lunes, 14 de septiembre de 2015

Fin de la temporada de texto, pero no

Advertencia: esta es la típica entrada quejica de todos los años por los libros de texto.

Hoy empiezan las clases.
Alumnos de colegios e institutos vuelven a sus aulas a recibir enseñanzas y conocimientos para convertirse en lo mejor y más granado de un futuro lleno de esperanza e ilusión donde reinara la justicia, la paz, la armonía y el wifi libre y gratuito que no emite ondas radiactivas mutágenas.



Como decía siempre Newton para justificar cualquier cosa, en condiciones ideales la temporada de texto en las librerías se habría acabado. Todos los alumnos tendrían sus libros, las editoriales hubiera cumplido con los plazos y habrían hecho todos los libros nuevos, servidos las ediciones anteriores a buen ritmo y sin atropellos, los colegios e institutos habrían pasado las listas con los ISBN correctos, no habría equivocaciones o cambios de última hora, ningún instituto (y no miro a nadie...) habría puesto en las listas ediciones descatalogadas que sí o sí tienen que llevar los alumnos y la excusa de que ya no se editan no valen, los libreros habrían cumplido con las previsiones de compra y entrega, no se habrían equivocado de curso, olvidado apuntar el encargo, mantendrán el buen humor y conseguirán que no se formen largas e inacabables colas. Todo funciona como una maquinaria bien engrasada; un reloj de funcionamiento preciso, atómico, que nos conduce hacia un mañana soleado donde todos somos amigos.

Mentira.

La temporada de texto puede oficialmente haber acabado, pero los libros siguen allí. En la librería, o en las editoriales haciéndose, o perdidos en algún almacén remoto de charcutería. Muchas personas creen que la temporada de texto dura quince días. Del uno al catorce vamos apurados, pero luego, descansamos. Mentira. La temporada de texto empieza a finales de junio y se alarga hasta finales de octubre cuando el último rezagado se lleva el último cuadernito de inglés y nos podemos desabrochar los pantalones y decir a la mierda.

Sí, el colegio puede haber empezado, pero aun hay trabajo. Libros que no se han recogido, encargos que no han llegado, cambios de escuela de última hora, errores por parte de instituto / alumno / librero y ya veremos cómo lo arreglamos, editoriales que sirven primero a todo el mundo dejando para lo último a las librerías (y te lo dicen así, y pidiendo comprensión, de que es normal servir primero a un centro comercial donde los libros están al lado de los televisores y los helados que a una librería y más si ésta está en provincia y no en capital), broncas absurdas por entregar un libro que se ha pedido (esto pasó el sábado) y oír una, y otra, y otra, y otra, y otra vez que los libros son caros. O que para qué comprar 16 cuadernos si a final de curso solo se han hecho 6. O por qué un libro si solo hacen esa asignatura media hora a la semana. O... y lo cuentan al librería que lo entiende y comprende, pero han sido más de cuatro mil lotes de texto y oyendo a familias de todos los colegios diciendo lo mismo y buscando unas explicaciones que no podemos dar.

Ahora vienen los cambios, subsanar errores, rezagados, lecturas obligatorias, academias de inglés, clases de repaso... queda mucho trabajo por hacer y mucho por sufrir y quejarse. Una temporada de trabajo necesaria para la subsistencia de muchas librerías, pero que no gusta a casi nadie. ¡Ay, texto! ¿qué poder tienes para conseguir que añore los meses de preparación de Sant Jordi!

1 comentario:

Mara Oliver dijo...

Hoy entro en un instituto en el que los libros son "recomendados", vamos que el que no lo quiera que no lo compre (¡¿lo qué?!?) estoy contenta y acojonada a la vez, no lo había visto en mi vida... Apretemos el culo y pa'lante que ya queda menos ;)
Besotes!!!