimo de presumir, que cuando Volodia me sacudió en el oído y me escupió en la frente, yo le di una como para no olvidarse. Algo más tarde lo golpeé con el infernillo, y ya de noche lo aticé con la plancha. Así que no murió de inmediato, ni mucho menos. Lo cual no demuestra que yo le arrancara la pierna siendo de día. Entonces aún vivía. En cuanto a Andriusha, lo maté simplemente por inercia..."

Fragmento del cuento "Rehabilitación" de Daniil Jarms que se encuentra dentro del libro Me llaman Capuchino publicado por Automática Editorial.


Una joya. Un descubrimiento que ha sido una bofetada. Una voz literaria que nace en los años veinte en Rusia (aunque la persona nació algo más atrás) y muere de inanición bajo el terror estalinista. Cuentos absurdos, crueles, negros que me son maestros. Un libro que produce placer lector y que se recuerda tras cerrar el libro y volverlo a abrir para releer ese trocito, ese pequeño cuento o el fragmento de un carta.

Cuentos muy breves. Leído uno al azar no deja de ser un chiste. Una muestra de humor negro que entretiene y divierte. Luego se lee otro. Y otro. Y se van pasando las páginas. Y sigue siendo divertido y fresco y absurdo, pero lo que se va leyendo deja de ser un chiste. Porque la acumulación de tantas muertes, tantos suicidios y violencia y detenciones arbitrarias y cadáveres y burocracia acaba convergiendo en un retrato duro y preciso de una de las épocas más ignominiosas de la historia de la humanidad. Como Bulgakov, una voz fuera de la postura oficial con una escritura satírica demoledora que carga contra una sociedad cruel e injusta. Salvando distancias, me recuerda a parte del cine español que apareció en los cincuenta de manos de Azcona y esa mirada cruel y satírica del entorno.

Excelente.

jueves, 20 de septiembre de 2012

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Historia con gato

Cuando alguien me pregunta a qué me dedico, suele sucederse dos reacciones.

- ¿De qué trabajas?
- De librero.
Reacción 1: Aclaración del concepto.
- ¿De qué?
- De librero. En una librería. Vendo libros - no sé si imaginan que trabajo aguantando libros en el salón con luz natural de una casa bien.
Reacción 2: Exaltación de lo hermoso que es mi oficio.
- Oooooh, qué bonito.

Porque a ojos del mundo, el oficio de librero es muy bonito. Y sí, es un buen trabajo, pero no es lo que normalmente se imaginan. Vamos, que no me estoy sentado detrás del mostrador en un buen sillón con mi chaqueta de tweet, un té, leyendo una novela de Jane Austen y un gato duerme en mi regazo mientras los clientes habituales hablan de Camus en una esquina y un pobre estudiante de filología roba un ejemplar de los poemas de Octavio Paz que me pagará trabajando los fines de semanas y descubriendo el amor de su vida. No es exactamente así. Aunque ayer hubo gato...

Hijo puta.

Mañana del martes. Una señora que busca algo para su hija o sobre su hija o algo. No sé, no me quedé con la copla y la dejé con una frase en la sección de niños que era más o menos, mira por aquí. Un maullido desesperado me despista. Mi compañera de trabajo me mira y dice, ¿no has oído un gato? Sí, he oído un gato, pero mi primera reacción es buscar por la tienda a ese cliente que tiene como tono de móvil el maullido dolorido de un gato (verídico). No está. El maullido vuelve a sonar. Es que mi hija tiene..., dice la señora, pero ya paso de ella. Dos maullidos más y silencio. En cuanto los clientes se van, mi compañera de trabajo y yo nos ponemos a buscar por la tienda. Aquí no, aquí tampoco. Salgo a la calle. Nada. Entro en la tienda y mi compañera me dice, aquí. En el escaparate. Este tiene una pieza inclinada que es donde apoyamos los libros. Tiene una pequeña pieza que se abre y da a un compartimiento donde almacenamos borra de polvo desde el pleistoceno.  ¿Y allí dentro que encontramos?


Pero que cosa más ricaaaaa.... uins qué bonitooooo... pero una librería no es el mejor sitio para un gato. Así que lo vamos a coger. Y, claro, se escapa porque es pequeño y esta asustado. Y, la verdad, el cabrón corre que se las pela. Total que empezamos una persecución por la tienda tras el gato. Saltos acrobáticos, tiros, explosiones, una vieja que se cae en pedazos, muerte de un inocente que no lo era tanto porque escupía por la calle, libros de Paulo Coelho que se caen al suelo y se ensucian y se rompen, pero a quién le importa. Total, que al final el gato se quedó acorralado en un rincón. ¿Y cómo lo sacamos de ahí? Una caja de cartón delante, se le azuza un poco y que se meta. Y una vez dentro, ya veremos qué hacemos con él (aunque yo me lo imagino en casa con A., Sigilo, Arya, los nenes empezando una colonia gatuna que nos lleve a dominar el mundo si es que ellos quieren y no tienen que dormir, claro).

Un plan perfecto si no fuera porque no contamos con un factor, la habilidad de un gato callejero para con un par de saltos decirte, chupame la polla. El gato entra en la caja, sale de la caja, salta, lo pillo al vuelo con una mano, se escurre, lo vuelvo a pillar y...


