Se come mucho aunque no se quiera comer mucho. Y comer de aperitivo y pica pica me pone nervioso.
Mucha tranquilidad en la librería. Atrás quedan las jornadas de estrés y rapidez. Las ventas han bajado mucho y uno no deja de preguntarse para qué tanto libro. Muchos libros, muchas editoriales, poco público lector. Reinventarse y reimaginarse.
Aprovechando que no teníamos a los niños ayer fuímos A. y yo a ver Los miserables, la adaptación del famoso musical de Broadway. A A. le gustó mucho, a mí me gustó con la boca pequeña y con muchas, muchísimas salvedades. Porque no me gustan las películas fabricadas para llorar y que la forma de narrar la historia la conduzca a que saquemos el pañuelo. Porque es excesiva, grandilocuente, abigarrada, exagerada sin venir a cuento. Porque pasa de la descripción psicológica de los personajes y los acartona (y ese romance entre Marius y Cosette reducido a nada...). Porque pasa del contexto histórico y solo queda unos jóvenes, unos soldados y unos pobres detrás de una rejas. Porque tiene un vacío narrativo de cuarenta minutos que se podían ahorrar. A favor, la entrega de sus actores sobre todo Anne Hathaway, aunque Crowe sea un error de casting bastante grandioso. Lo guapa que es Samantha Barks, lo bueno que es Sacha Baron Cohen. Y la música es emocionante, aunque en ocasiones esta emoción no sea producto de una construcción algo deshonesta.
Hay un escritor en huelga de hambre. Y lo hace para protestar por las arbitrariedades de este gobierno y el anterior y el otro. Por la injusticia de unas decisiones. Porque alguien debe ser el primero en hacer algo.
La fisiognomía
Hace 23 horas