sábado, 29 de agosto de 2009

Crónica de una obra XIII

Resumen de lo publicado: Conseguimos salir de Falac sin muchos problemas y con unas cuantas horas de retraso. El camino se presentaba llano y seguro ante nosotros y decidimos ir a buen ritmo, pero sin forzar nada. Después de sofocar un berrinche de Jordi por no tener armas (y conseguirle un par), nos detuvimos a comer en un prado donde el paleta aprovechó para explicarnos parte de la historia de su vida. En el momento más interesante apareció una muchacha llamada Aldana que nos pidió ayuda para ayudar a su pueblo.

Yo pasaría.
- ¡Jordi! Tenemos que ayudarla.
Haced lo que queráis, pero yo pasaría. Le daría un par de monedas, una palmada en el culo y que siguiera su camino. Ya hemos perdido demasiado tiempo y tenemos que llegar a las amazonas, ¡por favor! que el universo depende de vosotros.
- ¿Pero a las amazonas no íbamos a follar? - le preguntó en un susurro el yesero al mimo. Éste hizo un giro de sesenta grados con el dedo índice y sacó un paraguas de la manga.
- Eso sí - dijo el paleta.
- ¡Por favor! - Aldana volvió a caer de rodillas y a deslizar un poco más su generoso escote -. Ayudadme. Sois héroes... sólo hay que ver vuestra gallarda figura, vuestra gentil apostura, vuestro perfil heróico, vuestra...
- No digas nada más, muchacha - el paleta se abrochó los pantalones - te ayudaremos.
Los demás asentimos a la declaración paletil.
- Gracias, muchas gracias, de verdad, muchas gracias, gracias, gracias, muchas gracias, de verdad, no sé que decir a parte de gracias, gracias, de verdad, gracias... gracias... muchas gracias, por todo, por venir, por hacer lo que podáis, gracias, de verdad, muchas gracias, muchas muchas muchas muchas muchas gracias... Grac...
Os arrepentiréis.

El pueblo de Aldana estaba a un día y medio de viaje así que nos pusimos en camino lo antes posible. Nos guió por caminos cada vez más agrestes, por infinitos bosques que oscurecían el día, atravesando riachuelos, cascadas y lagos en delicadas barcazas y donde descubrimos que el paleta le tenía miedo a líquido que no fuera vino o un carajillo. Aldana hablaba poco y suspiraba mucho. La preocupación por el futuro de su pueblo y familia le daban un aspecto cada vez más cansado y más palido y arrugas de preocupación aparecían en sus ojos.
- ¡Qué fea se está poniendo la Aldana! - dijo el yesero.
- Está afectada por lo que ha ocurrido en su pueblo. Es normal que esté un poco desmejorada.
- No sé... yo antes me la tiraba con gusto, ahora sólo me la tiraba por pena. Y eso es mucho decir... que yo... mira, una piedra redonda.
Y salió corriendo a darle chutes a la piedra. Aproveché para acercarme a Aldana y hablar con ella.
- Hola.
- Eh... ah, hola.
- ¿Cómo estás Aldana?
- Bien... tenemos que llegar cuanto antes, mi pueblo nos necesita.
- Sí, vamos a buen ritmo, tranquila.
- No lo entiendes... morirán si no llegamos pronto... mi pueblo me necesita... nos necesita... es importante...
- Sí, mujer, sí... que ya vamos.
- No... no... no... me duele la cabeza... ¿Qué? Ya vamos, ya vamos...
- ¿Aldana?
- Vamos de camino...
Me parece que esta tía está como una cabra.
- Jordi - susurré -. Está preocupada. Es normal un poco de excentricidad...
Eso lo dices porque tiene buenas tetas, si fuera un callo dirías que está loca.
- Que poco me conoces.
Sí, sí... ¡Toma!
- ¡Qué ha pasado?
El yesero se acaba de romper un dedo del pie chutando piedras. Ahora vengo, voy a reírme de él.
- Aldana, ¿te encuentras mejor?
- Eh... ah, hola.
- Hola... oye unas preguntas...
- No hay tiempo... no hay tiempo... mi pueblo nos necesita, tenemos que luchar y salvarlos... ya vamos... ya vamos...
- Aldana...
- Sí... sí... mi pueblo me necesita.
- Una pregunta de nada, mujer... nada si no te molesto casi.
- Vamos... vamos... vamos... camina... camina...
- Si no nos cuentas algo no podremos ayudarte.
- ¡VAMOS! Sí, vienen conmigo.
- Joder...
Me giré para ver si alguno de mis compañeros había seguido mi conversación con Aldana, pero no había nadie cerca. Estaban todos riéndose del yesero. El más cruel era el mimo que imitaba a la perfección su dolor y su perdida de sangre.
- Mira Aldana, tengo que preguntarte qué es un shauzer óscuro y como podemos luchar...
- Ya vamos... ya vamos...
- ¡Aldana, joder, escucha un momento!
Aldana se detuvo. Su pelo rubio, aunque cada vez era más blanco, le ocultaba la cara.
- Ya vamos...
- Aldana.
Me miró. Los ojos en blanco. Abrió la boca y un largo hilo de sangre descendió de sus labios.
- Chicos...
- Joder - oí que decía el paleta.
Aldana se inclinó con violencia hacia atrás, chilló algo inteligible a los cielos y cayó violentamente en mis brazos mientras vomitaba sangre. Mi primer impulso fue cogerla, pero al ver el rastro de sangre que dejaba su boca, me aparté. Cayó de morros contra el suelo.
- Bueno - dijo el electricista -. Creo que tendremos que pasar noche aquí.

