viernes, 20 de febrero de 2009

Crónica de una obra VIII

Resumen de lo publicado: Llegamos al pueblo roñoso de Falac después de increíbles aventuras como discutir si desayunábamos o no. Allí nos encontramos con la dama Merenwen, una bella representante del pueblo de los elfos que nos ofreció la salvación eterna a cambio de nuestros bienes terrenales. Tras un rato aguantando la dama Merenwen, Ciocco se fue al mercado a comprar armas y provisiones dejándonos dos horas libres para hacer turismo. Solo nos prohibió entrar en la taberna El cerdo retozón, un lugar de mala muerte y propenso a conflictos violentos. El grupo de héroes elegido nos moríamos de hambre.

- Bueno, ¿qué hacemos? - dijo el yesero - pero hagamos lo que hagamos que sea rápido que me estoy meando.
- Joder, pues anda que no es grande el mercado y la calle - dijo el paleta -. Te arrimas a un árbol y ya está.
Como un niño chico.
- Es que nunca he podido hacerlo en la calle. Ni siquiera cuando estoy con los colegas en un concierto.
- Yo que sé... si quieres te tapamos - dijo el electricista.
- Tú no te acerca a mí ni de coña.
- ¿Por qué?
- ¿Y si vamos a la taberna? Allí tendrán lavabo - dije.
- Y cerveza.
- Y un bocadillo de lomo con queso.
- Y una copita de Soberano.
- Pues vamos.
- Joder que me meo...

Y fuimos a la taberna. Según me enteré después, El cerdo retozón era el edificio más antiguo de Falac junto con el burdel y la taberna/burdel. A partir de estas tres edificaciones rivales se construyó el resto del pueblo cascada y lago incluido. La taberna la había regentado desde los tiempos inmemoriales en que se abrió por primera vez la misma familia de enanos. Aunque la primera intención de la taberna era un salón de té, pronto las terribles y sangrientas riñas entre las abuelas hicieron que la familia enanil decidiera dejarse de pretensiones y abrir una taberna sucia de las de toda la vida. Con el paso del tiempo se había convertido en uno de los lugares más peligroso, duro, sucio, violento, sangriento y desagradable de toda Aqualata. Y de aquí venía su exito, claro.

Abrimos la puerta. Al instante nos tuvimos que apartar porque una cabeza humana seguida por un cuerpo pasó volando por nuestro lado y fue a estrellarse contra las gordas posadera de una ogra.
- Y como vuelvas a pedir las cosas sin decir por favor te arrancaré los testículos y te los haré tragar por el culo hasta que los vomites, desgraciado. Y vuelva pronto.
Quien dijo esto era Bryana, la enana jefe. Una mujer bajita, barbuda y peluda con...
Unas tetas.
- Jordi...
Es que la enana tiene unas tetas...
- Y que lo digas - dijo el paleta -. Me recuerda a mi madre.
- Paso, paso que me empiezan a llegar gotitas a los tobillos - y el yesero pasó corriendo por delante de nosotros. Se acercó a la barra y a gritos pidió dónde estaba el lavabo.
- Allí - dijo Bryana señalando un orinal en el suelo que rebosaba orines entre una multitud de borrachos que hacían puntería.
- Gracias...
Y se perdió entre tanto borracho meando.

La taberna podría ser un lugar agradable si no fuera por la cantidad de borrachos, cadáveres en diferentes grados de descomposición y continuas pelas. Era una construcción circular donde abundaban las mesas. Una enorme chimenea, ahora apagada, servía de centro de reunión de viajeros y trovadores. Una barra circular dominaba el centro de la posada y allí las aguerridas camareras enanas servían jarras de cerveza a un ritmo incesante. El cerdo retozón era un pequeño microcosmos de todas las razas de Aqualata, un lugar de "paz" donde todo aquel que tuviera dinero era bienvenido.

