domingo, 19 de diciembre de 2010

Blake Edwards

Hace unos días murió Blake Edwards, director, guionista, productor y en sus jóvenes inicios actor de cine.



Concretamente el pasado 16 de diciembre. No fue uno de mis directores favoritos, pero sí que fue uno de los que me proporcionaron alguno de mis fragmentos favoritos y uno que más risas me ha proporcionado al recordar sus películas con un amigo. No he visto mucha repercusión mediática por su desaparición (a excepción de los blogs de cine que se resienten y lo sienten), y la que he visto me ha dado la impresión de que resumían la carrera de Edwards en una película: Desayuno con diamantes (Breakfast in Tiffany's, 1961) y, pese a lo que me gusta esa historia de amor de una prostituta y un gigoló, creo que no es definitoria de su obra. Porque para mí y ante todo Blake Edwards fue un director de comedia (aunque hiciera western, melodrama, cine negro, etc.) y es el creador de alguno de los mejores gags cómicos de la historia del cine gracias a su complicidad con aquel genio que era Peter Sellers.

El guateque (The party, 1968)

Esta escena es perfecta. Tiene el tempo justo, la duración precisa, los movimientos necesarios. Y, sobre todo, la seriedad imprescindible para que la comedia funcione. Articula a la perfección los mecanismos de indentificación y vergüenza ajena. Como en 10 y ese momento en que Dudley Moore mientras espera que un semáforo se ponga verde pita con la bocina de su coche a dos muchachas bastante más jóvenes que pasean por la calle. Ellas se detienen y miran al Moore mientras él baja la vista y el semáforo no se pone en verde. Vergüenza y retrato de la crisis de los cuarenta que tantas veces retrató en sus películas (siempre acompañads de alcohol y sexo, dos de los grandes temas de la filmografía de Edwards).

Otro recurso era la anticipación al desastre. Esa sensación que tiene el espectador de que lo que está haciendo el personaje, saldrá mal. Cualquier escena de Closeau, la abuela con la bandeja de café en 10 que lenta y agónicamente cruza la estancia, el zapato sucio de barro de Hrundi V. Bakshi.

Su comedia bebe de las fuentes clásicas del splastick (sobre todo de Laurel y Hardy), del clown, del cine mudo, de las antiguas farsas sexuales,de un enorme respeto por el género (pese a que la saga de la pantera rosa acabara convirtiéndose en una forma fácil de ganar dinero), de la pela del platano y la batalla de tartas.

Preciosa.

Y todo esto sin olvidar a Henry Mancini que junto a Peter Sellers, Julie Andrews y Jack Lemmon era su gran complice. El compositor del tema de La pantera rosa, del Moon River, de la genial fanfarria de la La gran carrera y de su aún más genial canción en el saloon, el desgarrador tema para Días de vino y rosas, las canciones de Victor/Victoria. Y sé que para seguir la tradición tendría que poner un vídeo del Moon River, pero estaréis conmigo que la languidez, la belleza, la elegancia y el sentimiento de esa canción no casan con este vuestro humilde blog. Que entre mis páginas pega más Leslie Ann Warren y su maravilloso himno no oficial a Chicago, Illinois; una canción que es la quintaesencia de la vulgaridad, la idea platónica de la estridencia y sí, me la sé de memoria.

Chicago, Illinois
Letra: Blake Edwards, Música: Henry Mancini


Se ha ido un director de comedia y, como siempre que eso pasa, este blog se duele. Nos deja sus películas, sus gags y un puñado de grandes personajes para la historia: El profesor Fate, el inspector Jacques Closeau, Hrundi V. Bakshi, el camarero borracho de El guateque y el muerto en la playa de SOB.

Y, como final, un clásico. Y sí, por lo menos una vez antes de morir quiero participar en una de éstas:

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