El jueves por la noche tuvimos invitados a dormir.
Una niña.
Amiga de Niña Zombie.
Rubia. Con ojos y manos y piernas y camina y habla y corretea por casa emitiendo ruidos y de vez en cuando emite un ayyyyyyyyy, pero a los tres segundos, nada.
Como otros niños que en algún momento han estado comiendo/merendando/cenando/durmiendo en casa.
Porque yo soy desagradable y antisocial, pero el resto de personas que viven en esta casa son lo contrario y estas habitaciones y pasillos suelen estar repletos de personas, risas, manualidades, meriendas y alegría que suele acabar con la frase, "vamonos, que está a punto de llegar Jorge".
Soy una especie de ogro jodefiestas y reuniones.
Y ya me gusta ya.
Pero de vez en cuando tengo que confraternizar y limpiar mis dotes sociales. Como el jueves con la amiguita de Niña Zombie a la que llamaremos M.
A ver, lo de confraternizar es un decir porque mis dotes sociales consisten en ir cambiando a la habitación donde en ese momento no haya nadie o encerrarme en la cocina con una escopeta y la excusa de que tengo que cocinar.
Y la gente suele respetar eso. Mis otras cualidades hacen que el hecho de ser una ameba social sea considerado una de mis excentricidades. Cocino bien, en pequeño comité tengo una conversación agradable y hasta digo alguna frase graciosa.
En general, el mundo lo respeta. Los niños, no. Porque sin saber el motivo, los niños sienten una enorme fascinación por mi seriedad, mi desprecio y mis aparta de aquí y acaban encariñándose conmigo. ¿Qué no está Jorge? ¿Qué Jorge estará en casa? ¿Qué Jorge vendrá a esta fiesta con trescientos niños en el parque de atracciones? Y cuando entro en casa se acercan corriendo e intentan abrazarme y cómo te hemos echado de menos y, claro, yo solo puedo contestar.
- Largo.
- Aparta.
- No me toques.
- ¿Y tú quién eres?
Y lo digo en serio, porque no me gustan los niños. Pero para mi desgracia, a los niños sí que les gusto yo. Les hago gracia y me pillan cariño. Mis continuos desprecios los toman a broma y se ríen y quieren sentarse a mi lado a la mesa. Y aunque quiero huir de ellos, no me dejan así que no me queda otra que intentar pasarlo bien con ellos y enseñarles palabrotas, mentirles sobre la verdadera naturaleza del cariño de sus padres o convencerles que a los reyes magos les hace gracia los niños cabroncetes que juegan con clavos.
Pero me hacen mucho caso. Se limitan a reírse, decir que estoy de broma e intentar darme un abrazo que esquivo con la habilidad que solo da la experiencia. Y este rechazo solo provoca más carcajadas y que su percepción de que yo soy un amigo crezca. No importa cuánto me queje yo, para los niños y para mi desgracia, yo soy su amigo.
Y si al menos se dejaran manipular para crear mi propio ejercito para conquistar de una vez por todas el mundo...
El beso de Milena
Hace 3 días
3 comentarios:
:) jejeje, asúmelo, son como los gatos, ellos te eligen y es lo que hay.
:P
besotes!!!
Si es que eres "clavao" al Shreck: un ogro con un corazón enorme!
Que bonito má quedao... Ahora solo te falta saber dibujar! MU HA, HA, HA, HA!!!!
Nos leemos y perdemos "cordura" mañana.
Nanuk
¿Has pensado en entrenar a esos niños como ninjas? Si se le hubiese ocurrido a Chicho en su "¿Quién puede matar a un niño?" posiblemente ahora estaría en lo más alto de las esferas cinematográficas.
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