martes, 4 de noviembre de 2008

Sobre mitos y erotismo III

Preámbulo

A cinco días de las vacaciones. Solo cinco días y podré levantarme tarde un lunes. Empezaba a pensar que nunca llegaría ese día. Y a ocho de largarme doce días a La Habana a ver a los amigos y no hacer nada. Noviembre ha empezado duro... veremos como acaba.

Años cuarenta - Gene Tierney

Sigamos con la lista que le prometí a Jordi. Años cuarenta. Años oscuros con la segunda guerra mundial, el inicio de eso tan tranquilizador que era la guerra fría, la caza de brujas del senador McCarthy dando sus primeros coletazos, una dictadura consolidada en España, se crea la ONU, India consigue su independecia. Y el cine empieza una de sus épocas más doradas. El neorrealismo en Italia y la evasión en América. Ana Magnani protagoniza en Roma, citta aperta (Roberto Rossellini, 1945) la imagen de la pieta más dolorosa de la historia del cine. Lana Turner resume a todas las malas mujeres de la historia del cine en El cartero siempre llama dos veces (The postman always rings twice, Tay Garnett, 1946). De Suecia desembarca Ingrid Bergman para aportar una mirada triste y su belleza. Marlene continúa su camino para convertirse en una diosa, y una jovencísima Lauren Bacall se apoya en el quicio de una puerta y pide fuego... pocas veces la pantalla se ha visto invadida por tanto erotismo por una simple frase.
- ¿Sabes silbar?

Pero mi amor es para otra actriz. Y es amor eterno. Es mi mito cinematográfico y erótico por encima de todos los demás.

Gene Tierney (Nueva York, 20 de noviembre de 1920 - Houston, 6 de noviembre de 1991) . La mujer más hermosa de la historia, un rostro perfecto comparable con la Capilla Sixtina o la Novena sinfonía (y aunque sé que quizá algunos puedan decir que exagero, Jordi estará de acuerdo conmigo). Reino en los años cuarenta y trabajó con los mejores (Lubitsch, Preminger, Lang, von Stenberg, William A. Wellman, Mankiewicz en la más que adorable El fantasma y la señora Muir) y dejó su huella en la generaciones posteriores.

Domingo por la tarde de hace unos años. Desde hace semanas La2 programa películas de cine clásico y yo, enfermo por el blanco y negro, las veo todas. De esta manera han llegado a mí clásicos de toda la vida aunque con una especial fijación por el cine negro. Me pongo cómodo en el sofá, un café delante sin saber que lo que voy a ver me va a cambiar la vida. Empieza la película. Una música envolvente.

Laura de Otto Preminger.

Una de las mejores películas que he visto. Una muchacha ha muerto asesinada en su apartamento. Un tiro a bocajarro. Un detective de policía muy duro es el encargado de investigar. Ella es, claro está, Gene Tierney. Él es Dana Andrews, uno de esos actores a los que quiero como si fueran de la familia . Un montón de sospechosos (entre los que está Vincent Price en su etapa de galán), secretos, medias verdades, traiciones y obsesiones. Y siempre un omnipresente cuadro de Laura, la fallecida, iluminándolo todo y obsesionando cada vez más al detective. Y una noche de tormenta, una muchacha con un chubasquero amarillo.

Puñetazo en el estómago y amor para siempre. Nunca había visto mujer más hermosa. Pequeña, de ojos grandes y tristes, labios carnosos, elegancia infinita cuando enciende un cigarrillo y lo aplasta en el cenicero después de dos caladas (es una actriz de esa época del cine donde se sabía fumar en pantalla). Combinación de fragilidad y fortaleza, de manos inquietas, de un cuerpo precioso más basado en el equilibrio y la armonía que en la rotundidad.

Lo único que puedo decir de Gene Tierney es que la adoro. Como lei en un blog hace tiempo, si el mundo fuera la mitad de hermoso que ella, éste sería una lugar maraviloso. Su mirada de gata y su voz un poco grave. Verla caminar, preparar un café, hablar por teléfono, reírse... derrochaba lujuria y estilo. Puedo decir sin avergonzarme que Gene Tierney ha sido una de esas actrices que con el simple gesto de encenderse un cigarrillo y mirar han provocado en mi millones de fantasias.

Os dejo una escena de El diablo dijo no (Heaven Can Wait, Ernst Lubitsch, 1943). Posiblemente sea mi favorita de la película. En ella veréis una de la facetas de Gene Tierney, ese encanto y esa magia que desprendía su rostro y sus ojos. La otra faceta, la mujer dura y despiadada de Que el cielo la juzgue o la onírica protagonista de Laura, dejo que las descubráis vosotros.


1 comentario:

Jordi Vivancos dijo...

El Belluccismo tiene muchas ventajas, y una de ellas es que no me impide reconocer que Gene Tierney fue (¡qué diablos! ¡ES!) la mujer más hermosa del mundo, y este justo reconocimiento no hace tambalear en lo más mínimo mis creencias religiosas (es lo que tienen las religiones verdaderas, como el Belluccismo).

Y, en efecto, estoy COMPLETAMENTE de acuerdo contigo: su rostro es comparable a la Capilla Sixtina, a la Novena Sinfonía, al Taj Mahal, al Coliseo y a lo que se tercie. Vamos, resumiendo: es una puñetera obra de arte que vino a embellecer el mundo.

Palabra de Monica Bellucci.