Primero, espero que hayais pasado una buena verbena de Sant Joan, que no estéis muy perjudicados, que conservéis todos los dedos, que las hogueras ardieran dentro y fuera de la casa, que se quemaran deseos y que hicieseis esos rituales en los que nadie cree, pero que se acaban por hacer de quemar lo viejo impregnado de rocio de la noche, semen de bufalo, tres escupitajos de diferentes colores, enterrarlo todo en tierra consagrada, mearse encima y saltar cuando den las doce y treinta y siete.
Como estoy de postverbena y tengo una más que agradable resaca, no me enrollaré mucho. Dejaré un poema. Solsticio de verano. La naturaleza se regenera. Y nosostros con ella.
LA PURA VERDAD de Francisco Urondo
Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.
Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:
siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.
Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y miedo y apremio.
Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.
Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,
un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.
Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera o aburrir de golpe.
Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.
El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito y también vayan muriendo.
No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.
La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.
Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:
sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.
Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe.
Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.
Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida
Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.
Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme
Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.
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2 comentarios:
Necesitaba oir algo así
:-)
Precioso, precioso. Y muy en sintonía con lo que está en mi mente. Me tuve que ir sola a la verberna de San Juan, pero no quería perdérmela este año. Y sí, escribí mi deseo y luego lo vi arder. Puse sólo una palabra y es la que misma que me hace pensar Urondo en sus letras: VIDA.
Un besito, cuidate.
(P.D. El correo que te debo está casi casi de camino)
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