Y, por extensión, del odio injustificado, irracional y violento que albergo hacia Lord Kelvin, por haber inventado en 1958 el cable flexible.
El listo.
Ya sé que odiar a Lord Kelvin es injusto y que los inventos no tienen un padre único (a excepción de la gravedad); son producto de la colaboración, la herencia de conocimientos y el robo y apropiación ilegítima de descubrimientos (díselo a Edison que era un experto en inspirarse en trabajo ajeno), pero en Lord Kelvin resumo toda la frustración e impotencia por un objeto que no ha hecho la vida más fácil, que se dedica a retorcerse y complicarse porque sí y del que dependemos.
Sí que ha hecho la vida más fácil, dirán algunos. Permiten que la electricidad llegue a casi todos los sitios, facilita la construcción, las comunicaciones y bla bla bla. Pendejadas. Es lo que ALGUIEN quiere que creamos... Si llegan a todos lados es para controlarnos, ponernos de mal humor y fomentar otra dependencia hacia un objeto.
Cables para el ordenador, para la tele, para el teléfono, para los libros electrónicos (una de las razones por las que no tengo un bicho de esos es que no quiero que mis horas de placer lector dependan de una batería y de un cable. ¿Suena a excusa para no adaptarme a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías? Sí, lo es), para la batidora y tostadora, para los enfermos en los hospitales, para los monstruos eléctricos, etc. Y acompañados de regletas que solo sirven para llenarse de polvo y proporcionar un origen al enredo. ¿Cuántas horas de mi vida desperdiciadas desliando los cables de los cascos del discman, buscando la batería de un aparato que tampoco necesito tanto, investigando cuál es la forma más fácil de desliar esos cuatro cables que nadie a mezclado? La naturaleza misteriosa que lleva a los cables a enredarse entre ellos hasta límites y la frustración que experimento cada vez que tengo que mover un mueble y empiezo a arrastrar cables que juraría que había arreglado cinco minutos antes. Los recuerdos de la época en que trabajaba de técnico teatral y tanto cable hecho mierda que arreglar después de los espectáculos.
Me pone de mal humor. Los cables me ponen de mal humor. No me gustan y yo no les gusto a ellos. Lo sé. Lo noto en su forma de enredarse entre ellos y acumular polvo. No me gustan de la misma forma que no me gusta hacer una cafetera, ver una cucharilla dentro de un vaso / taza o los delfines (algún día hablare de los pijos señoritingos del mar). Puede que sea injusto, es irracional y no tiene justificación, pero es lo que hay. Forma parte del encanto de persona que soy.
3 comentarios:
habrá que echarte un cable...
;)
me gustó, como siempre, leerte...
salud !
godo, de amalgama
Jejeje, mi contrario se dedica a los cables, antes tiraba cables en trabajo de campo, ahora vigila las redes... En fin, le llamo mi contrario porque no podríamos ser más opuestos. El siempre tiene todo en orden y los cables perfectamente enrollados, incluso atados con bridas; yo amo el caos y se me cruzan los cables de todas las maneras posibles, he subido al blog algunas fotos como prueba.
Así que, después de leer cierta reseña tuya ;) que sepas que me toca limpiar este finde. Mi contrario te lo agradece, pero yo espero que te sientas muy culpable.
Besotes!!!
Godo, Una soga al cuello echaría yo a Lord Kelvin.
Un placer su visita, como siempre.
Mara, si mi entrada ha servido para que pases un fin de semana encerrada en una habitación limpiando pues mira, je je je, soy un cabroncete qué le vamos a hacer.
Y así que su contrario es uno de esos que van dejando cables por estos mundos... habrá que tenerlo vigilado.
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