jueves, 15 de enero de 2009

Crónica de una obra VII

Resumen de lo publicado: Después de un pequeño refrigerio decidimos por unanimidad ir a buscar la llave que ocultaban las temibles amazonas. Jordi intentó convencernos para no volver a Igualada porque en Aqualata estábamos estupendamente. Aunque consideramos esa posibilidad, Ciocco nos advirtió que terribles fuerzas oscuras y malignas también iban detrás de los objetos y que si los conseguían y entraban en nuestro mundo destruirían el universo. Tras una discusión metalingüística nos pusimos en camino.

Llegar al primer pueblo, donde en teoría podríamos descansar y comprar el material que necesitábamos para la aventura, nos llevó cerca de dos horas aunque Ciocco nos dijera que en media hora de paseo tranquilo habríamos llegado. El problema fue que nos perdimos cuatro veces por culpa de las malas indicaciones del responsable del mapa.

Que eras tú.
- Eso no tenías porque comentarlo, Jordi.
Demasiado tarde. Además, si eres un inútil con los mapas no es problema mío... es tú problema y debes admitirlo.
- De acuerdo... no sé leer un mapa.
Que tonto que eres por favor... Adelante continúa.

Gracias. Pues eso que nos perdimos por culpa de un mapa mal hecho...
Sí, sí.
... y porque el paleta insistió en detenernos justo cuando la primera cúpula de la ciudad aparecía por el horizonte. Se plantó en medio del camino, puso los brazos en jarras y declaró que no daba un paso más.

- No doy un paso más - dijo el paleta. - Hasta que no desayunemos, yo no me muevo.
- ¿Qué? - preguntó incrédulo (toma palabra) Ciocco.
- Pues eso, que la hora del desayuno se ha pasado y nos hemos callado, pero llega un punto que si no me tomo mi bocadillo, una cerveza y un carajillo... pues que no funciono.
- Pero si estamos a punto de llegar.
- Mira chiquitín, lo que digas me parece bien, pero nosotros necesitamos por lo menos una hora para desayunar y hablar del fútbol. Pase lo que pase.
El mimo se unió al paleta mientras se frotaba con movimientos circulares la barriga.
Ciocco empezó a moverse de un lado a otro moviendo sus paticortos brazos de un lado a otro.
- Cada minuto que pasa es un minuto que las fuerzas de la oscuridad ganan más poder.
- Que sí, que sí. Pero que si no desayunamos aquí no se mueve ni dios. ¿Verdad, chicos?
Unanimidad.
- ¿Hay algún bar cerca? - preguntó el yesero -. Y si tiene máquina de tabaco, mejor.
- Jorge - dijo Ciocco -, tu eres el líder y el elegido para traer el equilibrio al universo... di algo. Convéncelos.
- Joder con la mierda de ser líder... Reconozco que tienes razón, Ciocco, pero un poco de hambre si que tengo... es que desde que me he levantado esta mañana sólo he tomado un café con leche y la cerveza que hemos tomado me ha abierto el apetito.
Ciocco dejó caer los brazos impotentes, pero sin un asomo de querer rendirse.

Tres horas después llegamos a un acuerdo. Iríamos al pueblo, Ciocco haría las compras pertinentes de armas, equipaje y provisiones y nosotros tendríamos dos horas libres para hacer turismo. Aceptamos. Dos horas libres era mejor que los cinco minutos que nos proponía al principio. Echamos de nuevo a andar. El mimo se avanzó un poco y empezó a hacer que hablaba por teléfono... Fue una sensación extraña, pero me pareció ver que movía los labios.

- Por cierto, Ciocco - dijo el electricista -. ¿Cómo se llama esta ciudad?
- Ciudad... si es un puñetero pueblo roñoso... Se llama Falac. Y tenemos suerte. Hoy es día de mercado.

Lo que Ciocco llamaba un "puñetero pueblo roñoso" era la ciudad más hermosa que todos habíamos visto en toda nuestra vida, si exceptuamos Igualada, claro. Grandes avenidas, edificios altos coronados por impresionantes cúpulas de mármol. Imponentes estatuas adornaban las calles. Una cascada descendía en medio de la ciudad y caía en un impresionantes lago natural. La ciudad se había construido a su alrededor. Y los habitantes... era una pequeña representación de todas las criaturas que habitaban en el reíno de Aqualata. Enanos, humanos, gules, ondinas, manairons, hadas y...
- Elfos... joder, no - dijo Ciocco.
- ¿Qué pasa?
- No habléis con ellos, sobre todo. No habléis con ellos.
- ¿Por qué?
- Son unos pesados.
Como los cristianos, vamos.
- Peor, mucho peor.
Los elfos eran criaturas bellísimas. Quien se acercó a nosotros con unos papeles en la mano era una elfa; una preciosidad de largos cabellos y enormes ojos grises que más levitaba que caminaba.
- Hola - dijo ella - ¿extranjeros?
- Largo - dijo Ciocco mientras intentaba golpearla con su bastón - no queremos nada.
- ¿Tampoco la salvación? Porque nosotros ofrecemos la salvación. Si venís con nosotros y seguís unas sencillas doctrinas os llevaremos a los Puertos Grises cuando el fin del mundo empiece. Solo tenéis que entregar vuestras posesiones materiales y ofrecer obediencia ciega.
- No es mucho - dijo el electricista.
- ¿Verdad que es un precio pequeño para obtener la gracia eterna?
- ¡Qué os larguéis pesados! - dijo Ciocco - desde que se prohibió mataros que estáis de un crecido.
- Pero si no os llevará mucho tiempo - y mientras decía esto un tirante de su vestido se deslizó tímidamente. Casi dejaba adivinar su blanca carne.
- Déjala que hable, déjala - dijimos todos.
Si hombre, que hable.
- Me llamo Merenwen. Y os traigo La Palabra.