Allí hay una mesa.
- Pues vamos.
Lo único es que me parece que hay un muerto encima.
- Pues se aparta y ya está - dijo el paleta. Y dicho y hecho. Pegó una patada al cadáver y lo tiró al suelo. Había muerto porque alguien le había introducido una mano por los orificios de la nariz.
- Un lugar interesante - dije. Me senté y me encendí un cigarrillo. Delante de mí una bella barbara se apostaba con una amiga cual de ellas podía eructar más fuerte -. ¿Y el mimo?
Oh no.
- ¿Qué?
Está allí.
El mimo estaba trabajando. Haciendo mímica, vamos. O algo parecido. Solo que se había puesto a imitar a un pequeño grupo de unos ocho minotauros algo malhumorados que estaban despedazando con sus propias manos un ciervo vivo.
- ¿Y el electricista?
Mejor que no lo sepas.
- ¿Qué está haciendo?
De verdad, mejor que no lo sepas. Es tan patético...
- Deberíamos hacer algo - dije mirando al paleta.
Éste ya estaba sentado a la mesa, con el palillo bailándole de un lado a otro de la boca. Me miró muy serio.
- Sí, pero antes desayunamos. Ve a buscarme una cerveza y una de esas patatas picantes. Anda, sé bueno que tú eres más joven.
Y me dirigí a la barra. Pasé al lado del electricista intentando no oírle hablar de la dama Merenwen ni que pese a que le llenaran la boca de mierda de cabra él continuaría hablando.
Puto fanático.
- Jordi.
¿Sip?
- No te resulta curioso lo poco curioso que nos resulta todo.
¿Qué quieres decir?
- Quiero decir, joder, mira a tu alrededor. Solo veo elfos, gnomos, trolls, ogros, minotauros y no me resulta raro.
No sé... a lo mejor es que éste es en realidad tu mundo.
Me puse delante de la enana.
- ¿Qué va a ser?
- Dos cervezas y dos de patatas picantes.
- ¿Tú vas con ese buen mozo? - me señaló al paleta.
- Sí.
- Dile que esta ronda va de mi parte.
- Gracias.
Me puso delante la bebida y la comida. La cogí como pude y me giré demasiado rápido.
Delante de mí había un minotauro.
Por extraño que parezca no lo había visto.
Tropecé con él.
Y las patatas y la cerveza chocaron contra un torso duro y peludo.
Upsi.
- Lo siento - dije.
El minotauro me miró fijamente.
- Estás muerto humano. Ya puedes estar limpiando esto.
- Sí, claro. Espera que coja una servilleta.
- Con la lengua - Su hocico se puso a la altura de mis ojos. - ¿Entendido?
- ¿No podemos arreglarlo hablando?
- ¿Qué coño pasa aquí? - dijo el yesero apareciendo a mi lado.
- Nada.
- Tu amigo me ha ensuciado. Y tiene que limpiarlo.
- ¿Y si no quiere?
- Que no pasa nada - dije.
- Lo mataré.
- Con mi colega no te metas - dio le yesero unos paso de baile que él creía que era de boxeo - soy cinturón verde de jujitsu y me he criado en las calles.
- Que no pasa nada -insistí -. Que hablando arreglamos esto.
- ¿Entendido? ¿Lo pillas, vaquita?
Se hizo el silencio en la taberna. Se levantaron siete minotauros más. Uno de ellos, el más bajito y que medía dos metros y medio, se acercó a nosotros llevando en la mano una maza de guerra salpicada de sangre. Detrás mío oí la voz de Bryanna.
- Al orgulloso pueblo de los minotauros no se le llama vaquita. Es el mayor insulto que pueden recibir. Estáis muertos.
- ¡Pero que has hecho! - dije.
- Tu tranqui. Somos cinco contra ochos. Podremos con ellos.
Este...
- Sí, Jordi.
Yo no contaría con el mimo.
- ¿Por qué?
Lo han encerrado en una jaula invisible y no encuentra la puerta. Y al electricista lo han colgado por los tobillos de los colmillos de un ogro.
- Y el paleta...
¿No lo oyes?
Sus sonoros ronquidos llegaron hasta mis oídos.
- Estamos solos.
- Mano a mano, colega. Tú y yo. Héroes - y el yesero empezó a aullar como un loco pidiendo acción y sangre.
Yo hice lo que hubiese hecho cualquiera en mi lugar.
Cerré los ojos y me preparé para recibir la primera hostia.

Representante de la orgullosa raza de los minotauros.
Y aunque no os lo creáis, no tenían ni pizca de sentido del humor.

CONTINUARÁ

5 comentarios:

Bellota dijo...

Ya te lo advertí. Ten cuidao con los drogaítos y con los minotauros.

Y tú ahí, dale que te pego...

Libélula dijo...

Excelente!!! Magnífico!!!
Ya me estaba preguntando qué pasaba que no publicabas tu obra... Valió la pena tanto esperar!

Chapeau Jorge!

Besos gigantes! Y quiero ir a ESA taberna la próxima vez que nos juntemos!
Libélula.

Anónimo dijo...

Buenas campeón!

Y tambien estaba esperando el siguiente capitulo de la Crónicas!

Pa cuando unos rondas en la taberna? Solo para ver como os lo montais para salir de semejante lio!

Saludos y pajillas
Nanuk

-Anna- dijo...

Jajajjaa el mimo encerrado en la jaula invisible es buenísimo!!!

Esperaba mucho que continuara la obra, ahora seguiré esperando para la próxima.

Besos!!

Mara Oliver dijo...

Mimo cabrón!
¿se salvarán nuestros héroes de la lluvia de hostias?