Cada día estoy más convencido de que en literatura lo que importa es el cómo, no el qué. El tema cada vez lo considero menos importante. Lo que importa es el cómo me explica el escritor ese tema. Y lo mismo pasa en música, en cine, en pintura, etc. No estoy diciendo nada nuevo, es verdad, pero de vez en cuando me sigo viendo inmerso en discusiones que versan sobre lo bueno que es un libro por la importancia de su tema.
- Es una novela contra la guerra. Es un tema muy importante. Es un buen libro.
No. Un tema importante no hace una novela importante.
El niño con el pijama de rayas trata sobre algo importante, pero es una mala novela porque está mal escrita, es tramposa, sentimentaloide y deshonesta.
Vida y opiniones de Tristam Shandy no trata de nada importante (básicamente no trata de nada), pero es una gran novela porque en pleno siglo XVIII construyó una novela vanguardista que prefiguraba
Rayuela, jugó y conjugó los diferentes géneros, creó uno nuevo, tensó el lenguaje, derrochó ingenio y humor y es posmoderna antes del mismo invento de la modernidad. ¿Y todo esto a qué viene? A una lectura que he hecho estos días y que no pensaba hacer ni que me gustara ni me interesara.
Leviatán o la ballena
Philip Hoare, ed. Ático de los libros, 2010
Amigos y compañeros libreros me la habían recomendado por activa y menos por pasiva porque saben que éstas últimas no me gustan. Me la miraba y remiraba y pensaba, ¿pero qué coño hago yo leyendo un libro sobre ballenas? ¿Ballenas? ¿Me interesan las ballenas? La verdad, no mucho. Para mí la ballena es Moby Dick, la que sale en Nemo y la que se carga de un bocado a Richard Harris en aquel subproducto de los setenta. Y ya está. Pero sin saber muy bien por qué, la primera semana de este año me cogí un ejemplar y me la lei. Supongo que por curiosidad y porque salian fotos.

Y lei el libro. ¿Resultado? De repente y durante unos días me vi imbuido y fascinado por el imaginario de la ballena. Es increíble que el hecho de que un libro esté bien escrito convierta en algo fascinante un tema que me importaba tres pitos. Philip Hoare habla de la ballena como animal y como mito. Habla de la caza de ballenas (su historia, su importancia para abrir rutas comerciales y cómo casi provoca la extinción de las especies), de balleneros, de arpones, de cuerpos. Habla de Melville y Thoreau, de leyendas, de monstruos, de krakens, de Ahab, de aventuras, de viajes y de sus recuerdos de infancia. De la caza indiscriminada y de cómo, y sin saberlo, estamos rodeados de productos que se hacen y deshacen con aceite de ballenas. Pero dejando de lado el qué, lo que me hizo leerlo es el cómo. Philip Hoare sabe escribir. En manos de otro tipo, un libro sobre ballenas no me lo hubiera leído. Este inglés consigue en este híbrido de novela, libro de viajes, tratado de zoologia, ensayo literario, texto memorialístico y lección de historia y gracias a la tensión del lenguaje y cómo artícula cada capítulo que el lector se vea atrapado en la narración. Hoare abre un tema y lo enlaza con quinientos con absoluta libertad y los relaciona con su propia experiencia vital y pasa de uno a otro y valora o crítica o contextualiza. El tema de la ballena resulta fascinante porque para el autor es fascinante y lo sabe transmitir al lector gracias al lenguaje esa belleza de esos enormes mamíferos.
Y exactamente lo mismo se puede decir de otra lectura de estos días. Si las ballenas me interesaban poco, menos aun me interesaba el prepucio de Shalom Auslander.
Lamentaciones de un prepucio
Shalom Auslander, ed. Blackie Books, 2010
Este libro sí que se puede considerar la culminación del cómo sobre el qué. Porque hablamos de un prepucio. De un prepucio. De la piel que está tapando al glande. La capucha del payaso.
