martes, 9 de febrero de 2010

Comiendo Allium ceba

Bueno, yo no.

No. El domingo en la casa de campo de mis padres no me llevé a la boca ningún Allium ceba por una sencilla razón: me dan asco. A ver, no soy ningún aprensivo de las comidas ni tengo manías especiales (aunque a esto mi madre contestara con una carcajada y lanzándose a explicar un par de anécdotas humillantes de mi época de pantalón corto. Os ahorro las anécdotas porque no creo que a nadie le guste verme humillado), pero hay tres o cuatro alimentos que no puedo con ellos. En el ránking del top tres serían:

1. Caracoles (a los que, naturalmente, mi familia es bastante adicta).
2. Coliflor en cualquier variante.
3. Allium ceba o, como más popularmente se conoce, calçots.


Curiosamente, tres alimentos que empiezan por la letra "c". ¿Tendrá algún significado o es una inquietante coincidencia?

Y el domingo tuve calçotada, que es el nombre que recibe el ritual de comer cebolla asada mojada en salsa de algo. Mi familia se reunió alrededor de la mesa mientras mi padre traía las cebollas ennegrecidas y se empezaba a devorar. Primero cogiendo las cebollas y pelándolas, mojando la cebolla blanca en la salsa, inclinando la cabeza hacia atrás y empezando a deglutir la materia. Y yo reprimía mis muecas de asco y repugnancia por el ritual por respeto al resto de los comensales. Las manos ennegrecidas, la comisura de los labios rebosando y deslizándose de forma lenta y residual restos de una salsa marronosa-anaranjada, los ojos desorbitados, las bocas abiertas y los restos de cebolla plagando la mesa como caídos en la batalla.

Naturalmente, me instaban a unirme a ellos.

- Veeeeennnnn... únete a nosotros... come calçots....
- No, que no, que en serio, que no...
- Veeeeennnnn...
- Déjalo - dice mi padre-. Mejor que no coma que luego le gustan y se lo queda todos.
- Pues eso es lo que digo yo.
- Pues no sé por qué no te gustan con lo buenos que están.
- Come uno al menos.
- ¡Qué no!
- Venga...
- Únete a nosotros... únete...
- No... no...

Y a mi mente me vino una escena de una de mis películas favoritas...



Bueno, quizá no fue exáctamente así... La cuestión es que no comí, no me uní a ellos y me refugié con los otros miembros de la resistencia. Tipos duros y fuertes con integridad moral, que se resistían a unirse al lado oscuro, que negaban con la cabeza y decían con voz fuerte y clara: ¡Qué asco! Y la musa de la resistencia que negaba en silencio y esperaba ansiosa su plato de sopa. Un grupo de feroces combatientes de edades comprendidas entre el año y medio y los cinco. Mis líderes y aliados.

Después de los calçots vino la carne a la brasa lo que ya es otro cantar. Y otra historia diferente y aburrida en la que participé en el ritual del engullimiento de proteinas.

Y han pasado más cosas, pero me está entrando un sueño de la hostia y ya las explicaré mañana. Me voy a echar una siesta.

2 comentarios:

Casteee dijo...

Jajajaja

1. Me encanta los caracoles, son una de mi perdiciones

2. Las coliflores ni fu ni fa

3. Calçots, no he tenido el placer de comerlo nunca, pero tampoco es que sea yo muy devota de la cebolla...

Besos!

Bellota dijo...

Me encantan los caracoles, la coliflor y la cebolla. Si lo pongo en mi currículum me despiden por asquerosa, seguro.