jueves, 31 de mayo de 2012

El final de un mes aburrido y cruel

Se acaba mayo, un mes cruel.

Después de la vorágine de abril y su maldito Sant Jordi, llega el mes de mayo. Un mes baldío con reflujos de páramo donde la librería se vacía de compradores y curiosos quedando un pequeño grupo de furiosos lectores que vagabundean por las estanterías buscando algo que echarse al coleto y preguntan por ese libro que se justo devolvió un par de semanas antes víctima de las purgas post Sant Jordi. El librero se enfrenta a horas de trabajo donde, tras la entrada de las novedades y cuatro llamadas, no entra nadie. Ordenar lo ordenado, quitar el polvo a los lápices, perfeccionar las imitaciones de los clientes, jugar al gran hermano librero, ensayar coreografías, prepararse física y mentalmente para la cada vez más próxima temporada de texto, afinar la punteria con las diferentes armas que tenemos al alcance para combatir a esas hordas que a partir de mediados de junio empezarán a preguntar porqué no llega el workbook de inglés y luchar contra esa sensación que va haciéndose cada vez más fuerte en el ánimo libresco de complejo de soy leyenda.

Decoración típica de la librería en mayo para que el librero no se sienta solo y tenga a alguien a quien disparar sus inyectivas y balas.

Pero hoy se acaba. Y mañana empezará junio... con sus quince días de desierto, final de clases y e inicio de temporada de texto. Cuadernos de verano (¡maldita la idea de deberes en pleno agosto!), encargos, primeras quejas y todo un universo de inusitada diversión con el libro de texto. Mayo es aburrido, pero cuando llega junio cómo se añoran esos momentos de nada, de luchas en el barro, de peleas a espada por el almacén, encuentros extraños y sucesos paranormales como quién ha movido ese libro o de quién es ese ticket. La acumulación de libros en un único lugar, como bien ha explicado Terry Pratchett en sus novelas, provoca extraños campos de energía y produce acumulación de magia y de sucesos inexplicables como la repentina simpatía de un cliente, el niño que sí o sí tiene que gastarse setenta céntimos en algo, la señora que aseguraba y reaseguraba que la semana pasada había visto aquí la cuarta parte de La sombra del viento que no ha salido todavía o aquel buque fantasma que estuvo varado en la tienda tres semanas, pero como apareció en la sección de poesía nadie se dio cuenta.

- No podías aparecerte en autoayuda, no. Se tenía que hacer el exquisito el señor.
- Mis disculpas capitán... es que pensé...
- Ese es tu problema... que piensas.

Pronto volverá el estrés, el mal humor, los nervios, las prisas y las aglomeraciones. Así que aprovecharemos esta calma y disfrutaremos del aburrimiento, de los bailes, conversaciones absurdas, disfrute tranquilo de las novedades y tener la tienda recogida. Ya vendrá la temporada de texto y con ella cosas extrañas. Mucho más extrañas.

Nada de preguntas.

4 comentarios:

Txema dijo...

Benditos días moscosos. Como hastían cuando se presentan encadenados y cuánto se les echa en falta en los días de vorágine laboral...

Jorge dijo...

Tenemos la obligación de cuidarlos y valorarlos en todo su aburrimiento cuando los vivimos para en momentos de trajín, mirara atrás, suspirar e intentar capturar algo de aquel hastío.

Mara Oliver dijo...

¿Tienes sección de poesía? :O
;)
Odio el workbook con todas mis ganas.
besotes y mucho ánimooo!!!

Jorge dijo...

Claro que tengo sección de poesia... cada vez más pequeña, pero tengo (es que, lo siento, no se vende... no se vende nada...).

Todos odiamos el workbook.