- ¿De qué va este libro?
- Bueno, va sobre el autor que habla de su infancia en una comunidad judia ortodoxa de Nueva York y va a tener un hijo y se plantea si cortarle el prepucio o no.
- Ya. ¿Y?
- Bueno, pues eso... que habla de dios y de Dios y de DIOS y de sus pajas acabadas en holocaustos y que le gusta el hockey y...
- ¿Y ya está? No sale una historia de amor o hace un viaje que le cambia la vida o aparece un psicópata que mata judios y les vuelve a colocar el prepucio y el protagonista tiene que encontrarlo y detenerlo y por el camino se reconcilia con el mismo, su familia, su pasado y, lo que es más importante, con Dios.
- No.
- Ya. Pinta muy interesante...
No lo es. No es necesario que sea condescendiente o disimule. El tema de
Lamentaciones de un prepucio no es interesante porque ¿a alguien le puede interesar el prepucio de Auslander? A alguien que no sea el propio Auslander, claro. Pero fue la lectura con la que inauguré el año. Y funciona. ¿Por qué? Por varios motivos:
- está bien escrito.
- mucho sentido del humor.
- el prepucio como símbolo.
- por medio de la experiencia directa con una religión en concreto, Auslander trasciende y habla de todas las religiones.
- porque es una historia muy triste contada de una forma (la palabra importante es forma) muy divertida.
Auslander habla de su vida en una comunidad ortodoxa basada en la imagen de un DIOS cabreado, vengativo, justiciero, desconfiado, exigente y que no perdona y que trae consigo un montón de prohibiciones. No a esto, no a lo otro, no a lo de más allá. Habla de sus trasgresiones, de su rebeldía hacia ese DIOS que lo machaca, que le jode la vida y que no le deja ser feliz. Y de una comunidad que vigila, culpa y jode. Estos judios como se pasan, podría pensar uno. Sí, estos judios. Pero no tan lejos están los cristianos fundamentalistas con sus loas al dolor, su prohiciones medicas y sus expresiones de "vivir en pecado" o bombas en centros de planificación familiar. U otras expresiones religiosas extremas con consecuencias que todos conocemos. O justificaciones de matanzas programáticas en nombre de Dios.
Lamentaciones... no es solo una sátira y una crítica al aparato, sino a una religión entenedida como prohibición y a un dios que es un auténtico capullo. Auslander pone la religión en una lupa de aumento y nos muestra las contradicciones, las absurdidades, las ridiculeces y lo peligroso. Porque hablamos de unas religiones (para mí Auslander habla de todas las religiones partiendo de una) basadas en la idea del otro, de la verdad absoluta y de dar las gracias si un "enemigo" muere. Y todo esto, dicho y explicado con humor. Vale, un humor triste, desesperado y agónico. Pero humor, al fin y al cabo.
Quizá se le pueda achacar que falta profundidad o que todo lo que nos cuenta es anecdótico y que la experiencia religiosa es mucho más. Puede ser. Pero es que no estamos ante un ensayo. Estamos ante las memorias de un un tipo machacado y traumatizado por la idea de un DIOS al que para mayor desgracia no puede dejar de creer.
Lamentaciones de un prepucio es una experiencia personal, no un libro de teología. Si lo hubiese escrito yo para hablar de mis experiencias infantiles con la religión, no hablaría de la dualidad Antiguo/Nuevo Testamento, ni de Dios es amor, ni de las implicaciones teológicas de la trinidad o de la necesidad antropológica del ser humano de trascender su existencia. Hablaría de las doscientas pesetas que me daba mi abuela si iba a misa, de que en el curso de confirmación atendí más a las turgencias de mis compañeras de curso que a la gracia de dios y de la evolución personal que me ha llevado a día de hoy decir que lo peor que le ha sucedido al ser humano en toda su historia es el día en que a un gilipollas se le ocurrió la idea de dios.