Sé que faltan un mes y medio (sólo un mes y medio...), pero para nosotros Sant Jordi ya está aquí. El jueves se hizo el primer pedido de libros y en unos días empezaremos a recibir cajas llenas de libros que habrá que separar entre lo que se queda en tienda y lo que se va a la parada. Y me hace una ilusión... Si cada año sufro el advenimiento del día de Sant Jordi como una condena, este año es como una condena... como una condena... más grande (sí, vale, lo sé, pero son las tres y media de la tarde de un sábado y no he echado siesta y llevo tres días sin dormir así que el estilo o las metáforas como que me lo paso por el arco del triunfo). Y si a mi estado de ánimo ya de por sí festivo y dicharachero le añadimos que comercial / librero / persona de la calle con la que hablas se dedica a lanzar los más funestos presagios para el 23, pues apaga y vamonos y para qué coño Sant Jordi ni Sant Jorda.
¿Por qué? Bueno, este año Sant Jordi cae en sábado. En concreto en ese sábado entre Viernes Santo y Domingo de Resurrección. En plena Semana Santa con un huevo de días festivos por delante. Y, claro, para los agoreros y pesimistas que se les ha abierto el cielo.
Y, además, lloverá.
Es lo que les falta decir.
Debido a esto sólo me llegan voces de uy este año no vamos a vender nada, todo el mundo se irá de vacaciones, y encima la crisis y esto, no se venderán libros, nos los vamos a comer, qué podemos hacer, estaremos solos en las ciudades porque todo el mundo se habrá ido a otras ciudades donde no celebran Sant Jordi ni saben lo que es un libro, si no sabemos por qué compramos, vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir.
Vamos, que estamos todos con una ilusión... Si es que la desesperanza de entrada no es buena idea y quizá se pierde de vista que gracias a la crisis hay mucha gente sin un duro que gastarse en irse de vacaciones, pero que se gastará quince euros tan a gusto en un libro en la parada de Sant Jordi. Y no todo el mundo se va. Los hay hasta que vienen. La cuestión es quejarse que los que vivimos del libro somos quejicas de naturaleza (se lee poco, se lee una mierda, hay demasiados libros, se compra poco, se vende mucho bolsillo, se vende poco bolsillo, poco descuento, demasiados distribuidores, demasiadas oferta, etc.). La única verdad es que hasta el mismo día 23 no se sabrá como será la jornada. Por mí que sea como quiera, pero que haga buen tiempo. Otro Sant Jordi empapado no creo que lo resista.
3 comentarios:
Yo sé qué es lo peor de este Sant Jordi.
Tu querida hermanita no estará ahí al pie del cañón como cada año.
Me las tendré que ingeniar para hacer un 23 de abril a la italiana... (jo!)
Superarás mi ausencia, no te preocupes.
(Por cierto, un Sant Jordi empapado mola... ¿y lo bien que lo pasamos el año pasado?)
Mon (:
Querido,
después de una prolongada ausencia en mi interacción con este rincón de saludable digresión vuelvo por un instante para saludar (¡hola!) y para constatar una certeza. El pesimismo vende, es más sencillo de sobrellevar que el optimismo porque a) si va mal Sant Jordi siempre se podrá decir que ya lo avisé y b) si va bien el alegrón se supone inesperado y por lo tanto más disfrutable.
Dicho lo cual: va a llover, la gente pasará de comprar libros, tendrás que preparar muchos paquetes con devoluciones, te mojarás en ello y te despedirán.
Mon, ¿Sant Jordi empapado? Tú estabas allí... lo recuerdas divertido... ¿qué te está haciendo tanta pasta?
Carlos, bien hallado tras la ausencia. Naturalmente que el pesimismo vende. En libros es interesante comprobar como el libro que tiene la tesis de "vamos a morir" vende cinco veces más que el que tiene la tesis "pues no estamos tan mal". En terrero político ya es casi increíble. Veremos que pasa y cuánto nos mojamos y seguro que salen zombis de las alcantarillas y todos los libros están tarados y sin querer provocaré una fisión del núcleo y...
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