viernes, 21 de agosto de 2009

Corte de pelo en Codi

Ayer fui a cortarme el pelo. Hacía días que lo pensaba, pero al salir de la librería pasé por delante de una peluquería recién acabada de abrir y me dio el punto. Pues entro. Y entré.

- ¿Tienes hora? - me dijo una muchacha rubia.
- No, vengo a pedir.
- Aja... espera.

Y espero. Nada, unos pocos segundos. Un tipo me atiende y me dice que vuelva en dos horas. Entonces hay un pequeño hueco.

Llego a casa y le dijo a A. que me voy a cortar el pelo.

- Vale - dice ella.

Y a las tres y media vuelvo a la peluquería. Entro.

- Hola - me dice la misma muchacha rubia -. ¿Tienes hora?
- Sí, a las tres y media.
- ¿Te esperas un momento? Enseguida te atiende Loli.
- Vale.
- Puedes sentarte en el sofá.
¿Sofá? Pues sí, hay un sofá. Me siento. Sacó la novela que estoy leyendo. De punto de libro, un sobre de azúcar de Plantaciones de origen. No tenía nada mejor a mano. Leo. Mahnmut y Orphu tienen muchos problemas para entrar en la atmósfera de Marte.


Y empieza.

El sueño. Empieza el sueño. Porque las peluquerías me dan sueño. Es así. Puedo esta completamente despejado y con litros de café en el cuerpo que es poner el pie en uno de estos centros capilares que me entran unas inaguantables ganas de dormir. Los ojos me pesan, disimulo un bostezo y observo como la peluquera seca de forma casi erótica el cabello a una chica. Suave, tranquila, acariciando con las manos el cuero cabelludo, extendiendo los rizos. Los ojos me pesan, la baba empieza a deslizarse por la comisura del labio, el sonido ronroneante del secador...

- Ya puedes pasar.

La muchacha rubia (que luego descubrí que se llama Miriam o Miryam o Myryam o Myriam dependiendo de muchas cosas) hace un movimiento con el brazo y me señala en dirección a las sillas. Me quedo en mitad de la peluquería con los ojos cargados de sueño y los brazos con mi bolsa.

- Puedes dejar la bolsa allí.
- ¿Dónde? - pregunto ahogando un bostezo. ¿Cómo puedo tener tanto sueño?
- Ya la pongo yo - y sonrie.

Veo cuál es mi silla y aposento el culo en ella. Me fijo en la peluquería intentando mantener los ojos abiertos. Está chula. Es tope lounge (no sé que significa esta palabra, pero hacía tiempo que quería utilizarla). Así como minimalista, de espacios amplios, de pocos objetos, de música guay, con las típicas lámparas de papel de Ikea. Todo parece muy limpio y muy alejado de las peluquerías de mi infancia con el pelo en el suelo, los gritos de las amas de casa compitiendo por el hijo más guapo, la Hola o la Lecturas de quince meses atrás encima de una mesa de café, etc.

Aparece mi peluquera. Se llama Loli. Se la ve simpática y sabe de qué estamos tratando. De pelo. Reconozco que me dan un poco de mal rollo los peluqueros. Personas que no conozco de nada que se colocan detrás de mí con objetos punzantes en las manos. ¿Y si a uno se le va la pinza de repente o estornuda con fuerza y me clava unas tijeras en el ojo? ¿Y si le recuerdo a alguien que odia y no puede retenerse y me secciona la garganta así a lo bruto sin importarle si luego hay que limpiar o no? Que hay mucha gente que está muy pallá.

Y el sueño que no me abandona.


- ¿Cómo lo quieres?
- Corto.
- ¿Máquina y tijera?
- Eeee... sí, vale.
- ¿Al tres? ¿Va bien al tres? Porque el dos a lo mejor es mucho y mejor el tres. Hacemos el tres y luego para cortar siempre estamos a tiempo. ¿Cómo te lo hacían?

No lo sé. Donde iba antes ni siquiera decía las buenas tardes. Me sentaba, lo cortaban, pagaba y me iba. Aquí hacen eso tan temible de... de... preguntar.

- No sé, cortaban. Tú eres la experta.
- Vale, pues al tres y luego tijera para que quede varias palabras de jerga perruquil que no entiendo.

