jueves, 10 de febrero de 2011

Mal café con leche

Realmente están siendo días duros. Mucho sueño. Rebrote. Estirado en el sofá soñando con películas protagonizadas por Imanol Arias. Aunque pueda parecerlo a primera vista, no son pesadillas. De verdad que intento permanecer despierto, pero no hay manera. Pero no hay excusas que valgan y hay que escribir y publicar. Porque si no escribo mis tontás me aburro, hago aburrir y noto que algo me falta. Quizá debería dedicar mis esfuerzos a algo más positivo, como escribir la gran novela americana o una novela generacional francesa, y dejar esto de foto ridículas, muchachas despampanantes y tontás varías, pero como no pretendo pasar a la historia pues, de momento, seguiremos trabajando en esto. ¿Y qué he hecho estos días?

Pues el lunes tuve que ir por la mañana a Barcelona por una reunión y porque un importante grupo editorial me había invitado (junto con otros libreros) a la presentación de sus novedades de infantil/juvenil con las que pretenden arrasar el próximo Sant Jordi. Con la esperanza que regalaran algún libro fui para allá con mi mejor ánimo, pero a medio camino cai en la cuenta que estamos hablando del más importante grupo editorial en lengua catalana, que tiene las series más exitosas y que cuenta con una facturación que nos costaría imaginar. Tendremos suerte si nos dan un catálogo. Pues ni eso. Una mierda libreta de propaganda y una hora de soporíferas novedades. Básicamente consistentes en un número más de las series que tienen abierta, un nuevo cómic con los jugadores del barça con el que seguir adoctrinando a los jóvenes, una novela juvenil escrita para que nadie piensa, por favor, y poco más. Lo de siempre, con el mismo formato de siempre y explicado con la misma falta de ilusión de siempre. ¿Por qué me dio la impresión que ni a los propios editores les gustaba lo que enseñaban?


 Mi cara antes / durante / después de la presentación.
Y no solo era sueño.

Lo peor de todo es que esa sensación de aburrimiento se está proyectando a casi todas las novedades que nos esperan hasta Sant Jordi. Pocos libros me parecen estimulantes, y los que me estimulan los escribieron hace unos cuanto siglos.

Pero antes de esta presentación, reunión de libreros. Quedamos delante del hotel donde ser haría la presentación de novedades y buscamos un café donde matar las tres horas que nos quedaban con una reunión para valorar la campaña de navidad y ponernos deberes. Como no sabíamos dónde ir acabamos en uno de esos cafés blanquiverdes rollo franquicia que están cada tres números por las calles de Barcelona y medio mundo (y pronto el otro medio).



Allí me sentí como ser de otra galaxia, como persona fuera de lugar. Vamos, como el tipo de pueblo que soy. Porque... a ver... y sé que no descubro nada nuevo, pero ¿qué sentido tiene ir a un sitio donde te cobran tres euros por un café con leché que es una puta mierda? En el bar Manolo's de al lado cobran 1,30 y ponen café del bueno que le trae un proveedor de confianza. En serio, tres euros por una puta bazofia que encima la mitad era espuma. Vale, todo muy diáfano, todo muy clarito, con sus sofás, su hilo musical de jazz prefabricado y su gente de diseño y con prisas, pero son tres euros. Quinientas pelas en un café con leche. Y de mierda.

Pero este café con leche era maná caído directamente de los pechos de dios a los hombres comparado con el café con leche que me tomé en el bar del hotel donde hacían la presentación. ¿Qué hotel?

Hotel Comtes de Barcelona. 
En pleno Passeig de Gràcia.

Al mediodía tengo que tomarme un café. Sí o sí. Cuando estoy en la tienda me escapo sobre las doce a la cafetería de confianza, me todo un café con leche, leo un par de páginas y vuelvo corriendo a la librería. Así que cuando íbamos a la reunión y faltando media hora decidí escaparme al bar del hotel y tomarme el reconstituyente cafeanítico. Joder. Para empezar dos euros setenta. Sí, le estoy dando mucha importancia al precio, pero es que me jode que te hagan pagar eso en un sitio en principio guay y que cuida la calidad por encima de todo y lo que te encuentres esa mierda líquida. Porque eso es lo que me dieron en el hotel. Uno de esos cafés echos con rastrojos que te deja el paladar áspero y con ganas de arrancártelo para evitar que esa horrible sensación se extienda por el resto del cuerpo. Joder... ¿qué pasa? ¿Es el agua? ¿Es mal café? Se supone que este sitio es pijillo y cuidado y con prestigio y una terraza chula con buenas vistas a obras de Gaudí y la gente es fina y te llaman de usted y todo eso. ¿Por qué ponen eso a sus clientes? Y con el paladar lleno de rastrojos, subí a la reunión con lo que nos vamos al segundo párrafo de esta entrada.

Y el lunes hice más cosas, pero he decidido hablar sólo de los dos cafés con leche que me tomé. ¿Por qué? Vamos, esto es un blog y en un blog es tradición dar importancia a lo que no tiene y exagerar lo nimio. Era esto o hablar del ataque de ninjas monjas semidesnudas que sufrí en el metro. Tenía que tomar una decisión y he optado por esta.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Si es que no hay mejor café que el de la tasca de toda la vida...

Jorge dijo...

Esa cafetera que tiene cuarenta años que ha conservado un poco de cada café hecho...