Aldana no se despertó hasta el amanecer. Su piel estaba cada vez más pálida y frágil. No habló de lo ocurrido. El camino cada vez era más agreste, duro y complicado. Una niebla iba ocupando el espacio que antes ocupara la luz del sol. Empezaba a pensar que seguir a Aldana no había sido una buena idea.
Aleluya.
Cuando parecía que no podíamos caminar más, llegamos al pueblo.
Casa vacías y destruidas. Quemadas. Arrasadas. Nadie por las calles. Ningún signo de vida.
- ¡Los he traído! - y Aldana salió a correr perdiéndose por las calles.
- ¡Aldana! - y fuímos caminando detrás de ella.
Entramos en las calles. Frío. Mucho. Oí al electricista decir que tendría que haberse traído una chaqueta. No vimos nada ni a nadie. Solo las calles abandonas y las casas derruidas.
- ¿Qué hacemos? - dije.
- Ni puta idea.
- ¿Y si buscamos a Aldana por alguna casa?
Yo me iría, pero a Jordi no le hagais cas... sí, joder, la librería está cerrada, sí... no, no puedo venderte esa mierda... ahora vuelvo...
- ¿Tenemos otra opción?
Discutíamos mientra andábamos. Echábamos algún vistazo por las ventanas por si veíamos alguna cosa que nos diera un poco de información. Nada. Llegamos a la que suposimos era la plaza de la ciudad. Ni rastro de Aldana. Y decidimos entrar en una casa. La última casa a la izquierda. Estaba abandonada. Polvo, muebles rotos. En un rincón un bulto de ropa.
- Mirad - dijo el yesero -. Ropa de tía. Voy a ver.
- Estoy en la habitación de al lado.
Una mesa. Una silla. Y libros.
Me acerqué con cuidado. Uno de los libros me llamó la atención. Era de tapas amarillas y páginas desgastada por dedos y tiempo. Lo cogí con cuidado entre mis manos. Leyendas, criaturas, hechos e historia del reino de Aqualata. Interesante. Era una especie de diccionario sobre la tierra donde ahora estábamos. Aunque estaba escrito en una lengua y unos caracteres que no conocía, no me supuso ningún problema leerlo. Busque la s. Lo encontré. Y lei.
- Mierda... Chicos...
Entraron en la habitación. El yesero llevaba unos sostenes en la cabeza y el mimo se había vestido de gran señora en decadencia.
- ¿Qué?
- Tenemos un problema.
Y les leí la entrada que dedicaban al shauzer óscuro.
Al acabar la lectura oímos un grito femenino. Salimos a la plaza y vimos a Aldana deshacerse ante nuestros ojos. Su carne era como gelatina y en poco segundos de ella sólo quedó un amasijo de carne y huesos en el suelo. Y una carcajada triunfal heló el aire.
La habéis cagado.

Libro que encontré en el pueblo de Aldana. Nos sirvió de mucho para entender este nuevo mundo.

3 comentarios:

Girl From Lebanon dijo...

Gracias...yo también os echaba de menos...sabes? estas semanas he conocido oriundos y habitantes de tu ilustre pueblo...teneis un acento muy gracioso...en general todos los acentos me parecen graciosos...XD

Bss!!!

Libélula dijo...

Noooooo ¿y ahora qué hacen con las ganas que le tenían a la muchacha? Si le ponen un poco de crema pueden devorársela pues era la primera intención ¿no?

¡Besos enormes Jorge! ¡Excelente como siempre!
Libélula.

Mara Oliver dijo...

otra vez que me has dado morriña de rol :D
lo de Aldana: COJONUDO.