Y empieza su trabajo. Y lo hace bien. Tranquila, mimosa, con gusto y elegancia. Pero hay algo que me inquieta. Algo que no acaba de ir bien... ¿Por qué de repente esta sensación de mal rollo? Atiendo a lo que me dice por encima de las ganas de cerrar los ojos e irme a un país de piruletas a dormir un rato. ¡Dios mío! ¡Ahora lo pillo! Está anunciando todo lo que va a hacer. "Ahora cortaré por acá", "Utilizaré lo esto y lo otro", "Voy a mojar el pelo". Es lo que hacen los médicos en las películas. "Tienes una bala en el colón y hay que extraerla con este cascanueces. Voy a abrirte el pecho con un boli sin tinta". ¿Por qué anuncia los pasos? Tiene mi consentimiento. ¿Por qué no me deja dormir?

Y sí, los asesinos a sueldo en las pelis hacen lo mismo, "te voy a arrancar uno a uno los dientes con estas tenazas y te los haré tragar con mermelada. Luego te obligaré a cagarlos. Luego te arrancaré las orejas con este palillo mientras mi sobrino te secciona tendón por tendón y luego los dos nos mearemos en las heridas y diremos cosas soeces de tu madre. Y si te portas bien y no protestas, no te haremos sufrir mucho". Pero mejor pienso en médicos que en asesinos a sueldo cuando tengo una tijera a dos centímetros de mi cuello.

- ¿Te gusta así?
No llevo gafas por lo que solo veo un borrón óscuro, pero muy atractivo, que entorna los ojos.
- Sí.
- Pues levántate que Miriam te lavará el pelo.

Y Miriam me espera vestida de negro al lado de una de esas sillas que no son sillas bien bien porque tienen como una cosa blanca detrás, como lo que hay en las cocinas que hay un grifo y cae agua, pues eso, pero en la peluquería. Me hace gestos con las manos para que tome asiento. Aunque no tienen nada que ver físicamente, Miriam es una muchacha muy mona, ese gesto me recuerda a Bela Lugosi.

Me siento. Lo que faltaba. Con el sueño que tengo.
- Hay una palanca en el lado derecho. Súbela toda.
Lo hago. Pam, los pies se me levantan del suelo. Lo que faltaba. Con las ganas que tengo de echarme una siesta y me ponen en posición... posición... ¿horizontal es tumbado? Y, claro, en cuento empieza a lavarme el pelo, pues nada, fantasías. Es lo que suele ocurrir, ¿no? Es que resulta muy erótico que te laven el pelo (Advertencia a Jordi: Ni una puta referencia a Memorias de África o cuento a todo el mundo lo que tú ya sabes). Ya sabéis, lavan el pelo, se detienen y con voz sexi dicen: Háblame un poco de La Odisea. Uuuuuuuu... qué fuerte, ¿eh? Entre el sueño, la posición, el lavado, la fantasía que me voy relajando... pero, como siempre, un punto malrrollero por lo mismo que antes. ¿Y si Miriam tiene guardado bajo las toallas limpias un cuchillo de carnicero y con dos simples gestos me convierto en material de peluquería como los beduínos o los rulos?


Pero según parece Miriam no es una psicópata asesina (o la luna no estaba bien alineada) porque no me corta el cuello y acaba el lavado.

- Pasa a la silla para que Loli te peine.

¿Peinar? ¿Eso se puede hacer? Pero no me peina porque dice que mi pelo ya lo hace solo y se colocan las cosas en su sitio. Y que los rizos me crecerán en no sé qué dirección, pero que quedarán guays. Me ponen un espejo detrás de la cabeza para que me mire el cogote. No sé por qué lo hacen, pero tengo un cogote bonito.

Pago, me devuelven la bolsa y me voy. Ha sido media hora muy intensa. Me enciendo un cigarrillo.

Hasta dentro de tres meses.

3 comentarios:

Fedora dijo...

Relax Jorge es un corte de pelo, jajajaja.. pero tienes razón, porque cuándo nos quieren torturar nos tienen que describir los pasos? Supongo para que entremos en pánico antes de tiempo.

Bonito como todo lo que usted escribe. Saludos!

Cesc Sales dijo...

Miriam será implacable la proxima vez. Ahora, simplemente te ha dado confianza. Y esa es su baza. Ya me imagino los titulares:

"Joven (o no tan joven) muere degollado en la peluquería..."

Miriam: "en el momento que le iba a cortar las patillas me sonó el móbil, que llevaba el vibrador puesto y con la emoción..."

En fin chico, un placer haberte conocido.

Cucafera dijo...

Ostres nano!! Mai m'havia plantejat que podia ser degollada o morir a mans d'una perruquera!!! Vaig poc a la perruqueria, però ara potser encara menys. Me has metido el miedo en el cuerpo!!!!!!