El hijo de puta, a parte de oler como los demonios y dejarme un pestazo que me lleva a pensar que su padre fue una mofeta salida y borracha que un viernes por la noche se tiró a una gata incontinente, me deja la mano echa unos zorros entre los diferentes mordiscos y los arañazos. Como el valiente que soy casi no lloro y consigo meter al bicho de los cojones, un monstruo todo peste, uñas y colmillos, en la caja. La mano me duele y me encierro a tirarme un par de litros de alcohol por la herida para desinfectar. A saber qué ha estado mordiendo el bicho.

Le comento al jefe la historia y su respuesta es hay que ver la vida del librero, nos vemos obligados a hacer de todo.

Y ya está.

...

¿Qué pasó con mi mano? Está bien. Duele un poco, pero la supuración ha dejado de oler tan mal y ya no es verde, sino negra. Y eso siempre es buena señal.
¿Y con el gato? Bueno... tres opciones y que cada uno escoja la que más le guste.
1. Lo llevamos a una protectora de animales donde ha encontrado una familia que lo cuida, lo quiere y no le pone ni cascabeles ni lazos.
2. Lo devolvimos donde vivía, un solar que es un impero de los gatos en mitad de Igualada. Su solar, sus reglas. El humano que entra no sobrevive.
3. El arroz me salió muy bueno.

domingo, 16 de septiembre de 2012

martes, 11 de septiembre de 2012

Tres lecturas

Tres lecturas seguidas y las tres buenas. No todos los días se puede decir eso.


Caída y auge de Reginald Perrin, David Nobbs. Maravillosamente publicado por la imprescindible Impedimenta, una de esas editoriales que cada temporada trae libros que me hacen feliz. Tengo una debilidad enorme por el humor de factura inglesa e Impedimenta mima su catálogo con recuperaciones o primeras ediciones de novela clásicas inglesas que conversan todo su absurdo, su humorismo y su visión cínica de la vida. Y tras las maravillosas Flora Poste, con su determinación y sus maravillosas pantorillas, y su majestad Lucía, a quien le sienta de maravilla el negro, las aventuras de Gervase Fern investigando por Londres, nos llega un cuarentón en crisis con un plan absurdo para volver a vivir. Reginald Perrin, inmortal personaje, para una novela esplendida que me ha proporcionado incontables carcajadas. Novela cruel, divertida, ácida, caustica, absurda, satírica, despiadada y con un puntito triste y hasta tierno. Porque no deja de ser la historia de un pobre hombre que solo quiere ser un poco feliz, pero su vida no le deja.

Momentazos:  todas las escenas relacionadas con los calzoncillos de Beethoven. Los diálogos de las diferentes cenas y reuniones. La salida de escena del médico de la empresa.

Y de humor inglés, a horror victoriano.


La chaise-longue victoriana, Marghanita Laski, automática editorial.

Inmerso en el horror de la temporada de texto me llega un paquete con un libro. Y en ese libro me encuentro con una historia de n aire gótico y victoriano que aprovecha la historia de una pesadilla de la que no se puede despertar para radiografiar el papel femenino en la época victoriana y en los años cincuenta. Hija, como no, de la fundacional Otra vuelta de tuerca de Henry James (oscuridad, ambigüedad, onirismo controlado, represión, silencios) y en mi opinión influencia en obras posteriores como la muy inquietante obra de teatro de Ira Levin, El cuarto de Verónica con la que comparte esa pesadilla inacabable. Historia de horror que deja un poso malsano y provoca una lectura desasosegante e inquietante. Y repleta de matices y dobles, triples lecturas. De frase larga y lectura lenta. Fiel a un estilo de relato que tantas alegrías ha dado al aficionado al fantástico y terror como es el goticismo del siglo XIX inglés, pero consiguiendo elevarse al encorsetamiento del género proponiendo una reflexión sobre el mismo y sus contradicciones. Amén de sus retratos femeninos y su ironías sobre aquellas heroínas "histéricas" de tantas historias.

Quiero leer más cosas de Laski.
Y muchas gracias, Lucía.

Y de una oscura casa inglesa a la casa de la duna.


Hace cuarenta años, Maria Van Rysselberghe, errata naturae.

Una de esas historias de amor desesperadas en su cotidianidad de dos personas casadas con otros que sin darse cuenta descubren un amor que va más allá, sin límites ni fronteras que lo ocupa todo. Novela tierna, muy triste, desesperada... exaltación literaria de un amor prohibido que los personajes vives hasta casi sus últimas consecuencias... la sublimación del recuerdo y los pequeños gestos. En la novela, en el prólogo y epílogos se habla de Flaubert, de André Gide, de Foscolo, de Wong Kar Wai. Con permiso añadiría esas largas esperas que tanto los aproximan a los espacios en blanco de Chéjov y, sobre todo, al cine de David Lean tan lleno de amantes que luchan por encontrarse y tan repleto de pequeños gestos: una mano en un hombre que resume un universo o una silla plegada en la Piazza de San Marco. Una breve novela de gran calado que después de una primera lectura, invita a una segunda más pausada y a una tercera para desvelar todos los recovecos y matices de una pasión no por conocida, menos importante. Gran novela para un tranquilo domingo por la mañana con un buen café y una gata dormida en el regazo.

Ah, y mención especial a la lectura de Com un llebrer de Roddy Doyle que ha publicado la pequeña editorial Bambú.


Novela juvenil realista con un toque fantástico que se integra de forma muy natural en el día a día de una familia irlandesa. Envidia profunda por la fluidez y naturalidad de los diálogos. Personajes vividos para una historia que habla sobre la familia, sus mujeres, los lazos que las unen y las muerte. Tierna y muy divertida. Una novela relajada. Una pequeña joya.