Cuando cuarenta minutos después, tras haber dado nuestros datos, parte de nuestro dinero y voluntad a tan sabia elfa que nos salvaría del apocalipsis y que traía la palabra verdadera, nos sentamos en una pequeña plaza.

- Anda que vais a sobrevivir vosotros en este mundo si le hacéis caso al primer elfo que os encontráis.
- Es que estaba muy buena - dijo el yesero - Era una muy buena potra.
- ¡No mancilles el honor ni el nombre de mi señora! - dijo el electricista.
Ostia, sí que era guapa... ¿os habéis fijado cuando se le deslizó...?
- Jordi, no consiento que hables así de mi señora Merenwen - chilló furioso el electricista -. Es la elegida de los dioses para traer respuestas fáciles a los grandes enigmas de la humanidad.
Puto fanático.
- Atended - gritó Ciocco - dejad vuestras ridículas discusiones pseudoteológicas para después. Voy a comprar. Vosotros haced lo que queráis. Visitad con calma el mercado, dad una vuelta por el pueblo. Sólo os prohíbo una cosa. Sólo una. Y hacedme caso, por favor. Bajo ningún concepto entréis en la taberna El cerdo retozón. Aunque hacen una cerveza genial y unas patatas picantes deliciosas es un lugar lleno de pendencieros, personas de la peor calaña, gente violenta, broncas, peleas y asesinatos de forma continuada. Y además los lavabos no tienen puerta y nunca tienen papel higiénico. ¿De acuerdo?
- Sí - dijimos todos.
- Entendidos, pues.
Y Ciocco se perdió entre la multitud.
- Bueno, ¿qué hacemos?
- Podemos ir al mercado y ver qué hay.
- Yo quiero desayunar - dijo el paleta - y la verdad que esa cerveza y esas patatas picantes prometían lo suyo.
- Pero nos han prohibido entrar en El cerdo retozón... - dije.
- ¿Y tú le vas a hacer caso al pequeñín? Además, con su tamaño todo le parece un peligro.
- Bueno... ¿qué hacemos?
- Dejarlo en manos de mi señora Merenwen.
Fanático.

Si quieres que nuestros héroes se vayan a dar una vuelta por el mercado deja un comentario que incluya la palabra "Calcuta".
Si quieres que nuestros héroes entren en El cerdo retozón deja un comentario que incluya la palabra "Pandereta".

Más o menos este era el aspecto de Merenwen, la elfa pesada que nos encontramos.
El dibujo lo hizo el paleta de memoria. Y reproduce fielmente su gran sabiduría.


CONTINUARÁ

Advertencia: A partir de la próxima entrega de estas crónicas empezarán a sucederse las escenas de violencia gratuita. Lo digo para advertir a las almas sensibles.
Advertencia II: Para las escenas de sexo gratuito tendréis que esperar un poco más.

7 comentarios:

Bellota dijo...

Ni mercado ni niño muerto, el bareto ese promete.

Besos!

PD: Pandereta.

Libélula dijo...

Yo no vendería mi alma ni por la salvación entera ni por una pandereta!!!!!

Besos y espero ansiosa la próxima entrega!

Libélula.

QSUM dijo...

Ey hola... una amiga tuya paso hoy por mi blog, te cuento.. no soy una gran lectora, pero si soy bastante hicha pelotas.
Me gustaria saber si me podes recomendar algo para pasar mas rapido las horas laborables. Pero no necesariamente tiene que ser pasatista al mango, o si, que se yo, vos fijate.
Recien termino de leer Al sur de la frontera, al oeste del sol, de Haruki Murakami, el me encanta, ya lei tres libros de el, y pense continuar con su bibliografia.- El problema es que el amigo japones a veces me angustia un poco, en mi blog trate de explicar un poco esta sensacion, por eso quisiera que me recomiendes algo, lindo, entretenido, profundo, y nada, nada aburrido.
Desde ya muchas gracias.


Perdona por el extenso comentario.

Anónimo dijo...

Una de les coses més patètiques que recordo de la meva infantesa (gràcies Jorge per recordar-me aquesta imatge) són els concerts de nadal a l'escola: perquè s'havien de donar les panderetes a les persones amb menys ritme de la classe???

Laura

PD Petons

Annabel dijo...

Me has recordado la época en que estuve enganchada al juego Baldur's Gate. Explorar aquellos mundos fantásticos no llegaba a ser un sucedáneo de un viaje a Calcuta, pero casi.

¿Merenwen? pobreta...

-Anna- dijo...

Uhmmmmm todavía estaré a tiempo??

panderetas!!!!! jajaja

Ando de paso por acá, veo que has avanzado muchas entradas y yo sigo en el limbo. Espero de a poco ponerme al día, esto de las vacaciones me hace ser tan vaga!!

Te dejo un beso Jorge!!

Mara Oliver dijo...

¿cómo que tengo que esperar para el sexo gratuito? por cierto, voto pandereta obviamente :P, pues eso... uno más y me tendré que ir a sacarle brillo al melón de mi retoño hasta que reluzca como el de los tebeos del Superlopez, by the way, la elfa está cañón, he dicho...