Desconozco cuántos de vosotros tiene un amigo o un conocido o un amor platónico o un segregador de odio que trabaja durante ciertas horas al día en una librería, pero creo que coincidiréis conmigo que cuando habla de su trabajo lo que más sale de su boca son quejas. Y son quejas por:
Por los clientes, por la falta de clientes, por demasiados clientes, por los descuentos (siempre poco margen), por los representantes que no pasan, por los que pasan demasiado, por la paquetería, por las devoluciones, por los precios, por ser demasiado caros los libros, por ser demasiado baratos, por las listas de más vendidos, por los libros que se venden, por los libros que no se venden, por demasiadas novedades, por lo que uno se ve obligado a vender, por lo borde que era aquel, por lo borde que era el otro, etc.
No es que el librero odie su trabajo. Seguramente no sabría hacer nada más que no sea vender libros, pero la queja forma parte del oficio y demuestra su amor a él, odiándolo con todas sus fuerzas. Sí, resulta paradójico, pero qué no lo es en esta vida.
Existen dos épocas del año en las que el nivel de la queja alcanza proporciones increíbles que rozan lo mítico. Sant Jordi (de lo que ya se ha hablado o se hablará) y la época del texto (de la que hablaremos ahora).
El texto... esa época del año en que un librero cualquiera pasa de ser esto:

- ¡Ooooooooooooh! ¡Qué monada! A cuchi, cuchi, cuchi...
a esto:

- Pues vaya... siempre podría ser temporada de texto... leería más y me verían más por las librerías.
No, perdón, me he equivocado... Se convierte en esto:

- Joer, ¡qué susto, coño!
- ¡No me mates, no me mates!
- Pues tiene un punto, ¿no?
El texto es la peor época del año. Sí, peor que Sant Jordi. Peor que Navidad. Peor que las presentaciones de novedades de las editoriales. Y mucho peor que los juegos de supervivencia donde encierran a veinte libreros elegidos al azar de todo el mundo en una isla desierta repleta de mutantes, aberraciones de la naturaleza y donde sólo puede quedar uno. El texto empieza a trabajarlo uno en junio y acaba en diciembre cuando el último de los rezagados ha comprado por fin el cuaderno de sociales de tercero de eso. Es aburrido, monótono y se caracteriza porque todo el mundo está de mal humor. El librero porque es demasiado trabajo, el margen es extraordinariamente pequeño y siempre fallan dos o tres cuadernos; el cliente porque se gasta doscientos euros en libros de texto y encima aun falta un cuaderno por llegar, porque hay colas, porque llamaron cuando dijeron que sí (que no) y etc. Mucha gente, mucho calor, muchos nervios, mucho última hora y mucho tocahuevos.
¿Un ejemplo de tocahuevos? Fácil. El o la Plazos. ¿En qué consiste?
(INTERIOR LIBRERIA MEDIA TARDE. Hasta los huevos de gente. Un librero atractivo con cara de querer estar en otra parte atiende a una persona en apariencia y olor, normal).
Plazos: Hola, ¿ha llegado ya este encargo?
Libreros: A ver... sí. ¿Algo más?
P: No.
L: Vale.
(El librero vuelve)
L: Pues aquí están todos (se lo pasa por caja y hace ticket). 103.54 euros, por favor.
P: También tengo este encargo.
L: Vale... ¿tiene algún encargo más?
P: No.
L: Voy a buscarlo.
El librero vuelve
L: Vale, están todos (se lo pasa por caja y hace ticket). 76,37 euros + los 103,54 de antes = a 17...
P: Me puedes mirar si me ha llegado este encargo.
L: Sí, claro. Sí, ha llegado.
P: Pues me lo das.
L: ¿Tiene algún encargo más? Es para ahorrarme kilometraje.
P: Ja ja ja ja ja ja ja.
L: ...
P: No, ninguno más.
L: Vale (librero va, librero vuelve, pasa por caja y hace ticket). Pues son...
P: Tengos los vales de ayuda del ayuntamiento, ¿te los doy ahora?
L: Sí... mejor me los hubiera dado antes...
P: Huy, perdona, perdona, ya lo recordaré para otro año que parece que así te va mal, perdona, ¿eh? (el librero hace un nuevo ticket)
L: Pues en total son...
P: ¿Tienes X?
L: Sí (el librero va buscar la novela requerida) Ten.
P: ¿En edición de bolsillo?
L: Sí, claro (el librero va a buscar la edición de novela).
P: ¿En edición de bolsillo tapa dura?
L (casualmente existe esta edición): Mira. ¿Algo más?
P:...
L: Pues son dos...
P: ¿Y esta otra?
L: Claro... a ver... si, la tenemos.
P: ¿Me la enseñas?
L: Claro.
P (en silencio se mira la novela... callada... inamovible... la librería se va llenando). Me la quedo.
L: ¿Algo más?
P: No.
L: A ver... sumo tickets... son XXX,XX euros.
P: ¿Me las puedes envolver para regalo las novelas?
L: Sí, claro (el librero envuelve para regalo).
P: Por separado.
L (el librero mira ese único paquete): Me lo podrías haber dicho antes.
P: Es que vas tan rápido que no me ha dado tiempo.
L (el librero respira hondo, rompe el papel de regalo).
P: O si no, da igual, déjalas juntas. Es para la misma persona.
L (el librero mira a Plazos y empieza a imaginar cómo quedaría su cabeza clavada en un pica adornando las almenas de un castillo mientras lo cuervos le vacían las cuencas de los ojos): Entonces... lo envuelvo junto o por separado.
P: Como te vaya bien y te de menos trabajo.
L:... Juntas, entonces.
P: No, por separado.
(El librero envuelve mientras ve desembarcos vikingos, aldeas en llamas y caballos desbocados y muy cachondos violando a Plazos)
L: Vale... son XXX,XX euros.
P: ¿Me has incluído los libros en el carnet de cliente?
L: No... no lo sabía... otro día si me lo puede decir al momento...
P: Perdona, vaya, no sabía que te costaba tanto hacer tu trabajo, lo siento, perdón, no volverá a pasar, mira qué no hacerlo, pero qué mala que soy, ¿verdad?
(El librero recuerda con la nostalgia de lo no vivido el circo romano, un cuerpo atado a cuatro bueyes que caminan en direcciones distintas, una rata de excursión por los intestinos)
L: Sólo lo digo porque es más rap...
P: Ya sé porqué lo dices. ¿Cuánto es todo, entonces?
L: XXX,XX euros.
P: Ponme un par de rollos de forro y papelería.
L:
Y así un día y otro y otro y otro... es lo que se conoce como La semana de la muerte o Me cago en el texto y en el griego listo que lo inventó.
Esta es la época del año en que todo librero se replantea su trabajo (y más si todavía no ha hecho vacaciones) y piensa en buscar trabajos menos extrasantes como traficante de armas para reyezuelos psicopatas en países tercermundistas sin recursos naturales para que no existan interferencias molestas de la comunidad internacional. Es una época llena de turbación, óscura, desagradable, aburrida y larga. Pero como todo, llega un día en que se acaba y se puede volver a recomendar libros, a leer con calma y pensar que falta todo un año para que entre esa primera persona con una lista en la mano y diga vengo a encargar los libros del niño.